Buenos días, queridos lectores, les publicaré los primeros capítulos del maratón que serán cinco y en un ratito más serán los otros cinco, debido a un problema es mi atraso, (Para mi mala suerte con esto de los maratones nunca llego completa a la fecha jajaja) pero hoy se publica los diez capítulos finalizando esta historia, espero puedas todavía darle amor y que puedas disfrutarlo como yo lo estoy haciendo.
Beatrice intentó que Emiliano no arruinara su plan, así que le dijo que dejara que primero comieran y luego hablarían. Tenía algo entre manos. Algo que haría que la mujer sentada a lado de él, mirase el lado oscuro, real de él, así él quedaría a su merced, aunque había un plan B si el A no llegaba a su meta. —Relájense, y comamos. Al terminar, hablaremos y dejaré los puntos claros. —dijo cuando el mesero llegó con sus platos de comida. Había Emiliano un platillo sencillo, que sabía que no llenaría del todo a Alicia, pero era rápido de terminar, a comparación de la comida de Beatrice. Comieron en total silencio y cuando finalmente terminaron, el mesero se acercó y retiró todo, Beatrice le dio indicaciones que el champán sería cuando diera la señal, mientras, no la quería ahí, a lado de la mesa en enfriándose. Sonrió hacia la pareja sentada frente a ella y luego suspiró. —¿Entonces?—preguntó impaciente. —Necesito el proyecto del rascacielos de Nassef Sawiris—Emiliano abrió sus ojos
Ático de los Rodríguez, New York. Después de haber salido de aquella comida, Emiliano y Alicia tenían una semana para conseguir lo que Beatrice había pedido, el camino al ático de regreso fue en total silencio, ella juró que si fuese una caricatura Emiliano, podría ver tuercas moviéndose dentro de su cabeza y sacando humo por las orejas.—O sea que me tomaste la mano por debajo de la mesa solo para que me tranquilizara, ¿No?—preguntó Alicia, quién estaba sentada en uno de los últimos escalones mirando como Emiliano hacía llamadas y hablaba idiomas distintos en el que, pues ella no tenía conocimiento, apenas podía entender un poco de inglés, él había terminado una llamada cuando le había dicho esa pregunta, Emiliano se detuvo frente a ella y se sentó sobre sus talones y la miró a los ojos. —Necesito que estés tranquila, —dijo él—Beatrice no cumplirá su promesa. —Alicia arrugó su ceño. —La conozco, me es imposible conseguir lo que me pide, sabe que es imposible y lo pintó como un reto
Alicia estaba en el primer escalón en lo alto, Emiliano miró en su dirección. Ella empezó a bajar descalza y sin quitarle la mirada a él. —¿Qué es lo que me estás ocultado, Emiliano? Se supone que ibas a confiar en mí. —Michael se puso de pie e intentó amortiguar el madrazo que se venía para su amigo. —Alicia, buenas noches, disculpa que te despertemos así, con nuestros gritos—estas últimas tres palabras las dijo mirando a Emiliano, luego miró a ella que había llegado al último escalón y seguía mirando a Emiliano. —¿Qué es lo que me estás ocultando? ¿No vas a confiar en mí? ¿Qué tiene que ver que yo sea «tan inocente»? —Emiliano tenía su corazón latiendo a toda prisa, sin palabras que decir en ese momento, ¿Cómo podría cambiar su forma de verlo? No podría con ello, realmente Alicia lo amaba, ¿Lo amaría con toda la maldad que hizo hace años atrás?—Michael espérame en el despacho, por favor, te alcanzo en un momento.—Claro, con permiso, Alicia. —luego desapareció por donde le había
Emiliano se aferró al volante una vez que habían rastreado el celular de Alicia, la ubicación era la casa de Beatriz, no se pudo imaginar como era que pasó de hacer maletas en su habitación a estar con la viuda en su casa a casi media hora de distancia.—Maneja tranquilo, no queremos que nos detenga un policía y perderemos más tiempo—dijo Michael a su lado aferrándose al cinturón de seguridad, metiendo el pie al fondo sin darse cuenta. —Alicia es una tonta, ¡¿Cómo es que se va a meter directamente a la boca del lobo? ¡Por Dios santo, Michael! ¡Será una tonta!—exclamó furioso al volante. —Sí, sí, una tonta, —Emiliano le lanzó una mirada de furia—Perdón, es tu tonta, digo tu esposa. —No se atreverá Beatriz a mostrarle esa grabación, ¿Verdad? —Emiliano, siempre ha sido Beatriz nuestra enemiga. Nos tiene a los dos agarrados. Yo con todos los malos manejos de negocios que he tenido en los últimos diez años, ella tiene reportes, documentos oficiales, lo tuyo solo es una grabación.—Per
Ático de los Rodríguez, New York, Estados UnidosAlicia estaba sentada con la espalda recargada en el respaldo acojinado de la cama, con las rodillas recargadas contra su pecho y rodeándolas con sus brazos. Vio caminar de un lado a otro a Emiliano decir que todo lo que había hecho fue imprudente, decía que se lo hubiera dejado a él, que pudo haberle hecho algo Beatrice, que era una confiada, que este mundo era peligroso y que eran sus problemas, hasta que se detuvo y miró en dirección de Alicia. —¿Estás escuchándome?—preguntó impaciente al silencio de Alicia, ella levantó su mirada y como niña regañada asintió. —¿Cómo no quieres que te escuche si estás gritando? Creo que hasta recepción te escuchan, Emiliano. —¿Piensas que esto es una broma?—exclamó poniendo las manos en su cintura. —No es una broma, sé lo que estaba haciendo, ¿Crees que no lo sabía? El miedo simplemente se fue y me aventé, me arriesgué y lo hice para que tú tuvieses la libertad, lo pude hacer…—¿Y si no? Beatrice
Emiliano sintió una opresión en su pecho cuando iba directo al ático, había cerrado un par de negocios y otros a los que había renunciado para poder marcharse de la ciudad cuanto antes, sin duda, debió de haber llegado a oídos de Beatrice, pero como todo hombre de negocios después de lo que había pasado anoche, estaba dispuesto a darse la mano para poder irse con Alicia tranquilo de New York y regresar sin problemas. Cuando se detuvo en uno de los últimos semáforos antes de llegar al edificio, escuchó a lo lejos las sirenas de los bomberos, estos iban rápidos y varios autos le cedieron el paso, cuando vio hacia donde habían dado vuelta, se tensó y no entendió por qué, se llevó una mano a su pecho y de nuevo esa opresión. El semáforo cambió a verde y avanzó en el tráfico de la calle principal, cuando dio la vuelta detuvo el auto a media calle, el edificio donde estaba el ático, estaba incendiándose, había mucha gente en las calles, más bomberos bajaban a toda prisa para usar las mangue
Horas después…Alicia estaba durmiendo en la cama grande que estaba en el centro de aquella habitación de hotel, Emiliano la miró dormir por horas, había tenido un miedo desbloqueado: Dejar sola a Alicia. Desde el sillón individual que estaba en una esquina, desde ahí estaba maquilando su siguiente paso. No permitiría que Beatrice se saliera con la suya. Atentar en contra de Alicia, sería lo último que haría en su vida. Poco a poco comenzó a cerrar los ojos, pero se negó a dormir, tenía que juntar las piezas importantes para tomar venganza antes de marcharse. Repasó mentalmente, los pasaportes y visas, las había guardado en el banco, en su caja privada, así como los documentos más valiosos, así evitaría que fuera de eso, se perdieran, bendito el consejo que le había dejado su padre, ahora entendía que por cosas de la vida, uno podía perder documentos necesarios. —¿Por qué no te metes a la cama conmigo, Emiliano?—escuchó la voz adormilada de Alicia, él finalmente se rindió, se quitó
Cuando terminaron de comer, Alicia y Emiliano, se dieron un baño y estaban de acuerdo que necesitaban dormir, por la mañana él buscaría a Michael y arreglaría cuentas. A eso de las dos de la mañana, el celular de Emiliano sonó una y otra vez, sobre la mesa de noche de su lado, él apenas abrió sus ojos y cuando revisó quien era, se tensó, era Michael.—Por la mañana hablaremos—dijo de manera tajante. —Soy yo, soy Vanessa. —la voz histérica de Vanessa al otra lado de la línea hizo que este despertara del todo. —¿Qué pasó, Vanessa?—preguntó Emiliano sentándose torpemente. —Es Michael, él, —balbuceaba algo, pero el llanto no la dejaba—Vino la policía a investigar lo del incendio en tu edificio, me enteré de que había comprado el piso debajo de tu ático, le enfrenté y le pregunté si era él quién inició el incendio, comenzó a gritar que estaba obligado por la viuda que no fue su intención provocarlo y…—más llanto—… Y empezamos a discutir y…—el llanto aumentó—Está encerrado en el baño y