Angus. Mientras me dirigía a la casa nueva de la enloquecedora Aventurera Miller, sabía que estaba cometiendo un error, pero tras lo sucedido esa tarde, y tras la forma tan agresivamente condescendiente con la que esa mujer me había despachado, como si fuera uno más de su lista, no podía evitarlo. Esto principalmente fue lo que, tras diez minutos de intentar controlar mi humor, pese a que había prometido que la enfrentaría al día siguiente, me hizo salir a buscarla. Mi mente no entendía esa actitud tan desentendida, como si fuera una mujer experimentada en este tipo de encuentros, sobre todo cuando yo sabía que era el primero, la prueba de ello estaba ahora en mi habitación, cubierta con una colcha que, cuidadosamente, yo había colocado para que, sólo yo, supiera cual era el secreto que ese sillón guardaba. Antes de coger el coche para perseguir a la huidiza Aventurera, envié un mensaje a Roy, diciéndole que en unos días viajaría a Londres para contarle algo que había sucedido con
Amelia. -” ¡Mierda Amelia! Se han ido en coche, ¿qué vamos a hacer?”- oí que me decía la maldita alborotadora de Betty Boo, mientras yo hacía lo único que podía hacer, recurrir a las únicas personas que podía controlar a Angus en este momento, mi hermano y mi cuñado. -” ¡Estoy haciendo lo que puedo, joder!, no sé cómo lo haces Betty Boo, pero cuando metes la pata lo haces siempre a lo grande...”- le dije mientras activaba la llamada para llamar primero a mi cuñado, era el único que podía llegar a tiempo a donde quiera que hubiera llevado Angus a Rowdy Cooper. Estaba verdaderamente asustada, pocas veces había visto esa mirada en Angus, quizás en la fiesta de víspera de Navidad de mi familia, cuando me reclamó algo que nunca debió reclamarme. -” Hola preciosa Amy, ¿y esta llamada tan tardía? ¿Ocurre algo en tu nueva casa?”- pronto oí, a través del mano libres, la voz varonil, y atractiva del cuñado más guapo, cariñoso del mundo, también es el único que tengo la verdad, no puedo co
Amelia. -” ¿Dónde vas Betty Boo?, ni se te ocurra dar un paso, tú y yo tenemos mucho de qué hablar.”- le dije sonriendo, mientras me colocaba bien el pelo hacia atrás. -” Pues yo a obedecer la orden de mi hermano, derechita a mi cuarto y ...”- la interrumpí muerta de risa, mientras comenzaba a recogerme el pelo en una coleta alta, quería estar cómoda para lo que me esperaba. -” A otro idiota con ese cuento, bruja pelirroja, no has obedecido a tu hermano en tu vida, nunca, al menos desde la adolescencia, acércate, como una niña buena, vamos a por unas copas, y chocolate, mientras esperamos noticias, así que aprovecha para comenzar a cantar como un canario, Betty B.…”- mis palabras fueron cortadas, ante la impresión inquietante de ver a la modelo con una sonrisa pícara, de pronto se acercó hacía mí, hasta casi pegar sus ojos a mi cuello. -” ¿Qué... que haces ...loca pelirroja...?”- le dije intentando alejarme. sorprendida por su actitud. -” ¿Nuevo tatuaje, zorra Amelia? No sabía que
Amelia. - “Es increíble lo inquieta que eres, ¿Te puedes a quedar quieta de una maldita vez, Amelia Earhart? O te juro que te ahogo con mis propias manos, enana del demonio”- la voz de mi hermana Ailan se oyó alta y desesperada, en la sala privada de mi madre, que estaba en el segundo piso de la mansión Miller, en Nueva York. No podía evitarlo, a mis quince años, era la primera vez que me maquillaba, y sinceramente, no se vosotras mujeres del mundo, pero para mí, esto del rímel, y el Enliner, es un maldito invento del demonio, hecho para torturar los ojos de las mujeres incautas, que se dejan arrastrar por estas estúpida manía del estilismo y el maquillaje, por mucho que lo intentaba, no podía evitar que mis ojos parpadearan, lagrimando, cosa que provocaba que intentara secarme las lágrimas, aumentando así la ira de la estúpida de Wendy. - “¡Es totalmente imposible! Mamá me rindo, tu hija es un maldito hombre, en cuerpo de mujer, mírala, si se parece un panda.”- se quejó Wendy a
Angus. Nada más entrar con mi familia en el lujoso vestíbulo de la mansión Miller, ya se oía el sonido de la música del gran salón de baile del primer piso. - “Bienvenidos señor y señora Blake. Gavin los acompañara, a la sala principal.”- nos dijo nada más vernos, el famoso y eficiente mayordomo de los Miller, James Conway, es abuelo de Gavin Conway, mi otro mejor amigo. Hace ocho años, los padres Gavin murieron en un accidente de coche, el padre de Gavin era el único hijo de James Conway, el mayordomo de cincuenta y ocho años de los Miller, así que Gavin vino a vivir a la mansión Miller, convirtiéndose en uno más de la familia, por deseo del bisabuelo Miller, con las misma oportunidades que sus nietos, fue así como nació nuestra amistad, el trio de triunfadores, éramos Roy, Gary y yo, los guaperas, ricos, los mejores estudiantes, y deportistas del Instituto Privado Horacio Mann, por no hablar de éxito que tenemos entre las féminas, lo tenemos todo. El próximo año Gary ira a la
Clara. Mucho antes de bajar las escaleras, y gracias al consejo de la reina de las grandes entradas, Alian Caroline Miller, me dije a mí misma que me mostraría altiva, segura, y no prestaría atención a nadie, en especial a ese atractivo joven, moreno, alto, y musculoso, de dieciocho años, de ojos verde profundos, y mirada altiva, que para mí desgracia, llevaba siendo mi fuente recurrente de fantasías amorosas, como adolescente, desde que cumplí los doce años. Y creo que lo conseguí, los primeros seis escalones, hasta que mi impaciencia y curiosidad de estúpida enamorada, y porque no decirlo, mi inseguridad, pudieron conmigo, así que rápidamente miré hacia la multitud, tratando de localizar al personaje principal de mi enamoramiento juvenil, para descubrir, decepcionada como mi hermano, Gary, él y el grupo de descerebrados, que eran amigos de esos tres, salían por la puerta que daba a la terraza, desde donde se accede al jardín, sin tan siquiera mirar atrás, en ningún momento. Por
Amelia. Normalmente, de entre mis hermanos, soy la menos problemática, salvo cuando hay un enfrentamiento, a campo abierto, entre los cuatro herederos Miller, en ese caso la mansión familiar, se convierte en un animado y bélico episodio de Juego de Tronos, donde hay de todo, alianzas, traiciones, amenazas, como en esa gloriosa serie, nadie sabe quién es el primero que muerde el polvo, sólo se sabe que el conflicto se acaba cuando la reina de dragones, la diosa Miller, hace que su más fiel verdugo, mi padre, ejecute su orden. Aunque esto no lo considero yo conflicto, es más bien, supervivencia entre hermanos que se aburren. En general, y sin que sirva de precedente, sólo me meto en verdaderos problemas cuando sigo las locas ideas de la terrorista de Connelly Blake, gesto que no habla muy bien de mí carácter tranquilo, que una niña cuatro años más joven que yo, me meta en estos líos, lo responde todo. - “¿No quieres saber a dónde han ido los chicos? ¿Y qué están hablando?”- dijo esta
Amelia. - “Dime la verdad, Connelly, ¿Wendy y tú han preparado algo?, ¿Verdad? ¿Algo que no me va a gustar? Les aviso, sólo he venido a conocer a Hanna, únicamente, nada más, así que suelta por esa boquita, pero ya”- le dije a Connelly muy seria y decidida, mientras subíamos en el ascensor privado, al ático de lujo que tenía mi hermana en Londres. - “No sé de lo que me estás hablando.”- me dijo la pelirroja con esa sonrisa descarada que tanto miedo me daba, confirmándome que, si habían preparado algo, que de seguro no me iba a gustar. - “Me voy…”- dije acercándome al tablero del ascensor, para detenerlo, pero esa enana pelirroja era mucho más rápida que yo, cuando se lo proponía, la futura Top model, se colocó delante de mí, interrumpiéndome para que no pudiera llegar a mis objetivos. - “Ni lo sueñes, ya no tienes escapatoria, ordenes de tu hermana.”- me dijo la atractiva heredera Blake. A sus diecisiete años, Connelly Blake era un sueño pecaminoso para cualquier hombre, algo qu