Voy a usar a tu mujer

Capítulo 4

Voy a usar a tu mujer

¿Elijah Walker qué hacía aquí?

Esa era la pregunta que rondaba en mi cabeza en el instante en que mi jefe salió de la nada. Sus enormes ojos claros me observaron con arrogancia, mientras que mi mirada solo se centraba en la pequeña herida que ahora decoraba su frente. Sus hombros bien erguidos, como si quisiera demostrarme que era mucho mejor que yo, solo me provocaron reírme de él un poco, pero, dada la situación, lo mejor por ahora, y por mi bien, era llevar la fiesta en paz.

—¡Saluda, Emilia! El señor Walker es el nuevo inversionista del hospital familiar.

Di un paso doloroso hacia delante, intentando controlar todas mis emociones. Elijah miró hacia abajo. Quizá buscaba el modo de hacerme comprender cuál era mi lugar en la cadena alimenticia de la sociedad de Los Ángeles. Respiré profundo y estiré mi mano hacia él para saludarlo, pero este solo me miró de soslayo y caminó, pasando justo a mi lado, sin siquiera dirigirme la mirada.

«¡Lo odio! ¡Odio con toda mi alma a mi maldito jefe!».

Freya nos hizo pasar al comedor de la enorme mansión Griffin. Mi novio me agarró de la mano y me guio hacia el espacioso lugar, ya que era mi primera vez aquí. Antes de esto, jamás quiso tener contacto conmigo. Siempre prefería ir a cenar a restaurantes de lujo, haciéndome sentir menos que ella, y cuando intentaba establecer alguna conversación que nos ayudara a acercarnos, el silencio era lo único que reinaba entre nosotras.

Mi sensual e inteligente novio tiró del espaldar de la silla junto a la enorme mesa en donde íbamos a tener nuestra velada para luego invitarme a sentarme a su lado. El banquete era espectacular. Freya se encargó de traer los mejores platillos italianos porque, al parecer, eran los favoritos de mi estúpido jefe. Asentí con la cabeza cuando una de las empleadas domésticas que trabajaba para esta familia me sirvió un poco de vino tinto. Mis ojos buscaron los de Negan con desespero.

—Lo siento, Valeria, mi novia no bebe alcohol.

Al fondo, junto a la bruja de mi suegra, el empresario comenzó a reírse de mí por lo bajo. Una voz en mi cabeza me gritaba que debía aguantar lo que más pudiera en esta noche. Amaba a mi novio. Lo amaba tanto que era capaz de soportar todo esto solo por él.

—¿Perteneces a alguna religión, niña? —La voz tosca, con un acento inglés elegante y perfecto por parte del magnate para el cual trabajaba, golpeó cálidamente el silencio de la habitación—. ¿Eres religiosa? —volvió a preguntar, y esta vez ocultó una sonrisa ladina mientras bebía un poco del vino del cual me negué a beber—. Lo digo también por tu forma de vestir. ¿De qué año es lo que llevas puesto? ¿Los noventa?

¡Freya se reía con él!

—No, señor, es mucho más antiguo. —Agarré una copa de agua—. Creo que lo diseñaron en el año en que usted nació. —«¡Toma eso, bastardo!». —. Oh, perdóname, no quise llamarlo anticuado y viejo. Al menos mi atuendo tiene gracia, lo que le falta a usted, por supuesto.

—¡Emilia James! —gritó la bruja—. ¡Discúlpate ahora mismo con el señor Walker! ¿Cómo te atreves a comportarte tan insolente con él? ¿Crees que son iguales? ¡Anda! ¡Dile que lo sientes ahora mismo!

Negan negó y apretó mi pierna por debajo de la mesa.

—Te estás pasando de la raya con Emilia, madre. —Su hijo comenzó a hablar y colocó una servilleta de tela sobre mis piernas—. Vamos a llevar la fiesta en paz por ahora. Traje a mi novia hoy contigo porque quería que se volvieran cercanas, ya que tengo planes de casarme con ella, pero, si hubiese sabido que tenías invitados, lo hubiésemos dejado para otro día.

Intentó colocarse en pie, pero lo tiré del brazo para que no lo hiciera. Mordí mi mejilla interna. Esto no era lo que quería. No era como lo imaginé. Pensé que esta noche sería perfecta, que por fin Freya me iba a aceptar como parte de su familia. Sin embargo, el maldito de mi jefe lo dañaba todo. Mis uñas se enterraron sobre la carne de mis manos para después levantar la mirada hacia el británico.

—Lo siento —solté casi entre susurros.

—¿Qué dijiste?

Sabía que me había escuchado, pero se hacía el idiota para disfrutar su momento de gloria por más tiempo.

—¿Usted la escuchó, señora Griffin? ¿La religiosa dijo algo?

Quería matarlo con mis propias manos, sacarle las tripas y dárselas de comer a la zorra de su novia ahora mismo.

—Lo siento mucho, señor Walker. Lamento haberle hablado de esta manera tan irrespetuosa.

¡Claro que no lo sentía! Si por mi fuese, le hubiera roto el cráneo a este gilipollas en aquel accidente que tuvimos hoy.

—No creo que estés arrepentida —escupió, y dejó un cálido beso en los nudillos de la bruja a un costado de él.

Para mi mala suerte, Negan eligió la silla en donde me iba a sentar demasiado cerca de ese maldito clasista.

—¿Por qué piensa eso, señor? —«¡Eso, Emilia!, elógialo para que piense que no es una escoria, aunque al final sabes que lo es»—. ¿Cree que soy una mentirosa?

—Sí —respondió, y le echó un vistazo fugaz a su teléfono—. Si tan arrepentida estás, sírveme más vino ahora.

Ni siquiera dijo «por favor».

Mi novio tiró la servilleta sobre la mesa con tanta molestia que podía sentir desde mi asiento su fuerte y caliente respiración. Todo estaba a punto de irse por la borda, pero antes de que esto sucediera me levanté a regañadientes, dirigí mis pasos hacia aquel bruto animal y le serví su patético vino tinto.

—¿Ya agendaste mi reunión para mañana?

Freya abrió los ojos con exageración. —¿De qué habla, señor?

«¡No! ¡No! ¿Elijah Walker quiere guerra? Pues guerra va a tener. No me voy a dejar humillar de esta manera, y menos delante de mi suegra».

—¿De qué habla, señor? El golpe que se hizo en la cabeza lo dejó medio estúpido, ¿cierto?

—¿Qué? —Tiró su móvil sobre la mesa.

Negan carraspeó la garganta, quizá intentando controlar los ánimos.

—¿Cómo se siente ahora, señor Walker? Lamento mucho haberlo dejado en mi hospital de la nada, pero tenía que llevar a mi novia a su casa.

Elijah lo comprendió al darme una mirada de pocos amigos. Lo último que necesitaba ahora mismo era que Freya Griffin supiera que era la asistente del hombre millonario que iba a invertir en su hospital.

—Me siento mucho mejor ahora. —Sus ojos azulados no dejaban de mirarme, y eso me incomodaba demasiado—. Escuché que su prometida es una asistente. ¿Es eso cierto?

«¡Mierda! ¡Va a lanzar otro ataque hacia mí!».

—Lo soy, señor…

—Ah, ¿sí?

«¡Trágame, tierra, ahora mismo!».

—Trabajo para una compañía tecnológica.

—Interesante. Cuéntame cómo es tu jefe.

Negan me miró al escuchar la pregunta del británico.

—Es un… —Sus ojos se iluminaron al desear escuchar mi respuesta—. Pues mi jefe es… es… —Freya asintió para que siguiera hablando—. Es… un dolor en el culo.

—¿Qué?

«¡Ja, ja, ja, ja!».

Hubiese deseado tanto poder grabar este momento. Elijah se ahogaba con su propia saliva.

Dios, mi panza dolía al intentar retener las ganas enormes que tenía de burlarme en su apestosa cara.

—Además, es arrogante, estúpido, se cree la gran cosa, pero de seguro es algún problema de inseguridad.

—¿Inseguridad? —repitió.

—Sí, dicen que, cuando un hombre es tan altivo y quiere solucionar todo con dinero, es porque le faltan centímetros, ya sabe… —Mis ojos recorrieron su torso hasta llegar a su entrepierna.

Walker se levantó de la silla con la cara enrojecida.

—¡Usted es una altanera! —rugió molesto—. ¿Cómo se atreve?

—¿Qué le sucede, señor? ¿Por qué me está gritando? —También me levanté y me coloqué a su par—. ¿Le cayó el guante? —Me reí —. Lo siento, jamás fue mi intención tocar fibras sensibles y pequeñeces.

Mi novio me tiró de la mano para volver a colocarme en mi puesto inicial.

—Tienes la boca sucia, James.

Le torcí los ojos al escucharlo insultarme. De todos modos, aquí no era su asistente.

—Lo siento, señor. —Ahora era la bruja de Freya—. Emilia no tiene buenos modales. Viene de una familia… pobre. —Apreté la mandíbula—. Creo que para ella es nuevo todo esto. La verdad no sé qué le ve mi hijo teniendo tantas buenas candidatas.

Bufé y me crucé de brazos.

—¿Dicen que no tengo buenos modales por ser pobre? —repliqué de repente—. Estoy más que segura de que vivo una mejor vida que todos los millonarios del mundo.

—¿Eso cree, Emilia? —cuestionó mi jefe.

—¡Por supuesto! Al menos yo no tengo mujeres interesadas detrás de mi fortuna. Vivo de una manera simple y amo a las personas por lo que son. Mi vida es decente a pesar de no tener dinero. Me gano todo con mi esfuerzo.

Freya se burló de mis palabras.

—Si colocamos en una balanza a Carlotta Grimes, la prometida del señor Walker, y a ti, ¿quién crees que tenga alto valor?

Negan se levantó de golpe.

—¡Detente ya, madre! ¡No voy a permitir que nadie insulte a mi novia delante de mí! Por lo que veo, jamás vas a aceptar mis decisiones, así que será mejor que me vaya con Emilia ahora mismo. —Rodeó mi muñeca, pero, sorpresivamente, me solté.

—¿Carlotta mejor que yo? —Oculté una sonrisa—. ¿Por qué? ¿Por qué sería mejor que yo, señora? ¡Al menos, si yo caigo al mar, me voy a hundir! Pero ¿ella? ¡Ella flotaría por todo el plástico que lleva encima! ¿Perfecta? ¡Perfecta yo, que, a pesar de tener un novio con dinero, pago yo mismas mis cuentas! No tengo que estirarle la mano a nadie para comer, señora. No estoy haciendo lo que usted… —Me callé.

—¿Qué estoy haciendo?

—Lamiéndole las bolas a mi jefe —confesé por fin.

—¿Tu jefe? ¿Elijah es tu jefe? —preguntó con su rostro transformado.

—¡Sí! ¡Este ser despreciable es mi jefe!

—Dios mío, qué humillación. —La mujer cayó de nuevo sentada.

—¿Humillación? —Agarré mi bolso y entrelacé mi mano derecha con la de Negan antes de alejarnos de la mesa—. Humillación sería que me deje pisotear del vicepresidente de la compañía para la cual trabajo. Además, estoy aquí como la novia de tu hijo, no como empleada. —Dirigí mis pasos hacia Elijah—. Espero que tenga una buena velada, señor gruñón. —Comencé a caminar hacia la entrada.

Me sentía victoriosa. Le había gritado en su cara lo gilipollas que era, y nadie podía arruinar mi noche.

—Espera allí, plana.

Mi mandíbula se tensó al escucharlo llamarme de esa forma.

«¡Bien! ¡No tengo tetas!».

Él me sujetó del codo, alejándome de Negan.

—Lo siento, hermano.

—¿Qué sucede? —indagó el pelinegro.

—Hoy quiero usar a tu mujer.

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