—¡Carajo! —exclamé al despertarme de repente y ver que eran casi las ocho de la mañana.
«¡Mi jefe me va a matar!».
Como pude, salí corriendo de mi cama y busqué mi uniforme con desespero. Me coloqué las primeras medias veladas que alcancé a agarrar entre mis manos y bajé lo más rápido posible hacia la sala de mi casa.
Mamá estaba sentada sobre las piernas de mi padre, pero terminó levantándose cuando logré entrar en su campo de visión. Dio un par de pasos detrás de mí al verme buscar con desespero las llaves de mi coche, las cuales no encontraba.
—¡Papá! ¿Podrías llevarme a la compañía, por favor? —rogué al entender que no podía perder ni un segundo más—. ¡Es mi primer día en el departamento de presidencia! ¡Mi jefe me va a matar si llego tan siquiera un minuto tarde, por favor! —confesé, y ajusté el broche de mi zapato, mientras que Paul se colocaba su americana sin decir nada y se despedía de su amada esposa con un cálido beso en sus labios.
Vivía en una modesta residencia en Los Ángeles, lugar en donde nací y crecí casi toda mi vida. Era una asistente encargada de ayudar a los directivos de Go Space, la empresa de tecnología más importante en Estados Unidos, a organizar mejor su tiempo y de esta manera todo funcionara a la perfección. Antes estaba en la división de gerencia, ayudando en todo lo posible al señor Mclaren. Sin embargo, por mi excelente labor luego de cuatro años dentro de las instalaciones y por mi estupendo empeño había sido promovida a presidencia.
«¡Joder!».
Es que ni siquiera me lo podía creer todavía. Era la chica más joven en la historia de la empresa en ser ascendida a un cargo tan importante como lo era ser la mano derecha y los ojos del vicepresidente. Mi corazón latía con tanto entusiasmo al comprender el enorme paso que daba en mi carrera. Quería hacerlo bien, así que apuré a papá para que pisara el acelerador y así no llegar tarde en mi primer día.
—¡Por Dios, Emilia! ¡Hasta aquí puedo escuchar el tamboreo de tu corazón!
Y es que Paul no mentía. Tenía tantos nervios al pensar que, si algo salía mal hoy, no solo decepcionaría a todas las personas que creyeron en mí, como papá, mamá, mi novio Negan, que amaba y adoraba con toda mi alma, sino también a mí misma.
Respiré profundo cuando el coche parqueó a las afueras de la compañía. Como pude, me despedí de mi progenitor y corrí rápido hacia la entrada de mi nueva aventura. No obstante, la mirada de un grupo de chicas me obligó a bajar un poco la velocidad de mis piernas, y comprendí todo al ver las estúpidas medias amarillas que agarré a toda prisa, sin percatarme de lo espantosas que se veían con mi nuevo uniforme.
Jadeé y pensé que quizá un poco de color no estaría mal. Todas siempre estábamos vestidas de negro, ¿qué problema habría si era un poco diferente? De verdad quería darme ánimos, pero los ojos juzgadores de la gerente de Recursos Humanos de Go Space me hicieron dudar hasta de mi propia existencia.
—Un minuto tarde —expresó, y marcó algo en su iPad—. ¿Tienes hepatitis? —me cuestionó con un tono burlón y despectivo.
La pequeña silueta de la mujer entre sus treinta delante de mí me hizo preguntarme todo lo que tuvo que haber hecho para llegar hasta esa talla. Quité mis ojos de ella en cuanto se dio cuenta de mi mirada imprudente.
—Soy talla cero, si eso te preguntas —murmuró, y me señaló un pequeño escritorio de cristal fundido, ubicado fuera de la oficina del vicepresidente—. El señor Elijah llega hoy de Italia. Como lo sabrás, la familia está atravesando un duro duelo por la muerte del señor Alexander Russo, el fundador de esta compañía.
Asentí e incliné la cabeza en señal de respeto.
—¿En qué debo ayudar hoy entonces?
—Antonio, el hermano menor del señor Walker, está aquí para una junta importante con los inversionistas. Por ahora llévale un poco de café a él y a su cuñada.
Apreté los parpados, porque ya conocía a Carlotta, la prometida de mi futuro jefe. Era una mujer supersangrona, de curvas pronunciadas y ojos juzgadores, nacida en cuna de oro, y ya con eso se creía la dueña del mundo. Y ni hablar de su profunda obsesión por Elijah. Las malas lenguas decían que había intentado embarazarse cientos de veces de él, pero, por cuestiones desconocidas, jamás podía.
—Sí, señora. —Dejé mi bolsa sobre el escritorio y caminé hacía la cafetería de la empresa para preparar dos expresos cargados y empezar, de esta forma, mi primer día en presidencia.
Para mi buena suerte, mi jefe no estaba aquí.
Fue muy fácil utilizar la máquina para hacer cafés, así que en menos de diez minutos ya iba de camino hacia las oficinas del hermano del vicepresidente. Caminar con la bandeja en las manos fue un poco más complicado, más cuando, a mitad de camino, me percaté de que había dejado los endulzantes sobre el buró de la cocina. No tenía de otra: debía dejar las tazas junto al señor Antonio y devolverme una vez más a buscar lo que se había quedado.
Me era casi imposible llamar a la puerta, ya que los cafés estaban a nada de caer al piso. Era eso o provocar una tragedia peor.
—Mierda… —fue lo primero que escuché cuando logré entrar al silencioso lugar.
Un olor que no podía describir con mis propias palabras estaba impregnado en la estancia.
Aunque al principio no comprendía del todo, mis ojos me obligaron a hacerlo.
Antonio y Carlotta.
Ellos tenían sexo sobre la silla del señor Walker.
Ambos lo engañaban.
—¡¿No sabes tocar, hija de puta?! —gritó primero él, y se quitó de encima de su propia cuñada. Mi mandíbula se tensó porque me parecía horrible lo que hacía—. ¿Qué estás viendo, zorra? —masculló, y ahora tiró algo sobre mis pies.
—Lo siento —me excusé, y dejé la bandeja con las tazas calientes sobre una pequeña mesa decorativa—, no pensé que… —Me cubrí las manos al percatarme de que casi tiraba todo por la borda.
La pelinegra se acomodó el sostén para luego agarrarme de la muñeca con fuerza.
—¿No pensaste qué? —Mi mandíbula se tensó al sentir un horrible dolor en todo mi brazo—. ¿Que me estoy cogiendo al hermano de mi futuro marido? —Me soltó con tanta brusquedad que me fue casi imposible no dar un par de pasos hacia atrás—. ¿Qué vas a hacer? ¡Te dije que no quería que me follaras el culo aquí!
Antonio dejó el escritorio para ahora sostener a su amante de las caderas. Ambos se besaron descaradamente delante de mí.
—Todos los empleados de esta m*****a compañía firman un acuerdo de confidencialidad.
Carajo.
«¡El contrato!».
Mordí mi labio inferior y dirigí mi mirada hacia el suelo. Detrás de mí lograba escuchar el murmullo entre ambos traidores. Era cierto. Por mi tipo de contrato, tenía rotundamente prohibido hablar de ciertas cosas privadas de mis jefes, y, para mi desgracia, este imbécil también lo era.
—Sabes lo que te podría suceder si hablas de más, ¿cierto?
Asentí.
El pago por rompimiento de tus deberes era algo temido entre todas las asistentes de Go Space. No solo la suma de dinero que nos tocaba pagar a la compañía era absurda, sino también podrías irte a prisión si las cosas pasaban a mayor escala.
—Qué bueno que seas una chica tan eficaz. —Las manos suaves del hermano de mi jefe se deslizaron por mi brazo izquierdo.
—¿Necesitan algo más? —Agarré de nuevo la bandeja de cafés.
—Sí —expresó Carlotta—. Tráenos más condones.
Mordí mi mejilla interna porque odiaba lo descarada que era. Delante de todos profesaba su profundo y lunático amor por el hijo mayor de la familia Walker, mientras que, por detrás, se dejaba follar de su cuñado.
Apenas me alejé un par de pasos volví a respirar. Todo a mi alrededor se escuchaba tranquilo. Mi cabeza estaba hecha un lío. Por una parte, lo que acababa de ver estaba mal, y lo mejor sería contarle todo al señor Walker, pero, por otro lado, él no me conocía, y quizá Antonio me acusaría de mentirosa y todo acabaría muy mal para mí.
Alguien dejó caer algo sobre mi escritorio.
—Soy Anya. Trabajo como la secretaria del señor Walker. —Me extendió una lata de refresco, el cual recibí sonriente porque era la primera persona en este lugar que me trataba con calidez—. Me gustan tus medias amarillas —no pude evitar soltar una pequeña carcajada junto con ella—, aunque mañana trata de usar unas que vayan acorde al uniforme.
—Soy Emilia James. Antes estaba en…
—Ventas. Todos aquí hablan de ti.
—¿En serio?
Eso me asustó un poco.
—Sí, todas estuvieron hablando de ti desde ayer. —Hizo una pausa antes de continuar—. Jamás una chica tan joven ha sido asistente de presidencia. ¿No te da miedo?
—¿Miedo?
—¡Sí! Del señor Walker.
Mis cejas se elevaron.
—¿Por qué tendría que tenerle miedo?
—Bueno, verás… por algo le llaman tirano.
Un escalofrió recorrió mi espina dorsal.
—¿Por qué?
—¡Señorita James!
Me levanté de inmediato al escuchar el grito que provenía de la oficina en donde se quedaba el señor Antonio Walker. Las secretarias y asistentes me miraron tras salir corriendo de mi escritorio.
—He escuchado cosas buenas de ti. —Usó un tono de voz burlón—. Espero que no arruines tu excelente currículo por tonterías.
«Tonterías».
Engañar a su hermano era una tontería para él.
—Solo estoy aquí para hacer mi trabajo, señor.
—Qué bueno que sepas cuál es tu lugar en la cadena alimenticia de este mundo.
Mi mandíbula se tensó. Odiaba a este tipo de millonarios que se creían con el derecho de humillar a otros solo por el hecho de tener dinero.
—Eres basura. Solo eso.
Inhalé aire. No podía dejarme ganar de él.
—¿Qué necesita de mí?
—Ve al aeropuerto por mi hermano.
—Pensé que iría su prometida.
Los ojos fulminantes de Antonio Walker penetraron los míos.
—Mi hermano está de mal genio. Las cosas salieron mal en París. Y papá sigue presionándolo para que deje embarazada a Carlotta, pero a este paso creo que el bebé terminará siendo mío.
«Maldito loco».
—¿Dónde debo llevar al señor?
—A su apartamento en Broadway. Su chofer está de licencia, así que tienes que manejar tú.
«¡Carajo!».
—No traje mi coche, señor.
Él se burló.
—De todos modos, mi hermano no se subiría a tu Mazda familiar.
«Estúpido».
Antonio dejó sobre el borde del escritorio las llaves de un Maserati Ghibli, que ni siquiera habían llegado al país, pero Elijah ya era dueño de uno. Asentí y las agarré para después sostener mi bolsa y dirigirme lo más deprisa posible al Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. Según Rita, el señor Walker llegaría a la ciudad en quince minutos, así que, si no llegaba a tiempo, mi vida laboral estaría perdida.
Por fortuna, solo tardé cinco minutos en llegar al lugar de espera. Corrí a pasos agigantados en busca de la sala de abordaje y respiré al darme cuenta de que por ahora todo iba bien. Miré mi reloj de pulsera. Era casi mediodía. Mi estomago empezaba a sonar por el hambre. No desayuné bien, y a este paso tampoco iba a almorzar.
De repente, los pasajeros comenzaron a bajar del avión, pero por ningún lado veía a mi jefe. ¡Y es que no lo conocía! Trabajaba en Go Space desde hacía cuatro años, pero jamás me topé con el vicepresidente, ya que él se hizo cargo de la sucursal italiana, y ahora que todo resultó mal allá estaría de vuelta en Estados Unidos.
Agarré mi teléfono y busqué su nombre en G****e.
«¡Vaya!».
Los resultados me impresionaron demasiado.
El señor Elijah era un hombre inglés de treinta y seis años, de cabellos dorados, ojos azulados y una figura jodidamente envidiable. Su mandíbula marcada y sus facciones masculinas lo hacían lucir demasiado sensual y misterioso.
—Límpiate las babas, niña —expresó una voz tosca y profunda detrás de mí.
Me sentí morir al percatarme de quién se trataba.
—Señor Walker… —susurré, y guardé mi móvil con rapidez.
—¿Por qué me enviaron a una payasa? —Miró con asco mis medias amarillas—. No me digas que trabajas para mi empresa.
«Maldito».
—Desde hace cuatro años, señor.
—Camina lejos de mí. —Mi jefe me empujó a un costado del camino—. Me das una mala imagen.
—Sí, señor.
—Iré primero al baño. Hoy tendré una cita con mi prometida.
Bajé la cabeza, intentando ocultar mi enorme sonrisa. Ya comprendía por qué le habían colocado el cuerno a este imbécil arrogante.
Saqué mi móvil una vez más cuando aquel sujeto gruñón se perdió en mi campo de visión. Negan me envió un mensaje de texto diciéndome que me esperaba en casa de mis padres para ir a cenar con su madre. No pude evitar suspirar. Tenía dos años de relación con Negan Griffin, un médico cirujano que conocí luego de un accidente automovilístico en donde me vi involucrada hacía un par de años.
Aunque las cosas iban bien entre nosotros, no podía decir lo mismo de mi relación con su madre. En pocas palabras, ella me odiaba.
Te deseo, Emilia.
Fue el siguiente mensaje que me llegó al teléfono.
Mordí mi labio antes de responder.
Ya hemos hablado sobre esto, amor,
quiero llegar virgen al matrimonio
Lo sé, lo siento, solo es que…
Te necesito, quiero estar dentro de ti…
Presioné el botón de audio en mi chat con él:
—Hablemos más tarde. Ahora estoy con el gruñón de mi jefe. ¿Recuerdas al señor Collins, el sujeto que mordía las manzanas en el manzano de tus padres en Michigan y luego las dejaba en las canastas del producido, y solía insultarnos cada vez que le pedíamos que no lo hiciera? —Hice una pausa—. Bueno, mi jefe es mucho peor que ese viejo apestoso. Se nota que es un maldito dolor en el culo.
—Así que soy un maldito dolor en el culo.
¡El señor Walker escuchaba todo detrás de mí!
«¡Mierda!».
Capítulo 2Hueles a café baratoEstaba a punto de ser asesinada por el sujeto inglés y con traje de diseñador de lujo delante de mí. Los enormes ojos azules del señor Walker se abrieron con tanta exageración que presentí que en cualquier momento iba a explotar. Ambos dirigimos nuestras miradas hacia mi teléfono, que, por mandado del diablo, empezó a reproducir el audio que le envié a mi novio por WhatsApp.—Hablemos más tarde. Ahora estoy con el gruñón de mi jefe. ¿Recuerdas al señor Collins, el sujeto que mordía las manzanas en el manzano de tus padres en Michigan y luego las dejaba en las canastas del producido, y solía insultarnos cada vez que le pedíamos que no lo hiciera…? Bueno, mi jefe es mucho peor que ese viejo apestoso. Se nota que es un maldito dolor en el culo.Apreté los párpados y fruncí los labios cuando un grupo de mujeres coreanas que pasaban justo a nuestro lado escucharon cada una de mis declaraciones. El castaño llevó sus dedos índice y pulgar hacia el puente de su
Capítulo 3No mereces a mi hijo«¡Rayos! ¡Rayos! ¡Rayos!».Me agarré con firmeza del volante antes de ver mi realidad. El carro delante de nosotros tenía la cochera destruida. Entretanto, la delantera del vehículo que manejaba terminó prácticamente irreconocible. Mis manos viajaron hacia mi rostro, pero mi entrecejo terminó arrugado al observar con detenimiento a través del espejo retrovisor la herida que me provoqué en mi labio inferior.Intenté moverme, pero el dolor sobre toda mi columna me impidió hacerlo por mucho tiempo. Necesitaba buscar mi teléfono y llamar a emergencias, antes de que toda esta situación comenzara a salirse de control, cuando la verdadera realidad golpeó con rudeza mi cara.«¡Mi jefe! ¡Mi estúpido y arrogante jefe!».Giré mi torso en su dirección. El señor Walker se encontraba adormecido por el terrible golpe que se propinó por mi culpa. Sus manos temblorosas viajaron hacia su frente, la cual estaba llena de sangre. Mis manos cubrieron mis labios al ver cómo s
Capítulo 4Voy a usar a tu mujer¿Elijah Walker qué hacía aquí?Esa era la pregunta que rondaba en mi cabeza en el instante en que mi jefe salió de la nada. Sus enormes ojos claros me observaron con arrogancia, mientras que mi mirada solo se centraba en la pequeña herida que ahora decoraba su frente. Sus hombros bien erguidos, como si quisiera demostrarme que era mucho mejor que yo, solo me provocaron reírme de él un poco, pero, dada la situación, lo mejor por ahora, y por mi bien, era llevar la fiesta en paz.—¡Saluda, Emilia! El señor Walker es el nuevo inversionista del hospital familiar.Di un paso doloroso hacia delante, intentando controlar todas mis emociones. Elijah miró hacia abajo. Quizá buscaba el modo de hacerme comprender cuál era mi lugar en la cadena alimenticia de la sociedad de Los Ángeles. Respiré profundo y estiré mi mano hacia él para saludarlo, pero este solo me miró de soslayo y caminó, pasando justo a mi lado, sin siquiera dirigirme la mirada.«¡Lo odio! ¡Odio c
Capítulo 5La pastilla de color azulMis dedos penetraron el cuero cabelludo de mi sedoso y castaño cabello mientras aniquilaba con la mirada al estúpido británico delante de mí. ¿De verdad iba a hacer esto ahora? ¿De verdad era tan gilipollas como para intentar atemorizarme delante de mi propio novio? Me alejé bruscamente de su agarre. No estaba dispuesta a seguir soportando más insultos esta noche, así que lo mejor por ahora era ponerle los pies sobre la tierra a este maldito canalla.—¿Qué crees que haces? —Lo encaré y me coloqué a su par, aunque mi baja estatura de un metro con cincuenta y siete no me permitía verme más ruda de lo que necesitaba—. ¿Irme contigo a dónde? ¡Señor Walker, le recuerdo que el acoso sexual es un delito grave en nuestro país!—¿De qué hablas? —Elijah miró hacia un costado y sus labios formaron una enorme sonrisa—. ¿Crees que me interesas de esta manera? ¡Buff! ¡Por favor, señorita James! Tengo gustos refinados.—Señor —Negan usó un tono de voz de adverten
Capítulo 6La erección del señor Walker«¡Esto no puede ser real!».Intenté con todas mis fuerzas mantenerme firme ante mi posición profesional, pero no podía. Apreté con fuerza mis muslos internos, mientras que, a medida que pasaban los segundos, todas las facciones de mi rostro empezaban a descomponerse. Respiré profundo, cerré los ojos y volví a respirar cuando presentí que había llegado a mi límite.«¡Me voy a reír en su cara!».Mi estomago me dolió al pasar los segundos. Busqué la forma de seguir erguida, pero la palidez de su rostro y la sudoración sobre todo su cuerpo me obligaron a percatarme de algo: ¡sí le había dado viagra al señor Walker!—Lo siento mucho —susurré.En realidad, no lo sentía para nada, al contrario, disfrutaba verlo retorcerse sobre su escritorio delante de mí. La escena era digna de un premio cinematográfico. El presidente de esta compañía, un ser arrogante y déspota, ahora se hallaba envuelto en un problema tan vergonzoso que estaba más que segura de que,
Capítulo 7Virgen hasta el matrimonioQuería que ahora mismo se abriera la tierra y me tragara por completo. Los ojos fulminantes del señor Walker estuvieron sobre mí apenas la puerta de su oficina se abrió, dejándome verlo desencajado. Carlotta asomó la cabeza detrás de él, pero terminó escondiéndose de nuevo al sentir la vergüenza de que todos posaran sus ojos sobre ella. Supuse que esta vez me había pasado, y aunque no lo hice con intención, nadie me iba a creer.Los empleados abrieron un camino que sentí más bien como una tortura. Obligué a mis piernas a moverse para ir en busca de mi final, pero ninguna parte de mi cuerpo quería reaccionar. Lo mejor por ahora sería suplicar por piedad e intentar explicar qué fue lo que sucedió, aunque la puerta siendo azotada detrás de mí me orilló a percatarme de que todo se encontraba perdido para mí.—Señor, déjeme… —Mis palabras murieron en mi fallido intento de redención.Elijah tiró una copa de whisky sobre mis pies. Un centímetro más y me
Capítulo 8No eres tan santa como parecesRealmente pensé que ya me había librado de este hombre. El señor Walker se hallaba de pie a un costado de mi camino, mientras pisaba mi jardín sin importarle nada. Miré por encima de mi hombro, buscando algún rastro de mi novio, pero, para mi mala suerte, ya se había marchado de aquí. Aceleré mi paso y metí la mano en mi bolso con algo de desespero para, de este modo, agarrar mis llaves y entrar a mi casa lo más rápido posible, pero estas habían desaparecido de la nada.—¿No piensas responderme el teléfono? —cuestionó de nuevo, y seguí ignorándolo.Busqué la forma de llamar a un cerrajero, aunque para este punto mi móvil estaba casi sin batería y sería difícil para mí contactar uno por la zona en donde vivía. Lo mejor por ahora era tomar un taxi y quedarme en casa de mis padres al menos por esta noche, mientras solucionaba el problema mañana a primera hora.Saqué algunos billetes de dólar de la americana de mi uniforme y respiré porque al meno
Capítulo 9La cebollaApreté rápidamente mis muslos internos para no reírme antes de tiempo. El señor Walker le echó un par de vistazos al pedazo de cebolla a un costado de mi plato. Entretanto, observé la determinación en sus ojos. Pude notar en su mirada ese fuego cegador que lo haría explotar en cualquier momento.El empresario dirigió su vista hacia mí. Lo sabía, no lo haría, pero al menos fue un buen intento. Sus manos se cruzaron a la altura de sus hombros, detrás de mí. El sonido eufórico de los relámpagos cayendo sobre la tierra nos avisó que pronto iba a comenzar a llover.Odiaba los aguaceros nocturnos, me hacían sentir demasiado ansiosa y asustada.—¿Entonces? —volví a incitarlo.Sin embargo, una sonrisa rapaz me obligó a pasar saliva en seco. Este hombre era más intimidante de lo que pensé, pero no estaba dispuesta a dejarlo ganar esta batalla.—Siempre creí que Antonio Walker era mejor que su hermano mayor.Hasta aquí pude escuchar su pesada respiración. Le había dolido l