Quien había dicho alguna vez que la vida no podía ser perfecta, se había equivocado con ella. Por primera vez en su vida todo estaba saliendo justo como había deseado que sucediera.
La Rosa era una escuela genial, cada uno de los profesores eran una eminencia en sus respectivas materias, todos con estilos diferentes sin duda, pero indudablemente muy buenos. Daba gusto estudiar en una escuela así.
Además de eso, aunque sólo llevara una semana en el instituto, ella sentía que pertenecía allí; estaba tan a gusto, que parecía como si llevara años en ese lugar. Tenía la sensación de tener más libertad e independencia de la que alguna vez pensó tener.
De alguna manera siempre que asistía al colegio… No quería recordarlo, pero sentía como si Alessa siempre le hubiera hecho sombra.
Ahora todo era diferente. Se llevaba muy bien con sus profesores y compañeros, a excepción de su única clase de heurística. Pero a pesar de aquello, había logrado sacar algo bueno: Había hecho amigos con gran facilidad, no sólo en el colegio, sino que en el trabajo también.
Su empleo en la cafetería había pasado de atender mesas a llevar el orden de las notas y meterlas en la computadora a tan sólo tres días de haber estado allí.
Y como lo mejor de todo, estaba Cole.
Cada día, Cole Jordan le sorprendía con algo. Todos los días tenía atenciones con ella y la hacía sentir sumamente especial. Ningún chico la había tratado así anteriormente, para el obvio escepticismo del propio Cole, y era tan agradable saber que le gustas tanto a alguien que constantemente, sin que lo pidas o lo esperes, tiene detalles contigo: Flores, postres y todas las pláticas que habían tenido.
Cole conocía prácticamente todo el mundo y era fascinante escucharlo hablar de lugares como Sydney y los canguros; China y el río Yan Tse; de París y el Louvre; o América y los hotdogs, los partidos de basketball y el Gran Cañon de Colorado.
Y lo que era más, a menudo pensaba que, aunque fuera un completo bobo y nunca hubiera salido más allá del portal de su casa, le gustaría oírlo hablar con esa voz profunda y resonante de cantante de blues y sonrisa de Miguel Arcángel.
Lo que era bien extraño, porque antes, lo que más había apreciado en cualquier chico, era su iniciativa en las pláticas y la pasión que demostraba en su retórica… Las cosas que más le habían gustado de Emmett.
Quizá en eso consistía todo…
Cole e Emmett eran parecidos en algunos aspectos: Eran personas determinadas, con valor, inteligentes, pero de una forma distinta. Mientras Emmett podía ser terco, Cole era tenaz a un grado superlativo.
Si, ambos iban tras lo que querían con todas sus fuerzas y sin dar marcha atrás. Pero mientras Emmett era imprudente, Cole era frío en sus movimientos…
Emmett era como una ola, llegando al puerto con todas sus fuerzas y arrancando las palmeras, pero sin lograr llevárselas. A diferencia de Cole que era como una marea intensa, una y otra y otra y otra vez, hasta que esa palmera estuviera bien mar adentro.
Y esa marea definitivamente la estaba arrastrando a ella al mar.
Si, las cosas estaban saliendo tal y como las quería… Estaba finalmente dejando su pasado atrás, acostumbrándose y encariñándose a esa nueva vida que siempre había querido, y abriéndose a la posibilidad de ser feliz, por propia elección.
Realmente feliz.
Pero, cómo en los malos culebrones de televisión, eso no podía durar mucho… ¿Cierto?
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Una fragante taza de café fue puesta delante de ella y miró con profundo agradecimiento a quién la había traído. Como empezaba a ser costumbre, era el apuesto Cole.
Astrid bajó la vista sonrojada. No sabía cómo interpretar eso, si como una advertencia, o como un halago.
Por el momento decidió que no lo juzgaría de ninguna de las dos formas y aceptaría su ayuda con la ecuación.
En cuanto estaba sacando los libros de su mochila sintió un escalofrió en la espalda, uno demasiado conocido… Pero era imposible que lo estuviera sintiendo en ese momento y en ese lugar.
Astrid vio voltear a Cole con naturalidad. Crawford pasó a su lado y saludó al chico con un beso en la mejilla. Cuando cruzó un par de palabras con él se alejó a su lugar y él regresó a ella.
Astrid casi quiso azotar su cabeza contra el pupitre.
¡No! ¡No era posible! ¡Era simplemente imposible que esto le estuviera pasando!
Sostuvo su cabeza entre las manos y puso los codos sobre el pupitre, escondiéndose como avestruz, si los avestruces de verdad escondieran la cabeza en la tierra.
Cole la miró un momento a los ojos; y por lo que pudo ver, le dio la razón a la opinión que estaba formándose de él… Era un chico demasiado inteligente para tener sólo 19 años.
Astrid no tuvo tiempo para responder nada pues en ese momento el profesor llegó al aula, y acomodándose en su lugar empezó a dar la clase. Por fortuna en La Rosa tampoco existían listas de asistencia, eso le daría algunos minutos de ventaja.
La hora de clase paso rápido. Pensando que él estaba detrás de ella no pudo concentrarse un solo minuto en lo que el profesor decía.
El profesor se retiró y algunos alumnos se levantaron de su pupitre para estirarse un poco.
Ella había sido completamente invisible para él una vez… ¿Por qué no lo sería de nuevo? Un peinado diferente y no podría verle la cara; quizá no la reconociera enseguida.
Se colgó con seguridad la mochila al hombro y fue a la puerta de salida. Lo vio sólo de reojo y su corazón dio un vuelco: De jeans y camiseta, tan increíblemente guapo y llamativo como siempre.
Nada más de reojo notó que se había cortado un poco el pelo y que tenía una escayola en el brazo izquierdo. ¿Qué podía haberle pasado? Su preocupación por él le pareció molesta, pero inevitable.
Que no esperara volver a verlo, no significaba que sus sentimientos hubieran cambiado; aún lo quería con toda el alma y que algo le hubiera pasado le preocupaba muchísimo.
Desvió la mirada de él enseguida y siguió su camino.
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Pasó un día entero.
Increíblemente, había pasado todo un día completo sin que él se diera cuenta de que era su compañera de clase.
Era… algo doloroso pensar que habían pasado todo un día en la misma habitación, y él simplemente no había notado que estaba allí.
Quizá era simplemente que ella no le importaba un bledo.
Como había dicho, Crawford había ido a la carga, pero no había hecho grandes avances. Como siempre, Emmett era cordial, trataba de no ser grosero, pero era frío con ella; y Crawford había perdido el interés “puede ser realmente lindo, pero es más frío que el hielo”
Y no lo era, Emmett podía ser muchas cosas, pero no frío. Para su consternación, había sido testigo de toda la pasión que le había demostrado a Alessa, que había sido mucha. Ahora estaba empezando a preocuparse por su compañero… No había hablado con nadie desde que había llegado, y eso no era propio de él; podía tener un carácter muy difícil, pero no era antipático.
Astrid regresó a tierra cuando escuchó a Cole llamarla y lo miró apenada, ¿Cuánto tiempo debía haber estado tratando de llamar su atención?
Se levantó de su asiento en la biblioteca, y con el cuaderno donde estaban los datos fue en busca del libro. Cuando vio a Emmett de pie en el mismo pasillo donde estaba el libro que buscaba… supo que no podía seguir postergando el momento.
Respiró hondo y tragó con cierta dificultad.
Cuando estuvo en el inicio del pasillo se detuvo para esperarlo, él buscó en una gaveta y extrajo un libro con cierta dificultad por culpa de la escayola, comparando con una nota en un papel donde debía tener los datos anotados, revisando que era el correcto volvía a su lugar y estuvieron frente a frente.
El escalofrió que sintió cuando los ojos del joven se posaron directamente sobre ella la hizo temblar, con un movimiento calculado se quitó los lentes de lectura y trato de sonreír.
Esto debía ser una alucinación… No podía ser la misma chica. La había visto en el salón desde el día que había llegado; los enormes risos castaños le habían llamado la atención desde el principio, pero no estaba interesado en las chicas por el momento.
Pero esos risos la habían hecho destacar. No había querido ver su rostro, por que su figura a lo lejos y ese voluptuoso cabello en ondas eran suficiente tentación; verla de frente haría que le atrajera aun más, y en ese momento quería todo menos pensar en tener citas.
De todos los colegios en el mundo, en Asia o Japón, era increíble que la volviera a encontrar. La única chica que en algún lugar de su interior no había querido tener que volver a ver.
Nunca se le habían dado del todo bien las mentiras y no quería decírselo.
Él no le dijo nada más, pasó a su lado y fue a la mesa que compartía con su equipo de trabajo. Ella buscó el libro que había ido a buscar y regresó con Cole y Crawford a la mesa.
Miró de reojo a Emmett y en su interior supo que no todo iba tan bien como ella quisiera.
¿Por qué la vida se empeñaba en no ser perfecta? Se había ido de Imperial College London esperando poder empezar de nuevo desde cero, y el destino le había traído de nuevo a la única pieza de su historia que de verdad quería dejar atrás… Y parecía no poder hacerlo.
Quizá Emmett tenía razón y sus caminos estaban destinados a ir por el mismo rumbo… Vaya cosa.
Y, ¿qué más daba que estaban allí? No podía hacer nada para evitarlo, pero podía controlar su propia reacción ante el hecho. Después de meditarlo toda la noche, Astrid decidió que el que Emmett estaba allí, alrededor de ella, no tenía por qué cambiar su vía de acción. Si hubiera visto que esto le pasaba a alguna otra persona, sin duda hubiera pensado que era patético y cobarde dar marcha atrás cuando había tomado una decisión; y pensar en la mera idea de que alguien creyera eso de ella misma, la ponía de muy mal humor. Ella había sido siempre una persona controlada y practica en la medida de lo posible, como si no hubiera tenido el valor de llevar a cabo cada uno de sus propósitos. Tendiendo las cartas sobre la mesa, la cuestión era que ella estaba ahora lejos de casa. Tenía nuevos amigos, estaba en una escuela estupenda, y un chico maravilloso al parecer la pretendía. Era todo lo que había planeado tener y lo tení
El verdadero problema de él eran sus ojos, siempre habían sido sus ojos. Por mucho que él mismo quisiera evitarlo, sus emociones siempre alcanzaban sus ojos. Cuando estaba molesto, sus ojos se llenaban de una sombra gris que no podía detener, así su rostro se mantuviera impasible. Cuando estaba contento, aun así no sonriera, sus ojos se llenaban de luz. Cuando estaba frustrado, triste, cansado, avergonzado, esperanzado; lo que fuera, lo que sea sintiera, aunque en su rostro no se mostrara, si lo hacía en sus ojos. Y en ese momento, ella estaba viendo algo que no podía identificar en sus hermosos ojos dorados, la estaba mirando directamente con una emoción que ella no sabía identificar. Por primera vez, desde el momento que lo conoció, por primera vez la estaba mirando verdaderamente a ella. Sus ojos estaban plenamente concentrados en ella, si lo m
Mentir era una cosa fea y desagradable. En realidad nunca le había gustado hacerlo, aunque no podía decir que no lo había hecho. También había guardado secretos, lo que para ella era lo mismo. Cada una de ellas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, le habían pesado. Cuando Alessa se había ido del todo, se había prometido a si misma hacer todo lo posible por no volver a guardar ningún secreto o volver a decir una mentira que dañara a otro, por seguir una vida completamente sincera y diciendo la verdad. Cosa muy complicada desde que Emmett se había adherido a su vida diaria. Gracias a Dios Cole no estaba allí, sino la situación sería aun más caótica para ella. Estaba por empezar cuando Emmett le había preguntado si estaba enamorada de su novio. . . ¿Y eso por que debería importarte Emmett? —le dijo mientras bebía tranquilamente, o al menos aparentaba tran
A veces, el tiempo puede ser efímero, al igual que una flor, en un instante…se marchita…Habían pasado ya ocho años desde aquel día en que su primera cita con aquel había sido también la última, recién se había graduado de la universidad, administración de empresas, aunque, sin experiencia laboral de poco servía tener el título, Astrid ahora era una hermosa joven adulta, que, como todos, tenia grandes esperanzas y expectativas de vida, se estaba mudando a Nueva York, su querida amiga Alessa, a quien había tenido el gusto de conocer en la universidad, le había ofrecido un empleo, y, siendo su mejor oferta y aquella con menos complicaciones, había aceptado sin dudarlo, seria la secretaria de su esposo en lo que se abría una mejor vacante para ella, según lo que la hermosa mujer de piel nívea y cabellos negros y lacios le hab&i
Vivir… en esta vida extraña, se nos da una sola oportunidad de vivir y todos elegimos vivir de diferentes maneras. Hay aquellos que más que vivir sobreviven, cada día cumpliendo una rutina sin hacer nada nuevo, sin ver las cosas desde una perspectiva diferente, sin hacer ningún cambio.Vivir… vivir significa darle a cada día un significado, por pequeño que este sea, hacer cada día algo que signifique un cambio en tu vida o en el mundo, claro que, lograr esto es bastante complicado. Porque ciertamente es complejo hacer aquello, escoger algo por lo que levantarte cada día con el ánimo arriba y seguir tu día persiguiendo ese propósito. Puede llegar a ser algo tan simple como ahorrar para comprar aquel vestido tan hermoso en la vitrina de esa importante tienda de ropa, levantarte para podar y regar ese jardín al que le ha dedicado tanto tiempo, levantarte
Ruido, un molesto y espantoso ruidoAstrid volteó a ver el reloj que había a un lado de su cama junto a un computador portátil, en el display se podía leer 6:33 am, esta vez escuchó claramente el tono de su celular, lo tomo extrañada ¿Quién podía estarla llamando a esa hora?– ¿Hola? – dijo evidentemente somnolienta.– Buenos días Astrid – saludó una muy conocida voz con entusiasmo.– ¿Emmett? – preguntó para garantizar.– Si soy yo – respondió el joven Ceo de bellos ojos dorados.– Señor Slorach, seriamente, ayer termine m turno hasta las 12:30 am y llegue a casa hasta la 1:00 am – dijo irritada y regresando a la formalidad del apellido después de despertar…no quería volverse demasiado cercana a su ex amor de juventud…menos aun po
No lo se - Conozco un sitio de ramen en el barrio chino que te chaparías los dedos, son increíblemente buenos, en serio – dijo sin dejar de insistir, no iba recibir un no por respuesta, ya lo había decidido -. Vamos, ¿qué puede tener de malo que salgamos el día de hoy? Tú lo has dicho, Jordán estará ocupado. Ven conmigo. ¿Has subido alguna vez al edificio 60? Mi papá tiene un conocido en el piso 45 que nos puede permitir ir al penhouse de la última planta, ¡Te imaginas la vista! - ¿Te das cuenta que para ese maratón que tienes en mente nos llevaría horas sólo movernos de un lado a otro? – dijo la chica solo imaginándolo.¿Por qu&ea
El tren ya tenía recorrido una parte de su trayecto de 45 minutos y ella había terminado su café y dona azucarada mirando la ventanilla, el tren venía concurrido en su mayor parte de turistas – que sólo el cielo sabía de dónde había salido – que miraban con ansiedad por las ventanillas y disparaban fotografías a todo lo que estaba a su alcance – para su molestia, incluso a ella – el chico frente a ella no había dicho gran cosa en el trayecto.Pero ella no era buena para mantenerse en silencio.Explica Emmett – dijo por fin -. ¿A qué se debe esta invitación?No tiene demasiado misterio Astrid – dijo el chico con tranquilidad -. No conozco el corazón de Londres o siquiera de algún sitio de Inglaterra, he vivi