17. Sabes muy bien
La mente de ella no voló muy lejos de lo que él pensaba, pues también imaginaba como era sentirlo dentro de ella y como era experimentar el mundo de la sexualidad con ese hombre que la hacía sentir un montón de sensaciones inconexas en su pecho, vientre y entrepierna.

— Sabes muy bien — musitó él, pegado a su boca, sin poder dejar de besarla y así iniciar con todo lo que tenía listo para ella…. y con lo que ansiaba enterrarle.

— Tú... — la pobre inhaló, Emilio no le daba tregua — Tú también sabes muy bien.

Logró decir al final, turbada, rendida, excitada. Emilio sonrió satisfecho y metió una mano debajo de ese pedazo de pijama que ya comenzaba a fastidiarle muchísimo, lo quería fuera cuanto antes, pero, primero, la haría gemir un poco de placer.

Capturó uno de sus frondosos pechos, y asombrado, fue él quien terminó gruñendo primero. Diablos, la muy atrevida no llevaba sujetador puesto.

Empujó su cadera más contra él y masajeó ese pecho antes de darle un poco de atención al otro y
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