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Capítulo Seis; Tatuajes

Cuatro días desde que Damián me trajo aquí, los mismos días en los que no he sabido nada concreto de Sebastián, solo recibí un mensaje que decía "me alegra que estés viva" y fue todo.

No sé cómo tomar eso por parte de Sebastián, ni siquiera se está preocupando por como estoy y eso me está poniendo muy triste.

Por fortuna mis pies sanaron rápido con ayuda de Damián y Mildred, su hermana, y pronto nos podremos ir de vuelta a la ciudad. Quiero estar de vuelta en casa e ir a ver a mi madre, a mis hermanas, a mi padre.

—¿Estás lista para salir a conocer la playa? –cuestiona Mildred llegando hasta la habitación en dónde me encuentro.

—Si, estoy muy emocionada, mi hermana Lila no ha dejado de mandar mensajes pidiéndome que vaya a ver la bioluminiscencia.

—En está playa es muy notable, cuando caiga la noche podrás ir a verla, la playa está a unos metros detrás de la casa, ahora vamos a conocerla de día, te encantará.

Mildred deja varias prendas sobre la cama y me mira sonriente.

—Es mia, o lo era antes de que quedara embarazada, ahora muchas cosas crecieron y no puedo usarlos, pero sé que a ti te quedarán bien.

—Gracias Mildred, me cambiaré y salgo para irnos.

—Damián irá con nosotras, ¿Hay algún problema con eso? –pregunta y aunque no quiera siento esa sensación fría recorrer de nuevo mi espalda.

Cada que mencionan su nombre o lo veo o escucho hablar, me pasa lo mismo y no estoy entendiendo por qué.

—No, no hay problema, me sentiré más segura si él va. –miento por qué solo me pone nerviosa.

—De acuerdo, iré a avisarle. ¡No tardes! –grita antes de salir de la habitación.

Tomo los vestidos que descansan en la cama y tomo uno para usar, hoy posiblemente sea ni último día aquí y quiero disfrutar todo lo que pueda.

Aunque Sebastián no está conmigo, haré lo que Lila me dijo, voy a divertirme en estás vacaciones por qué son todo menos luna de miel así que es mi momento.

***

Vamos de tienda en tienda solo viendo las maravillas que ahí hay, no les diré que no compré varias cosas para mis hermanas por qué estaría mintiendo, pero no han sido en todas las tiendas.

Damián va con nosotras, a una distancia prundente para no llamar la atención de nadie, la ropa que uso y un par de lentes me hace pasar desapercibida y eso me da mucha seguridad.

Mildred y yo hemos formado una complicidad perfecta que pinta para ser amistad de las buenas. Yo jamás he tenido problemas con socializar con nadie en absoluto a diferencia de Sarah y mamá quienes prefieren juntarse con gente de su círculo, eso lo aprendí de Lila y estoy muy agradecida por eso.

—¿No crees que es guapo? –cuestiona Mildred obligándome a dejar de mirar el atardecer para ponerle atención.

—¿Quién?

—Mi hermano. ¿Crees que es guapo?

—Tal parece que tú y Lila se ponen de acuerdo para hacerme preguntas que no puedo responder.

—¿Por qué? ¿acaso está es una de esas preguntas que no puedes responder? ¿Qué te impide hacerlo? –cuestiona y proceso lo que acaba de preguntar.

¿Por qué no puedo responder como se supone que debo? No soy tonta y ciega tampoco, me puedo dar cuenta de lo atractivo que es Damián, incluso ciega podría saberlo, si no pudiese verlo pero si tocarlo, sabría que es guapo, que es un hombre con bastante galanura, caliente como diría Lila, por qué por el cielo que ese hombre es muy, muy caliente y la culpa de todo eso la tiene su apariencia.

Cuando usa traje, parece un hombre normal y hasta cierto punto, básico, a excepción de que es muy guapo. Pero una vez que lo ves de manera informal y sin camisa como varias veces pude verlo, te das cuenta de que es un demonio, el más caliente del infierno, el que con solo verte te invita a pecar y tú caerías sin mayor problema rendida a sus pies, a sus más bajos deseos. Es un hombre guapísimo, pero también es caliente, como imagino que lo es el infierno.

—Es caliente. –murmuro y la escucho escupir el agua por algún lado mientras trato de huir de ahí.

Me levanto de la silla y escucho su voz gritar mi nombre, pero no quiero hacerme responsable de mis palabras, no en este momento.

Entro al baño y me refresco un poco, mis mejillas están calientes y rosadas, debo de dejar los pensamientos raros hacia Damián por qué un día de estos voy a cometer una indiscreción con la persona equivocada y esa es Damián.

—No creas que no oí lo que dijiste. –susurra en mi oído y mi mano resbala en el lavabo golpeándose duramente.

Levanto mi mano y puedo ver mi dedo anular torcido y no es solo un poco torcido, está muy torcido.

—¿Se...se rompió? –cuestiono pasmada por qué no siento absolutamente nada de dolor.

—Ven conmigo, no lo mires, ¿Okey? Iremos con Damián, él sabrá que hacer.

—Necesitamos ir con un médico.

—Damián lo es, bueno estuvo a punto de serlo. Algunas cosas no salieron tan bien como queríamos.

Mildred me lleva hasta donde se encuentra su hermano, se quita los lentes apenas nos ve y no sé si es por mi cara o por la de su hermana que se levanta rápidamente de su silla.

—¿Qué ocurre?

Mildred no responde y solo se limita a levantar mi mano mostrando mi dedo chueco.

—¡Mierda!

—¿Puedes solucionarlo? –cuestiona ella envuelta en pánico y Damián niega.

—Tengo que llevarla al hospital, ¿Puedes encargarte de todo?

—Si, claro. –responde aún en shock y yo solo camino junto a Damián cuando me toma por el brazo.

Si quieren que sea completamente honesta, no tengo dolor alguno, no sé si es el impacto o que tengo aún demasiada vergüenza por lo que dije.

—¿Señora del Valle? –escucho que me llama pero mis ojos siguen perdidos en no sé dónde...bueno, sí que sé dónde están, en su cara–, ¡Tania!

—Damián.

—Debes estar en shock, ¿Te duele algo? –cuestiona y yo niego con la cabeza–, bien, vamos rápido.

Damián ni siquiera deja que responda, respire o parpadee, me toma entre sus brazos y me carga y ahí es cuando mis pies lo agradecen pues aún están algo sensibles por lo sucedido hace cuatro o cinco días cuando me encontró en ese lugar.

Me sube al auto y abrocha mi cinturón, camina hasta el otro lado y enciende el motor.

—Yo, lo siento.

—¿Por haberte fracturado?

—No, por haber interrumpido el paseo.

—No tienes por qué disculparte, no es algo que hayas planeado, ¿O si? Por qué eso estaría muy loco. –asegura y ríe.

Yo, como ya es costumbre, presiono mis piernas y me pierdo en el infinito sonido de  su risa, su voz, incluso del como respira.

Necesito hablar con alguien de esto pero Sarah va a regañarme por estar pensado en estás cosas con mi guardaespaldas y Lila dirá cosas que ya sé pero no estoy preparada para escuchar. Necesito a alguien neutral y lamentablemente no tengo a nadie.

—¿Suele perderse en el infinito muy a menudo o acaso eso es acoso laboral? –me pregunta y me siento atrapada y avergonzada pero su sonrisa me hace ver qué está bromeando.

—Lo siento, no suelo ser así, es solo que...

—Entiendo, no debe ser fácil haber pasado por esto y todavía sumarle un dedo roto. También a veces me pasa, no lo del dedo sino lo de mirar un punto fijo con la mirada perdida mientras mis pensamientos son más fuertes que yo.

»Pero no dejo que me dominen, hacen que me pierda de lo que en realidad vale la pena aquí, en el mundo real. Así que puedes perderte de vez en cuando pero vuelve tan pronto como puedas.

Asiento por qué no sé que responder a eso, él se limita a seguir conduciendo mientras repaso sus palabras, miro por la ventana el cielo volverse de naranja a rosa y una combinación de azules. El anochecer está por caer y con el una hermosa luna, las mejores de octubre.

Sé que posiblemente a esto se refiere con que me pierdo de otras cosas que valen la pena por estar sumida pensando demasiado y trataré de no perderme en el mar se mis pensamientos para evitar irme del mundo real...ahí donde él existe.

***

Después de pasar por lo menos un par de horas en el hospital esperando por mi dedo fracturado, por fin salimos de ahí.

Efectivamente, tengo una fractura en el dedo anular de la mano izquierda, y ni pude decirle al doctor como fue que sucedió por qué no tengo idea de cómo fue...es decir, fue a causa de una vergüenza enorme pero no se lo iba a decir delante de Damián por qué sin saberlo formaba parte de la situación.

—Mildred ha preparado la cena y dejó todo listo para mañana, saldremos a primera hora. –anuncia mientras mantiene su mirada fija en en camino.

Me da un poco de nostalgia irme sin haber conocido todo lo que quería.

—¿Puedo pedirte un favor, Damián?

—El que necesite, señora.

—Bueno, que sean dos. –señalo y lo escucho reír.

—Los que necesite.

—El primero y más importante es que dejes de llamarme señora, creo que soy menor que tú y eso me hiere un poco el corazón. –señalo y Damián ríe abiertamente.

—Es por respeto, mi ética profesional me lo exige, además el señor del Valle...

—Sebastián no está y no estará por dos semanas. Solo hasta que el vuelva, no quiero ser la señora, no va con mi juventud. –bromeo y asiente.

—De acuerdo, ¿Cuál es el segundo favor, Tania? –cuestiona y sonríe con complicidad.

—Desde que llegué aquí, he querido ver la playa de noche y la bioluminiscencia, pero con una cosa y otra no fue posible. Tú, ¿Podrías acompañarme está noche a verla?

Sé que mi petición lo ha tomado por sorpresa por qué su expresión no fue tan sutil, solo espero no haber cruzado la línea.

—Olvidalo, es una tontería, yo...

—Tania, iremos a ver la playa en cuanto lleguemos a casa y cenemos. ¿De acuerdo? Ahora, ¿tú puedes hacerme un favor a mi?

¿Un favor yo a él? Los nervios aumentan por qué la curiosidad me empieza a picar.

—¿Qué favor?

—Deja de disculparte por todo. Pareciera que piensas que haces mal todo cuando no es así. Las disculpas se dan cuando realmente cometiste un error del que estabas consciente, no de algo que estaba fuera de tu alcance como romperte un dedo. ¿De acuerdo?

—De acuerdo, no volveré a decir lo siento sin que sea necesario. –concedo y él sonríe.

—Eso es, vamos por esa cena y la playa nocturna. –anuncia antes de acelerar para llegar hasta nuestro destino.

***

La cena que preparó Mildred está deliciosa, pero no la estamos comiendo en casa sino sentados en la arena. Esto es lo más cercano que estaré de disfrutar un picnic al estilo libro romántico con la bioluminiscencia en todo su esplendor.

Damián se encargó de poner una manta para evitar que la arena se pegue a nuestra piel, hemos traído botellas de cerveza, y algunos mariscos que se supone eran la comida pero ahora serán nuestra cena.

—Es un lugar precioso. Imaginé este momento junto a Lila pero esto es otro nivel.

—Es por mucho mi lugar favorito, pero también deseo irme de aquí y hacer una vida en la ciudad de las oportunidades. Aquí jamás haré nada que me de un futuro.

—¿Jamás has salido de aquí?

—Dos veces, por trabajo pero no de guardaespaldas, deseaba volver a la ciudad, ahora el señor del Valle me ha dado la oportunidad de irme para cuidarte.

—Morirás de aburrimiento seguro. Mi vida antes de...casarme con Sebastián ya era aburrida, ahora casada creo que es peor. Nada es como lo imaginé. –confieso y luego abro los ojos con sorpresa por mi reciente declaración–, lo sie...

—No digas que lo sientes por favor, mejor vamos a nadar entre estrellas Tania. –me dice antes de levantarse de la manta con algo de dificultad y quitarse la camisa, luego el pantalón y los zapatos, en ese orden.

Cabe mencionar que ambos estamos demasiado bebidos y no sé si sea una buena idea.

—Puede que sea la última vez que estes aquí, anímate. –trata de convencerme mientras estira su mano hacia mi.

La tomo sin saber por qué y me levanto también, soy consciente de que no suelta mi mano y eso se siente tan bien pero tan mal...pero es más positivo el sentimiento que el de culpa.

Mis pies tocan el agua y pequeñas estrellas aparecen en ella, me levanto el vestido para evitar mojarlo y en el proceso se queda atorado en mi cuello al no haber desatado los tirantes. Siento las manos de Damián deshacer el nudo y termina por quitarmelo.

Cuando me libero de la tela sus ojos están fijos en los míos, no baja su mirada no sé si por respeto, vergüenza o por miedo, algo que yo en este momento no siento.

Mi mano acaricia el tatuaje que lleva en el pecho y sin vergüenza alguna trazo cada línea que lleva en su piel y decir que es bastante apenas hace justicia a mis palabras.

—Me gustan tus tatuajes. –confieso.

—En tu piel se verían preciosos. –asegura y dejo de mirar la tinta de su piel para concertarme en sus ojos.

Sus manos acarician la piel por encima de mis pechos y no puedo evitar sentir como de nuevo esa sensación de culpa y excitación recorre mi cuerpo.

Baja lentamente un dedo por en medio de mis pechos y hace un recorrido hasta mi ombligo, enreda sus manos en mi cintura y me acerca a su cuerpo, roza mis labios con los suyos y desabrocha mi sostén sin dejar de mírame.

La tensión que siento en este momento es tan grande que pesa en mi aliento, es tanta que cada respiración es más difícil que la anterior.

Se deshace de la prenda y está cae a la arena, junto a mis pies. Mis puntas rozan la piel de su cuerpo, es tan cálido. Sus labios toman los míos y me besa con ansia, hambre, y yo solo puedo deshacerme entre sus brazos, sintiendo como sus manos acarician mi piel, sus labios se separan solo para ir a mi cuello, besando y lamiendo como si supiera lo que hace aunque tal vez si lo sepa.

—Pídeme que me detenga. –murmura sobre mis labios–, pídemelo Tania.

—No te detengas por favor. –casi suplico con la calentura al tope por sus caricias–, no te detengas Damián.

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