Hanna Smith tenía en sus manos el contrato por el que había estado trabajando incansablemente las últimas semanas, había sido una tarea titánica competir con los grandes almacenes y diseñadores reconocidos del momento, pero ella era buena y lo sabía, apostaba al 1000% por ella y por eso no bajó la guardia en aquella lucha.
Con solo 23 años, recién graduada de Arquitectura e Interiorismo Hanna Smith decide lanzarse al mundo profesional con su propia empresa, ofreciendo el desarrollo del proyecto completo con diseños exclusivos y personalizados, la asesoría constante, la ejecución de la obra civil requerida y todo el mobiliario con accesorios decorativos; en fin, lo ofrecía todo y eso la hizo la mejor opción para sus primeros clientes, una pareja joven de esposos que acababa de recibir su casa de ensueños y deseaba lo mejor de lo mejor para ella.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Mamá mamá!!!!!!!!!! me escogieron, me escogieron, ya verás como comienzo a volverme la mejor opción para todos los que escuchen de mi trabajo - gritaba como loca al llegar a su casa, donde habían vivido toda su vida, sus hermanos, sus padres y ella. Ya casi tenían 5 años de estar solas desde que sus hermanos habían salido hacer sus vidas en otros países, justo después de la dolorosa partida de su padre a causa de un accidente laboral, no se veían mucho, pero se amaban con el alma y cada tanto en fechas importantes lograban reunir en aquella casa enorme a toda la familia y pasaban los días más hermosos de sus vidas.
-Hija bella sabía que lo conseguirías, como lo has hecho desde niña, eres perseverante y eso te va a abrir muchas puertas en tu vida profesional, te amo y estoy muy orgullosa de ti! - Hanna no entendía porque su mamá lloraba abrazándola, no parecía un llanto de emoción, más bien era un poco nostálgico
-Pero mami es para estar feliz, así como me ves a mí, feliz. arréglate que hoy nos vamos a festejar a nuestro lugar favorito y comeremos mucho postre del que nos gusta; con la alegría que tengo hasta me montaré en esa tarima a cantar como gallo mojado - Salomé Peterson se río de su hija menor, era una loquita alegre, que, a pesar de haber vivido momentos muy depresivos al perder a su padre y posteriormente a su tormentoso amor, se había levantado de sus cenizas decidida a triunfar y ser la mejor en lo que la apasionaba.
Hanna había pasado de tristeza en tristeza al perder a su más grande ejemplo, su padre era su roca, su lugar seguro, su confidente y protector, su guía, su mentor, lo era todo para ella y nunca imaginó perderlo tan pronto. De él aprendió las bases de eso que la apasionaba tanto; era de las niñas que prefería pasar la mañana en la oficina de papá con botas y casco que en el salón de belleza peinándose con su mamá y su hermana, cosa que hacía que su mamá enloqueciera y discutiera con su padre. Pero ella salía siempre en rescate de la situación y haciéndole de cupido lograba contentarlos al final del día.
Tal vez a eso atribuía Hanna la tristeza de su madre aquel día y solo trató de contentarla y hacerla pasar la mejor noche de festejo por aquel contrato que la catalogaba como la mejor y por lo que había trabajado tanto. Le encantaba la música y cantar, tenía voz de Ángeles en las puertas del cielo, así le decía su padre. Pero no lo había vuelto hacer desde que partió de sus vidas, pero esa noche estaba tan feliz que saltó a la tarima y cantó con el alma, tan buena fue su intervención que se ganó más de un halago, una propuesta del propietario del bar restaurante en donde estaban y una mirada intensa que no pudo dejar de sentir, una que crispó todos sus sentidos. A lo lejos unos ojos la miraban con intensidad, era un hombre muy bien parecido, pero por las luces y la lejanía no podía ver muy bien sus rasgos. Sin embargo, lo perdió de vista en el momento que su madre llegó y la abrazó.
Salomé estaba feliz de ver a su hija tan radiante que no fue capaz de contarle como habían salido sus resultados de control anual. - Mañana será otro día y tendré el valor que hoy no - murmuro mientras aplaudía a su hija con los ojos cargados de lágrimas no derramadas, pero aquel mañana no llegaría a tiempo para evitar el caos.
En las manos tenía aquel resultado de su control anual, solo era algo rutinario, su hija Hanna no pudo acompañarla porque ese día prácticamente se jugaba el todo por el todo con sus posibles clientes en su primer contrato como profesional, entonces Salomé Peterson, con 55 años, una mujer Joven con tres hijos y viuda, decide ir sola, no era algo del otro mundo solo recibir unos resultados, hablar con el doctor y programar la fecha de su próximo control, que podría salir mal?
Y ahí estaba sentada en una de las sillas del consultorio, completamente en otra dimensión y a lo lejos solo se escuchaba la voz de su doctor hablándole quien sabe de qué, solo no estaba ni aquí ni allá - Salomé esto es duro pero no es el fin, he tratado casos más complejos y tengo infinidad de pacientes recuperados y viviendo su segunda oportunidad en este mundo - trataba de hacerla volver el doctor y que se concentrara en lo que le hablaba - aquí lo importante es que trabajemos en equipo, sabes que tenemos los mejores especialistas y estamos a tiempo para atacar, confía en mí, vamos hacerlo todo y vamos a salir victoriosos - le decía el doctor acariciando sus manos con un gesto reconfortante para que entrara un poco en calor, porque desde el momento 1 en que había leído aquel papel su cuerpo quedó frío y sin color - solo te necesito aquí conmigo dispuesta a dar la pelea y con la mejor actitud posible. déjame llamar a Hannita y habla.... - no pudo terminar de hablar cuando se escuchó …
-No, mis hijos quedan fuera de esto y Hanna mucho más - gruñó con toda la determinación que encontró dentro de si
-Que estás diciendo? sabes que esto no lo podemos hacer solos necesitas el apoyo de tu familia y mucha compañía en este proceso - el doctor Robinson era uno de los mejores oncólogos del país y Salomé era la viuda de uno de sus mejores amigos de la juventud, se conocían de siempre y se tenían un gran cariño ambas familias - no puedes simplemente callar algo así o es que estás pensando la loca idea de no dar la batalla? porque eso sí que NO lo voy a permitir entiendes? - se impacientaba el doctor Robinson
-Claro que daré la batalla, no voy a dejar a mis hijos antes de mostrarles que en la vida hay que ser valientes y luchar hasta el final sea cual sea la situación, pero solo déjame encontrar el momento, sobre todo con Hannita - lagrimas resbalaban por sus mejillas y ni siquiera se había dado cuenta del momento en que comenzaron a caer - sabes que ha sufrido mucho y ahora que ha logrado llegar al punto por el que tanto ha trabajado no voy a ir yo a darle este golpe bajo, solo necesito encontrar el momento, pero te prometo que lo haré.
Otra vez estaba allí en el punto de inicio a puertas de su cirugía mamaría, después de haberse hecho cuanto estudio y exámenes médicos, sin haber encontrado aquel momento con Hanna o con cualquiera de sus otros 2 hijos. Robert el mayor vivía en Canadá con una adorable esposa y dos hermosos niños de 4 y 3 años, Valeria madre soltera vivía en Brasil y sus más grandes tesoros eran su hija Carlota de 2 añitos y su perrito Pomerania coocle.
Había inventado cuanta excusa se le ocurría para sacarle el tiempo a todo aquello que estaba haciendo completamente sola, pero cómo podía ahora hacerse la cirugía y pasar el postoperatorio sin ser descubierta? - Dios mío ayúdame para salir de esta bien librada - susurraba - y entonces se decidió por la mentira más adolescente de todas, un viaje con unas amigas de juventud, mientras realmente era ingresada en la clínica.
El doctor Robinson estaba convencido que ya ese tema había quedado resuelto, pero por cosas del destino no pudo notar la ausencia de Hanna en toda esa situación, ya que había tenido un viaje de emergencia fuera y todo había quedado en manos de un colega suyo, uno al que había encargado de la manera más especial el caso de Salomé y el que si había notado la ausencia de su desobligada hija.
-Creo que mamá anda en algo y debe ser muy chueco y delicioso - fue el saludo de Hanna a su hermana - hace días partió con "sus amigas" - haciendo señas con los dedos como si del otro lado de la línea su hermana pudiera verla - y solo tengo pocos mensajes y todos de what’s app, porque nunca tiene señal para una llamada, ahhhh - suspiró - estoy tan feliz por ella-Pero Hanna no seas loca, mamá jamás nos ocultaría algo así - contestaba al otro lado su hermana Valeria - si existiera alguien ya lo conoceríamos y antes de cualquier salida juntos ya tendría que saber nuestra opinión - del otro lado solo se escucharon risas-jajajajajajajajaj Dios de la vida, pero que monja te traumó? acaso mamá no es una mujer hermosa y completamente libre, ya creerás que nos va andar pidiendo permiso para follar, dejémosla vivir y disfrutar de los placeres mundanos - contestaba Hanna-Tienes una boca muy sucia niñita – reía su hermana- ¿Cuéntame cómo va el proyecto?-Divinooooo! Estoy muy contenta porque t
Aquella mujer movía tanto en las fibras de Jeremy Davis, que no supo como ni porque, había traspasado la línea médico-paciente y había hurgado en lo más profundo de los datos de Salomé hasta encontrar aquel número de uno de sus hijos, el más cercano, para ser específicos la más cercana y responsable directa de todas las autorizaciones y el cuidado de su madre, o más bien el descuido de su madre porque aquella pobre señora siempre había estado completamente sola en cada uno de sus estudios y exámenes, siempre con la misma triste historia del trabajo de su hija y lo ocupada que estaba y no podía ser molestada. Tal vez había sido la recomendación especial que le había hecho el doctor Robinson o que aquella hermosa mujer le recordaba tanto a su madre y la dolorosa manera que la perdió, no le cabía en la cabeza que esa dulce y amorosa señora no estuviera recibiendo de sus hijos toda la atención y el amor posible.Estuvo con ella durante toda la cirugía y luego vigiló cada uno de sus proces
Llegar a la clínica del doctor Robinson no fue problema, conocía el camino de memoria, desde niña sus chequeos médicos siempre eran allá, así que a pesar de que iba como una zombi desaliñada no fue ningún problema llegar, era como estar en automático.Hanna era impecable al vestir, siempre acorde a la situación y esta no era la excepción, sabía que no llevaba el mejor aspecto, no había dormido prácticamente nada la noche anterior y si a eso le sumamos las largas jornadas de trabajo y el desgaste físico de las últimas semanas, en las que poco había comido por estar metida en la obra y en todos los últimos detalles de su proyecto para entregarlo a buen tiempo, el resultado era una Hanna totalmente diferente a la habitual; pero en ese momento no le importaba nada, si no fuera porque ya estaba cambiada muy casualmente para ir a la comisaria a poner una denuncia, sabía que habría salido en pijama y en pantuflas de conejo.-Buen día, donde encuentro a Jeremy Davis – Entró como loca, no sab
Jeremy conocía a la perfección la situación que estaba presentando Hanna en ese momento, pero eso no lo hacía sentirse más tranquilo, todo lo contrario, cada vez se alteraba más al ver que el nivel de azúcar no se normalizaba y Hanna no reaccionaba por más que habían intentado todas las formas médicas. Para ese momento ya estaba en una camilla en el área de observación y canalizada, siendo vigilada y monitoreada no solo por él, sino por todo el equipo médico de la clínica.No pudo evitar detallarla minuciosamente mientras estaba ahí en aquella camilla, su cara era la de una muñeca y su piel blanca con pecas que daban ganas de contar una a una, su cabello en ondas color chocolate a juego con sus ojos, aunque esos no los estaba viendo ahora. Debía tener unos 23 o 24 años, unos 1.68 de estatura aproximadamente y era delgada, pero con un cuerpazo de infarto totalmente definido, con curvas en los lugares correctos.Era hermosa, pero por qué carajos esas eran las más malas y sin corazón?, p
Esto parecía de no creer, Hanna, la que había prometido ser fuerte se había desvanecido en solo un segundo al ver a su madre en cama, totalmente intubada y conectada a muchos aparatos, Jeremy apenas tuvo tiempo de sostenerla y de inmediato llegó un equipo médico que se hizo cargo de la situación. No eran más de las 4 de la tarde y ya Jeremy sentía que le había pasado un tren con carga pesada por encima. Definitivamente las reacciones de Hanna no eran de alguien que conociera la situación, así que poco a poco, fue derrumbando esa pared invisible que había levantado para ella y se prometió desde ese momento tratarla de una manera más cordial y sin reprocharle más nada referente a su madre. Esta vez no fue difícil hacerla reaccionar, le explicó al detalle el estado de Salome y apenas estuvo calmada le permitió ingresar, la vio llorar desconsoladamente y acariciar sus manos, no sabía porque aquel gesto lo conmovía tanto, o si, lo sabía, le recordaba a él años atrás, solo, en una clínica
Hanna y Jeremy habían tenido un día muy agotador, sin embargo, para cuando Hanna llegó a casa, tuvo que enfrentar aquella realidad, su madre estaba enferma y no de vacaciones como les había hecho creer a sus hermanos y a ella. Y ahora tocaba encajar aquel golpe a Valeria y a Robert.Para cuando colgó aquella llamada ya se encontraba un poco más tranquila; decir que no fue duro enfrentarlos y consolarlos, sería una vil mentira, pero gracias a eso también logró desahogarse si aún le quedaba ahogo en el pecho, y definitivamente la unión hacia la fuerza, porque se acostó sabiendo que pronto estaría acompañada en casa y con un frente más sólido brindándole todo el amor a su madre. Esta iba hacer la verdadera terapia emotiva, la familia completa reunida en casa, porque para ellos la prioridad era su madre y aunque estaban dolidos por las decisiones que había tomado de mantenerlos fuera, ellos iban a estar ahí demostrándoles que estaban siempre para ella.-Buen día para todos les traje un de
Hanna estaba dichosa, la casa estaba llena de risas, sus sobrinitos corrían detrás de Coocle la perrita Pomerania de su hermana Valeria, Carlota dormía en sus brazos y ya todos estaban listos para partir hacia la clínica. La familia entera había llegado a visitar a su madre, y no habían dejado a ningún miembro de la familia fuera. Estaba llena de apapachos no solo de sus sobrinos, sino también de sus hermanos y cuñada que no habían dejado de consentirla desde su llegada. Robert había viajado con su esposa e hijos y además había traído de vuelta a un ser muy especial para Hanna, Esperancita la nana de los 3, la amorosa y tierna nana. Robert había hecho su vida y su hogar en Canadá y ni muy corto ni perezoso, se la había ganado como nana de sus hijos y ya llevaba varios años viviendo con él, venía de vez en cuando a visitarlas y pasar temporadas con Hanna y Salomé, igual que hacia con Valería, pero ella era de su consentido niño Robert. El encuentro de todos había sido emotivo y no veí
Hanna abrió los ojos y se encontró, con ese azul de mar que tanto le estaba comenzando a gustar, era una mirada intensa a la que Hanna contesto con una leve sonrisa y esta vez fue ella la que se acercó a su boca y dejó un pequeño beso en ella. Jeremy cerró sus ojos y apoyó su frente en la de Hanna.-Qué me estás haciendo Hanna Smith? – susurró y solo escuchó un pequeño gemido salir de los labios de Hanna – tomaré eso como la respuesta más sexi que me han podido dar – y vio como a Hanna se le iban pintando sus mejillas de rosa intenso – jajajaja eres hermosa – dijo llenando de besos sus cachetes colorados-Jeremy me haces cosquillas – contestaba una risueña Hanna, tratando de zafarse de los brazos y caricias de Jeremy, sin quererlo realmente, se sentía como en otra dimensión estar así con él y a quién quería engañar no quería salir de ahí.-Hanna puedes porfa, pasarme la maleta de mam…. – le hablaba su hermana mientras salía del baño, pero no pudo terminar la frase porque quedó complet