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Capítulo Cuatro; Por el meñique

Apenas bajamos de avión el olor a mar se cuela por mi nariz, el aire es fresco y supongo que estamos cerca del mar pero no estoy segura.

—¿Hay alguna playa cerca?

—Estamos en una de las más grandes islas del Caribe mexicano, se llama Holbox y aquí iniciará nuestro viaje. Visitaremos otras más.

Sonrío satisfecha por qué amo la playa y está parece ser muy bonita...o eso dice G****e.

—¡Oh por dios, hay bioluminiscencia! –hablo más fuerte de lo que pretendía y me gano una mirada de desaprobación por parte de Sebastián.

—¿Por qué tienes que gritar siempre? Es tan... vergonzoso.

—Lo siento, solo me emocioné cuando supe que...

—Si, si, da igual. No vuelvas a actuar así, pones en vergüenza mi apellido. Ahora iremos al hotel, podrás darte un baño y bajar a la piscina o ir a conocer la playa. Te contrataré un guía si lo crees necesario aunque yo pienso que no eres tan tonta como para perderte. ¿Verdad linda?

—Claro que no, digo jamás había venido a esta playa pero tampoco tengo cinco años. –respondo sintiéndome algo tonta pero no entiendo por qué.

—A veces lo pareces. En fin, vamos al hotel por qué tengo muchas cosas que hacer.

Subimos al auto que ya nos espera y mientras avanzamos al hotel observo todo con fascinación pero en silencio. Lo que menos quiero es molestar a Sebastián de nuevo.

El lugar es precioso, a dónde quiera que miro todo es azul, arena blanca y un infinito cielo.

—Ten, está es para ti. –dice y me giro para verlo, hay una caja entre sus dedos y yo me emociono toda.

La tomo y la abro despacio, mantengo mi sonrisa aunque no era lo que esperaba. Realmente me imaginé cualquier cosa menos esto.

—Negra para que combine con todo y sin límite para que gastes lo que quieras sin problema.

—Gracias Sebastián. –me limito a responder.

Una tarjeta negra con mis iniciales en dorado, quizás él piensa que es un gran regalo y eso es lo que cuenta.

***

—Bien, todo está listo, ya estás registrada y tienes una llave para entrar y salir de la habitación las veces que quieras, hay un restaurante aquí mismo o puedes ir a explorar cualquiera de alrededor. Te sugiero que uses ropa bonita por qué habrá más de un paparazzi por ahí, hemos sido la noticia del momento desde que salimos de la iglesia así que tienes que lucir bien.

»No bebas tanto alcohol y por favor evita avergonzarme que no estaré ahí para ponerte un alto. –asegura mientras lo veo peinar su cabello.

—¿No irás conmigo? –cuestiono y aunque no quiero que suene a reproche pues lo suena.

—¿Recuerdas quién soy? Yo debo trabajar, moverme entre los grandes y asistir a todas las reuniones que crea prudentes, así nada te va a faltar. Te he dado una tarjeta sin límite y para tu entera disposición, te he traído a lo mejor del Caribe deberías estar feliz con eso. –me dice y yo me siento tonta por haber preguntado.

—Lo siento mucho Sebastián. –murmuro sintiendo el nudo en mi garganta comenzar a formarse.

Él camina hasta mi y su perfume llena mi nariz. Huele a limpio y caro, podría olerlo pero no todo el tiempo, es demasiado.

—Mira lo linda que te ves disculpándote. Incluso te vuelves tan caliente.

Sebastián toma mi cara con su mano y me besa de manera brusca, besa la piel de mi cuello y yo solo puedo sentir miedo. No quiero que pase de nuevo, por fortuna su teléfono suena y separa de mi dejando un beso sobre mis labios.

—Ya bajo, no molestes. –responde y cuelga de manera brusca–, debo irme pero espero que te diviertas.

Sebastián sale de la habitación y yo me quedo ahí, mirando como se va sin mi.

Me siento en la orilla de la cama y sobre pienso las cosas, esto no es como yo lo imaginé. Tomo mi teléfono y camino hasta el enorme balcón, la vista es impresionante no voy a negarlo, pero no sé 1ue tanto vaya a disfrutarla sin él.

—Tania, ¿Estás bien? –cuestiona Lila con tono adormilado.

—Si yo...¿Por qué estás dormida?

—Son las cuatro de la mañana, ¿Por qué sigues tú despierta?

—Oh es verdad, lo siento hermana, no tomé en cuenta la diferencia horaria.

—¿Dónde estás?

—En el Caribe, playa Holbox.

—¿Ahí donde el agua brilla? –cuestiona y puedo sentir la emoción en su voz.

—¡Sí! ¿No es maravilloso?

—Pero claro que sí, muchas veces quisimos ir y...¿Sebastián te llevó de luna de miel?

—Eh... creo que sí.

—¿Cómo es eso de "creo que sí"?

—Él me trajo hasta acá pero no se quedó conmigo, tenía una junta de negocios o algo así.

—¿Te dejó sola en su luna de miel?

—Si pero no tardará, solo iría a una junta y volvería.

—¿Y qué harás hasta entonces?

—No lo sé, creí que hablando contigo sabría que hacer. –confieso y la escucho reir.

—Podrías pedir servicio al cuarto y ver películas inapropiadas.

—Lila. Son las diez casi once de la mañana. No puedo hacer eso... todavía. –le digo y una idea atraviesa por mi mente, en esas películas ellas fingen, quizás si veo lo suficientemente podría aprender a fingir–. ¿Cómo se finge un orgasmo?

—Guau...cambiamos de tema radicalmente, eso es sorpresivo incluso para mí. ¿Por qué la pregunta, Tania? ¿Acaso tu marido no sabe hacer su trabajo?

—No es eso, sabes perfectamente que era virgen y...todo fue diferente.

—Quiero imaginar que jugaron antes de que metiera su...

—¿Jugar? –la interrumpo antes de que termine de decir lo que claramente sé que iba a decir–, ¿Hablas como de juego de mesa?

Mi hermana rompe a carcajadas por mi reciente pregunta y hasta que la repaso mentalmente me doy cuenta de lo que acabo de preguntar. Ella se refiere a juego previo sexual no a juego de mesa.

—De verdad que eres una tonta.

—Mide tus palabras Lila.

—Dame un segundo. –me pide y asiento como si pudiera verme, escucho que busca algo y luego vuelve–, cuatro centímetros si lo haces con letra grande y poco menos de un centímetro si lo haces con letra pequeña.

—¿De qué rayos estás hablando Lila?

—Dijiste que midiera mis palabras, tonta mide cuatro centímetros si lo haces grande u menos de uno si es pequeña. –asegura y logra hacerme reír.

—Que graciosa eres. Volviendo al tema, no hubo juego previo ni sexual ni de mesa. Él solo entró y ya. –confieso y lo hago por qué sé que ella me daría más respuestas que Sarah.

—Oh cariño, ¿te dolió mucho?

—Un poco, pero supongo que debo acostumbrarme, ¿No?

—No Tania, el sexo no duele, es rico, placentero. Entiendo que debió doler la primera y quizás la segunda vez pero nada más. A menos de que él haya sido un idiota. ¿Es eso? –cuestiona y la tierna Lila preocupada por mi la reemplaza una molesta.

—¡No! Él fue...cuidadoso. –miento esperando que me crea.

—Tania. –me reprende.

—Lila, de verdad, además no te llamé para contarte mi vida sexual, solo quería que me aconsejaras.

—Que use la lengua eso bastará con la situación y referente a la otra situación, te recomiendo que te pongas linda y salgas a conocer la playa. Toma muchas fotos, quiero verte feliz.

—Me dejó una tarjeta de crédito sin límite.

—¡Mierda! –murmura y yo niego con la cabeza. Lila siempre es así de bocona–, úsala, por dios dime qué es negra.

—Y tiene mis iniciales con dorado.

Lila grita emocionada y yo quiero hacerlo también pero por alguna razón me contengo.

—Tienes que prometer que me traeras algo lindo y que vas a disfrutar de estas vacaciones aunque Sebastián no esté todo el tiempo contigo, ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

—Prometelo por el meñique Tania. –me exige y yo pongo los ojos en blanco pero termino por sonreír.

—Lo prometo por el meñique.

—Sabré si no te diviertes, te conozco.

—Lo haré. Gracias por responderme Lila.

—Siempre estaré para ti, Tania.

Cuelgo la llamada y observo de nuevo la vista del paraíso que tengo enfrente y sonrío. Lila tiene razón, tengo que divertirme aunque Sebastián no esté aquí.

***

Pedí el desayuno a la habitación, que más bien era comida y disfruté de la preciosa y cómoda cama, luego pedí que se llevarán todo y me di una ducha muy necesaria, pienso bajar a la playa y conocer cada rincón, he pedido que me consigan una bolsa en dónde pueda llevar mis cosas pero no una bolsa elegante, sino una más normal.

Observo mi reflejo en el espejo y sonrío satisfecha, tomo mi bolsa y mi sombrero y salgo de la habitación.

No quiero llamar la atención de nadie, lo que me dijo Sebastián me puso algo incómoda, lo que menos quiero es ser fotografiada y acosada por nadie.

Tomo mi teléfono y hago una foto que envío solamente a Lila para que sepa que he cumplido la promesa. Voy a divertirme mucho.

***

No sé cuántas fotos tomé ni cuántas le envié a Sebastián, pero después de su respuesta creo que fueron demasiadas.

"El amarillo no te queda bien" me dijo cuando le mostré mi vestido, sentí un poco de tristeza pero la respuesta de Lila me hizo olvidarlo.

Entro a una tienda en dónde se ve que hay cosas preciosas, llevaré algo para Lila y Sarah y por supuesto también para mi madre.

—Hola, bienvenida, ¿Buscaba algo en especial?

—Hola, solo estaba viendo las...

—¡Todas al suelo, ahora! –grita un hombre detrás de mi y lanza un disparo al aire.

Yo solo puedo permanecer de pie por qué me encuentro en shock totalmente, siento que soy empujada al suelo y en el proceso golpeo mi frente con algo duro. No pasan ni segundos cuando siento mi frente mojada, el blanco del piso se mancha con mi sangre.

—Todas mirando al suelo, la que se mueva se muere, arrojen sus bolsas hacia mi,  ¡rápido!

Hago lo que pide sin mirarlo por qué lo que menos quiero es que me maten. Me abrazo a mi misma y observo a una mujer cubriendo a su pequeña con miedo.

¿Por qué me sucede esto a mi?

—Mira nada más lo que tenemos aquí, una señora rica, ey tú, la del vestido amarillo, levántate. –pide pero yo sigo en shock.

—Que te levantes estúpida. –me ordena la voz de una mujer mientras me levanta.

Lleva la cara cubierta pero puedo ver parte de un tatuaje asomarse por su cuello.

—¿Esto es tuyo? –cuestiona tomando la tarjeta negra entre sus dedos.

—Te estan haciendo una pregunta, ¿Eres idiota o qué?

—Es mía. –susurro sintiendo ganas de llorar–, llevenselo todo, no voy a pelear nada lo juro.

—No queremos tu bolsa, creo que tú eres lo valioso aquí, ¿Cuánto crees que den por ti?

—No por favor, yo les daré lo que quieran, lo juro.

Ambos se miran y ella niega con la cabeza. Lo siento niña rica vales más de lo que puedes darme.

Una camioneta se estaciona afuera y él me jala hacia ella. Por más resistencia que quiero poner no puedo, él es mucho más fuerte que yo.

—Por favor no.

—Camina m*****a llorona. –me empuja la chica y yo peleo por qué no me suba.

—¡Ayuda! Por favor ayúdeme. –grito pero nadie hace nada.

—¡Cállate! –me toma por el cabello la mujer y luego me empuja dentro de la camioneta en dónde me golpeo de nuevo pero esta vez  no sé si hay sangre o no, puesto que todo es negro.

Esto no puede ir peor, de verdad que no puede ser peor de lo que ya es.

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