Hacienda “El patrón” Emiliano recargó su mano en la pared de aquel pilar de ladrillo mientras miró fijamente en un punto aquellos rosales que su padre mantenía para su madre, era el recordatorio de su amor cada vez que se pasaba por ahí. Uno de tantos suspiros de Emiliano se escuchó, su mente era una máquina que se movió inquietos con cada engranaje. “¿Cómo me voy a casar con una extraña solo para evitar que mi familia venda todo lo que años levantó mi padre?” Pero estaba ese pequeño bache oculto, no había ninguna cláusula donde dijera cuál debería ser la duración de aquel matrimonio. —Patrón—escuchó la voz de Alicia a su espalda, él se aclaró de inmediato la garganta y se volvió hacia ella. — ¿Qué? —respondió Emiliano tenso, esta pasó saliva con dificultad, Alicia pensó que la última persona que quería él ver, era a ella. — ¿Ya ha tomado una decisión? —Emiliano presionó sus labios con dureza. —Pregunto por qué mi camión pa´ la ciudad de México sale en unas horas. —él alzó una ceja
Emiliano miró al resto del salón en espera a que se dijera algo, pero hasta sus hermanos estaban callados. El abogado bajó la mirada a la documentación y negó hacia Emiliano.—Imposible acceder a eso, Emiliano. —él arrugó su ceño.— ¿No puedo trabajar la hacienda desde Manhattan? —preguntó incrédulo.—El punto aquí es que tienes que cuando tomes el control de todo, lo trabajas desde aquí.— ¿En qué parte del testamento dice eso? —preguntó.—Es por lógica, hijo. —Dijo doña María, —Si tienes todo aquí, te quedas aquí.—Yo no quiero vivir aquí, mamá. Pondré a Sebastian a trabajar una parte y…—Emiliano levantó las manos e interrumpiendo.— ¡Hey, hey! ¿Por qué la agarras conmigo? Está bien que no llevemos bien en el pasado, pero… ¿Ponerme a trabajar? Esa es otra historia, carnalito. Yo soy un Rodríguez y no pienso trabajar absolutamente nada.—Menos yo, yo tengo ya un bar-restaurante que atender—dijo Leonardo.—Es un teibol dance, Leo—dijo mi madre, molesta.—Pero tengo planes para remodel
Hacienda «El patrón» Los días siguientes fueron más estresantes para Emiliano, su madre constantemente lo interrumpía mientras trabajaba en su habitación junto con Ryan, este ya se había acostumbrado a la buena comida de doña María, cuando su jefe le anunció que se quedarían un tiempo y que le daría un par de días para que visitara a su familia en Manhattan, Ryan se negó, solo tenía a su padre, pero este estaba con su actual esposa de vacaciones, así que no tenía a nadie a quien visitar y no se perdería de la buena comida de la madre de su jefe. —Emiliano—este bajó la cabeza y cerró sus ojos, tenía que poner un alto a su madre o terminaría por hacerlo correr de la hacienda. Se repuso y se levantó de la silla para llegar a su madre que estaba de pie en el marco de la entrada de la habitación. —Dime, ¿Ahora qué es lo que pasa?—preguntó cansado. —Necesito mostrarte algo, —esquivó su alto cuerpo para mirar a Ryan en uno de los escritorios que puso dentro de la habitación. —Rayan, —é
Hacienda «El patrón» Alicia miró la nueva habitación que compartiría con Emiliano una vez que fuesen marido y mujer, el solo pensarlo, sintió un nudo en el centro de su estómago, no se veía casada a tan temprana edad y mucho menos, bajo la voluntad de su difunto patrón con el hijo de él. «¿Qué era lo que le preocupaba?» Se abrazó a sí misma y se sentó en la orilla de aquella cama con dosel antigua, estiró su mano para acariciar la madera y las figuras que la adornaban, entonces cuando prestó más atención se dio cuenta de que eran figuras de rosas y sus tallos largos. —Ya llegué—anunció doña María, se hizo a un lado e hizo señas para que alguien entrara, Alicia se puso de pie de un movimiento. —Pasen, pasen, no tenemos todo el día. —cinco jóvenes entraron y cargaban en sus manos cajas, otro bolsas de compras con el logo de una marca importante y extranjera, más cajas y cajas, doña María sonrió cuando ya todo lo dejaron frente a la cama en el suelo. —Gracias, aquí tienen. —les dio un
Hacienda «El patrón» Emiliano dejó una caja sobre el escritorio recién limpio, Ryan se secó el sudor de su frente con un pañuelo que doña María le regaló. — ¿Estás seguro de lo que quieres hacer?—preguntó Emiliano a Ryan, él sonrió. — ¿El quedarme a vivir con usted en la hacienda?—Emiliano asintió dudoso—Si, además, no tengo a nadie más en Manhattan. Mi padre hizo su vida, y creo que es hora de hacer la mía. Mi trabajo es lo mejor que tengo hasta hoy, me mantiene estable y me gusta lo que hago, así que no es tanto trabajo, este lugar es espectacular, la comida ni se diga. Así que esté tranquilo, jefe, no saldré huyendo a Estados Unidos. Lo que si le pediría es…—detuvo sus palabras y luego suspiro. —Deme más trabajo, así podría quitar esa cara de preocupación. —Ya tienes el suficiente, no te daré más. —replicó Emiliano con el ceño arrugado. — ¿O quieres un aumento?—Ryan sonrió. —Me paga más de lo que trabajo, así que no me atrevería a pedir un aumento, sería desvergonzado de mi
Ciudad de México Alicia miró por la ventanilla del auto la ciudad, muchos autos, ruidos de claxon, gritos de personas insultando a otra por haberse cruzado sin antes fijarse, el olor era extraño, sus ojos le habían ardido por un buen rato, pero dijo doña María que era debido a la contaminación, el famoso smog. —Esta es la dirección—dijo doña María entregando un papel al hombre que iba al volante, miró su reloj y aún estaban a tiempo de hacer los pendientes, pero no quería andar corriendo de tienda en tienda. —Creo que deberíamos de ir viendo un hotel donde hospedarnos en lo que hacemos todo, hijo. —dijo hacia Emiliano que estaba en su celular tecleando a toda prisa. —Y deja ese cacharro de aparato, disfruta el viaje. —Tengo que revisar unos correos del trabajo. —replicó sin levantar la mirada de la pantalla. —Ya estuviste en el avión con eso, deja eso y presta atención a tu alrededor. —él presionó sus labios con molestia, luego guardó su celular en su bolsillo del pantalón. — ¿
Ciudad de México Emiliano estaba sentado en uno de los sillones elegantes de aquella casa famosa de diseños de vestidos de novia, tecleaba a toda prisa una respuesta de regreso de uno de los correos que esperaba, pensó que el venir a la ciudad fue una pérdida de tiempo, no podía recargarle más trabajo a Ryan, «¿Tendría que contratar a alguien más?», pensó, todos los negocios de la familia eran muchos, pero sabía que podría con ellos, pero no quería abusar de sí mismo, ya que podría ocurrir algo y fallar, y Emiliano rara vez fallaba. —Mira este traje—dijo doña María saliendo a lado de una mujer elegante que tenía en sus manos un esmoquin en azul marino, —Te estoy hablando, chamaco—se quejó su madre al no obtener la atención que necesitaba de su hijo, este de inmediato levantó la mirada al escuchar el tono que usó su madre, miró lo que le señaló y negó. —No me gusta el color. —luego regresó la mirada a su celular, estaba peleando con uno de los de la mesa directiva de aquella empres
Ciudad de México Tienda de vestidos de novias Emiliano ajustó la manga de su traje de novio, sentía el tiro del pantalón algo ajustado, así que estaba descartado por completo, pero tenía razón su madre, el azul se veía también elegante. Soltó un bufido irritado, estaba aumentando el estrés en él y no era bueno, se miró de inmediato el dorso de la mano, cuando llegaba a un alto cuadro de estrés, empezaban a salir pequeñas ronchas, pero aún no veía y esperaba no verlas. La puerta se abrió y él se exaltó, en el reflejo del espejo de cuerpo completo apareció su madre. —Te dije chamaco que ese color te queda al chingazo, —luego arrugó su ceño. — ¿El tiro está corto?—Emiliano se sorprendió al ojo de águila de su madre. —Algo, —luego negó— ¿Por qué estás adentro? Espera afuera, Ma. —doña María negó. —Soy tu madre, ¿Desde cuándo tienes vergüenza? Yo sé lo que hay debajo de la ropa, sé los dos lunares de tu nalga izquierda, y ese lunar rubí en tu espalda baja, y la cicatriz debajo de la c