La hacienda «El patrón»
Doña María estaba sentada en el banco de madera rústico que formaba parte del comedor de la cocina, solía sentarse a platicar con sus cocineras o ayudar en la preparación de la comida cuando tenía buen humor. Siempre decía que si cocinabas de malas, la comida se amargaba, si era lo contrario, era deliciosa.
En este momento, estaba emputada. Sabía que Sebastian y Leonardo, tramaban algo en contra de Emiliano, siempre habían estado celosos de él, recordó las golpizas que recibía su hijo menor y el motivo por el cual se había marchado. Pero… ¿Qué familia era perfecta? Ninguna. Cuando intentó abogar y defender a Emiliano, su esposo la había detenido y prohibido involucrarse, decía que tenía que armarse de valor el mismo para poder defenderse, y no estar siempre en las faldas de doña María. Y ahora que no estaba su esposo, tomaría cartas en el asunto desde ya. No le importaba que Emiliano tuviese treinta y tres años, que por su físico podría el mismo romperle la cara a sus dos hijos mayores, ella necesitaba que ellos supiesen que no iba a tolerar sea lo que sean que estuvieran planeando contra él ahora que había pisado la hacienda después de quince años desde que se marchó.
—Patrona, —una de las cocineras interrumpió sus pensamientos y miró en su dirección.
— ¿Qué pasa? —preguntó doña María.
—El joven Emiliano ha vomitado toda la cama y parte de la alfombra, ¿Va a dejar que siga así sin una cura para esa cruda que carga o le haré el caldo “levanta muertos”? —doña María pensó lo que haría.
—Déjalo, veamos qué es lo que hace este chamaco. —la cocinera asintió y retomó lo que estaba haciendo antes que doña María la mandara a cerciorarse que no se ahogara con su propio vómito.
— ¿Y-Y dónde está tu hijo favorito, madre? —dijo Sebastian tambaleándose mientras entró a la cocina para luego arrastrar una silla y sentarse. Doña María se levantó y dio un golpe con su mano abierta sobre la mesa de madera haciendo que su hijo diera un sobre salto en su lugar.
—Detendrás sea lo que sea que estés tramando con Leo, Sebas. Ha muerto tu padre, pero yo sigo viva y las reglas en la familia siguen siendo las mismas. Yo soy quien no tolerará que retomen lo que hace años hacían los dos contra él. ¿Está claro? —Sebas afirmó lentamente, estaba mareado, había vomitado hace rato sobre los rosales de su madre.
—Bien, —dijo doña María, miró a la cocinera y le hizo una seña. —Prepara mejor el caldo, no tarda en llegar Leo, y después Emiliano, quiero que deje de apestar a alcohol y a borracho mi casa. —la cocinera asintió a toda prisa y se puso en ello.
Alicia llegó a la lavandería asqueada por el olor a vómito de la cama de Emiliano, le había quitado las botas, la camisa, el pantalón, dejándolo solo en bóxer. Solo Dios sabe todo lo el esfuerzo para mover tremendo cuerpo y retirar la sábana de vómito. La chica de la lavandería tomó lo que Alicia le entregó e hizo esa cara de asco también.
—Vaya, vaya, el joven Emiliano como que tuvo buena peda. —dijo lanzando la sábana al interior de la lavadora industrial.
—Al parecer. —le entregó la ropa personal de Emiliano también. —Todo está salpicado, —le anunció Alicia a Flor.
—Vaya, —olió la camisa de vestir que Emiliano tenía esa mañana al desayunar antes de que Sebastian llegara. —Qué delicioso huele, ¿Crees que sea de ese famoso? —Alicia arrugó su ceño.
— ¿Cuál? —preguntó con ignorancia a lo que se refería.
—El Calven Clun. —Alicia movió sus hombros y aceptó la camisa que Flor le extendió para que también oliera. El aroma era delicioso, olía mucho a él. —Alicia tomó aire disimuladamente para grabarse ese olor.
—Bien, tengo que irme, tengo que terminar. —Flor asintió llevándose toda la ropa a otra lavadora para empezarla a lavar.
Después de un rato, Alicia había dejado lista la cama aun con Emiliano recostado encima, le consiguió un bote y lo puso a lado de la cama, un vaso de agua con una aspirina doble y una toalla limpia y doblada sobre la mesa de noche.
— ¿Qué es lo que haces en mi habitación? —la voz ronca de Emiliano sobresaltó a Alicia murmurando un par de maldiciones para sí misma.
—Estoy terminando de limpiar el desorden de su vómito, joven Emiliano. —sus miradas se cruzaron y ella notó algo extraño en él, sus pupilas estaban dilatadas, estaba sudando de nuevo. Ella suspiró cansada y se acercó para humedecer la tolla doblada para limpiarle, cuando estiró su mano hacia él, Emiliano atrapó su muñeca, Alicia abrió sus ojos asustada. —Solo voy a limpiarlo, ha tenido un poco de calentura desde que empezó a vomitar. —Emiliano poco a poco comenzó a aflojar el agarre de su mano hasta soltarla por completo. Cuando sintió fresco algunas partes de su cuerpo, levantó adolorido su mirada, no tenía ropa, más que su ropa interior, pero tenía un dolor de cabeza infernal que el pudor lo dejó pasar.
—Quiero agua, por favor. —Alicia se levantó y rodeó la cama para tomar el vaso de agua y la jarra que estaban en la otra mesa de noche, le sirvió y se lo entregó. Desde su lugar, no pudo evitar no ver su cuerpo, hasta pasó saliva con dificultad al ver unos cuadros en su “panza” como ella pensó, eran los cuerpos que veía a veces en revistas de famosos. —Gracias, —anunció Emiliano sin percatarse de la curiosidad de Alicia a lado de la cama. —Quiero estar solo. Cierra la puerta al salir pero con seguro.
—No puedo hacer eso, joven. Se ha vomitado a sí mismo en dos ocasiones. —él alzó sus cejas con sorpresa. —Además, puede ahogarse con su propio vómito, y no queremos otro funeral en la hacienda.
—Bien, cierra la puerta al salir. —luego Emiliano hundió la cara contra la almohada, el olor a lavanda de inmediato lo relajó y lo llevó de nuevo a un sueño… Bastante extraño con la chica doméstica.
Al día siguiente, Emiliano apenas se curaba la cruda, el dolor de cabeza y la luz, no ayudaban. Sentado en la mesa rústica del centro de la cocina, comió su tercer plato «levanta muertos» que hacía una de las cocineras de la hacienda. Se llevó su mano a la sien para ejercer presión y aliviar un poco el dolor. —¿Quiere que localice un doctor, señor?—preguntó Ryan del otro lado de la mesa, acababa de desayunar huevos rancheros y frijoles puercos que hacía doña María con pan recién horneado, Ryan estaba enamorado de la comida de la hacienda, nunca había probado algo igual, hasta pensó que pediría frijoles y tortillas de maíz para llevar a Manhattan. —No. —dijo Emiliano. —Quiero que tengas todo mi equipo listo para poder trabajar un par de horas, estoy algo atrasado. —Ryan asintió, era la primera vez que se atrasaba. —Y quiero que…—se escucharon voces venir a la cocina. — ¡Yo no lo hice, patrona! ¡Se lo juro por lo más sagrado! —Alicia se defendió de inmediato, detrás de ella entró Se
Emiliano estaba encerrado en su habitación trabajando en sus inversiones, revisando proyectos que había cerrado antes de venir a la hacienda. Después de una resaca de los mil demonios, ya su mente estaba concentrado en terminar pendientes y adelantar. Tan así que el resto del domingo se le había ido como decía su padre, «Como agua» y se percató al abrir la cortina que ya era de noche. — ¿Joven Emiliano?—era Alicia tocando la puerta, él giró su rostro y recordó haber puesto el seguro. — ¿Puede abrir la puerta? Traigo la cena. —él se levantó de mala gana, caminó hacia la puerta y la abrió, vio a aquella mujer con la charola cargada de comida. Sus ojos se encontraron. —La cena. —Alicia no pudo sonrojarse ante tal mirada intensa de Emiliano. —No tengo hambre. Gracias. —retrocedió para cerrar la puerta en la cara de Alicia, pero ella lo evitó metiendo medio cuerpo y empujándolo sutilmente para que la abriera. —Lo siento mucho, joven, pero doña María dejó estrictamente indicaciones de
Finalmente, había llegado el día de la lectura del testamento del padre de Emiliano, él ya estaba inquieto y moría por regresar a su vida. Sentía que no encajaba para nada en la hacienda y menos con su familia. Eran las ocho de la mañana, Emiliano estaba sentado en una de las sillas de la gran mesa de juntas en la que vio a su padre con otros hombres discutiendo cuando era pequeño. Era la primera vez que estaba en ese lugar. La esencia de su padre se podía ver por cada rincón del salón. —Falta Sebastian pero ya viene. —anunció doña María molesta, Emiliano solo negó lentamente a la falta de responsabilidad de su hermano mayor. Tenía unos minutos que había llegado Leonardo, algo desaliñado y apestoso a bar, Emiliano solo calló, pero mantuvo la distancia por su olor. —Empezaremos en diez minutos, falta el señor Sebastian y otra persona más. —anunció el abogado, entonces la duda de Emiliano fue: “¿Qué otra persona aparte de mi hermano?”, entonces la puerta se abrió y apareció una mujer v
Emiliano había salido del salón de juntas en total silencio, sus dos hermanos intentaron hablar con él para convencerlo de que decidiera tomar el control de todo lo que su padre le dejó para ellos seguir teniendo dinero, pero su madre les advirtió que no lo molestaran o se la verían con ella. Emiliano dio indicaciones a Ryan y al equipo de seguridad de mantenerse en la hacienda, que esta vez quería estar solo y dudó en llevarlos a todos detrás de él, lo quería era pensar detenidamente todo lo que había caído en sus hombros. Emiliano no quería la hacienda, no quería los negocios, ya tenía los suficientes a los que podía prestar atención sin abrumarse, ¿Casarse? ¿Con Alicia? Eso sí que no lo esperaba, bueno, nada esperaba de lo que se dijo en el testamento, se imaginó que tal vez podría ayudar en algún negocio pero a la distancia, pero no tener todo para él, si sus dos hermanos siempre lo hacían sentir como un enemigo que les quitaría todo, ahora eso que le han dado como última volunta
Hacienda «El patrón» Quedaban horas para tomar una decisión. Había Emiliano repasado detenidamente en una solución, Ryan estaba en su lugar habitual frente a su laptop revisando la bolsa de valores y el desempeño de las inversiones que su jefe tenía en su poder. —Señor, —comenzó a decir Ryan dirigiéndose hacia Emiliano que estaba concentrado en su otro escritorio escribiendo a gran velocidad. —Dime—Emiliano no retiró la mirada de la pantalla, había notado que la empresa en la que había invertido querían vender, pero si no obtenían el voto de él, eso sería imposible, así que estaba elaborando un plan para poder aumentar el valor y convencerlos de que no sería necesario hacerlo. —Creo que tengo una solución viable a lo del testamento. —los dedos de Emiliano se detuvieron por encima del teclado, luego levantó la mirada hacia Ryan que estaba del otro lado de la gran habitación. —Habla—ordenó Emiliano. —En el testamento no hay una cláusula donde informe cuanto es la duración que debe
Hacienda “El patrón” Emiliano recargó su mano en la pared de aquel pilar de ladrillo mientras miró fijamente en un punto aquellos rosales que su padre mantenía para su madre, era el recordatorio de su amor cada vez que se pasaba por ahí. Uno de tantos suspiros de Emiliano se escuchó, su mente era una máquina que se movió inquietos con cada engranaje. “¿Cómo me voy a casar con una extraña solo para evitar que mi familia venda todo lo que años levantó mi padre?” Pero estaba ese pequeño bache oculto, no había ninguna cláusula donde dijera cuál debería ser la duración de aquel matrimonio. —Patrón—escuchó la voz de Alicia a su espalda, él se aclaró de inmediato la garganta y se volvió hacia ella. — ¿Qué? —respondió Emiliano tenso, esta pasó saliva con dificultad, Alicia pensó que la última persona que quería él ver, era a ella. — ¿Ya ha tomado una decisión? —Emiliano presionó sus labios con dureza. —Pregunto por qué mi camión pa´ la ciudad de México sale en unas horas. —él alzó una ceja
Emiliano miró al resto del salón en espera a que se dijera algo, pero hasta sus hermanos estaban callados. El abogado bajó la mirada a la documentación y negó hacia Emiliano.—Imposible acceder a eso, Emiliano. —él arrugó su ceño.— ¿No puedo trabajar la hacienda desde Manhattan? —preguntó incrédulo.—El punto aquí es que tienes que cuando tomes el control de todo, lo trabajas desde aquí.— ¿En qué parte del testamento dice eso? —preguntó.—Es por lógica, hijo. —Dijo doña María, —Si tienes todo aquí, te quedas aquí.—Yo no quiero vivir aquí, mamá. Pondré a Sebastian a trabajar una parte y…—Emiliano levantó las manos e interrumpiendo.— ¡Hey, hey! ¿Por qué la agarras conmigo? Está bien que no llevemos bien en el pasado, pero… ¿Ponerme a trabajar? Esa es otra historia, carnalito. Yo soy un Rodríguez y no pienso trabajar absolutamente nada.—Menos yo, yo tengo ya un bar-restaurante que atender—dijo Leonardo.—Es un teibol dance, Leo—dijo mi madre, molesta.—Pero tengo planes para remodel
Hacienda «El patrón» Los días siguientes fueron más estresantes para Emiliano, su madre constantemente lo interrumpía mientras trabajaba en su habitación junto con Ryan, este ya se había acostumbrado a la buena comida de doña María, cuando su jefe le anunció que se quedarían un tiempo y que le daría un par de días para que visitara a su familia en Manhattan, Ryan se negó, solo tenía a su padre, pero este estaba con su actual esposa de vacaciones, así que no tenía a nadie a quien visitar y no se perdería de la buena comida de la madre de su jefe. —Emiliano—este bajó la cabeza y cerró sus ojos, tenía que poner un alto a su madre o terminaría por hacerlo correr de la hacienda. Se repuso y se levantó de la silla para llegar a su madre que estaba de pie en el marco de la entrada de la habitación. —Dime, ¿Ahora qué es lo que pasa?—preguntó cansado. —Necesito mostrarte algo, —esquivó su alto cuerpo para mirar a Ryan en uno de los escritorios que puso dentro de la habitación. —Rayan, —é