Semanas después… En la ciudad de New York se había llevado a cabo un juicio en contra de Beatrice Vivaldi por enriquecimiento ilícito, el cargo de asesinato en primer grado contra su difunto esposo, lavado de dinero, entre otros cargos más, se habían presentado todas las pruebas existentes en contra de ella. Emiliano y con la ayuda de William y Michael, habían encontrado a cada persona que fue sobornada por Beatrice para conseguir sus objetivos y declarar en su contra, habían caído en el mismo juicio un par de jueces que fueron comprados, mostraron de todo y finalmente, Beatrice fue declarada culpable de cada cargo. Un mes más bastó para lograrlo. Ya serían dos meses desde que Alicia había regresado a la hacienda «El patrón» y un mes desde que se había enterado de que estaba en la dulce espera de gemelos. Esa misma mañana al anunciarse el veredicto, Emiliano voló de inmediato hacia México, las ansias por ver a Alicia eran tan grandes, que no se reconoció a sí mismo. Ese día que se
—No sé por qué Leonardo hasta hoy que estoy a semanas de parir a estos chilpayates es que quiso hacer el baby shower, —se quejó—Estoy toda hinchada, me duele la cintura, la espalda, y siento que me punza ahí abajo. —se acomodó con dificultad. —Y todavía faltan dos semanas para que salgan de aquí. —apareció Emiliano con un par de vestidos veraniegos que eran bonitos y la tela era fresca. Alicia suspiró y negó. —¿Si te presentas en mi nombre? Yo puedo quedarme aquí acostada, descansando, ¿Sí?—Emiliano suspiró.—¿Cuánto por tu silencio de no saber donde estoy?—él sonrió. —Si no quieres bajar, entenderé. Me importa más tu salud y la de nuestros gemelos, además, te ves agotada. —Eres un amor, ¿Lo sabías? —Alicia se acomodó. Pero sabía que ya debería de estar todos esperando por su presencia, casi no había salido en los últimos meses, más porque tenía miedo que un mal movimiento podría afectar a los gemelos. —¿Entonces te quieres quedar? Para ir a decirle a los invitados, por mí, prefier
… Hasta que recuperara su fuerza después de tremendo parto de dos. Alicia se había desmayado, la habían revisado y todo estaba normal, signos vitales estables. Solo necesitaba dormir. Emiliano estaba caminando de un lado a otro en la habitación, se detuvo una y otra vez de manera breve para ver si despertaba, hasta que ella lo miró preocupado haciendo ruidos al caminar. —¿Puedes detenerte un poco? Me estás mareando con esas idas y vueltas. —Emiliano miró hacia ella y sintió el alivio. —Me has dado el tercer susto más horrible de mi vida, pensé qué te habías ido, que me…—la voz de Emiliano se quebró impidiendo que siguiera hablando. —Aquí estoy, señor Rodríguez. —ella seguía pálida, adolorida, le punzaba cada parte de su cuerpo, estaba completamente molida. Definitivamente, cerraría fábrica de inmediato. Emiliano se acercó a ella y acarició su mejilla. —Solo estoy agotada, sabes que no he dormido en meses, ¿Cómo están los bebés? ¿Hay que darles de comer ya?—dijo ella intentando sen
Manhattan, New York, Estados Unidos. Emiliano levantó la vista de nuevo para confirmar lo que veía en la pantalla de la bolsa de valores, hojeó una que otro documento que tenía en sus manos, un par de televisores frente a él que estaban empotrados en la pared visualizaban las gráficas donde mostraban que el dólar decayó y otra donde el euro subió. En uno de los televisores tenía el noticiero internacional que veía cada mañana después de su rutina de ejercicio en el gimnasio privado, el teléfono inalámbrico que estaba sobre el escritorio, sonó, pero no contestó dejándolo que entrara directo al contestador. —“Emiliano, contesta. Ahora…”—era su madre y estaba muy alterada, no lo pensó dos veces cuando ya tenía el auricular en su oído. — ¿Qué es lo que pasa? —la mujer al otro lado de la línea apenas podía hablar. Emiliano lanzó los documentos sobre el escritorio y se puso de pie de un movimiento. —Tu padre…—más llanto, sintió como los músculos de sus hombros se tensaron. —Se ha ido… Y
Hacienda “El patrón” Emiliano dio indicaciones a su personal de seguridad, le hizo una seña a Ryan para que lo siguiera, caminaron por el sendero de piedra lisa que lo llevaría hasta la puerta principal de la hacienda, su corazón se agitó cuando los recuerdos lo golpearon, dos hombres custodiaban la entrada. —Buenos días, —dijo de manera educada, pero estos dos hombres con armas, no abrieron la puerta. — ¿Quién es usted? —preguntó uno de ellos a Emiliano. —Soy Emiliano Rodríguez, ¿Algún problema? ¿Por qué no estás abriendo esa puerta? —Lo siento, pero tenemos órdenes de no dejar pasar a nadie. —Soy el hijo de Don Emiliano. —Al ver que no los convenció, gruñó entre dientes mientras metió su mano en el bolsillo, sacó su celular y marcó a su madre. —He llegado y no me dejan entrar. —Escuchó a su madre decirle algo—Espero. —luego colgó, momentos después, el celular sonó a uno de ellos, contestó y se tensó mientras escuchó a la persona del otro lado de la línea. —Sí, señora. —luego c
Hacienda «El patrón» Doña María llevó a su hijo al despacho para estar más cómodos y aparte de que no estuvieran escuchando su conversación, se dio cuenta de que el empleado de su hijo era demasiado discreto, miró hacia Ryan que desde su lugar solo vio la punta de un zapato negro. — ¡Oye tú! —Miró a su hijo— ¿Cómo dijiste que se llamaba? ¿Rayan? —Emiliano casi se le escapó una sonrisa, pero se mantuvo serio. —Ryan. —dijo Emiliano, y Ryan apareció. — ¿Sí, señor? —dijo este bastante tenso. —Te presento a mi madre, ella es María Guadalupe Ansa de Rodríguez. —Ryan saludó educadamente a doña María. —Mis condolencias, señora de Rodríguez. —doña María le agradeció. —Deja llamo a esta muchacha. —Hizo una pausa para gritar— ¡Lichaaaa! —una joven mujer entró un momento después, tenía el cabello castaño recogido en una trenza que estaba a punto de desbaratarse, llevaba un uniforme tipo jumper azul marino de manga corta y le llegaba un centímetro arriba de sus rodillas, en la cintura tenía u
La hacienda “El patrón”Emiliano tomó con cuidado el dedo de Alicia, lo revisó bien para evitar que se infectara la herida, estaba demasiado concentrado que no notó que ella lo estaba observando detenidamente, la nariz, sus pómulos, esa barba bien perfilada y el ceño arrugado en señal de concentración. "¿Y es casado? ¿Es soltero? ¿Es gay? ¿Es...? ¿Es un ángel que su madre le había enviado para cuidarla? Alicia suspiró sin querer atrayendo la atención de Emiliano, sus miradas se encontraron, él notó el rubor en sus mejillas.— ¿Está todo bien? ¿Te duele?—negó rápidamente retirando la mano de la suya y sintió el ardor de la herida, abrió su boca para soltar unas cuantas malas palabras, pero se contuvo al ver Emiliano expectante por lo que saldría de su boca grosera, la cerró y presionó sus labios con fuerza para no soltar nada. Emiliano sonrió discretamente.—Anda, dilo, no hay nadie en la cocina—y Alicia no dudó.— ¡Maldita sea, eso arde como el mismo infierno! ¿Qué me puso? ¿Ácido? ¿S
Alicia se había quedado quieta en la puerta que estaba un poco abierta, los vellos de sus brazos se erizaron al escuchar aquel llanto de su jefe Emiliano, sintió una punzada en su pecho, haciéndole recordar que ella había perdido a su madre, sabía cómo se sentía cuando perdías a un ser querido. “Pero ellos tenían más tiempo” pensó, bajó la mirada a la charola con otro juego de café de cerámica en color negro, Alicia suspiró mientras se debatió en sí entrar o no, si dar privacidad o disculparse al entrar y dejar la charola para luego marcharse, “Pero tendrían café calientito para cuando terminaran” pensó. —Dámelo, yo lo dejaré. —anunció don Óscar a Alicia. —No te preocupes…—él suavizó la mirada al debate mental que tenía, tomó la charola y le hizo una seña para que se marchara, eso hizo ella de manera dudosa, se marchó sin mirar atrás. Óscar entró a la habitación principal con la charola de plata en las manos, la mirada de doña María se levantó para encontrárselo cerrando la puerta de