No mereces a mi hijo

Capítulo 3

No mereces a mi hijo

«¡Rayos! ¡Rayos! ¡Rayos!».

Me agarré con firmeza del volante antes de ver mi realidad. El carro delante de nosotros tenía la cochera destruida. Entretanto, la delantera del vehículo que manejaba terminó prácticamente irreconocible. Mis manos viajaron hacia mi rostro, pero mi entrecejo terminó arrugado al observar con detenimiento a través del espejo retrovisor la herida que me provoqué en mi labio inferior.

Intenté moverme, pero el dolor sobre toda mi columna me impidió hacerlo por mucho tiempo. Necesitaba buscar mi teléfono y llamar a emergencias, antes de que toda esta situación comenzara a salirse de control, cuando la verdadera realidad golpeó con rudeza mi cara.

«¡Mi jefe! ¡Mi estúpido y arrogante jefe!».

Giré mi torso en su dirección. El señor Walker se encontraba adormecido por el terrible golpe que se propinó por mi culpa. Sus manos temblorosas viajaron hacia su frente, la cual estaba llena de sangre. Mis manos cubrieron mis labios al ver cómo su camisa de diseñador terminó arruinada por aquel líquido carmesí que salía de su cuerpo sin detenerse.

Mis manos empujaron la puerta a un costado de mí y mis tacones me hicieron tropezar un par de veces. Todo empeoró cuando las personas comenzaron a darse cuenta de quién se trataba. Un Maserati como este solo lo tenían dos personas en el país, y uno de ellos era el vicepresidente de la compañía de tecnología Go Space. Los flashes de los teléfonos a mi alrededor empezaron a molestarme un poco.

Todos querían captar la noticia del momento. Elijah Walker, el magnate más popular de toda la nación, se vio envuelto en un accidente de tránsito por culpa de su estúpida asistente.

¡Me quería morir! Mis manos temblorosas abrieron la puerta trasera, mientras que mi jefe aún estaba mareado por la conmoción.

—¡Que alguien llame a emergencias! —exclamé al ver que lo único que hacían era sacarnos fotos y videos para sus malditas redes sociales—. ¡Mierda! —escupí al notar que mi teléfono había caído al piso.

Estiré mi mano, buscando la forma de alcanzarlo, pero luego de un par de intentos mis ojos se abrieron al ver cómo una mano masculina lo agarró entre sus dedos para luego hacérmelo llegar. Mi corazón golpeó con fuerza al darme cuenta de que conocía a esa persona.

—¿Negan?

¡Era mi novio!

—¡Necesitamos darle primeros auxilios! ¡Despejen el área!

Mi sensual y amado novio estaba aquí para ayudarme. ¡Sentí como si Dios me soplara en mi preciosa cara! Mi bebé agarró a mi jefe gruñón y lo colocó cuidadosamente sobre el pavimento de la avenida principal. Entretanto, colocó su cabeza en una posición en donde el aire pudiera llegar hasta sus pulmones y sacó su teléfono del bolsillo de su americana para luego decir:

—Habla el doctor Negan Griffin. Estoy llevando a un paciente con contusión severa en la cabeza, provocada por accidente de tránsito. Edad promedio de treinta y medio… —Sus ojos color aceituna me observaron con aquel brillo que solía usar para mirarme.

Lo amaba, y estaba perdidamente enamorada de él.

Unas luces de colores, me hicieron percatarme de que la ambulancia que nos llevaría hacia PIH Health Good Samaritan Hospital ya estaba aquí. Por ahora todo estaba bajo control, así que necesitaba llamar a su familia y enviar el reporte a su seguro. Al entrar después de la camilla en el vehículo en donde seriamos trasportados, el olor a medicamentos me mareó un poco.

—¿Qué sucedió, cariño? —indagó mi novio después de canalizar a mi jefe—. Tengo que avisarle a mamá que no podremos ir a cenar con ella hoy.

—¿Por qué? —solté para luego escuchar a mi jefe quejarse del dolor.

—Ahora él es mi paciente, cariño. Necesito curarlo y darle de alta. ¿Te comunicaste con su familia?

Asentí.

—No sé qué sucedió. Todo pasó tan rápido. Yo… —Mi mentón comenzó a temblar, mientras que mi corazón latía con fuerza.

Si algo le llegaba a suceder al vicepresidente de la compañía para la cual trabajaba, no solo perdería mi puesto como asistente, sino también podría terminar en la cárcel y con una deuda millonaria.

Me sentía ansiosa. No sabía cómo iba a resultar todo esto, pero, como lo pintaban ya en los medios de comunicación, la culpable de todo esto fui yo, y de seguro sería despedida muy pronto. No tardamos mucho tiempo en llegar al hospital. Apenas la ambulancia parqueó media docena de doctores y enfermeras salieron a auxiliar a mi jefe.

¿Qué tanto poder tenía Elijah Walker que hizo mover al mundo con esto?

Negan tocó mi espalda baja, obligándome a volver a la realidad.

—Ya puedes salir de allí, amor—murmuró, y extendió su mano hacia mí.

Como pude, respiré profundo, dispuesta a enfrentar las consecuencias de mis actos. Por lo pronto, tenía que hablar con el señor Henry Walker, el padre de Elijah, y comunicarle que todo lo que sucedió fue mi error.

Mi novio me agarró de la mano con fuerza  para así llevarme hacia la sala, en donde ya se esperaban los familiares de mi jefe.

—¿Cómo está él? —pregunté cuando pasamos a la sala de emergencias.

—No es nada grave, solo estaba mareado por el golpe. Las enfermeras ya le están aplicando medicamentos vía intravenosa. No te asustes, cariño, todo saldrá bien.

De un momento a otro, todo se volvió tan confuso para mí. Alguien tiró del cuello de la camisa de mi uniforme y me propinó un golpe tan fuerte en la cara que todo comenzó a verse borroso.

—¡¿Qué carajos?! —gritó Negan, e intentó separar a Carlotta de mi lado, la cual tenía intenciones de volver a pegarme.

—¡Maldita, perra! —siseó enfurecida—. ¿Querías matarlo? ¿Sabes lo que te pasará ahora, zorra? —volvió a amenazar, y ahora lanzó su bolso Chanel contra mi pecho—. ¡Eres una puta arrogante! ¡Sabía desde el primer instante en que te vi que serías un dolor de cabeza!

El señor Henry apartó a su nuera de encima de mí.

—¡Esto es un hospital! —entonó Negan como médico—. ¡Si no se pueden comportar, llamaré a seguridad!

La loca de Carlotta bufó casi entre risas.

—¿Y quién eres tú? ¿Quién eres? ¡Muerto de hambre!

—¡Carlotta, basta! —Una vez más, su suegro intentó detenerla, pero era casi imposible.

Sin embargo, el hombre a mi lado agachó la cabeza para, acto seguido, caminar y quedar a una distancia cercana de Carlotta.

—Soy el dueño de este hospital —respondió, dejando toda la sala en silencio—. Soy el dueño de todo el lugar. Y ella, a quien acabas de gritarle y llamarle zorra —mis manos cubrieron mis labios—, es mi novia.

—¿Qué?

—Así que le pido respeto por mi futura esposa. Y agradezca que no interpongo una demanda contra usted por agresión. —Negan me escondió detrás de él—. El accidente se debió por la imprudencia de un conductor ebrio. Mi novia perdió el control de los frenos al no poder detenerse a tiempo, y de esta manera terminó chocando.

La heredera Grimes se cruzó de brazos, molesta. Quizá jamás se imaginó que un hombre como él estuviese conmigo, por lo tanto, sentía que tenía demasiada suerte de tenerlo a mi lado.

Cuando el susto pasó, pude volver a casa. Como todavía era temprano, Negan y yo decidimos no cancelarle a su madre e ir a la cena que postergábamos desde hacía mucho tiempo. Yo no era moneda de oro ante los ojos de Freya. Aunque en algunas ocasiones me dolía todas las cosas que me decía, al final debía entender que él y yo nos amábamos de verdad.

Luego de cambiarme de atuendo, salí de mi residencia y agarré un taxi en la avenida principal hacia Malibú, el vecindario donde vivía la familia Griffin. Negan era el hijo único de una familia prestigiosa de médicos cirujanos. Su madre lo crio sola después del fallecimiento de su padre antes de que él naciera, aunque siempre tuvo una figura paterna gracias a su abuelo Albert y sus tíos.

Me tomó aproximadamente cuarenta minutos llegar a la casa de mi amado novio. El taxista me cobró un par de billetes. Caminé hacia la enorme reja que me separaba del amor de mi vida. Mi teléfono comenzó a sonar, así que lo revisé para luego enterarme de que a Elijah le habían dado el alta y mañana deseaba hablar conmigo a primera hora.

«Me van a despedir», fue lo primero que se me atravesó por la cabeza, pero ahora mismo no deseaba pensar mucho sobre esto.

Debía sobrevivir esta noche para mañana ser asesinada por el gilipollas de mi jefe, si es que mi suegra dejaba algo de mí hoy.

Las empleadas de la casa me recibieron con modestia. Una de ellas me guio hacia una enorme sala lujosa, que Freya decoró a su gusto hacía poco, mientras que cada paso que daba me dolía mucho más.

Deseaba irme de aquí. Quería huir lo más lejos posible. Me sentía demasiado cansada para continuar. No obstante, aquel pelinegro de enormes ojos verdes bajaba de las escaleras que daban al segundo piso. Su mirada se iluminó apenas logré entrar en su campo de visión. Sus labios buscaron los míos, pero nos vimos interrumpidos cuando su madre carraspeó la garganta, así que nos separamos.

—Espero que tu novia sepa comportarse a la altura hoy, ya que por su clase social dudo mucho que tenga buenos modales.

—¡Mamá!

«Ya empezó».

—Tengo un invitado muy importante, Negan, que quiere invertir en nuestro hospital. No me hagas arrepentirme de que tu novia esté aquí con nosotros. —La señora me miró con asco—. ¿Qué es lo que llevas puesto?

Me miré. Era un vestido que me hizo mi mamá.

—Esto es…

La mujer me cortó las palabras con las manos. Quería gritarle en su cara lo perra y desgraciada que era, y que me valía una m****a todo el dinero que tenía, pero no podía arruinar mi relación con Negan por culpa de esa bruja.

—No me importa de dónde lo sacaste. Es horrible.

Mi novio apretó mi mano.

—Me sabré comportar, señora.

—Mi aceptación a tu relación con mi único hijo depende de cómo te veas esta noche. Si lo arruinas, prefiero morirme antes de verte casada con mi Negan.

Mordí mi labio inferior.

—Lo haré bien, señora —solté ingenua antes de ver quién era su maravilloso invitado.

Al parecer, romperse la cabeza no fue suficiente.

«¡Mi maldito jefe está aquí!».

Y, por la forma en que me miraba, había escuchado todo.

Esto iba a terminar mal, muy mal.

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