Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos. Alicia había atrapado los labios de Emiliano de manera apresurada, necesitaba terminar de desbordar todo lo que tenía en su interior, él en pocas palabras había dicho que la amaba, y eso, era mucho para ella, necesitaba mostrarle que ella también lo amaba.—Espera—dijo Emiliano separándose del beso, Alicia abrió sus ojos y lo miró con el ceño arrugado, “¿Acaso después de todo lo que le dijo no la deseaba?” —Vayamos a nuestra habitación, quiero tomarme el tiempo para poder…—se inclinó hacia ella y dejó un beso en la curva de su cuello, haciendo que Alicia se estremeciera en su lugar, él se separó un centímetro de su piel y susurró, —… Disfrutarte. —luego otro beso, pero era un beso tipo “Succionador”, ella se removió y al mismo tiempo se restregó contra lo duro que tiraba del pantalón de Emiliano. Empezó a moverse con más fuerza, él negó con una sonrisa contra la piel de ella. —Aquí, ahora, por favor.—suplicó Alicia—Necesito ahora ten
Ático nuevo de los Rodríguez, New York, Estados Unidos.Alicia gimió cuando Emiliano entró en ella, marcó un ritmo lento, tierno, como nunca lo había hecho desde que había empezado a tener intimidad juntos, estaba disfrutando más de lo normal, era como si hubiese más que una conexión entre dos cuerpos. Era como algo nuevo. Emiliano la miró desde su posición, ella tenía los labios entreabiertos, sus ojos cerrados, mejillas sonrojadas, la luz tenue le daba una imagen de ella bastante sexy, aquel rostro radiaba deseo y pasión, cuando Alicia abrió sus ojos, se encontró con algo más, ella lo amaba, ella había dicho que lo amaba, ¿Eso que sentía en su pecho era un tipo de felicidad? ¿Su corazón latió tan rápido por eso?Sintió las manos de Alicia acariciando sus mejillas, entonces él se detuvo, no salió de su interior, así se quedó encima de ella, mirándola detenidamente. —¿Qué pasa? Estás inquieto, ¿Es por lo que te he dicho?—la mano de Alicia acarició sus nudillos, él negó y llenó de bes
Ático de los Rodríguez, New York, Estado Unidos. Alicia se había puesto aquel vestido que sabía que debía de usar en alguna situación, de esas que debía de mostrar un poco más. Estaba sonriendo en el espejo al verse de cuerpo completo, cambió sus sandalias por unas zapatillas de tacón de aguja, el vestido estaba arriba de la rodilla, y la tela se adhirió a su cuerpo, como una segunda piel, se pasó ambas manos por su silueta y luego se las llevó a los pechos, intentó no soltarse a reír ahí mismo cuando se estaba sintiendo poderosa, realmente Alicia era sexy si utilizaba la ropa correcta, el vestido de una pieza en color negro, era de una marca Italia muy famosa, lo había comprado doña María para ella aquella vez que hicieron las compras en la ciudad de México, el escote era en V y terminaba a medio estómago, resaltaba sus dos atributos, pero sin mostrar mucho, era sexy y elegante, sin caer en la vulgaridad. Las piernas se le veían más largas en aquel calzado, se acomodó el cabello de l
Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos. La elegante mujer estaba sentada en uno de los sillones individuales que tenía Emiliano en la sala de su despacho, cruzó una pierna sobre la otra mientras miró el lugar, pensó que tenía estilo, pero podría mejorar. La puerta se abrió y apareció Emiliano, cerró la puerta detrás de él, Beatrice lo miró y sonrió. —Pensé que me dejarías esperando el resto del día—arrugó su ceño al ver que solo había entrado él. —¿Dónde está tu esposa? —preguntó intrigada. Emiliano se tensó y suspiró. —En un momento vendrá y haré las presentaciones, ¿Por qué has venido sin avisar? —preguntó Emiliano tomando sitio en otro sillón individual, quedando frente a ella, Beatrice sonrió y arqueó una ceja al mismo tiempo. —Quería pillarte, pero veo que no lo he hecho. —Emiliano levantó su pierna y dejó descansado sobre la rodilla su pie, se había recargado en el respaldo del sillón, y dejó su mano en el brazo de este. —¿Tan tenso te pone que esté aquí, en tu
Beatrice intentó que Emiliano no arruinara su plan, así que le dijo que dejara que primero comieran y luego hablarían. Tenía algo entre manos. Algo que haría que la mujer sentada a lado de él, mirase el lado oscuro, real de él, así él quedaría a su merced, aunque había un plan B si el A no llegaba a su meta. —Relájense, y comamos. Al terminar, hablaremos y dejaré los puntos claros. —dijo cuando el mesero llegó con sus platos de comida. Había Emiliano un platillo sencillo, que sabía que no llenaría del todo a Alicia, pero era rápido de terminar, a comparación de la comida de Beatrice. Comieron en total silencio y cuando finalmente terminaron, el mesero se acercó y retiró todo, Beatrice le dio indicaciones que el champán sería cuando diera la señal, mientras, no la quería ahí, a lado de la mesa en enfriándose. Sonrió hacia la pareja sentada frente a ella y luego suspiró. —¿Entonces?—preguntó impaciente. —Necesito el proyecto del rascacielos de Nassef Sawiris—Emiliano abrió sus ojos
Ático de los Rodríguez, New York. Después de haber salido de aquella comida, Emiliano y Alicia tenían una semana para conseguir lo que Beatrice había pedido, el camino al ático de regreso fue en total silencio, ella juró que si fuese una caricatura Emiliano, podría ver tuercas moviéndose dentro de su cabeza y sacando humo por las orejas.—O sea que me tomaste la mano por debajo de la mesa solo para que me tranquilizara, ¿No?—preguntó Alicia, quién estaba sentada en uno de los últimos escalones mirando como Emiliano hacía llamadas y hablaba idiomas distintos en el que, pues ella no tenía conocimiento, apenas podía entender un poco de inglés, él había terminado una llamada cuando le había dicho esa pregunta, Emiliano se detuvo frente a ella y se sentó sobre sus talones y la miró a los ojos. —Necesito que estés tranquila, —dijo él—Beatrice no cumplirá su promesa. —Alicia arrugó su ceño. —La conozco, me es imposible conseguir lo que me pide, sabe que es imposible y lo pintó como un reto
Alicia estaba en el primer escalón en lo alto, Emiliano miró en su dirección. Ella empezó a bajar descalza y sin quitarle la mirada a él. —¿Qué es lo que me estás ocultado, Emiliano? Se supone que ibas a confiar en mí. —Michael se puso de pie e intentó amortiguar el madrazo que se venía para su amigo. —Alicia, buenas noches, disculpa que te despertemos así, con nuestros gritos—estas últimas tres palabras las dijo mirando a Emiliano, luego miró a ella que había llegado al último escalón y seguía mirando a Emiliano. —¿Qué es lo que me estás ocultando? ¿No vas a confiar en mí? ¿Qué tiene que ver que yo sea «tan inocente»? —Emiliano tenía su corazón latiendo a toda prisa, sin palabras que decir en ese momento, ¿Cómo podría cambiar su forma de verlo? No podría con ello, realmente Alicia lo amaba, ¿Lo amaría con toda la maldad que hizo hace años atrás?—Michael espérame en el despacho, por favor, te alcanzo en un momento.—Claro, con permiso, Alicia. —luego desapareció por donde le había
Emiliano se aferró al volante una vez que habían rastreado el celular de Alicia, la ubicación era la casa de Beatriz, no se pudo imaginar como era que pasó de hacer maletas en su habitación a estar con la viuda en su casa a casi media hora de distancia.—Maneja tranquilo, no queremos que nos detenga un policía y perderemos más tiempo—dijo Michael a su lado aferrándose al cinturón de seguridad, metiendo el pie al fondo sin darse cuenta. —Alicia es una tonta, ¡¿Cómo es que se va a meter directamente a la boca del lobo? ¡Por Dios santo, Michael! ¡Será una tonta!—exclamó furioso al volante. —Sí, sí, una tonta, —Emiliano le lanzó una mirada de furia—Perdón, es tu tonta, digo tu esposa. —No se atreverá Beatriz a mostrarle esa grabación, ¿Verdad? —Emiliano, siempre ha sido Beatriz nuestra enemiga. Nos tiene a los dos agarrados. Yo con todos los malos manejos de negocios que he tenido en los últimos diez años, ella tiene reportes, documentos oficiales, lo tuyo solo es una grabación.—Per