Hacienda «El patrón» Emiliano había subido a la habitación para cerciorarse que Alicia se encontraba en buen estado, pero para su sorpresa, estaba hecha un ovillo en la orilla de la cama, con media maleta desempacada, tenía sus labios entreabiertos, podría jurar que hasta roncando estaba, soltó un suspiro y luego sonrió a la imagen que estaba frente a él. La tomó en brazos con cuidado y la puso del otro lado de la cama, tiró de la cobija y la cubrió, dejó un beso contra su frente y luego se dio una ducha, se cambió y después bajó para verse con Ryan, quien estaba concentrado en la pantalla frente a él. —Hola, Ryan—él levantó la mirada y sonrió. —¡Jefe! ¡Bienvenido!—el acento mexicano se escuchó un poco en su saludo y eso le hizo sonreír, al parecer, Ryan sí que estaba bastante cómodo en la hacienda. —Gracias, ¿Cómo has estado estos últimos días?—él notó preocupación. —¿Qué?—se detuvo a medio camino de su escritorio. —Lo siento por lo sucedido en su nuevo ático, ¿Cómo está su s
Hacienda «El patrón» Había pasado un mes precisamente hoy de que habían regresado de New York, y tres semanas que Emiliano se había marchado para arreglar asuntos y recaudar pruebas en contra de Beatrice, quien ya estaba en Italia con sus negocios y no se esperaba lo que vendría en unos días más por parte de Emiliano. Esa mañana Alicia no había salido de la cama, tenía tanto sueño que podría estar todo el día en ella y no importarle si doña María la regañaba, ella quería dormir, se aferró tanto a la almohada de Emiliano que las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas, abrió los ojos y se sorprendió como su humor había dado un giro hasta ponerla depresiva, tanto que tenía más ganas de llorar. —Estás loca, Lichita. ¿Qué zancudo te picó ahora? —murmuró para sí misma, se sentó y tiró de la sábana para descubrirse, se quedó mirando un punto fijo en la alfombra debajo de sus pies, quería organizar su mente para hacer su día productivo, pero sabía que si se ponía a hacer algo, de in
Hacienda «El patrón» —¿Entonces lo has conseguido?—preguntó Alicia a Emiliano una vez que entraron a la habitación de ellos, el tema de Beatrice estaba vetado comentarlo delante de cualquiera de la familia. Emiliano asintió y caminó hacia ella sin decir nada más, la tomó del rostro y lo elevó hacia él, ella tomó sus muñecas y se aferró. —Dime que podrás con ella. —él sonrió ampliamente. —Tengo lo necesario para que ella deje de ser la mujer poderosa e intocable que es ahora. Solo he venido un día y medio, el viernes tengo que regresar por petición de mis abogados. —el corazón de Alicia se aceleró. —¿Me ha extrañado, señora Rodríguez?—susurró inclinándose lentamente hacia ella hasta que se detuvo a un par de centímetros de su boca. —Sí, señor Rodríguez. Y no sabe cuanto. —Alicia se impulsó hacia él para besarlo, Emiliano devoró su boca al mismo tiempo que la puso contra la puerta, ella se separó para tomar un poco de aire. —Espera…—dijo Alicia y se separó de él para correr al baño,
—Dios—jadeó Emiliano cuando Alicia empezó a acariciar aquel pedazote de carne endurecido. Alicia se movió para poder tener más posibilidad de tocarlo mejor, se sentó en horcajadas y bajó el cierre del pantalón. —Espera, espera, —ella negó, lo deseaba ahora. No se detuvo, lo sacó y de un movimiento se lo metió a la boca, él regresó a acostarse y cerró los ojos con fuerza, el placer que estaba sintiendo en ese momento, era indescriptible, comenzó Alicia a marcar un ritmo de succión que empezó a volver loco a Emiliano, su pelvis cobró vida y abrió sus ojos, quería ver la imagen de ella con su miembro en su boca y ahí estaba, pudo ver un brillo que nunca había visto en sus ojos, su rostro se iluminó con cada movimiento que hizo. —Maldita sea, —gimió, sintió el final de la garganta de Alicia y como su rostro se enrojeció. —No, no, no pares yo…—y entonces, Alicia comenzó a tener arcadas de nuevo, se lo sacó de la boca, se bajó como pudo de encima y corrió de nuevo al baño, Emiliano estaba ja
Semanas después… En la ciudad de New York se había llevado a cabo un juicio en contra de Beatrice Vivaldi por enriquecimiento ilícito, el cargo de asesinato en primer grado contra su difunto esposo, lavado de dinero, entre otros cargos más, se habían presentado todas las pruebas existentes en contra de ella. Emiliano y con la ayuda de William y Michael, habían encontrado a cada persona que fue sobornada por Beatrice para conseguir sus objetivos y declarar en su contra, habían caído en el mismo juicio un par de jueces que fueron comprados, mostraron de todo y finalmente, Beatrice fue declarada culpable de cada cargo. Un mes más bastó para lograrlo. Ya serían dos meses desde que Alicia había regresado a la hacienda «El patrón» y un mes desde que se había enterado de que estaba en la dulce espera de gemelos. Esa misma mañana al anunciarse el veredicto, Emiliano voló de inmediato hacia México, las ansias por ver a Alicia eran tan grandes, que no se reconoció a sí mismo. Ese día que se
—No sé por qué Leonardo hasta hoy que estoy a semanas de parir a estos chilpayates es que quiso hacer el baby shower, —se quejó—Estoy toda hinchada, me duele la cintura, la espalda, y siento que me punza ahí abajo. —se acomodó con dificultad. —Y todavía faltan dos semanas para que salgan de aquí. —apareció Emiliano con un par de vestidos veraniegos que eran bonitos y la tela era fresca. Alicia suspiró y negó. —¿Si te presentas en mi nombre? Yo puedo quedarme aquí acostada, descansando, ¿Sí?—Emiliano suspiró.—¿Cuánto por tu silencio de no saber donde estoy?—él sonrió. —Si no quieres bajar, entenderé. Me importa más tu salud y la de nuestros gemelos, además, te ves agotada. —Eres un amor, ¿Lo sabías? —Alicia se acomodó. Pero sabía que ya debería de estar todos esperando por su presencia, casi no había salido en los últimos meses, más porque tenía miedo que un mal movimiento podría afectar a los gemelos. —¿Entonces te quieres quedar? Para ir a decirle a los invitados, por mí, prefier
… Hasta que recuperara su fuerza después de tremendo parto de dos. Alicia se había desmayado, la habían revisado y todo estaba normal, signos vitales estables. Solo necesitaba dormir. Emiliano estaba caminando de un lado a otro en la habitación, se detuvo una y otra vez de manera breve para ver si despertaba, hasta que ella lo miró preocupado haciendo ruidos al caminar. —¿Puedes detenerte un poco? Me estás mareando con esas idas y vueltas. —Emiliano miró hacia ella y sintió el alivio. —Me has dado el tercer susto más horrible de mi vida, pensé qué te habías ido, que me…—la voz de Emiliano se quebró impidiendo que siguiera hablando. —Aquí estoy, señor Rodríguez. —ella seguía pálida, adolorida, le punzaba cada parte de su cuerpo, estaba completamente molida. Definitivamente, cerraría fábrica de inmediato. Emiliano se acercó a ella y acarició su mejilla. —Solo estoy agotada, sabes que no he dormido en meses, ¿Cómo están los bebés? ¿Hay que darles de comer ya?—dijo ella intentando sen
Manhattan, New York, Estados Unidos. Emiliano levantó la vista de nuevo para confirmar lo que veía en la pantalla de la bolsa de valores, hojeó una que otro documento que tenía en sus manos, un par de televisores frente a él que estaban empotrados en la pared visualizaban las gráficas donde mostraban que el dólar decayó y otra donde el euro subió. En uno de los televisores tenía el noticiero internacional que veía cada mañana después de su rutina de ejercicio en el gimnasio privado, el teléfono inalámbrico que estaba sobre el escritorio, sonó, pero no contestó dejándolo que entrara directo al contestador. —“Emiliano, contesta. Ahora…”—era su madre y estaba muy alterada, no lo pensó dos veces cuando ya tenía el auricular en su oído. — ¿Qué es lo que pasa? —la mujer al otro lado de la línea apenas podía hablar. Emiliano lanzó los documentos sobre el escritorio y se puso de pie de un movimiento. —Tu padre…—más llanto, sintió como los músculos de sus hombros se tensaron. —Se ha ido… Y