Bien, hacía especialmente un buen día para el inicio de clases de preparatoria, el cielo había amanecido de un color deslumbrante, tan azul que casi segaba, ni una sola nube gris en su panorama, eso tenía que ser un buen augurio, un día tan hermoso solo podía significar que todo en aquel día tendría que salir bien.
Había estado esperando este día, como había estado esperando pocas cosas en su vida. El primer día de preparatoria.
Iba a ir a una escuela nueva, que quedaba lo suficientemente lejos de casa para que, en lugar de viajar todos los días, su madre la hubiera en una habitación propia en un complejo de departamentos, donde la mayoría eran estudiantes en su misma situación. Para que el gasto no fuera tan grande había conseguido un trabajo en un pequeño café como camarera y aunque debería reconocer que no tenía ni idea de cómo hacer un trabajo así, lo lograría.
Se levantó de la cama y fue a su armario para sacar el conjunto de ropa que había escogido para la ocasión, una falda blanca tableada con un suéter negro de lana de cuello amplio y una camisa blanca debajo, ojala que el clima se mantuviera igual para no tener que sacarse el suéter y andar toda de blanco, se calzó unas botas negras que llegaban bajo su rodilla, se miró en un espejo de cuerpo entero que había en la madera del armario y sinceramente le gustó lo que vio, discreta pero bonita, esa era de hecho la imagen que quería proyectar.
Se llevó las manos a la cabeza y se acomodó el cabello, hacía tres días que se lo había hecho enrular y su cabello había aceptado de buen grado el cambio – gracias al cielo, según sabía, había chicas que no les pasaba igual y tenían que estar controlando su cabello cada 15 minutos – lucía distinta y le gustaba mucho eso, en verdad que le gustaba.
Perfume, maquillaje y después solo tomó su mochila y partió al instituto.
El instituto La Rosa estaba en una población no muy lejana de Londres, solo como a unos 15 kilómetros, era la única preparatoria que se ufanaba de que todos sus alumnos, si así lo deseaban, tendrían un lugar en la universidad Imperial College London, es por ello que era muy reconocido.
La matrícula era muy diferente a otros institutos, el alumno llegaba diciendo qué era lo que quería estudiar en la universidad y la mitad de las clases estaban dedicadas a ese campo, de allí que cuando salían del instituto lo hacían con un amplio conocimiento en el campo donde querían desenvolverse y el último año era dedicado únicamente a estudiar para el examen de ingreso. Por ese motivo, a diferencia de una preparatoria cuya duración normal era de 3 años, esta duraba 4 años.
Astrid había escogido el área socio-histórica que incluía carreras como: psicología, arqueología, sociología, antropología, historia y criminología. Llegado el momento debería tener mucho de donde escoger.
Los salones eran amplios, de grandes ventanas y aparentemente cómodos. Dentro había ya muchos chicos y chicas platicando en pequeños grupos, no conocía a nadie y se sintió un poco incomoda por que varios de los chicos la voltearon a ver con agrado, eso es lo que había estado buscando, pero aun así no dejaba de sentirse algo incomoda. Vio un lugar vació a la mitad de salón y se sentó allí.
En esos años ¿Qué tipo de adolescente nunca había tenido un celular antes? No quería que nadie la viera usando un mensaje de texto aun, era terriblemente lenta.
Pasaron otros 10 minutos en los que pudo cruzar algunas palabras con Crawford, su familia tenía un pequeño negocio de reparaciones, por algún motivo que no tuvo muy claro, las reparaciones en casas eran una cosa muy común en Glasgow así que les iba bastante bien, ella deseaba estudiar historia, siempre había sentido el gusanito por las cosas antiguas y no había mejor sitio en Japón que la universidad de Imperial College London para una carrera así.
Astrid aun no tenía muy bien decidido, quizá también tomaría las asignaturas de historia, toda su vida escuchando las historias del abuelo – aunque la mitad de las veces las veces había abiertamente ignorado – he terminado por llamar su atención, quizás, sería una opción a considerar.
Después de poco tiempo un profesor entró al aula, todos prestaron atención y la primera clase comenzó.
Para cuando llegó el momento del descanso para el almuerzo ya había entablado conversación con todos los chicos y chicas de su grupo, uno de los profesores que daban clase del área de psicología había utilizado toda la clase solo para ese propósito.
No podía dejar de notar algo de lo cual no sabía cómo sentirse, ella era bonita, sin vanidad sabía que era una chica atractiva. Pero siempre había sido opacada por Alessa. Ella era bonita, pero siempre había sabido que Alessa era casi exótica, su postura solemne, fría, pero al mismo tiempo extremadamente sensual. Pero ahora se daba cuenta de que los chicos realmente reparaban en ella. Ahora mucho más que vestía ropa que no era de instituto y el cabello que parecía dar ideas a las demás personas, en realidad hasta ella había notado que el cabello así la hacía sentir voluptuosa, demasiado visible y aunque había sido lo que buscaba al final de cuentas, aún era un poco extraño.
Había deseado llamar la atención, si, pero no esperaba que sería tanto. Había por lo menos 3 chicos en el aula que estaban casi peleando por poder estar alrededor de ella.
Pero si pudiera elegir ella hubiera elegido sin duda a Cole T. Jordan.
Según Crawford, que era mucho más curiosa que ella, Cole era estadounidense, su padre trabajaba en una empresa norteamericana que tenía una sucursal en Japón y había estado en oriente los últimos 10 años, por tanto, era más japonés que yanqui.
Era increíblemente guapo, tanto que casi no se podía creer. Media cerca de 1.80 centímetros tenías que verlo prácticamente hacía arriba, poseía la piel tostada y tersa – su apretón de manos hacía sentir a cualquiera bienvenida – y un cuerpo que haber sido sacado de un anuncio de ropa interior, unos preciosos ojos azul zafiro y una sonrisa – con sus derechos hoyuelos – que hacía ruborizar, una voz que lo haría rico y famoso si se dedicara a cantar blues y un sentido del humor que hacía que quisieras tenerlo cerca. Al presentarse con ella y apenas haberle dicho su nombre completo ya la había apodado “pequeña gaviota”
Oh si, Astrid había sentido mariposas en el estómago cuando le había dicho así, por eso cuando después de unas horas se dio cuenta que en realidad había sido así de caballeroso solo con ella – es decir no tenía que compartir su atención con Alessa o con nadie – se sintió sinceramente halagada.
Cole había llegado a su lado con un par de pasteles de chocolate de la cafetería, lucían la mar de buenos y el chocolate siempre había sido su perdición.
Cole se sentó a su lado y sin más empezaron a platicar.
Como Crawford había dicho Cole era americano y su familia por lo que le contaba era muy rica, los Jordán – lo decía sin ánimo de presunción sino más bien como un hecho inevitable – eran buenos para hacer dinero, comprando y vendiendo, fabricando y vendiendo, inventando y vendiendo, todo se traducía en eso. Según él, aunque eso sí que le era difícil de creer, eran buenos para hacer dinero, pero malos para las relaciones sociales.
Pero con esa cara y esa sonrisa, él no necesita hacer relaciones sociales. Las sociedades eran las que iban a buscarlo a él, como prueba solo había que ver a todas esas chicas que había a su alrededor que lo miraban a él con anhelo ya ella con odio.
Y en ese momento vio como los alumnos se empezaban a dirigir al aula, era la hora, pero no había sonado ninguna alarma.
Astrid sonrió divertida, había sido la forma más original que alguien había usado para invitarle un café, de la forma en la que lo había dicho no le había dado opción de negarse, cuando él se levantó y le pidió la mano para marcharse se extrañó.
Se levantaron de su lugar y entraron al salón para las siguientes clases.
Como Astrid había esperado, apenas terminó el horario de clases, se escuchó por el micrófono a la directora dando la bienvenida a los alumnos de nuevo ingreso, un par de anuncios para la escuela y deseando a todos un buen día.
Además de que Cole había ido hasta su asiento para ayudarla a guardar sus cosas e ir por el café prometido.
Porque se había sentado en esa cafetería, pedido un café negro y empezado a hablar no lo supo, pero lo hizo, habló y habló de su vida en Imperial College London y el templo Sallow, de sus amigos, su familia y de Emmett
Fue lo bastante prudente para no hablarle de Alessa más de lo puramente necesario era un tema demasiado sensible aun dentro de su corazón, aunque el deseo había estado todo el tiempo latente, era tan fácil hablar con Cole, te prestaba toda su atención y parecía fascinado por todo lo que ella decía.
Astrid casi quiso reír, más bonita que ella, esa sí que era una pregunta.
Astrid no dijo nada solo bajo un momento la mirada, ¿Tenía algún sentido seguir diciendo que no era verdad? ¿Qué ella no estaba enamorada de Emmett? No.
Cole solo levantó su mirada y en un segundo una linda mesera estaba a su lado para atender su orden, eso debería ser agradable. Ordenó y entonces comenzó a hablarle de él. Cole era rico y como un chico rico había sido más educado por profesores y nanas que por sus padres. Desde que tenía 15 años había decidido que, si no podías con el enemigo debías unirte a él, así que comenzó a participar en los negocios de su padre, al menos en los más pequeños de turismo y comercio, lo que lo había hecho viajar mucho. Le gustaba mucho la historia, a cada país que llegaba estudiaba un poco de él y Japón era un asunto aparte, si estaba en La Rosa era porque quería estudiar historia de Japón en la universidad de Imperial College London con los mejores profesores de la materia, pero lo quería hacer por sus propios méritos y no por el apellido Jordán.
Habló de Estados Unidos, del tiempo que había pasado en Europa, de su llegada a oriente, de China y de la India; había estado vagando mucho antes de asentarse en Japón con su padre y todo lo que decía le parecía fascinante.
Antes de notarlo: pasado 5 horas sentados en ese café platicando y se había hecho de noche.
Si algo había notado Astrid de Cole T. Jordán, era que sin duda si se proponía algo no cesaba hasta verlo hecho. Se preguntó cómo sería cuando se proponía conseguir el amor de una chica. Debía ser una experiencia.
Como le dijo la llevó a casa en su auto, de una respetuosa y cortes manera se despidió de ella en la puerta y le deseó un buen descanso con la promesa de que se verían al día siguiente.
Una noche tan brillantemente estrellada como había sido luminoso el día estaba plena en el cielo cuando llego a casa… si, sin duda había sido un buen día.
Quien había dicho alguna vez que la vida no podía ser perfecta, se había equivocado con ella. Por primera vez en su vida todo estaba saliendo justo como había deseado que sucediera. La Rosa era una escuela genial, cada uno de los profesores eran una eminencia en sus respectivas materias, todos con estilos diferentes sin duda, pero indudablemente muy buenos. Daba gusto estudiar en una escuela así. Además de eso, aunque sólo llevara una semana en el instituto, ella sentía que pertenecía allí; estaba tan a gusto, que parecía como si llevara años en ese lugar. Tenía la sensación de tener más libertad e independencia de la que alguna vez pensó tener. De alguna manera siempre que asistía al colegio… No quería recordarlo, pero sentía como si Alessa siempre le hubiera hecho sombra. Ahora todo era diferente. Se llevaba muy bien con sus profesores y compañeros, a excepción de su única clase de heurísti
Y, ¿qué más daba que estaban allí? No podía hacer nada para evitarlo, pero podía controlar su propia reacción ante el hecho. Después de meditarlo toda la noche, Astrid decidió que el que Emmett estaba allí, alrededor de ella, no tenía por qué cambiar su vía de acción. Si hubiera visto que esto le pasaba a alguna otra persona, sin duda hubiera pensado que era patético y cobarde dar marcha atrás cuando había tomado una decisión; y pensar en la mera idea de que alguien creyera eso de ella misma, la ponía de muy mal humor. Ella había sido siempre una persona controlada y practica en la medida de lo posible, como si no hubiera tenido el valor de llevar a cabo cada uno de sus propósitos. Tendiendo las cartas sobre la mesa, la cuestión era que ella estaba ahora lejos de casa. Tenía nuevos amigos, estaba en una escuela estupenda, y un chico maravilloso al parecer la pretendía. Era todo lo que había planeado tener y lo tení
El verdadero problema de él eran sus ojos, siempre habían sido sus ojos. Por mucho que él mismo quisiera evitarlo, sus emociones siempre alcanzaban sus ojos. Cuando estaba molesto, sus ojos se llenaban de una sombra gris que no podía detener, así su rostro se mantuviera impasible. Cuando estaba contento, aun así no sonriera, sus ojos se llenaban de luz. Cuando estaba frustrado, triste, cansado, avergonzado, esperanzado; lo que fuera, lo que sea sintiera, aunque en su rostro no se mostrara, si lo hacía en sus ojos. Y en ese momento, ella estaba viendo algo que no podía identificar en sus hermosos ojos dorados, la estaba mirando directamente con una emoción que ella no sabía identificar. Por primera vez, desde el momento que lo conoció, por primera vez la estaba mirando verdaderamente a ella. Sus ojos estaban plenamente concentrados en ella, si lo m
Mentir era una cosa fea y desagradable. En realidad nunca le había gustado hacerlo, aunque no podía decir que no lo había hecho. También había guardado secretos, lo que para ella era lo mismo. Cada una de ellas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, le habían pesado. Cuando Alessa se había ido del todo, se había prometido a si misma hacer todo lo posible por no volver a guardar ningún secreto o volver a decir una mentira que dañara a otro, por seguir una vida completamente sincera y diciendo la verdad. Cosa muy complicada desde que Emmett se había adherido a su vida diaria. Gracias a Dios Cole no estaba allí, sino la situación sería aun más caótica para ella. Estaba por empezar cuando Emmett le había preguntado si estaba enamorada de su novio. . . ¿Y eso por que debería importarte Emmett? —le dijo mientras bebía tranquilamente, o al menos aparentaba tran
A veces, el tiempo puede ser efímero, al igual que una flor, en un instante…se marchita…Habían pasado ya ocho años desde aquel día en que su primera cita con aquel había sido también la última, recién se había graduado de la universidad, administración de empresas, aunque, sin experiencia laboral de poco servía tener el título, Astrid ahora era una hermosa joven adulta, que, como todos, tenia grandes esperanzas y expectativas de vida, se estaba mudando a Nueva York, su querida amiga Alessa, a quien había tenido el gusto de conocer en la universidad, le había ofrecido un empleo, y, siendo su mejor oferta y aquella con menos complicaciones, había aceptado sin dudarlo, seria la secretaria de su esposo en lo que se abría una mejor vacante para ella, según lo que la hermosa mujer de piel nívea y cabellos negros y lacios le hab&i
Vivir… en esta vida extraña, se nos da una sola oportunidad de vivir y todos elegimos vivir de diferentes maneras. Hay aquellos que más que vivir sobreviven, cada día cumpliendo una rutina sin hacer nada nuevo, sin ver las cosas desde una perspectiva diferente, sin hacer ningún cambio.Vivir… vivir significa darle a cada día un significado, por pequeño que este sea, hacer cada día algo que signifique un cambio en tu vida o en el mundo, claro que, lograr esto es bastante complicado. Porque ciertamente es complejo hacer aquello, escoger algo por lo que levantarte cada día con el ánimo arriba y seguir tu día persiguiendo ese propósito. Puede llegar a ser algo tan simple como ahorrar para comprar aquel vestido tan hermoso en la vitrina de esa importante tienda de ropa, levantarte para podar y regar ese jardín al que le ha dedicado tanto tiempo, levantarte
Ruido, un molesto y espantoso ruidoAstrid volteó a ver el reloj que había a un lado de su cama junto a un computador portátil, en el display se podía leer 6:33 am, esta vez escuchó claramente el tono de su celular, lo tomo extrañada ¿Quién podía estarla llamando a esa hora?– ¿Hola? – dijo evidentemente somnolienta.– Buenos días Astrid – saludó una muy conocida voz con entusiasmo.– ¿Emmett? – preguntó para garantizar.– Si soy yo – respondió el joven Ceo de bellos ojos dorados.– Señor Slorach, seriamente, ayer termine m turno hasta las 12:30 am y llegue a casa hasta la 1:00 am – dijo irritada y regresando a la formalidad del apellido después de despertar…no quería volverse demasiado cercana a su ex amor de juventud…menos aun po
No lo se - Conozco un sitio de ramen en el barrio chino que te chaparías los dedos, son increíblemente buenos, en serio – dijo sin dejar de insistir, no iba recibir un no por respuesta, ya lo había decidido -. Vamos, ¿qué puede tener de malo que salgamos el día de hoy? Tú lo has dicho, Jordán estará ocupado. Ven conmigo. ¿Has subido alguna vez al edificio 60? Mi papá tiene un conocido en el piso 45 que nos puede permitir ir al penhouse de la última planta, ¡Te imaginas la vista! - ¿Te das cuenta que para ese maratón que tienes en mente nos llevaría horas sólo movernos de un lado a otro? – dijo la chica solo imaginándolo.¿Por qu&ea