Narrador. Por otro lado, cuando finalmente los dos hombres, Finlay y Oliver, pudieron entrar en la sala de entrenamiento, como se esperaba, “la velada de boxeo” estaba en pleno apogeo, aunque increíblemente, a todos aquellos que esperaban ver ese combate, les sorprendió el ver que no estaba tan desigualados como ellos pensaban al principio, con menos fuerza, pero con algo más de agilidad, Rowdy Cooper, también había causado algunos golpes de consideración, en el rostro del el enfurecido CEO, aunque claramente, en el cómputo general, era el aniquilador quien lo iba ganado. -” Tú ocúpate de Cooper, yo agarro a Angus, y recuerda no vayas por delante, cógelo por la espalda, o mejor de lado, o serás tú el golpeado.”- dijo Finlay estableciendo la estrategia de rescate, Oliver sólo asintió. Y fue así como esos dos rescatadores consiguieron alejar a esos dos contrincantes, lo suficiente, como para que dejaran de golpearse sin sentido, mientras los gruñidos, los gritos de advertencia, y
Amelia. -” ¿Es que vais a seguir malditos estúpidos? Déjalo ya Lombriz, o te juro que mi hermano será la menor de tus preocupaciones, te lo aseguro, y tu estúpido Aniquilador, deja de buscarme, o te hundo la vida, sabes que puedo hacerlo, soy capaz de besar a tantos hombres que no te va a quedar fuerzas para pelearte con todos, empezando por los que están solteros en esta sala...”- dijo la descarada y desde luego admirada por mí, Betty Boo. Estas últimas palabras de la descarda Betty Boo tuvo varias reacciones interesantes de todos las que lo oímos. Muchos hombres sonrieron con diversión, ante el espectáculo que se presentaba delante de ellos, mientras que los tres hombres que yo tenía a mi lado, Finlay, Oliver Y Marcus, gruñeron como carneros indignados, yo, por mi parte, aplaudí orgullosa, interiormente, la fuerza y el valor de mi mejor amiga, pero la más impactante reacción fueron la de los dos contrincantes, que, tras oír las palabras de la pelirroja, la miraron con sorpresa
Amelia. -” Tú sabrás en los problemas que te metes, Aniquilador, eso sí, no pretendas darnos lecciones a los demás, cuando tú mismo no te las aplicas.”- dijo como gran colofón Betty Boo, para terminar de clavar el último calvo de su ataúd. “Sinceramente, quiero matar a esa maldita niñata.”- me dije cuando vi que tras sus palabras la mirada directa e intensa, tras comprenderlo todo, de Angus fue directa mis ojos, y yo sentí que quería que me tragara la tierra. -” ¿Se puede saber de qué están hablando? el público estamos perdiendo el hilo de todo esto, y ya que hemos “pagado” ...”- tuve que interrumpir al gracioso bocazas de mi hermano Marcus, ya estaba la cosa lo bastante encendida como para que encima ese estúpido echara más leña al fuego. -” ¡Cállate, Robin Hood! y metete en tus propios problemas.”- dije en un gruñido revelando asi mi estado de nerviosismo, mientras mi mirada no podía apartarse de la de Angus, que ahora me miraba con esos ojos serios y decididos, por alguna ra
Amelia. - “Es increíble lo inquieta que eres, ¿Te puedes a quedar quieta de una maldita vez, Amelia Earhart? O te juro que te ahogo con mis propias manos, enana del demonio”- la voz de mi hermana Ailan se oyó alta y desesperada, en la sala privada de mi madre, que estaba en el segundo piso de la mansión Miller, en Nueva York. No podía evitarlo, a mis quince años, era la primera vez que me maquillaba, y sinceramente, no se vosotras mujeres del mundo, pero para mí, esto del rímel, y el Enliner, es un maldito invento del demonio, hecho para torturar los ojos de las mujeres incautas, que se dejan arrastrar por estas estúpida manía del estilismo y el maquillaje, por mucho que lo intentaba, no podía evitar que mis ojos parpadearan, lagrimando, cosa que provocaba que intentara secarme las lágrimas, aumentando así la ira de la estúpida de Wendy. - “¡Es totalmente imposible! Mamá me rindo, tu hija es un maldito hombre, en cuerpo de mujer, mírala, si se parece un panda.”- se quejó Wendy a
Angus. Nada más entrar con mi familia en el lujoso vestíbulo de la mansión Miller, ya se oía el sonido de la música del gran salón de baile del primer piso. - “Bienvenidos señor y señora Blake. Gavin los acompañara, a la sala principal.”- nos dijo nada más vernos, el famoso y eficiente mayordomo de los Miller, James Conway, es abuelo de Gavin Conway, mi otro mejor amigo. Hace ocho años, los padres Gavin murieron en un accidente de coche, el padre de Gavin era el único hijo de James Conway, el mayordomo de cincuenta y ocho años de los Miller, así que Gavin vino a vivir a la mansión Miller, convirtiéndose en uno más de la familia, por deseo del bisabuelo Miller, con las misma oportunidades que sus nietos, fue así como nació nuestra amistad, el trio de triunfadores, éramos Roy, Gary y yo, los guaperas, ricos, los mejores estudiantes, y deportistas del Instituto Privado Horacio Mann, por no hablar de éxito que tenemos entre las féminas, lo tenemos todo. El próximo año Gary ira a la
Clara. Mucho antes de bajar las escaleras, y gracias al consejo de la reina de las grandes entradas, Alian Caroline Miller, me dije a mí misma que me mostraría altiva, segura, y no prestaría atención a nadie, en especial a ese atractivo joven, moreno, alto, y musculoso, de dieciocho años, de ojos verde profundos, y mirada altiva, que para mí desgracia, llevaba siendo mi fuente recurrente de fantasías amorosas, como adolescente, desde que cumplí los doce años. Y creo que lo conseguí, los primeros seis escalones, hasta que mi impaciencia y curiosidad de estúpida enamorada, y porque no decirlo, mi inseguridad, pudieron conmigo, así que rápidamente miré hacia la multitud, tratando de localizar al personaje principal de mi enamoramiento juvenil, para descubrir, decepcionada como mi hermano, Gary, él y el grupo de descerebrados, que eran amigos de esos tres, salían por la puerta que daba a la terraza, desde donde se accede al jardín, sin tan siquiera mirar atrás, en ningún momento. Por
Amelia. Normalmente, de entre mis hermanos, soy la menos problemática, salvo cuando hay un enfrentamiento, a campo abierto, entre los cuatro herederos Miller, en ese caso la mansión familiar, se convierte en un animado y bélico episodio de Juego de Tronos, donde hay de todo, alianzas, traiciones, amenazas, como en esa gloriosa serie, nadie sabe quién es el primero que muerde el polvo, sólo se sabe que el conflicto se acaba cuando la reina de dragones, la diosa Miller, hace que su más fiel verdugo, mi padre, ejecute su orden. Aunque esto no lo considero yo conflicto, es más bien, supervivencia entre hermanos que se aburren. En general, y sin que sirva de precedente, sólo me meto en verdaderos problemas cuando sigo las locas ideas de la terrorista de Connelly Blake, gesto que no habla muy bien de mí carácter tranquilo, que una niña cuatro años más joven que yo, me meta en estos líos, lo responde todo. - “¿No quieres saber a dónde han ido los chicos? ¿Y qué están hablando?”- dijo esta
Amelia. - “Dime la verdad, Connelly, ¿Wendy y tú han preparado algo?, ¿Verdad? ¿Algo que no me va a gustar? Les aviso, sólo he venido a conocer a Hanna, únicamente, nada más, así que suelta por esa boquita, pero ya”- le dije a Connelly muy seria y decidida, mientras subíamos en el ascensor privado, al ático de lujo que tenía mi hermana en Londres. - “No sé de lo que me estás hablando.”- me dijo la pelirroja con esa sonrisa descarada que tanto miedo me daba, confirmándome que, si habían preparado algo, que de seguro no me iba a gustar. - “Me voy…”- dije acercándome al tablero del ascensor, para detenerlo, pero esa enana pelirroja era mucho más rápida que yo, cuando se lo proponía, la futura Top model, se colocó delante de mí, interrumpiéndome para que no pudiera llegar a mis objetivos. - “Ni lo sueñes, ya no tienes escapatoria, ordenes de tu hermana.”- me dijo la atractiva heredera Blake. A sus diecisiete años, Connelly Blake era un sueño pecaminoso para cualquier hombre, algo qu