El sol, comenzaba a ocultarse tras de más montañas, coloreando a su paso todo de rojo. Cada nube en el cielo, se movía con violencia siendo arrastrada hasta desvanecerse. La sangre que había sido derramada, ya se hallaba seca en las tierras que una vez fueron pacíficas, y que ahora eran hostiles. Cada lobo en esa manada tenia sus dudas y resentimientos, recordando en su mente y corazón los viejos tiempos, en donde Enegor Fenrir era el señor de esos territorios, haciendo de su palabra la única ley, y de sus descendientes los únicos herederos. No había rastro alguno de Ares por ningún lado; era casi como si la tierra lo hubiese devorado, borrando cada huella de su corta existencia. Aquel Alfa no había sido lo que se esperaba que fuera, sin embargo, en su joven hermano yacía la primera y la última esperanza de recuperar la vieja gloria, y ser exactamente lo que estaban destinados a ser. Soromir miraba aquellas montañas que se perdían entre la lejanía, y los recuerdos golpeaban nuevamen
Gritos de dolor se dejaron sentir en aquel edificio, llenando cada pasillo y recoveco que durante tanto tiempo había permanecido en silencio. Las manos se juntaban en aquella oración que como una súplica desesperada, rogaba por el bienestar de aquella joven mujer que repentinamente había comenzado a sangrar y que estaba en riesgo de perder a su hijo.—¡Maldición! ¿Por qué ha pasado esto? — gritaba Ares Fenrir al tiempo que golpeaba frustrado y desesperado aquel muro al que había logrado hacer un hueco.—Tienes que mantener la calma, muchacho, Noah no va a permitir que les ocurra nada, mi hija es fuerte, se que ella estará bien — decía Félix dudando de sus palabras, pero manteniéndose firme mientras esperaba recibir nuevas noticias de su Eufi y nieto.Ares, mirando al hombre que había pensado, era su enemigos, sintió desmoronarse; no había hecho nada bien con ella, la había negado, la había humillado, y sin saber quién era ella en realidad incluso la había marcado con aquella denigrant
—Por favor…por favor…no me dejen solo…se los suplico —Aquella escena era desgarradora. Aquel no era un llanto, era, más bien, un doloroso alarido lobuno que nacía desde lo más profundo de aquella alma rota que se aferraba a aquella mujer a la que amaba con toda su alma. El pequeño dentro de ese vientre, había dejado de moverse.—¡No! ¡No! ¡Es mi hijo! ¡Es mi hijo! — gritó Ares con desesperación sintiendo el alma destruida.El corazón de Eufemia, había dejado de latir.—¡Eufemia! ¡Despierta! ¡Tu me perteneces! ¡No puedes irte sin mi permiso! ¡Te lo prohíbo! — gritaba entre lágrimas el desgarrado lobo.—Por favor joven Fenrir, hágase a un lado —Decía Noah al tiempo que intentaba reanimar a aquella hermosa rubia cuyo corazón había dejado de latir. El terrible sonido del desfibrilador, alteraba los nervios de Ares que no lograba dejar de llorar. ¿Iba a perderlos? ¿Su historia terminaba de esa manera? Dejándose caer sobre una silla, sentía su alma y corazón desgarrándose en miles de peda
El primer cachorro de un Alfa.Entre los licántropos, es una regla no escrita que el primer descendiente de un Alfa, siempre será un varón, pues será quien, en lo futuro, llevará a cuestas la misma posición de su padre cuando esté pase a mejor vida. Sin embargo, podrían ocurrir excepciones…y si era así, la manada era condenada a la desgracia. Ares sabía que su primer hijo, era un varón; lo había descubierto gracias al aroma, sin embargo, había algo más ala que no lograba identificar del todo, y que se había vuelto más intenso desde que la vida de Eufemia y su hijo había estado en peligro. Aquella hermosa rubia, se había quedado durmiendo después de haber superado aquella crisis. Sin embargo, Ares no lograba dejar de pensar en ella…y en el rostro de aquel malnacido hijo de perra, que había maldecido a su heredero para morir dentro del vientre de su madre.Elijah Bennet.Ese era el nombre del infame cazador, que tenía una deuda pendiente con él. Los Bennet, lo sabía, no era un linaje de
—Eufemia…despierta…tu sangre te llama…busca a Jerome…búscalo…tu sangre te llama… —El sol golpeo repentinamente su rostro. Sus ojos grises, acostumbrándose a la luz, se abrían para ver aquella habitación desconocida. Una lágrima se derramo y tocándose la mejilla, Eufemia no comprendió porque estaba llorando.Jerome.Aquel nombre, aquella misma mujer rubia que una vez más se manifestaba en sus sueños. ¿Quiénes eran aquellas personas? ¿Por qué tenía que buscar a ese Jerome? ¿Acaso se estaba volviendo loca? Nuevamente aquel sentimiento doloroso, y tambien, tan cálido, se instalaba en ella dejándola con aquella sensación de añoranza que le llegaba cada vez que miraba a esa bella mujer en sus sueños. Negando en silencio, miró alrededor de aquella habitación, con la esperanza de que su mirar se encontrara con el zafiro de Ares…sin embargo, él no estaba allí. Noah yacía durmiendo en una incómoda silla junto a su cama, y su padre, tampoco se apreciaba por ningún lado…aún no había tenido oport
Aquella tarde el cielo había vuelto a nublarse. Los niños, ya no se hallaban en las calles jugando alegremente, y el silencio era tal, que parecía que aquel pueblo se encontraba abandonado. Jennifer, se había recuperado de las heridas sufridas durante el escape de la mansión entre las montañas, y ahora mismo se hallaba con Eufemia. De Gabriel no sabía nada, y se sentía tan angustiada por el rubio, que intentaba distraer su mente para no pensar en él.—Me alegra que todo haya salido bien Eufi, yo tambien me pude recuperar muy bien gracias al señor García, es muy amable a pesar de ser un cazador —Jennifer charlaba con Eufemia en un afán de distraerse y distraerla. La hermosa rubia, había permanecido en silencio desde su charla con Noah…todo lo que le había dicho, la había dejado sin palabras. Noah le había contado lo que ese maldito había hecho: era culpa suya que Ares y su padre estuviesen a punto de matarse el uno al otro.¿Por qué ese hombre había hecho todo aquello? ¿Por qué los od
La vista del atardecer era hermosa, como siempre había sido en aquellas tierras, y la antigua mansión Tudor, se erigía orgullosa sobre aquella colina en donde sus más tiernas memorias de infancia, habían tenido a lugar. Abriendo aquella vieja verja que yacía oxidada y carcomida por el evidente paso de tiempo, Gabriel se sintió nostálgico. Sin embargo, no había regresado a aquel sitio solo para recordar tiempos más dichosos.Profanando a la memoria de su ancestral familia, dentro de la mansión se hallaba Elijah Bennet, quien ya había hecho suficiente daño para permitirle seguir con vida. Eufemia, su hijo, y tambien, el propio Ares, merecían vivir una apacible vida sin que aquel desgraciado estuviese sobre ellos. El camino empedrado ahora yacía cubierto de moho, los antes bellos jardines, habían desaparecido devorados por la naturaleza, y, sin embargo, aquel que había sido su hogar, yacía intacto a pesar del paso del tiempo.El crujir de la vieja puerta de madera se hizo presente, entra
“Te ves linda cuando sonríes”Aquella noche fría, solitaria y silenciosa, le recordaba tanto a esos tiempos en que, en esa choza humilde y descuidada, intentaba calmar el miedo, la tristeza y el llanto. Las tierras Fenrir, siempre sumergidas en el silencio, daban paso a que las imaginaciones agitadas dieran a lugar a pensamientos tenebrosos y dañinos, que una niña no debería de haber tenido jamás. Su padre, siempre salía a cazar por las noches, procurándoles así el alimento necesario sin que los demás lobos de la manada se interpusieran en su cacería. Era solo una pequeña en su quinto invierno, que intentando calentarse al calor del fuego en el fogón, esperaba el regreso de su padre. Cada día y cada noche en aquellas tierras desoladas e inhóspitas, era una supervivencia; siendo marginados, despreciados y humillados, no había mucho que pudiesen hacer. El líder de la manada, Enegor Fenrir, había establecido una regla: nadie debía de ayudar al Alfa Farbauti quien había perdido su posici