Hacienda “El patrón”
Emiliano dio indicaciones a su personal de seguridad, le hizo una seña a Ryan para que lo siguiera, caminaron por el sendero de piedra lisa que lo llevaría hasta la puerta principal de la hacienda, su corazón se agitó cuando los recuerdos lo golpearon, dos hombres custodiaban la entrada.
—Buenos días, —dijo de manera educada, pero estos dos hombres con armas, no abrieron la puerta.
— ¿Quién es usted? —preguntó uno de ellos a Emiliano.
—Soy Emiliano Rodríguez, ¿Algún problema? ¿Por qué no estás abriendo esa puerta?
—Lo siento, pero tenemos órdenes de no dejar pasar a nadie.
—Soy el hijo de Don Emiliano. —Al ver que no los convenció, gruñó entre dientes mientras metió su mano en el bolsillo, sacó su celular y marcó a su madre. —He llegado y no me dejan entrar. —Escuchó a su madre decirle algo—Espero. —luego colgó, momentos después, el celular sonó a uno de ellos, contestó y se tensó mientras escuchó a la persona del otro lado de la línea.
—Sí, señora. —luego colgó, le lanzó una mirada a su compañero y afirmó, regresó la llamada a Emiliano. —Lo siento, señor Rodríguez, nuestras condolencias, puede pasar lo están esperando en la sala principal del ala este. —Emiliano no dijo nada, solo siguió caminando por un largo pasillo de tantos que lo llevaría a un jardín de rosas blancas que su padre mantenía para su madre en gesto de detalle romántico.
—Muy bonitas rosas—Ryan susurró sin dejar de verlas, miró de reojo a su jefe y siguieron avanzando. Al llegar al marco de la entrada a la sala principal, su madre se dio cuenta de su llegada, estaba sentada en una silla viendo hacia el jardín. Se levantó y abrió sus brazos a su hijo en señal bienvenida.
—Madre, —caminó y aceptó el abrazo, doña María era baja y robusta, tenía el cabello castaño entremezclado con las canas de los años, olía a vainilla, el olor que siempre recordaba Emiliano a su madre. Fue un abrazo que duró minutos, ella lloró contra su pecho humedeciéndola por las lágrimas quedando solo en sollozos, me contó a como pudo que el médico declaró que había fallecido en la madrugada, de un ataque al corazón mientras dormía.
—Qué bueno que alcanzaste a llegar antes de velarlo, ya que mi deseo es que hagas guardia en féretro junto con tus hermanos. —entonces Emiliano se preguntó para sí mismo, ¿Dónde estaban esos dos hijos de…? —Después será el entierro en nuestro panteón privado dentro de la hacienda. —se separó doña María para verlo, sonrió débilmente, tomó con su dos manos el rostro de su hijo menor. —Eres tan idéntico a él de joven, —sus ojos se volvieron a cristalizar por las lágrimas, él llevó sus manos a las muñecas de su madre y depositó un pequeño beso, luego dejó una en su frente.
—Ya llegó el hijo consentido y mimado, el Emilio “baby fiu-fiu”…—se escuchó una voz masculina y burlona a espalda de Emiliano, miró a su madre y rodó los ojos, su madre le lanzó una mirada a su hijo mayor.
—No empieces, Sebas. No es momento para tus odiosos comentarios. Tu padre los amaba a los tres por igual y yo también.
—Si como no, mandó a este a la “Yuneites” a estudiar una carrera cara, —Sebastian le dio un recorrido a Emiliano de pies a cabeza—Míralo nada más, parece ya a uno de allá. Se agringó.
—No es culpa de Emiliano que tuvieras caca en el cerebro como para seguir estudiando, ¿Recuerdas todo el dinero que tiró tu padre en ti y en Leo para que estudiaran cómo debía? No, no lo recuerdas, solo recuerdas lo que te conviene. —replicó furiosa doña María hacia su otro hijo, quién mordió distraído el palillo de dientes.
—Como siempre, “jefita” siempre defendiendo a este huerco.
—No hables como si no estuviese presente. —La voz cargada de frialdad de Emiliano, provocó tensión en su hermano, era la primera vez en muchos años que lo escuchó así. —Y deja de molestar con algo que solo ustedes dos imaginaban, —presionó Emiliano su dedo índice contra la sien, luego lo retiró sin dejar de mirar a su hermano bajo el marco de la entrada a la sala.
— ¿Qué ya llegó el nene de la casa? —otra voz se unió a la reunión familiar, Leonardo se quedó a lado de Sebastian, puso sus manos en la cintura y miró a Emiliano. —Vaya, vaya, lo que hace no tener “caca” en la cabeza. —Leonardo había alcanzado a escuchar a su madre cuando se dirigió hacia ellos.
—Bueno, bueno, ¿Esta es la bienvenida que le darán a su hermano menor? Tiene muchos años sin pisar esta hacienda, sin verlos, ¿Qué diría su padre al verlos tratarlo así? —Emiliano se puso a lado de su madre y dejó un beso en la coronilla para luego mirar a sus dos hermanos.
—No es necesario una bienvenida, madre. Nunca he esperado nada de ellos menos en este día.
— ¡Nombre! ¡Qué refinado el tipo! ¡Qué educación! —Fue sarcástico Leonardo— ¿No quieres recordar viejos tiempos? —doña María se interpuso entre ellos.
— ¡NADA QUE RECORDAR VIEJOS TIEMPOS, CABRONES! Me cambian de actitud, ¡Su padre ha muerto! ¡Tengan más respeto!—la voz de doña María se quebró. —Si a ustedes les vale madre, pues a mí no. Es mi casa aún y saben que los puedo correr. ¡Es una vergüenza como tratan a Emiliano! —el rostro de la mujer estaba enrojecido de la ira. —Y se me desaparecen de mi vista, ya tengo bastante con lo que está pasando para que se porten tan infantiles a esta edad cuando ya están peludos. —Sebastian tenía cuarenta y tres años (veintiocho cuando Emilio se marchó y Leonardo veinticinco), ambos mujeriegos, sin hijos, el mayor con problemas de juego, y Leonardo a sus cuarenta tenía un pequeño bar en la entrada al pueblo, de perdida estaba haciendo algo con su vida a comparación de su hermano mayor.
—Vale, vale, jefita. —ambos se retiraron lanzándole miradas de odio a Emiliano.
—Al parecer siguen siendo los mismos de hace quince años…—murmuró entre dientes Emiliano.
—Lo sé, nunca los pudimos encarrilar, tu padre que en paz descanse, —se persignó— y que Dios lo tenga en su santa gloria, hizo muchos corajes, si no sacaba a Sebas de los casinos en la ciudad hasta atrás de alcohol, estaba viendo que Leo no lo volvieran a encerrar, despilfarraron mucho dinero los últimos años…—doña María se estaba sentando en uno de los sillones y le señaló un lugar a su hijo para que tomara asiento, entonces vio una sombra que se movió, Emiliano miró a su madre y siguió la mirada, él se dio cuenta de que Ryan estaba de pie a un lado, custodiando la entrada. — ¿Quién es este? —preguntó.
—Es mi asistente personal. Se llama Ryan y no lo notarás su presencia…—contestó Emiliano.
Hacienda «El patrón» Doña María llevó a su hijo al despacho para estar más cómodos y aparte de que no estuvieran escuchando su conversación, se dio cuenta de que el empleado de su hijo era demasiado discreto, miró hacia Ryan que desde su lugar solo vio la punta de un zapato negro. — ¡Oye tú! —Miró a su hijo— ¿Cómo dijiste que se llamaba? ¿Rayan? —Emiliano casi se le escapó una sonrisa, pero se mantuvo serio. —Ryan. —dijo Emiliano, y Ryan apareció. — ¿Sí, señor? —dijo este bastante tenso. —Te presento a mi madre, ella es María Guadalupe Ansa de Rodríguez. —Ryan saludó educadamente a doña María. —Mis condolencias, señora de Rodríguez. —doña María le agradeció. —Deja llamo a esta muchacha. —Hizo una pausa para gritar— ¡Lichaaaa! —una joven mujer entró un momento después, tenía el cabello castaño recogido en una trenza que estaba a punto de desbaratarse, llevaba un uniforme tipo jumper azul marino de manga corta y le llegaba un centímetro arriba de sus rodillas, en la cintura tenía u
La hacienda “El patrón”Emiliano tomó con cuidado el dedo de Alicia, lo revisó bien para evitar que se infectara la herida, estaba demasiado concentrado que no notó que ella lo estaba observando detenidamente, la nariz, sus pómulos, esa barba bien perfilada y el ceño arrugado en señal de concentración. "¿Y es casado? ¿Es soltero? ¿Es gay? ¿Es...? ¿Es un ángel que su madre le había enviado para cuidarla? Alicia suspiró sin querer atrayendo la atención de Emiliano, sus miradas se encontraron, él notó el rubor en sus mejillas.— ¿Está todo bien? ¿Te duele?—negó rápidamente retirando la mano de la suya y sintió el ardor de la herida, abrió su boca para soltar unas cuantas malas palabras, pero se contuvo al ver Emiliano expectante por lo que saldría de su boca grosera, la cerró y presionó sus labios con fuerza para no soltar nada. Emiliano sonrió discretamente.—Anda, dilo, no hay nadie en la cocina—y Alicia no dudó.— ¡Maldita sea, eso arde como el mismo infierno! ¿Qué me puso? ¿Ácido? ¿S
Alicia se había quedado quieta en la puerta que estaba un poco abierta, los vellos de sus brazos se erizaron al escuchar aquel llanto de su jefe Emiliano, sintió una punzada en su pecho, haciéndole recordar que ella había perdido a su madre, sabía cómo se sentía cuando perdías a un ser querido. “Pero ellos tenían más tiempo” pensó, bajó la mirada a la charola con otro juego de café de cerámica en color negro, Alicia suspiró mientras se debatió en sí entrar o no, si dar privacidad o disculparse al entrar y dejar la charola para luego marcharse, “Pero tendrían café calientito para cuando terminaran” pensó. —Dámelo, yo lo dejaré. —anunció don Óscar a Alicia. —No te preocupes…—él suavizó la mirada al debate mental que tenía, tomó la charola y le hizo una seña para que se marchara, eso hizo ella de manera dudosa, se marchó sin mirar atrás. Óscar entró a la habitación principal con la charola de plata en las manos, la mirada de doña María se levantó para encontrárselo cerrando la puerta de
Hacienda “El patrón”Emiliano estaba absorto en sus propios pensamientos mientras tenía la mirada fija en el jardín que daba a espalda de su habitación. Tenía muchos sentimientos encontrados. Jamás se imaginó regresar a la hacienda donde creció y huyó para a enterrar a su propio padre. Cerró sus ojos y pensó detenidamente lo que haría para poder irse de nuevo a Manhattan y seguir con su vida. Al abrirlos, se le vino la imagen de su madre, estaría completamente sola, -presionó sus labios- cuando pensó que estarían sus hermanos, imaginó que solo le acarrearían problemas, y aunque doña María tenía carácter, también eran sus hijos y no tardaría en ablandarse. — ¿Qué es lo que haré para cuidarla? —se preguntó en voz alta, no podía simplemente arrancarla de su hogar para llevarla a Estados Unidos, además, a ella no le gustaba viajar hacia allá. Creía que lo mejor estaba en México así como su sazón en la comida y no desabrida como lo que le tocó probar en uno de los viajes hace años atrás.
La hacienda «El patrón» Doña María estaba sentada en el banco de madera rústico que formaba parte del comedor de la cocina, solía sentarse a platicar con sus cocineras o ayudar en la preparación de la comida cuando tenía buen humor. Siempre decía que si cocinabas de malas, la comida se amargaba, si era lo contrario, era deliciosa. En este momento, estaba emputada. Sabía que Sebastian y Leonardo, tramaban algo en contra de Emiliano, siempre habían estado celosos de él, recordó las golpizas que recibía su hijo menor y el motivo por el cual se había marchado. Pero… ¿Qué familia era perfecta? Ninguna. Cuando intentó abogar y defender a Emiliano, su esposo la había detenido y prohibido involucrarse, decía que tenía que armarse de valor el mismo para poder defenderse, y no estar siempre en las faldas de doña María. Y ahora que no estaba su esposo, tomaría cartas en el asunto desde ya. No le importaba que Emiliano tuviese treinta y tres años, que por su físico podría el mismo romperle la ca
Al día siguiente, Emiliano apenas se curaba la cruda, el dolor de cabeza y la luz, no ayudaban. Sentado en la mesa rústica del centro de la cocina, comió su tercer plato «levanta muertos» que hacía una de las cocineras de la hacienda. Se llevó su mano a la sien para ejercer presión y aliviar un poco el dolor. —¿Quiere que localice un doctor, señor?—preguntó Ryan del otro lado de la mesa, acababa de desayunar huevos rancheros y frijoles puercos que hacía doña María con pan recién horneado, Ryan estaba enamorado de la comida de la hacienda, nunca había probado algo igual, hasta pensó que pediría frijoles y tortillas de maíz para llevar a Manhattan. —No. —dijo Emiliano. —Quiero que tengas todo mi equipo listo para poder trabajar un par de horas, estoy algo atrasado. —Ryan asintió, era la primera vez que se atrasaba. —Y quiero que…—se escucharon voces venir a la cocina. — ¡Yo no lo hice, patrona! ¡Se lo juro por lo más sagrado! —Alicia se defendió de inmediato, detrás de ella entró Se
Emiliano estaba encerrado en su habitación trabajando en sus inversiones, revisando proyectos que había cerrado antes de venir a la hacienda. Después de una resaca de los mil demonios, ya su mente estaba concentrado en terminar pendientes y adelantar. Tan así que el resto del domingo se le había ido como decía su padre, «Como agua» y se percató al abrir la cortina que ya era de noche. — ¿Joven Emiliano?—era Alicia tocando la puerta, él giró su rostro y recordó haber puesto el seguro. — ¿Puede abrir la puerta? Traigo la cena. —él se levantó de mala gana, caminó hacia la puerta y la abrió, vio a aquella mujer con la charola cargada de comida. Sus ojos se encontraron. —La cena. —Alicia no pudo sonrojarse ante tal mirada intensa de Emiliano. —No tengo hambre. Gracias. —retrocedió para cerrar la puerta en la cara de Alicia, pero ella lo evitó metiendo medio cuerpo y empujándolo sutilmente para que la abriera. —Lo siento mucho, joven, pero doña María dejó estrictamente indicaciones de
Finalmente, había llegado el día de la lectura del testamento del padre de Emiliano, él ya estaba inquieto y moría por regresar a su vida. Sentía que no encajaba para nada en la hacienda y menos con su familia. Eran las ocho de la mañana, Emiliano estaba sentado en una de las sillas de la gran mesa de juntas en la que vio a su padre con otros hombres discutiendo cuando era pequeño. Era la primera vez que estaba en ese lugar. La esencia de su padre se podía ver por cada rincón del salón. —Falta Sebastian pero ya viene. —anunció doña María molesta, Emiliano solo negó lentamente a la falta de responsabilidad de su hermano mayor. Tenía unos minutos que había llegado Leonardo, algo desaliñado y apestoso a bar, Emiliano solo calló, pero mantuvo la distancia por su olor. —Empezaremos en diez minutos, falta el señor Sebastian y otra persona más. —anunció el abogado, entonces la duda de Emiliano fue: “¿Qué otra persona aparte de mi hermano?”, entonces la puerta se abrió y apareció una mujer v