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Capítulo IV. Un mal inicio parte 2.

Sofía.

Tras la información que mi mente tuvo que registrar de los que los había contado Samary en el salón, tuve que salir de la mansión, a pasear por el jardín. No me sentía muy a gusto con el papel que iba a desempeñar en todo esto, no me sentía una heroína, ni el arma definitiva, como me había llamado Samary. Vamos que yo no era Leeloo, la protagonista del Quinto Elemento, pero tras las explicaciones de Samary de porque sólo yo podía hacerlo, todo me quedó claro, y me sentía aún más angustiada.

Al parecer, la que iba a convertirse en la salvadora del mundo era mi querida Vicky, ya que el microchip que llevaba yo implantado era biológico, y estaba, hecho para que reaccionara con un tipo de sangre, el suyo. 

Por suerte, o por desgracia, cuando estudiamos descubrimos que ella y yo, teníamos el mismo tipo de sangre, de hecho, ella tuvo que donarme sangre cuando, en el tercer año de carrera, cometí la estupidez de subirme a una moto de un amigo, y sufrimos un accidente, desde ese momento, odié las motos, la velocidad, y a ese estúpido amigo. 

Aunque han pasado años, según el inteligente exmodelo, mi cuerpo puede recordar, los encimas de la sangre de Vicky, y aceptarla, sin rechazar, a ese nuevo elemento nuevo y desconocido. Desde que me lo inyecte, apenas lo he notado, ni doy cuenta de que lo tengo, solo al bañarme lo noto como una pequeña dureza bajo la piel, como si fuera un mini punto.

La otra razón por la que yo sólo puedo hacerlo es porque si me quitan el microchip de mi cuerpo este deja de funcionar, para siempre, porque al ser de origen biológico, muere fuera de mi cuerpo, se mantenía con vida en la entraña jeringuilla, gracias a un fluido fabricado del cuerpo de Vicky, pero ahora ella no está. Así que soy la única que queda, para cumplir esta misión.

De nuevo el calor ante los nervios que esto me provocaba me inundaron, no estaba prepara para lo que se me venía encima, y los nervios colapsaron mi mente. 

Por eso no puedo mentir, ni fingir, siempre se me nota porque tengo nerviosa, me éxito sexualmente, o me enfado, suelo ponerme roja, como una manzana royal, y si intento controlarlo es peor. Algo, que sólo mi madre y mi mejor amiga sabían, por eso siempre me cogía cuando intentaba mentir, para salirme con la mía.

Así que me imaginé que, en este momento, estaría, como un semáforo encendido, yo no era buena para esto, o para nada de lo que esos cuatro, dentro de la casa, estuvieran preparando, no sabía mentir, sin que se me notara. 

Cuando llegué a la zona de la piscina, decidí darme un baño, para bajar el encendido color de mis mejillas, fui hasta la caseta de la piscina donde sabía, como me había explicado Samary, había bañadores sin estrenar para invitados, y toallas. Cogí el primero que vi, era un biquini azul turquesa que era de los pocos que podía cubrir algo de mis voluminosas curvas, una de mis maldiciones.

Desde que me desarrollé, en seguida mis raíces latinas se manifestaron en su máxima expresión. Era como una m*****a Jessica Rabbit, de uno sesenta y cinco centímetros de estatura, y cincuenta y seis kilos de peso.

Era también morena de pelo ondulado y largo, ojos negros como el carbón, y más curvas que una carretera de montaña. Siempre que le había preguntado a mi madre porque yo era tan diferente a ella, físicamente, me contestaba los mismo.

-“Eres una mezcla perfecta de lo mejor de cada raza, Sese, tienes los ojos negros, de tu abuela paterna española, el cuerpo curvilíneo de tu tatarabuela materna que era una preciosa mulata brasileña, el carácter de casi todos tus familiares, incluido tu abuelo y tu padre mexicanos, y la estatura de tu madre y tu abuela, que somos peruanas, una mezcla perfecta, que te hace ser lo mejor de todos nosotros.”- y ante esta explicación quien discute, aunque si me dieran a elegir, menos volumen de pecho, caderas, además del trasero, y más estatura, me hubiera venido muy bien, ¿Quién se creería que yo, con este cuerpo y esta altura, era una modelo?. Ni de coña.

Soy más la representante del sueño húmedo de cualquier hombre, que una posible candidata a desfilar en una pasarela, soy los más parecido a una guitarra española.

Miré mi imagen el espejo antes de salir, encendiendo de paso las luces de la piscina. La imagen que me devolvía el espejo. Era la de siempre, una morena con un bikini turquesa que trataba de tapar lo más que podía, ante tanta amplitud de carne expuesta. Di gracias que nadie estuviera en la zona de la piscina en este momento, o se iba a gozar un espectáculo semi pornográfico, que no interesaba a nadie, sobre todo, a mis ganas de hacer desaparecer ese color rojo intenso de mis mejillas.

Salí enrollada en la tolla, y casi sin pensarlos tras soltar la toalla al borde de la piscina, me introduje en la refrescante agua, hasta hundirme en ella, ni me importó que tuviera el pelo suelto, y que este se pegara a mi cara y mi cuerpo, hasta más abajo de la espalda. Pensaba cortármelo, antes de empezar mi master, ya que en los dos años que llevaba viviendo en México, casi no tenía tiempo de ir a la peluquería, solía mantenerlo saneado, gracias a que mi madre me cortaba las puntas cada cierto tiempo, así que esa enorme cortina de pelo negro ahora se mantenía mojada y lisa, por encima de mis glúteos.

Estaba tan distraída, que ni me di cuenta de que junto a la caseta detrás de un gran árbol, alguien con un casco de motorista puesto en su cabeza, unos vaqueros desgastados, y una chaqueta de cuero, no apartaba la vista de mí. 

Solo salí de la piscina y me envolvía en la toalla para sacarme, una voz profunda, me hizo girarme alarmada.

-“Si eres la amiga modelo, que esas dos celestina en prácticas, han traído de nuevo, para que me conquiste, te aviso, aunque eres realmente tentadora, y tengas un cuerpo hecho para el pecado, no estoy para nada interesado.”- apenas entendí lo que me dijo, sólo vi a un hombre alto, muy alto, en fundado en una chaqueta de cuero, que no evita ver la amplitud de sus espaldas, y unos vaqueros que se le pegaban al cuerpo, revelando que era un hombre fuerte, pero lo que más me atemorizó fue que su cara estuviera tapada por una casco de moto, que no dejaba verla.

- “Era de noche, ¿Qué demonios hacía con ese casco puesto?”- esto alertó a mi instinto de supervivencia- “¡Me han descubierto!”- y sin pensarlo me preparé para defenderme atacando, en seguida hice uso de mis conocimientos de Krau magan, y comencé a atacarlo, él a principio se sorprendió de mi reacción, pero pronto me di cuenta de que era rápido de reflejos, y conseguía esquivar casi todos mis golpes, esto me frustró, y arremetí con más fuerza.

Definitivamente, fue un error, mi desesperación me llevó a cometer errores, y prometo me vi inmovilizada en el suelo con ese hombre aprisionándome con su fuerte y musculado cuerpo, y con su mano, en sitios de mi cuerpo que eran de todo, menos decentes, mientras me inmovilizaba con una mano, mis brazos.

- “¡Suéltame maldito!, ¡no te lo pondré tan fácil!”- gruñí intentado recuperar el aliento, ese era otro error de principiante que cometí, por los nervios, perdí el control de mi respiración, y con ello la fuerza.

- “¿Pero ¿quién demonios eres?, ¿está loca?”- me dijo moviendo sus manos por mi cuerpo. Ese estúpido aparte de asesino era un maldito pervertido.

- “Deja de tocarme estúpido.”- le volví a gruñir. No podía ver su cara, así que no veía sus expresiones que me ayudarían a saber si, este iba a ser mi último día en la tierra.

- “Estoy comprobando si tienes alguna arma blanca para atacarme, no se sabe cómo puedes reaccionar algunas mujeres despechadas.”- por su voz supe que estaba sonriendo, ese estúpido se estaba burlando de mí.

- “Eres idiota, no vez que voy prácticamente desnuda, donde la escondería, y suelta mi trasero estúpido, o morirás bajo mis manos, en cuanto me levante.”- sabía que, si ese hombre me iba asesinar, pocas probabilidades había de que yo volviera a levantarme, pero me negaba a mostrarle miedo. Me imagine que mi cara estaría en este momento como un atardecer en el desierto.

- “Me encantaría obedecer, pero en este momento estas malditas manos, tienen vida propia.”- el descarado cometario me hizo abrir los ojos de vergüenza y de ira, pero no sólo fue porque me despertó esos sentimientos oírlo, fue también porque en ese momento sentí que, a la altura de mis caderas, otra dura protuberancia había comenzado a surgir, presionado, también, contra mi cuerpo, ese maldito se estaba excitando, y eso antes de asesinarme. 

- “¡Eres hombre muerto!”- gemí al asentir como sus manos ascendían por mis caderas, yo ya sabía dónde se dirigían, y no podía hacer nada.

- “Pero ¿qué está pasando aquí?”- la voz autoritaria del señor Nikolaus, nos paralizó a los dos.

- “Vermont Wilson suelta ahora mismo a Sofía.”- la voz de Valerie, me detuvo y me hizo mirar a mi atacante, que ahora mismo se separaba de mí y se levantaba.

Yo me levanté y lo miré mientras él se retiraba el casco, y os juro que, por un momento, mi cuerpo reacciono al mirarlo, ese hombre rayaba la perfección, era más que atractivo, una puta tentación, un provocador. 

El color rojo de mis mejillas se hizo más intenso, pero esta vez era otro sentimiento el que me hacía temblar y oscurecer mis mejillas, su cabello oscuro, y mojado por el sudor, esos ojos que no sabía si eran negros, marrones o cualquier otro color, pero si se veían muy oscuros, tanto que, al mirarme, sentí mi cuerpo temblar de nuevo. No sabía que demonio me estaba pasando, aunque sí me di cuenta de que lo más me atrajo de sus caras, fue su fuerte mandíbula, y una sonrisa que comenzó a dibujarse en ella. 

Esto fue lo que me hizo reaccionar, ese estúpido se había burlado de mí y no sólo me había hecho pasar un miedo atroz, sino que me había manoseado, y ahora se reía. Sin pensarlo y por puro instinto, de un movimiento de Krau magan, que ni él ni nadie se esperaba, le di una patada en el bajo vientre, que lo derribé en el suelo.

- “Aprende a respetar a las mujeres, estúpido.”- le dije cruzando mis brazos a la altura del pecho, mientras las risas entre los hombres que estaba de pie se desataban.

- “Me alegro de que os llevéis tan bien porque a partir de mañana seréis marido y mujer, ¡felicidades a los novios!”- esa frase dicha por Samary nos hizo mirarla desde distintas posiciones, yo de pie, y él tumbado, tocándose la zona golpeada, algo adolorido, pero la respuesta fue la misma para los dos. 

- “¡¿Quéee?!”- dijimos los dos a la vez.

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