Queridos lectores: La ausencia de la actualización es que estoy armando un maratón que es el que nos llevará al final de esta historia, es un maratón de diez capítulos que cerrará con broche de oro esta novela, más no daré fecha para no quedar mal. Pero son DIEZ capítulos y largos. Así que prepárense que viene un final ufffff. Por si no sigues mis Rds Socials te invito a que me sigas y te enteres donde estará completa con más escenas (Sería una mini segunda temporada) y también en formato físico. Saludos! Atentos por allá que anunciaré la fecha del maratón :)
Ático de los Rodríguez, New York, Estados Unidos. La elegante mujer estaba sentada en uno de los sillones individuales que tenía Emiliano en la sala de su despacho, cruzó una pierna sobre la otra mientras miró el lugar, pensó que tenía estilo, pero podría mejorar. La puerta se abrió y apareció Emiliano, cerró la puerta detrás de él, Beatrice lo miró y sonrió. —Pensé que me dejarías esperando el resto del día—arrugó su ceño al ver que solo había entrado él. —¿Dónde está tu esposa? —preguntó intrigada. Emiliano se tensó y suspiró. —En un momento vendrá y haré las presentaciones, ¿Por qué has venido sin avisar? —preguntó Emiliano tomando sitio en otro sillón individual, quedando frente a ella, Beatrice sonrió y arqueó una ceja al mismo tiempo. —Quería pillarte, pero veo que no lo he hecho. —Emiliano levantó su pierna y dejó descansado sobre la rodilla su pie, se había recargado en el respaldo del sillón, y dejó su mano en el brazo de este. —¿Tan tenso te pone que esté aquí, en tu
Beatrice intentó que Emiliano no arruinara su plan, así que le dijo que dejara que primero comieran y luego hablarían. Tenía algo entre manos. Algo que haría que la mujer sentada a lado de él, mirase el lado oscuro, real de él, así él quedaría a su merced, aunque había un plan B si el A no llegaba a su meta. —Relájense, y comamos. Al terminar, hablaremos y dejaré los puntos claros. —dijo cuando el mesero llegó con sus platos de comida. Había Emiliano un platillo sencillo, que sabía que no llenaría del todo a Alicia, pero era rápido de terminar, a comparación de la comida de Beatrice. Comieron en total silencio y cuando finalmente terminaron, el mesero se acercó y retiró todo, Beatrice le dio indicaciones que el champán sería cuando diera la señal, mientras, no la quería ahí, a lado de la mesa en enfriándose. Sonrió hacia la pareja sentada frente a ella y luego suspiró. —¿Entonces?—preguntó impaciente. —Necesito el proyecto del rascacielos de Nassef Sawiris—Emiliano abrió sus ojos
Ático de los Rodríguez, New York. Después de haber salido de aquella comida, Emiliano y Alicia tenían una semana para conseguir lo que Beatrice había pedido, el camino al ático de regreso fue en total silencio, ella juró que si fuese una caricatura Emiliano, podría ver tuercas moviéndose dentro de su cabeza y sacando humo por las orejas.—O sea que me tomaste la mano por debajo de la mesa solo para que me tranquilizara, ¿No?—preguntó Alicia, quién estaba sentada en uno de los últimos escalones mirando como Emiliano hacía llamadas y hablaba idiomas distintos en el que, pues ella no tenía conocimiento, apenas podía entender un poco de inglés, él había terminado una llamada cuando le había dicho esa pregunta, Emiliano se detuvo frente a ella y se sentó sobre sus talones y la miró a los ojos. —Necesito que estés tranquila, —dijo él—Beatrice no cumplirá su promesa. —Alicia arrugó su ceño. —La conozco, me es imposible conseguir lo que me pide, sabe que es imposible y lo pintó como un reto
Alicia estaba en el primer escalón en lo alto, Emiliano miró en su dirección. Ella empezó a bajar descalza y sin quitarle la mirada a él. —¿Qué es lo que me estás ocultado, Emiliano? Se supone que ibas a confiar en mí. —Michael se puso de pie e intentó amortiguar el madrazo que se venía para su amigo. —Alicia, buenas noches, disculpa que te despertemos así, con nuestros gritos—estas últimas tres palabras las dijo mirando a Emiliano, luego miró a ella que había llegado al último escalón y seguía mirando a Emiliano. —¿Qué es lo que me estás ocultando? ¿No vas a confiar en mí? ¿Qué tiene que ver que yo sea «tan inocente»? —Emiliano tenía su corazón latiendo a toda prisa, sin palabras que decir en ese momento, ¿Cómo podría cambiar su forma de verlo? No podría con ello, realmente Alicia lo amaba, ¿Lo amaría con toda la maldad que hizo hace años atrás?—Michael espérame en el despacho, por favor, te alcanzo en un momento.—Claro, con permiso, Alicia. —luego desapareció por donde le había
Emiliano se aferró al volante una vez que habían rastreado el celular de Alicia, la ubicación era la casa de Beatriz, no se pudo imaginar como era que pasó de hacer maletas en su habitación a estar con la viuda en su casa a casi media hora de distancia.—Maneja tranquilo, no queremos que nos detenga un policía y perderemos más tiempo—dijo Michael a su lado aferrándose al cinturón de seguridad, metiendo el pie al fondo sin darse cuenta. —Alicia es una tonta, ¡¿Cómo es que se va a meter directamente a la boca del lobo? ¡Por Dios santo, Michael! ¡Será una tonta!—exclamó furioso al volante. —Sí, sí, una tonta, —Emiliano le lanzó una mirada de furia—Perdón, es tu tonta, digo tu esposa. —No se atreverá Beatriz a mostrarle esa grabación, ¿Verdad? —Emiliano, siempre ha sido Beatriz nuestra enemiga. Nos tiene a los dos agarrados. Yo con todos los malos manejos de negocios que he tenido en los últimos diez años, ella tiene reportes, documentos oficiales, lo tuyo solo es una grabación.—Per
Ático de los Rodríguez, New York, Estados UnidosAlicia estaba sentada con la espalda recargada en el respaldo acojinado de la cama, con las rodillas recargadas contra su pecho y rodeándolas con sus brazos. Vio caminar de un lado a otro a Emiliano decir que todo lo que había hecho fue imprudente, decía que se lo hubiera dejado a él, que pudo haberle hecho algo Beatrice, que era una confiada, que este mundo era peligroso y que eran sus problemas, hasta que se detuvo y miró en dirección de Alicia. —¿Estás escuchándome?—preguntó impaciente al silencio de Alicia, ella levantó su mirada y como niña regañada asintió. —¿Cómo no quieres que te escuche si estás gritando? Creo que hasta recepción te escuchan, Emiliano. —¿Piensas que esto es una broma?—exclamó poniendo las manos en su cintura. —No es una broma, sé lo que estaba haciendo, ¿Crees que no lo sabía? El miedo simplemente se fue y me aventé, me arriesgué y lo hice para que tú tuvieses la libertad, lo pude hacer…—¿Y si no? Beatrice
Emiliano sintió una opresión en su pecho cuando iba directo al ático, había cerrado un par de negocios y otros a los que había renunciado para poder marcharse de la ciudad cuanto antes, sin duda, debió de haber llegado a oídos de Beatrice, pero como todo hombre de negocios después de lo que había pasado anoche, estaba dispuesto a darse la mano para poder irse con Alicia tranquilo de New York y regresar sin problemas. Cuando se detuvo en uno de los últimos semáforos antes de llegar al edificio, escuchó a lo lejos las sirenas de los bomberos, estos iban rápidos y varios autos le cedieron el paso, cuando vio hacia donde habían dado vuelta, se tensó y no entendió por qué, se llevó una mano a su pecho y de nuevo esa opresión. El semáforo cambió a verde y avanzó en el tráfico de la calle principal, cuando dio la vuelta detuvo el auto a media calle, el edificio donde estaba el ático, estaba incendiándose, había mucha gente en las calles, más bomberos bajaban a toda prisa para usar las mangue
Horas después…Alicia estaba durmiendo en la cama grande que estaba en el centro de aquella habitación de hotel, Emiliano la miró dormir por horas, había tenido un miedo desbloqueado: Dejar sola a Alicia. Desde el sillón individual que estaba en una esquina, desde ahí estaba maquilando su siguiente paso. No permitiría que Beatrice se saliera con la suya. Atentar en contra de Alicia, sería lo último que haría en su vida. Poco a poco comenzó a cerrar los ojos, pero se negó a dormir, tenía que juntar las piezas importantes para tomar venganza antes de marcharse. Repasó mentalmente, los pasaportes y visas, las había guardado en el banco, en su caja privada, así como los documentos más valiosos, así evitaría que fuera de eso, se perdieran, bendito el consejo que le había dejado su padre, ahora entendía que por cosas de la vida, uno podía perder documentos necesarios. —¿Por qué no te metes a la cama conmigo, Emiliano?—escuchó la voz adormilada de Alicia, él finalmente se rindió, se quitó