Hacienda «El patrón»
Doña María llevó a su hijo al despacho para estar más cómodos y aparte de que no estuvieran escuchando su conversación, se dio cuenta de que el empleado de su hijo era demasiado discreto, miró hacia Ryan que desde su lugar solo vio la punta de un zapato negro. — ¡Oye tú! —Miró a su hijo— ¿Cómo dijiste que se llamaba? ¿Rayan? —Emiliano casi se le escapó una sonrisa, pero se mantuvo serio.
—Ryan. —dijo Emiliano, y Ryan apareció.
— ¿Sí, señor? —dijo este bastante tenso.
—Te presento a mi madre, ella es María Guadalupe Ansa de Rodríguez. —Ryan saludó educadamente a doña María.
—Mis condolencias, señora de Rodríguez. —doña María le agradeció.
—Deja llamo a esta muchacha. —Hizo una pausa para gritar— ¡Lichaaaa! —una joven mujer entró un momento después, tenía el cabello castaño recogido en una trenza que estaba a punto de desbaratarse, llevaba un uniforme tipo jumper azul marino de manga corta y le llegaba un centímetro arriba de sus rodillas, en la cintura tenía un mandil blanco con bolsas, pareció agitada al llegar. — ¿Por qué andas toda así como si hubieses corrido un maratón? Por eso te dije que anduvieras cerca en esta parte de la hacienda porque te iba a necesitar.
—Lo siento, señora. —Hizo una pausa— ¿Necesita algo? —preguntó educadamente, doña María asintió.
—Lleva a “Rayan” el asistente de mi hijo, —entonces Alice miró a la persona a lado de su jefa, era un hombre muy distinto a sus otros dos jefes, “¿De dónde ha salido este?” Se preguntó, entonces recordó lo que don Emilio le dijo una vez “Tengo tres hijos, dos están aquí y otro en el otro lado, algún día vendrá y lo conocerás” —Llévalo a la cocina, dale algo de comer, a nosotros tráenos café, —doña María miró a Emiliano—¿Sigues tomando café? —él asintió. —Y crema descremada, por favor.
—Sí, señora. —Alicia desapareció con el empleado de su también “jefe”. Emiliano miró a su madre.
— ¿Desde cuándo contratas servicio tan joven? —preguntó curioso.
—Oh, es una historia complicada. Resulta que tu padre conoció a su madre hace años en el mercado, ellas tenían un puesto humilde de frutas y licuados. —Emilio arqueó una ceja. —No, pienses mal, tu padre le tomó cariño, era muy amable, sabes que tu padre se quedó con ganas de tener una niña… —dijo doña María nostálgica. —La madre murió en un accidente por culpa de tu hermano Leonardo, no la vio cruzar, cuando ella corría de alguien, —Emiliano se tensó, —Y cuando llegaron al hospital, ya había fallecido. Tu padre sabía de Licha, así le dicen, después la invitó a trabajar y vivir aquí en la hacienda y se cercioró de que no le faltara nada por el resto de su vida.
— ¿Y qué pasó con Leo? —preguntó Emiliano.
—Ese hijo de su…—suspiró con pesar—Tu padre tuvo que arreglar mucho papeleo, obtener el perdón y estuvo cinco años en arresto domiciliado.
— ¿Y eso es todo? Atropelló y mató a una mujer.
—Por lo que se investigó, realmente fue un accidente, hijo. —Emiliano estaba furioso, se merecía Leonardo un castigo real, no solo quedarse en las comodidades de la hacienda como si nada. Le había arrebatado su madre a la joven. Eso con nada se regresa, pero esperando de su familia, los negocios turbios y el querer mantener el apellido por lo alto harían cualquier cosa por seguir siendo gente importante, “No debería de extrañarte, Emiliano” pensó, iba a decir algo más cuando entraron los dos hermanos.
—Ha venido el amigo de apa. El abogaducho. Ha dejado dicho que la lectura del testamento es en una semana, el próximo lunes a las nueve de la mañana. —Emiliano se tensó, no podría estar una semana aquí, bajo el mismo techo que sus dos hermanos.
—No me interesa nada de la herencia—le informó Emiliano a su madre, ella arrugó su ceño.
—Tendrás tu parte, así como tus dos hermanos. —contestó doña María, pero Emiliano negó.
—Estoy bien así. —replicó Emiliano.
—Igual si te deja algo nuestro padre, tendrás que hacerte una prueba de ADN antes de siquiera tomarlo. —Emiliano miró a su madre, quién palideció con solo escuchar la petición de ambos hermanos.
—Esto tiene que ser una m*****a broma. —él gruñó entre dientes mirando hacia sus dos hermanos.
—Tienes que hacerte la prueba Emiliano, solo para confirmar que por tus venas corre la sangre de los Rodríguez. —replicó Sebastian.
—Entonces si yo me la hago, se la hacen ustedes dos, como dicen: “Todos coludos, o todos rabones”
—Ah no, tú llegaste a lo último y no sabemos si…—Emiliano se levantó de un movimiento amenazador, que hasta su madre pudo alcanzar su muñeca para detenerlo.
—No te atrevas a faltarle el respeto a nuestra madre. —Leonardo alzó las manos en el aire en señal de rendirse. Emiliano apenas podía controlar la ira y el enojo que se arremolinó con intensidad en su interior.
—Tranquilo, hijo. —dijo su madre, ella miró a sus dos hijos. —Si tanto les preocupa si llevan la sangre, deberían también preocuparse ustedes dos. Si salen con que no llevan la sangre de los Rodríguez, serán desterrados sin un maldito centavo de esta familia. —Sebastian y Leonardo se tensaron por la amenaza de su madre.
—Era broma, madre. —dijo de inmediato Leonardo. —Ya sabes cómo le gusta hacer fastidiar a Emiliano.
—Pues no me gusta este tipo de “bromitas” —replicó doña María bastante furiosa.
—Ya, ya, una broma de mal gusto. —murmuró Sebastian.
—Iré a ver a Ryan. —anunció Emiliano viendo a su madre, —¿Qué habitación tomaré?
—La tuya, al otro lado de la hacienda, también hay un par de habitaciones libres para que instales a tu personal que ha llegado contigo.
—Gracias, madre. —agradeció, luego miró hacia sus dos hermanos, pero no dijo nada, solo esquivó a los dos, lo que menos quería era tener que seguir intercambiando palabras con ellos.
Emiliano salió del despacho de su padre azotando la puerta con fuerza, cuando giró para avanzar por el pasillo, chocó con una mujer, la bandeja de plata cayó en el suelo haciéndose añicos las tazas, la tetera y derramando el café.
— ¿Qué no se fija por…?—ella detuvo sus palabras cuando vio quien era, todos vestidos de negro -por el luto-, los seguía confundiendo a los patrones con el equipo de seguridad. —Lo siento, lo siento, —se dejó caer de inmediato de rodillas para empezar a rejuntar torpemente.
—Deja ahí, te vas a cortar con la cerámica. —Emiliano sonó irritado sentándose sobre sus talones para ayudarle.
—Yo puedo con esto, señor Rodríguez. —pero Alicia se distrajo al sentir la cercanía de él, el aroma que desprendió era abrumante, el calor de su cuerpo lo pudo sentir de manera breve cuando un pinchazo sintió y gimió de dolor llevándose el dedo índice a su boca para chupar la sangre.
— ¡Te estoy diciendo que te vas a cortar! ¿Qué nadie escucha en esta casa?—ella se quedó congelada en su lugar, sus ojos se abrieron de par en par sorprendida por cómo se había exaltado con preocupación por algo insignificante si solo era una chica más del servicio…
… O el juego de cerámica era caro, pensó ella.
La hacienda “El patrón”Emiliano tomó con cuidado el dedo de Alicia, lo revisó bien para evitar que se infectara la herida, estaba demasiado concentrado que no notó que ella lo estaba observando detenidamente, la nariz, sus pómulos, esa barba bien perfilada y el ceño arrugado en señal de concentración. "¿Y es casado? ¿Es soltero? ¿Es gay? ¿Es...? ¿Es un ángel que su madre le había enviado para cuidarla? Alicia suspiró sin querer atrayendo la atención de Emiliano, sus miradas se encontraron, él notó el rubor en sus mejillas.— ¿Está todo bien? ¿Te duele?—negó rápidamente retirando la mano de la suya y sintió el ardor de la herida, abrió su boca para soltar unas cuantas malas palabras, pero se contuvo al ver Emiliano expectante por lo que saldría de su boca grosera, la cerró y presionó sus labios con fuerza para no soltar nada. Emiliano sonrió discretamente.—Anda, dilo, no hay nadie en la cocina—y Alicia no dudó.— ¡Maldita sea, eso arde como el mismo infierno! ¿Qué me puso? ¿Ácido? ¿S
Alicia se había quedado quieta en la puerta que estaba un poco abierta, los vellos de sus brazos se erizaron al escuchar aquel llanto de su jefe Emiliano, sintió una punzada en su pecho, haciéndole recordar que ella había perdido a su madre, sabía cómo se sentía cuando perdías a un ser querido. “Pero ellos tenían más tiempo” pensó, bajó la mirada a la charola con otro juego de café de cerámica en color negro, Alicia suspiró mientras se debatió en sí entrar o no, si dar privacidad o disculparse al entrar y dejar la charola para luego marcharse, “Pero tendrían café calientito para cuando terminaran” pensó. —Dámelo, yo lo dejaré. —anunció don Óscar a Alicia. —No te preocupes…—él suavizó la mirada al debate mental que tenía, tomó la charola y le hizo una seña para que se marchara, eso hizo ella de manera dudosa, se marchó sin mirar atrás. Óscar entró a la habitación principal con la charola de plata en las manos, la mirada de doña María se levantó para encontrárselo cerrando la puerta de
Hacienda “El patrón”Emiliano estaba absorto en sus propios pensamientos mientras tenía la mirada fija en el jardín que daba a espalda de su habitación. Tenía muchos sentimientos encontrados. Jamás se imaginó regresar a la hacienda donde creció y huyó para a enterrar a su propio padre. Cerró sus ojos y pensó detenidamente lo que haría para poder irse de nuevo a Manhattan y seguir con su vida. Al abrirlos, se le vino la imagen de su madre, estaría completamente sola, -presionó sus labios- cuando pensó que estarían sus hermanos, imaginó que solo le acarrearían problemas, y aunque doña María tenía carácter, también eran sus hijos y no tardaría en ablandarse. — ¿Qué es lo que haré para cuidarla? —se preguntó en voz alta, no podía simplemente arrancarla de su hogar para llevarla a Estados Unidos, además, a ella no le gustaba viajar hacia allá. Creía que lo mejor estaba en México así como su sazón en la comida y no desabrida como lo que le tocó probar en uno de los viajes hace años atrás.
La hacienda «El patrón» Doña María estaba sentada en el banco de madera rústico que formaba parte del comedor de la cocina, solía sentarse a platicar con sus cocineras o ayudar en la preparación de la comida cuando tenía buen humor. Siempre decía que si cocinabas de malas, la comida se amargaba, si era lo contrario, era deliciosa. En este momento, estaba emputada. Sabía que Sebastian y Leonardo, tramaban algo en contra de Emiliano, siempre habían estado celosos de él, recordó las golpizas que recibía su hijo menor y el motivo por el cual se había marchado. Pero… ¿Qué familia era perfecta? Ninguna. Cuando intentó abogar y defender a Emiliano, su esposo la había detenido y prohibido involucrarse, decía que tenía que armarse de valor el mismo para poder defenderse, y no estar siempre en las faldas de doña María. Y ahora que no estaba su esposo, tomaría cartas en el asunto desde ya. No le importaba que Emiliano tuviese treinta y tres años, que por su físico podría el mismo romperle la ca
Al día siguiente, Emiliano apenas se curaba la cruda, el dolor de cabeza y la luz, no ayudaban. Sentado en la mesa rústica del centro de la cocina, comió su tercer plato «levanta muertos» que hacía una de las cocineras de la hacienda. Se llevó su mano a la sien para ejercer presión y aliviar un poco el dolor. —¿Quiere que localice un doctor, señor?—preguntó Ryan del otro lado de la mesa, acababa de desayunar huevos rancheros y frijoles puercos que hacía doña María con pan recién horneado, Ryan estaba enamorado de la comida de la hacienda, nunca había probado algo igual, hasta pensó que pediría frijoles y tortillas de maíz para llevar a Manhattan. —No. —dijo Emiliano. —Quiero que tengas todo mi equipo listo para poder trabajar un par de horas, estoy algo atrasado. —Ryan asintió, era la primera vez que se atrasaba. —Y quiero que…—se escucharon voces venir a la cocina. — ¡Yo no lo hice, patrona! ¡Se lo juro por lo más sagrado! —Alicia se defendió de inmediato, detrás de ella entró Se
Emiliano estaba encerrado en su habitación trabajando en sus inversiones, revisando proyectos que había cerrado antes de venir a la hacienda. Después de una resaca de los mil demonios, ya su mente estaba concentrado en terminar pendientes y adelantar. Tan así que el resto del domingo se le había ido como decía su padre, «Como agua» y se percató al abrir la cortina que ya era de noche. — ¿Joven Emiliano?—era Alicia tocando la puerta, él giró su rostro y recordó haber puesto el seguro. — ¿Puede abrir la puerta? Traigo la cena. —él se levantó de mala gana, caminó hacia la puerta y la abrió, vio a aquella mujer con la charola cargada de comida. Sus ojos se encontraron. —La cena. —Alicia no pudo sonrojarse ante tal mirada intensa de Emiliano. —No tengo hambre. Gracias. —retrocedió para cerrar la puerta en la cara de Alicia, pero ella lo evitó metiendo medio cuerpo y empujándolo sutilmente para que la abriera. —Lo siento mucho, joven, pero doña María dejó estrictamente indicaciones de
Finalmente, había llegado el día de la lectura del testamento del padre de Emiliano, él ya estaba inquieto y moría por regresar a su vida. Sentía que no encajaba para nada en la hacienda y menos con su familia. Eran las ocho de la mañana, Emiliano estaba sentado en una de las sillas de la gran mesa de juntas en la que vio a su padre con otros hombres discutiendo cuando era pequeño. Era la primera vez que estaba en ese lugar. La esencia de su padre se podía ver por cada rincón del salón. —Falta Sebastian pero ya viene. —anunció doña María molesta, Emiliano solo negó lentamente a la falta de responsabilidad de su hermano mayor. Tenía unos minutos que había llegado Leonardo, algo desaliñado y apestoso a bar, Emiliano solo calló, pero mantuvo la distancia por su olor. —Empezaremos en diez minutos, falta el señor Sebastian y otra persona más. —anunció el abogado, entonces la duda de Emiliano fue: “¿Qué otra persona aparte de mi hermano?”, entonces la puerta se abrió y apareció una mujer v
Emiliano había salido del salón de juntas en total silencio, sus dos hermanos intentaron hablar con él para convencerlo de que decidiera tomar el control de todo lo que su padre le dejó para ellos seguir teniendo dinero, pero su madre les advirtió que no lo molestaran o se la verían con ella. Emiliano dio indicaciones a Ryan y al equipo de seguridad de mantenerse en la hacienda, que esta vez quería estar solo y dudó en llevarlos a todos detrás de él, lo quería era pensar detenidamente todo lo que había caído en sus hombros. Emiliano no quería la hacienda, no quería los negocios, ya tenía los suficientes a los que podía prestar atención sin abrumarse, ¿Casarse? ¿Con Alicia? Eso sí que no lo esperaba, bueno, nada esperaba de lo que se dijo en el testamento, se imaginó que tal vez podría ayudar en algún negocio pero a la distancia, pero no tener todo para él, si sus dos hermanos siempre lo hacían sentir como un enemigo que les quitaría todo, ahora eso que le han dado como última volunta