El rio helado mantenía en calma su corriente, el cielo se mostraba celeste después de semanas en constantes tormentas que habían asolado aquellas tierras y los murmullos ahora agradecían el buen tiempo. En aquel bote al que Eufemia había abordado, la hermosa rubia meditaba en silencio sobre todo lo ocurrido. A su mente, repentinamente llegaba el recuerdo de esa extraña mujer que en sueños le había hablado, quizás, pensaba en esa extraña aparición en un intento de olvidarse un momento de todas sus angustias. ¿Quién era ella? Quizás, eso nunca llegaría a saberlo. Aquel sentimiento extraño que sintió en ese sueño, aquella mujer de cabellos rubios y rostro difuso, de alguna extraña manera la había hecho sentirse en calma.“Aun no es tu hora Eufemia, aférrate a tu vida y la de tu hijo, el dulce beso de la muerte aun no te será correspondido”Esas palabras la habían alentado a levantarse. Aquella mujer de sus sueños era un completo misterio, sin embargo, ella debía de mantenerse con vida pa
—¡Hola! —Aquel eufórico saludo, retumbaba en cada pared haciendo un prolongado eco que la repetía una y otra vez hasta desvanecerse. El aroma a humedad y a viejo, impregnaban el ambiente de aquella oscura y lúgubre mansión, que parecía tener al menos un siglo de abandono. Aquel intimidante lugar de pintura vieja y carcomida, de olores extraños y presencias fantasmales, era el ancestral hogar de la familia Tudor. La magia lo protegía, y a pesar de estar durante tanto tiempo en abandono, y los extraños aromas que despedía, cada mueble y recoveco estaban en perfecto estado.Alguna vez, hacía ya demasiado tiempo, los Tudor, emparentados con la realeza, habían sido temibles cazadores, el primer clan sagrado y bendecido por la iglesia católica, para llevar el deber de la caza hacia cada rincón de la tierra, logrando así acumular gran conocimiento de casi toda criatura sobrenatural que existía, y la manera de destruirles. En aquella vieja mansión, se hallaba el conocimiento que necesitaba p
Una fecha en el calendario, puede no parecer importante. Quizás, dependerá del contexto de cada persona, pues para quien un día es como cualquier otro, para alguien más dentro de nuestro basto mundo, puede ser el día más especial. La nieve caía ligera, casi cálida, en aquel poco nublado día. Esa noche, en todo el mundo, o al menos, en gran parte de él, se celebraría esa fecha, la que algunos consideran la más esperada, la más añorada, y al calor de un cálido hogar, con cena en la mesa y un colorido árbol, todos esperaban ansiosos la llegada de la noche buena. Eufemia sentía aquellos copos helados derritiéndose en su palma abierta. Aquel día, 24 de diciembre, sería el primero que pasaría lejos de lo que una vez llamó su hogar. No habría espumosas botellas de champagne, ni el suculento y jugoso pavo que Noah, sin falta, pasaba todo el día horneando en la cocina. No habría galletas recién hechas, ni ridículos juegos en los que intentaba conseguir un billete de 50 dólares…no habría villa
El coloreado atardecer, había cedido el paso a la penumbrosa noche. La nieve caía fina, hermosa, haciendo bellas y delicadas danzas en el viento que amablemente arrastraba las risas y los cantos de aquella noche tan esperada. Los niños reían, las mujeres coreaban, y los hombres brindaban al calor de una copa, al tiempo que un pavo navideño cortaba para repartirlo entre su amada familia y los viejos amigos de toda la vida. Noche de paz, noche de amor Todo duerme alrededor Entre los astros que esparcen su luz Bella, anunciando al niño Jesús Brilla la estrella de paz Brilla la estrella de amor Noche de paz, noche de luz Ha nacido Jesús Pastorcillos que oíd anunciar No temáis cuando entréis a adorar Que ha nacido el amor Que ha nacido el amor Desde el pesebre del niño Jesús La Tierra entera se llena de luz Porque ha nacido Jesús Entre canciones de amor Aquella vieja canción llena de amor y de ilusión, llenaba las calles mientras los niños alegres y regordetes abrían los r
Las campanadas de la media noche habían cesado, y el silencio reinaba en las calles de aquel pequeño poblado que horas antes danzaba en medio de la euforia navideña. Las luces en las casas lucían apagadas, y el viento helado calaba en los huesos. Sin embargo, en aquella habitación, el frío no llegaba a sentirse. El fuego en la chimenea, sin embargo, no era lo que mantenía la calidez dentro, si no, aquella tan fuerte emoción que, repentinamente, calentaba a dos corazones helados. Aquel hermoso rostro cubierto de lágrimas, aquellos ojos grises de tormenta que destellaban fuego...aquel aroma que, finalmente, reconocía como aquel de sus añoradas memorias. Todo ese tiempo, en todo momento, era ella, había sido...ella. — Mi escritora...mi...Eufemia — Ya no tenía ninguna duda, aquel aroma tan nostálgico, tan real, aquel sentimiento único de un lazo irrompible que ni siquiera el tiempo jamás podría borrar. ¿Cómo era que no se había dado cuenta antes? ¿Porque ella no le había dicho la verd
El sol, comenzaba a ocultarse tras de más montañas, coloreando a su paso todo de rojo. Cada nube en el cielo, se movía con violencia siendo arrastrada hasta desvanecerse. La sangre que había sido derramada, ya se hallaba seca en las tierras que una vez fueron pacíficas, y que ahora eran hostiles. Cada lobo en esa manada tenia sus dudas y resentimientos, recordando en su mente y corazón los viejos tiempos, en donde Enegor Fenrir era el señor de esos territorios, haciendo de su palabra la única ley, y de sus descendientes los únicos herederos. No había rastro alguno de Ares por ningún lado; era casi como si la tierra lo hubiese devorado, borrando cada huella de su corta existencia. Aquel Alfa no había sido lo que se esperaba que fuera, sin embargo, en su joven hermano yacía la primera y la última esperanza de recuperar la vieja gloria, y ser exactamente lo que estaban destinados a ser. Soromir miraba aquellas montañas que se perdían entre la lejanía, y los recuerdos golpeaban nuevamen
Gritos de dolor se dejaron sentir en aquel edificio, llenando cada pasillo y recoveco que durante tanto tiempo había permanecido en silencio. Las manos se juntaban en aquella oración que como una súplica desesperada, rogaba por el bienestar de aquella joven mujer que repentinamente había comenzado a sangrar y que estaba en riesgo de perder a su hijo.—¡Maldición! ¿Por qué ha pasado esto? — gritaba Ares Fenrir al tiempo que golpeaba frustrado y desesperado aquel muro al que había logrado hacer un hueco.—Tienes que mantener la calma, muchacho, Noah no va a permitir que les ocurra nada, mi hija es fuerte, se que ella estará bien — decía Félix dudando de sus palabras, pero manteniéndose firme mientras esperaba recibir nuevas noticias de su Eufi y nieto.Ares, mirando al hombre que había pensado, era su enemigos, sintió desmoronarse; no había hecho nada bien con ella, la había negado, la había humillado, y sin saber quién era ella en realidad incluso la había marcado con aquella denigrant
—Por favor…por favor…no me dejen solo…se los suplico —Aquella escena era desgarradora. Aquel no era un llanto, era, más bien, un doloroso alarido lobuno que nacía desde lo más profundo de aquella alma rota que se aferraba a aquella mujer a la que amaba con toda su alma. El pequeño dentro de ese vientre, había dejado de moverse.—¡No! ¡No! ¡Es mi hijo! ¡Es mi hijo! — gritó Ares con desesperación sintiendo el alma destruida.El corazón de Eufemia, había dejado de latir.—¡Eufemia! ¡Despierta! ¡Tu me perteneces! ¡No puedes irte sin mi permiso! ¡Te lo prohíbo! — gritaba entre lágrimas el desgarrado lobo.—Por favor joven Fenrir, hágase a un lado —Decía Noah al tiempo que intentaba reanimar a aquella hermosa rubia cuyo corazón había dejado de latir. El terrible sonido del desfibrilador, alteraba los nervios de Ares que no lograba dejar de llorar. ¿Iba a perderlos? ¿Su historia terminaba de esa manera? Dejándose caer sobre una silla, sentía su alma y corazón desgarrándose en miles de peda