El coloreado atardecer, había cedido el paso a la penumbrosa noche. La nieve caía fina, hermosa, haciendo bellas y delicadas danzas en el viento que amablemente arrastraba las risas y los cantos de aquella noche tan esperada. Los niños reían, las mujeres coreaban, y los hombres brindaban al calor de una copa, al tiempo que un pavo navideño cortaba para repartirlo entre su amada familia y los viejos amigos de toda la vida. Noche de paz, noche de amor Todo duerme alrededor Entre los astros que esparcen su luz Bella, anunciando al niño Jesús Brilla la estrella de paz Brilla la estrella de amor Noche de paz, noche de luz Ha nacido Jesús Pastorcillos que oíd anunciar No temáis cuando entréis a adorar Que ha nacido el amor Que ha nacido el amor Desde el pesebre del niño Jesús La Tierra entera se llena de luz Porque ha nacido Jesús Entre canciones de amor Aquella vieja canción llena de amor y de ilusión, llenaba las calles mientras los niños alegres y regordetes abrían los r
Las campanadas de la media noche habían cesado, y el silencio reinaba en las calles de aquel pequeño poblado que horas antes danzaba en medio de la euforia navideña. Las luces en las casas lucían apagadas, y el viento helado calaba en los huesos. Sin embargo, en aquella habitación, el frío no llegaba a sentirse. El fuego en la chimenea, sin embargo, no era lo que mantenía la calidez dentro, si no, aquella tan fuerte emoción que, repentinamente, calentaba a dos corazones helados. Aquel hermoso rostro cubierto de lágrimas, aquellos ojos grises de tormenta que destellaban fuego...aquel aroma que, finalmente, reconocía como aquel de sus añoradas memorias. Todo ese tiempo, en todo momento, era ella, había sido...ella. — Mi escritora...mi...Eufemia — Ya no tenía ninguna duda, aquel aroma tan nostálgico, tan real, aquel sentimiento único de un lazo irrompible que ni siquiera el tiempo jamás podría borrar. ¿Cómo era que no se había dado cuenta antes? ¿Porque ella no le había dicho la verd
El sol, comenzaba a ocultarse tras de más montañas, coloreando a su paso todo de rojo. Cada nube en el cielo, se movía con violencia siendo arrastrada hasta desvanecerse. La sangre que había sido derramada, ya se hallaba seca en las tierras que una vez fueron pacíficas, y que ahora eran hostiles. Cada lobo en esa manada tenia sus dudas y resentimientos, recordando en su mente y corazón los viejos tiempos, en donde Enegor Fenrir era el señor de esos territorios, haciendo de su palabra la única ley, y de sus descendientes los únicos herederos. No había rastro alguno de Ares por ningún lado; era casi como si la tierra lo hubiese devorado, borrando cada huella de su corta existencia. Aquel Alfa no había sido lo que se esperaba que fuera, sin embargo, en su joven hermano yacía la primera y la última esperanza de recuperar la vieja gloria, y ser exactamente lo que estaban destinados a ser. Soromir miraba aquellas montañas que se perdían entre la lejanía, y los recuerdos golpeaban nuevamen
Gritos de dolor se dejaron sentir en aquel edificio, llenando cada pasillo y recoveco que durante tanto tiempo había permanecido en silencio. Las manos se juntaban en aquella oración que como una súplica desesperada, rogaba por el bienestar de aquella joven mujer que repentinamente había comenzado a sangrar y que estaba en riesgo de perder a su hijo.—¡Maldición! ¿Por qué ha pasado esto? — gritaba Ares Fenrir al tiempo que golpeaba frustrado y desesperado aquel muro al que había logrado hacer un hueco.—Tienes que mantener la calma, muchacho, Noah no va a permitir que les ocurra nada, mi hija es fuerte, se que ella estará bien — decía Félix dudando de sus palabras, pero manteniéndose firme mientras esperaba recibir nuevas noticias de su Eufi y nieto.Ares, mirando al hombre que había pensado, era su enemigos, sintió desmoronarse; no había hecho nada bien con ella, la había negado, la había humillado, y sin saber quién era ella en realidad incluso la había marcado con aquella denigrant
—Por favor…por favor…no me dejen solo…se los suplico —Aquella escena era desgarradora. Aquel no era un llanto, era, más bien, un doloroso alarido lobuno que nacía desde lo más profundo de aquella alma rota que se aferraba a aquella mujer a la que amaba con toda su alma. El pequeño dentro de ese vientre, había dejado de moverse.—¡No! ¡No! ¡Es mi hijo! ¡Es mi hijo! — gritó Ares con desesperación sintiendo el alma destruida.El corazón de Eufemia, había dejado de latir.—¡Eufemia! ¡Despierta! ¡Tu me perteneces! ¡No puedes irte sin mi permiso! ¡Te lo prohíbo! — gritaba entre lágrimas el desgarrado lobo.—Por favor joven Fenrir, hágase a un lado —Decía Noah al tiempo que intentaba reanimar a aquella hermosa rubia cuyo corazón había dejado de latir. El terrible sonido del desfibrilador, alteraba los nervios de Ares que no lograba dejar de llorar. ¿Iba a perderlos? ¿Su historia terminaba de esa manera? Dejándose caer sobre una silla, sentía su alma y corazón desgarrándose en miles de peda
El primer cachorro de un Alfa.Entre los licántropos, es una regla no escrita que el primer descendiente de un Alfa, siempre será un varón, pues será quien, en lo futuro, llevará a cuestas la misma posición de su padre cuando esté pase a mejor vida. Sin embargo, podrían ocurrir excepciones…y si era así, la manada era condenada a la desgracia. Ares sabía que su primer hijo, era un varón; lo había descubierto gracias al aroma, sin embargo, había algo más ala que no lograba identificar del todo, y que se había vuelto más intenso desde que la vida de Eufemia y su hijo había estado en peligro. Aquella hermosa rubia, se había quedado durmiendo después de haber superado aquella crisis. Sin embargo, Ares no lograba dejar de pensar en ella…y en el rostro de aquel malnacido hijo de perra, que había maldecido a su heredero para morir dentro del vientre de su madre.Elijah Bennet.Ese era el nombre del infame cazador, que tenía una deuda pendiente con él. Los Bennet, lo sabía, no era un linaje de
—Eufemia…despierta…tu sangre te llama…busca a Jerome…búscalo…tu sangre te llama… —El sol golpeo repentinamente su rostro. Sus ojos grises, acostumbrándose a la luz, se abrían para ver aquella habitación desconocida. Una lágrima se derramo y tocándose la mejilla, Eufemia no comprendió porque estaba llorando.Jerome.Aquel nombre, aquella misma mujer rubia que una vez más se manifestaba en sus sueños. ¿Quiénes eran aquellas personas? ¿Por qué tenía que buscar a ese Jerome? ¿Acaso se estaba volviendo loca? Nuevamente aquel sentimiento doloroso, y tambien, tan cálido, se instalaba en ella dejándola con aquella sensación de añoranza que le llegaba cada vez que miraba a esa bella mujer en sus sueños. Negando en silencio, miró alrededor de aquella habitación, con la esperanza de que su mirar se encontrara con el zafiro de Ares…sin embargo, él no estaba allí. Noah yacía durmiendo en una incómoda silla junto a su cama, y su padre, tampoco se apreciaba por ningún lado…aún no había tenido oport
Aquella tarde el cielo había vuelto a nublarse. Los niños, ya no se hallaban en las calles jugando alegremente, y el silencio era tal, que parecía que aquel pueblo se encontraba abandonado. Jennifer, se había recuperado de las heridas sufridas durante el escape de la mansión entre las montañas, y ahora mismo se hallaba con Eufemia. De Gabriel no sabía nada, y se sentía tan angustiada por el rubio, que intentaba distraer su mente para no pensar en él.—Me alegra que todo haya salido bien Eufi, yo tambien me pude recuperar muy bien gracias al señor García, es muy amable a pesar de ser un cazador —Jennifer charlaba con Eufemia en un afán de distraerse y distraerla. La hermosa rubia, había permanecido en silencio desde su charla con Noah…todo lo que le había dicho, la había dejado sin palabras. Noah le había contado lo que ese maldito había hecho: era culpa suya que Ares y su padre estuviesen a punto de matarse el uno al otro.¿Por qué ese hombre había hecho todo aquello? ¿Por qué los od