Al escuchar esto, Ximena avanzó unos pasos más. Al final del pasillo, vio a una mujer arrodillada. Llevaba la ropa de moda, su largo cabello suelto caía sobre sus hombros. Si se ignoraba el maquillaje corrido por las lágrimas y su postura en el suelo, se podía ver que era una mujer urbana refinada y hermosa.Pero ahora, esta mujer estaba aferrada a la pierna de un hombre mayor, llorando y gritando sin ningún decoro. Ximena se dio cuenta de que la cara de este hombre le resultaba familiar.¡Lo recordó! Era Pedro Díaz, el mismo hombre que la había forzado a beber. Desde el primer momento en que Ximena vio a Pedro, sabía que él tenía muchas deudas de sus aventuras amorosas. Hoy, parecía que no estaba equivocada.—¡Aléjate!Pedro apartó a esa mujer y luego se acomodó el traje arrugado: —Te lo advertí desde el principio, ¡no te hagas ilusiones de quedarte embarazada!—Tomé las pastillas, yo no sé por qué quedé embarazada.—Quise abortar en secreto, pero el médico me dijo que el bebé está c
En la oficina del presidente de Grupo García, Juan estaba frente al escritorio de Ricardo: —Primo, la fiesta que se está organizando para Susana está lista. Se llevará a cabo esta noche, y los invitados llegarán a tiempo.—Entendido—, respondió Ricardo.Estaba a punto de dejar que Juan se retirara, pero recordó a Ximena. Sabía que ella sufría de hipoglucemia y, después de la larga noche de ayer, debía estar agotada.Entonces, Ricardo preguntó: —¿Cómo está Ximena?—El médico dijo que está bien, pero parece estar un poco débil. Necesita descansar—, respondió Juan, aunque no le interesaba mucho el estado de Ximena, sabía que su primo sí lo hacía. Por eso se había preguntado el médicoRicardo pensaba en la reciente actitud rebelde de Ximena y en los signos extraños. Luego, le dio otra instrucción a Juan: —Averigua qué ha pasado con Ximena últimamente, quiénes han estado cerca de ella. Y ya que no quiere hacerse el análisis de sangre ni la tomografía, revisa sus registros médicos previos y
—Ya sé que no te agrada, pero, ¿qué podemos hacer? Nos pagan bien, y trabajamos para el jefe García. Si nos manda, pues vamos. Tómalo como una comida gratis.Diego intentó consolar a Ximena, con un tono misterioso añadió: —Además, contraté un equipo de estilistas solo para ti. ¡Te aseguro que serás la más deslumbrante de la fiesta!¿Susana quería humillar a Ximena? Pues que se prepare para ser aplastada. Dicho esto, Diego aplaudió. Enseguida, un equipo de estilistas bien entrenado entró a la habitación.Algunos llevaban cajas de maquillaje, otros empujaban un carrito lleno de vestidos de noche, y otros sostenían zapatos.Ximena se sorprendió: —¡De verdad trajiste a un equipo de estilistas!—Claro, siempre cumplo lo que prometo.¿Un equipo de estilistas? Podría haber traído ocho si quisiera. ¡Ser el asistente del presidente tiene sus beneficios!Después de almorzar, el equipo comenzó a trabajar en Ximena. Todo estuvo listo media hora antes de que comenzara la fiesta. Diego ya estaba imp
En el baño, el vapor llenaba el ambiente, cuando la voz ronca de Ricardo García surgió de detrás de Ximena Morales: —¿Por qué ya no eres tan complaciente como antes?—En ese entonces, yo era virgen —respondió. Sus palabras rompiéndose por los golpes.—Lo sé, mi ropa y el escritorio estaban llenos de tu sangre. —El hombre, con una sonrisa fría, apretó la cintura de la chica con su gran mano—: Entonces, de todas las veces posteriores, ¿cuál fue tu favorita?—No, no lo sé —respondió Ximena, apoyándose en la pared, con los dedos rascando las rendijas.El pecho ardiente del hombre se acercó y, con tono sarcástico, dijo: —¿No que te gusto? ¿Cómo no recuerdas un regalo así?Por el vapor, los dos cuerpos desnudos se pegaron inevitablemente, pero Ximena no sentía calor, sino únicamente desolación: —¿Acaso no me odias? ¿Por qué te importa tanto lo que piense?Ricardo se detuvo un momento, y luego enloqueció aún más:—¡Sigues siendo tan desvergonzada como siempre!—Y tú sigues odiándome tanto
Ximena apretó los labios con fuerza, y la punta de su lengua sangró por la mordida—¡Ja, ja, ja! —Pedro, con la aprobación de Ricardo, sonrió de oreja a oreja. Le acercó la copa de vino a Ximena una vez más y dijo—: El jefe ya habló, Srta. Morales, beba.Ximena cerró los ojos, pensando en el niño que ya crecía en su vientre, y, por primera vez, empujó la copa con firmeza.—Lo siento, no beberé.—Vaya, sí que tienes carácter, no es de extrañar que el jefe diga que no puede controlarte. —Pedro la miró con una expresión más lasciva, recorriendo con la vista a la hermosa Ximena—: Dado que el jefe me pidió que te dé una lección, debo cumplir con mi deber.Al decir esto, sujetó la barbilla de Ximena de repente y trató de obligarla a beber. Para los hombres en posiciones de poder, incluso la mujer más bella no era más que un objeto de exhibición. Cuando una se estropeaba, rápidamente era reemplazada por otra.El dueño de Ximena ya lo había permitido, por lo que a ese grupo de hombres no les i
Una sensación de náuseas brotó desde lo más profundo de sus entrañas.—¡Hump! —Ximena cubrió su boca, apenas logrando contenerse. Sus síntomas de embarazo temprano eran severos. Apenas tenía poco más de treinta días y ya había comenzado con las náuseas y los vómitos.Miró su vientre, sintiendo una profunda ternura en su corazón. Ese bebé, parecía ser tan terco como su padre.—Lo siento, señorita Morales. Su hermano Carlos Morales, como familiar de la señora Lucía Pérez, tiene el derecho de solicitar la devolución de los fondos médicos.Las palabras interrumpieron los pensamientos de Ximena, quien alzó la mirada y vio que el médico mostraba una expresión de incomodidad.—La llamamos de inmediato, pero no respondió. El señor Carlos Morales hizo un gran escándalo en el hospital, incluso amenazó con desconectar el respirador de la señora Lucía Pérez. Lo hicimos por su seguridad.Ximena sacó su teléfono y vio las llamadas perdidas del doctor. Sin embargo, en el momento en el que la había ll
El rostro del chico ahora tenía una clara marca de cinco dedos.Ximena se había arrepentido al instante, y, tímidamente, se había acercado para ver su herida, pero fue rechazada bruscamente. Ximena tropezó, y la furia se apoderó de ella. Corrió hacia él, golpeándole la pierna con su zapato de tacón y amenazándolo:—¡Sí, te estoy usando como un juguete que se tira después de usar! ¿Te haces el digno? ¡Espera y verás si eres más fuerte que yo!Ese día, Ricardo había regresado herido a su dormitorio. Más tarde, Ximena le había enviado medicinas y regalos, pero él los había arrojado por la ventana. Al ver las cosas tiradas por el suelo, Ximena se enfureció con sus amigos:—¡Qué inútiles son! ¡Ni siquiera pueden entregar un regalo correctamente!Finalmente, un amigo de su círculo tuvo una idea: —Ximena, si estás dispuesta a dar sin esperar nada a cambio, podrías enviarle cosas a Ricardo de manera anónima.—¿Y así Ricardo las aceptará? —dudó Ximena.—Ricardo solo te odia a ti, no odia a tod
Ximena exhaló un suspiro y, aparentando normalidad, dijo: —Hola, señor García.Ricardo García no dijo nada, solo levantó ligeramente la barbilla.Ximena siguió la dirección de su mirada y vio que el documento de renuncia ya estaba impreso y colocado sobre el escritorio. Solo faltaba firmarlo. Sin dudarlo, Ximena se acercó, tomó el bolígrafo, giró hasta la sección de firmas y rápidamente escribió su nombre.Ricardo no dijo ni una palabra, aun cuando sus ojos estaban fijos en Ximena, observando atentamente cómo la punta del bolígrafo se deslizaba sobre el papel, antes de que Ximena dejara el bolígrafo prolijamente alineado al documento, después de firmar. —Adiós, señor García —dijo ella, finalmente, con un asentimiento de cabeza, tras lo cual se marchó, sin dudar ni mirar atrás. Sin ni siquiera mostrar un rastro de nostalgia. En el momento en que la puerta se cerró, los dedos de Ricardo se apretaron repentinamente. «¡De verdad se fue así, sin más! ¿Cómo se atrevió?», pensó con rabia.