—Eufemia… — Ares llamaba por su nombre a aquella mujer que amaba. —Eufemia… — Aquel hermoso nombre le causaba confusión, y delante de él, dos hermosas mujeres de hermosa melena dorada cual rayos de sol, y poderosos ojos grises de tormenta, le miraban en silencio. —Eufemia… — Farbauti o García, aquella vieja promesa llegaba repentinamente a su memoria haciéndole sentir miserable al no poderla cumplir. Aquellas hermosas mujeres, caminaron hacia el con los brazos extendidos, cuando repentinamente se habían fundido en una misma mujer que lo abrazaba con fervor haciéndole sentir que todo estaría bien, que él, no estaba solo. García y Farbauti se habían unido en una misma Eufemia, a quien le había cantado mil promesas de amor y la de un regreso que no sabía si lograría cumplir. Aquel dolor lo estaba quemando como la plata quemó un día a las traicioneras manos de Judas…él había sido traicionado por su propio hermano. ¿Iba a morir? Aquella niebla repentinamente aparecía ante el negándol
Aquellos caminos inhóspitos, lucían prístinos al estar cubiertos de aquella espesa capa de fría nieve que repentinamente había dejado de caer. El calor al interior de la cabaña mantenía a salvo a los refugiados que, oponiéndose a Soromir Fenrir, se habían negado a cometer un acto tan cruel y aberrante como el que les había sido encomendado.—Si, sin duda es ella, es la hija de Farbauti y no una humana como habían dicho —Aquellos murmullos llegaban hasta Eufemia, que tan solo pasaba de largo a todas aquellas miradas curiosas que la recorrían de arriba abajo con una interrogante. Su sangre de lobo, finalmente, había emergido y aquel hechizo que su querido Noah había puesto sobre ella, estaba roto. Los pensamientos de la rubia, sin embargo, no se hallaban en aquel hecho ni tampoco en aquellas miradas que la perseguían con insistencia; su mente y cada pensamiento en ella, estaban con ares Fenrir, el Alfa del que ella se había enamorado, y de quien, aseguraban, a esas alturas ya debería d
El rio helado mantenía en calma su corriente, el cielo se mostraba celeste después de semanas en constantes tormentas que habían asolado aquellas tierras y los murmullos ahora agradecían el buen tiempo. En aquel bote al que Eufemia había abordado, la hermosa rubia meditaba en silencio sobre todo lo ocurrido. A su mente, repentinamente llegaba el recuerdo de esa extraña mujer que en sueños le había hablado, quizás, pensaba en esa extraña aparición en un intento de olvidarse un momento de todas sus angustias. ¿Quién era ella? Quizás, eso nunca llegaría a saberlo. Aquel sentimiento extraño que sintió en ese sueño, aquella mujer de cabellos rubios y rostro difuso, de alguna extraña manera la había hecho sentirse en calma.“Aun no es tu hora Eufemia, aférrate a tu vida y la de tu hijo, el dulce beso de la muerte aun no te será correspondido”Esas palabras la habían alentado a levantarse. Aquella mujer de sus sueños era un completo misterio, sin embargo, ella debía de mantenerse con vida pa
—¡Hola! —Aquel eufórico saludo, retumbaba en cada pared haciendo un prolongado eco que la repetía una y otra vez hasta desvanecerse. El aroma a humedad y a viejo, impregnaban el ambiente de aquella oscura y lúgubre mansión, que parecía tener al menos un siglo de abandono. Aquel intimidante lugar de pintura vieja y carcomida, de olores extraños y presencias fantasmales, era el ancestral hogar de la familia Tudor. La magia lo protegía, y a pesar de estar durante tanto tiempo en abandono, y los extraños aromas que despedía, cada mueble y recoveco estaban en perfecto estado.Alguna vez, hacía ya demasiado tiempo, los Tudor, emparentados con la realeza, habían sido temibles cazadores, el primer clan sagrado y bendecido por la iglesia católica, para llevar el deber de la caza hacia cada rincón de la tierra, logrando así acumular gran conocimiento de casi toda criatura sobrenatural que existía, y la manera de destruirles. En aquella vieja mansión, se hallaba el conocimiento que necesitaba p
Una fecha en el calendario, puede no parecer importante. Quizás, dependerá del contexto de cada persona, pues para quien un día es como cualquier otro, para alguien más dentro de nuestro basto mundo, puede ser el día más especial. La nieve caía ligera, casi cálida, en aquel poco nublado día. Esa noche, en todo el mundo, o al menos, en gran parte de él, se celebraría esa fecha, la que algunos consideran la más esperada, la más añorada, y al calor de un cálido hogar, con cena en la mesa y un colorido árbol, todos esperaban ansiosos la llegada de la noche buena. Eufemia sentía aquellos copos helados derritiéndose en su palma abierta. Aquel día, 24 de diciembre, sería el primero que pasaría lejos de lo que una vez llamó su hogar. No habría espumosas botellas de champagne, ni el suculento y jugoso pavo que Noah, sin falta, pasaba todo el día horneando en la cocina. No habría galletas recién hechas, ni ridículos juegos en los que intentaba conseguir un billete de 50 dólares…no habría villa
El coloreado atardecer, había cedido el paso a la penumbrosa noche. La nieve caía fina, hermosa, haciendo bellas y delicadas danzas en el viento que amablemente arrastraba las risas y los cantos de aquella noche tan esperada. Los niños reían, las mujeres coreaban, y los hombres brindaban al calor de una copa, al tiempo que un pavo navideño cortaba para repartirlo entre su amada familia y los viejos amigos de toda la vida. Noche de paz, noche de amor Todo duerme alrededor Entre los astros que esparcen su luz Bella, anunciando al niño Jesús Brilla la estrella de paz Brilla la estrella de amor Noche de paz, noche de luz Ha nacido Jesús Pastorcillos que oíd anunciar No temáis cuando entréis a adorar Que ha nacido el amor Que ha nacido el amor Desde el pesebre del niño Jesús La Tierra entera se llena de luz Porque ha nacido Jesús Entre canciones de amor Aquella vieja canción llena de amor y de ilusión, llenaba las calles mientras los niños alegres y regordetes abrían los r
Las campanadas de la media noche habían cesado, y el silencio reinaba en las calles de aquel pequeño poblado que horas antes danzaba en medio de la euforia navideña. Las luces en las casas lucían apagadas, y el viento helado calaba en los huesos. Sin embargo, en aquella habitación, el frío no llegaba a sentirse. El fuego en la chimenea, sin embargo, no era lo que mantenía la calidez dentro, si no, aquella tan fuerte emoción que, repentinamente, calentaba a dos corazones helados. Aquel hermoso rostro cubierto de lágrimas, aquellos ojos grises de tormenta que destellaban fuego...aquel aroma que, finalmente, reconocía como aquel de sus añoradas memorias. Todo ese tiempo, en todo momento, era ella, había sido...ella. — Mi escritora...mi...Eufemia — Ya no tenía ninguna duda, aquel aroma tan nostálgico, tan real, aquel sentimiento único de un lazo irrompible que ni siquiera el tiempo jamás podría borrar. ¿Cómo era que no se había dado cuenta antes? ¿Porque ella no le había dicho la verd
El sol, comenzaba a ocultarse tras de más montañas, coloreando a su paso todo de rojo. Cada nube en el cielo, se movía con violencia siendo arrastrada hasta desvanecerse. La sangre que había sido derramada, ya se hallaba seca en las tierras que una vez fueron pacíficas, y que ahora eran hostiles. Cada lobo en esa manada tenia sus dudas y resentimientos, recordando en su mente y corazón los viejos tiempos, en donde Enegor Fenrir era el señor de esos territorios, haciendo de su palabra la única ley, y de sus descendientes los únicos herederos. No había rastro alguno de Ares por ningún lado; era casi como si la tierra lo hubiese devorado, borrando cada huella de su corta existencia. Aquel Alfa no había sido lo que se esperaba que fuera, sin embargo, en su joven hermano yacía la primera y la última esperanza de recuperar la vieja gloria, y ser exactamente lo que estaban destinados a ser. Soromir miraba aquellas montañas que se perdían entre la lejanía, y los recuerdos golpeaban nuevamen