Capitulo 3

Y, ¿qué más daba que estaban allí? No podía hacer nada para evitarlo, pero podía controlar su propia reacción ante el hecho.

Después de meditarlo toda la noche, Astrid decidió que el que Emmett estaba allí, alrededor de ella, no tenía por qué cambiar su vía de acción. Si hubiera visto que esto le pasaba a alguna otra persona, sin duda hubiera pensado que era patético y cobarde dar marcha atrás cuando había tomado una decisión; y pensar en la mera idea de que alguien creyera eso de ella misma, la ponía de muy mal humor.

Ella había sido siempre una persona controlada y practica en la medida de lo posible, como si no hubiera tenido el valor de llevar a cabo cada uno de sus propósitos.

Tendiendo las cartas sobre la mesa, la cuestión era que ella estaba ahora lejos de casa. Tenía nuevos amigos, estaba en una escuela estupenda, y un chico maravilloso al parecer la pretendía. Era todo lo que había planeado tener y lo tenía, lo único que no encajaba en la ecuación era la presencia del joven de ojos dorados.

Su mente le decía una y otra vez “sólo ignórale, si él pudo, ¿por qué tú no podrías?”

Pero de nuevo, un eco muy en el fondo le repetía lo que ella sabía muy bien. Él no la amaba y ella si, eso era radicalmente diferente en la ecuación, aunque la mera idea le doliera.

Ella sabía, que en su situación, seguía siendo lo más sano que podría hacer, solo ignorarlo seguir uno seguir el camino que se estaba marcado, los llevara a donde los llevara.

Pensarlo era fácil, llevarlo a cabo no era tan simple como parecía, lo sabía. No es como si fuera la primera vez que lo intentara. Casi desde el mismo día que había conocido a Emmett Slorach lo había querido, se había metido en su corazón y había tratado de ignorar el sentimiento, pero este nunca se iba. No, nunca se había ido.

Pero esta vez la situación era muy diferente y sus emociones debían adaptarse al cambio, lo quisieran o no.

.

.

  • Buenos días, pequeña.

  • Buenos días, Cole.

Como casi cada mañana, el primer rostro amable que veía era el de Cole, que esperaba por ella en la entrada, armado con dos deliciosos vasos llenos de capuchino caliente.

Pero esta vez tuvieron testigos, Emmett estaba en la entrada también aparentemente buscando algo en el fondo de su mochila.

  • ¿Cómo te fue con el resumen del libro de Freud? —Le preguntó ofreciéndole uno de los altos vasos.

  • Complicado, pero lo terminé oferta con satisfacción—. Si lo analizas seguramente es muy interesante.

  • Si lo analizas más cuidadosamente te das cuanta de que Freud estaba un poco “tostado” cuando lo escribí en tono de broma.

Astrid no pudo si no soltar una carcajada, las ideas eran ciertamente tan extravagantes que era probable que el autor no estaba en sus cinco sentidos cuando lo hizo.

  • Al menos ya es el ultimo trabajo pesado de la semana oferta con un suspiro la joven castaña—, a menos de que nos dejen hacer algo el día de hoy.

  • Lo dudo, historia suspendió desde ayer y sólo tenemos dos clases de prácticas ofrecidas Cole con calma y empezó a caminar con ella—. Oye, si no tenemos nada más que hacer, ¿por qué no vamos a algún lado? Tenemos todo el fin de semana delante de nosotros. ¿No te gustaría por ejemplo, ir a la torre de Imperial College London, salir a un parque o algo por el estilo?

  • No pegas con el tipo al que le gustan los parques Cole ofertar la chica, dejando que la cafeína corriera por su sistema.

  • Pero tú si gaviota —insistió el joven de ojos celestes—. Me apuesto lo que quieras que te encantan las alturas.

Ella sonrió divertida, la verdad fuera dicha, le producían algo de miedo, lo suyo era tener los pies en la tierra.

  • Me pinta mejor lo de la torre de Imperial College London.

  • ¿Es una cita?

La mera idea la entusiasmaba, había estado esperando más de lo que se atrevía a reconocer que Cole le pidiera una cita.

  • ¿Estás seguro? Oferta con una sonrisa picara—. Si me das alas ahora, después no podrás deshacerte de mí.

  • No necesitas las alas gaviota ya las tienes disponible con un tono igual al de ella.

  • Es una cita entonces opcional con una sonrisa radiante.

Llegaron al salón juntos y después se sentaron cada uno en su asiento. Estando ya sentada, Astrid había volteado para acomodar su mochila y vio entrar a Emmett con cara de pocos amigos, pero no iba a creer que ella tenía algo que ver, sabía que no era así.

  • Sabes externa una voz a su espalda—. No todo lo que hizo Freud es drogas e histeria femenina

Astrid volteó a ver a quién le había interpelado, y por supuesto era él, Emmett, ¿quién más quería discutir eso con ella? Había salido sólo un momento para sacar un par de fotocopias, no quería pensar que la hubiera seguido, pero él no tenía ninguna hoja en las manos que copiar. Se armó de paciencia antes de contestar.

  • Lo sé Emmett —le respondió sin demasiado entusiasmo—, pero hasta tú sabes que una vez que haces algo esto te persigue hasta el fin de tus días ya este autor le pasó exactamente eso.

  • No significó entonces nada más todos los avances que hizo para la psicología de todos los tiempos —lo defendió con fervor.

  • Tú… —ella guardó silencio, tenía en su mente el ejemplo perfecto de las cosas que una persona podía hacer y eso te definía de por vida… Pero no, nunca se lo diría a él—, no escuches mis conversaciones privadas Emmett, es de mala educación.

  • No estaba escuchándote —le respondió de inmediato—, lo dije cuando yo estaba allí, no me interesa tu vida privada.

  • En ese caso que no te importen tampoco mis opiniones de nada Emmett, ¿ok?

Ella trató de avanzar pero sorpresivamente él la tenía sostenida de un brazo.

  • Astrid, espera.

Aun en contra de ella misma se detuvo. Más que nada por el tono ligeramente roto de su voz, no era familiar para ella y eso pegó sus pies al piso.

  • ¿What? —Le respondió algo cohibida.

  • ¿Qué es lo que sabes de este Jordan? —Le preguntó sin rodeos.

Astrid lo miró aun más extrañada que antes, por la forma que lo había dicho, es como si supiera algo malo de él.

  • ¿Por qué?

  • Vas a salir con él —respondió—. ¿Qué es lo que sabes?

La pregunta la tomó por completo por sorpresa, a Emmett y la expresión dura de sus ojos, por un momento sin entender del todo.

  • No creo que eso tenga nada que ver contigo ofrezco queriendo que la soltara ya, jalándose un poco le envió la indirecta, pero aparentemente él no la tomó.

  • Te he conocido por años Astrid, es normal que me preocupe —le respondió.

  • ¡Tú! ¡Tú preocupado por mí! —Una ligera risa histérica se le escapó de los labios—. Por favor Emmett, me has ignorado siempre y ahora resulta que estas preocupado por mi.

  • Yo nunca te he ignorado Astrid ofrece sorprendido por que dijera algo así—. ¿Qué te hace creer eso?

  • Me voy por la respuesta más obvia o quieres una lista de oferta con sarcasmo—. A pesar de que siempre estuve junto a… ella, era prácticamente como si fuera un fantasma. Sí me hablabas era sólo para preguntarme dónde estaba tu novia. Así que evítate la angustia, nosotros no somos más que dos personas que se conocen, no tienes por qué preocuparte por mí.

  • Tienes sólo unas semanas de conocer a ese Jordan, y vas a salir con él —reiteró—. No creo que eso este bien.

  • Sinceramente Emmett oferta con aun mas irritación—, saldré con quien yo quiera, te parezca bien o no. En las pocas semanas que llevo de conocer a Cole, ha demostrado ser mucho mejor amigo que “otros” que he conocido durante años.

Se soltó del brazo que le sujetaba y avanzó delante de él, molesta, increíblemente molesta. ¿Quién era él para decirle con quien salir o no? ¿Cómo se atrevía?

.

.

Que día tan complicado.

No creía que hubiera otra denominación para un día así, si no complicado, extraño quizá.

Se dejó caer en su cama y cerró los ojos tratando de poner en orden todo lo que había pasado, y como iba a manejarlo de allí en más.

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El día había abierto precioso, un sol amable se levantaba sobre algunas nubes inquietas que han quedado de la lluvia de la noche pasada, apuntaba a ser un día con un suave sol y fresco, perfecto para salir.

Se levantó de la cama con ánimos, se dio una larga ducha, se exfolió la piel, se puso una de sus cremas favoritas con olor a lavanda y se enfundó en su traje favorito, eran solo las nueve de la mañana y Cole le había dicho que estaba por ella a las diez, tenía toda una hora para arreglarse con calma.

La mejor hora para llegar a la torre de Imperial College London era por la mañana, los turistas aún no se habrían volcado sobre ella y abarrotado todo, podrían desayunar con tranquilidad. Todo apuntaba a que sería un día perfecto.

La única nota mala que tenía por aquel día era la escena que Emmett le había hecho el día anterior.

“Olvídalo” se dijo por centésima vez. Se puso crema de pelo también con olor a lavanda y se comenzó a arreglar los rizos. No iba a hacer caso de él, podía no conocer mucho a Cole, pero había sido un perfecto caballero con ella, desviviéndose en todos los detalles posibles, lo que toda chica esperaría de un chico.

Si, aquella iba a ser una cita perfecta.

Como lo había prometido Cole, había llegado por ella a las diez en punto, había tocado a su puerta con un enorme ramo de girasoles y sólo se detuvieron para ponerlos en agua.

Fueron hasta Imperial College London en el tren, siendo ella originaria de la isla debería ser el guía pero era al revés. Al parecer Cole se había tomado su tiempo para recorrer la isla y de cada lugar que pasaban de largo en el tren. Sabía los por menores de tal, le hablaba de algún buen lugar para comer o algo curioso que hubiera descubierto allí, ella estaba asombrada de lo mucho que Cole podía aprender en poco tiempo, era tan curioso, que escucharlo hablar de cosas incluso triviales, con esa profunda voz de blues, era un placer.

Llegaron a Imperial College London con una ligera llovizna sobre sus cabezas, él no pareció enterado de ella o no decidió darle importancia, caminaron desde la estación hasta la plaza donde estaba la torre, y entraron al restaurante de la primera planta.

Él comía enormidad, pero claro, considerando su tamaño no podía ser de otro modo: fruta, panqueques, café, jugo, helado. Era casi divertido verlo comer de esa manera, repitió los panqueques por lo menos 3 veces, de alguna manera lucía un tanto infantil, pero era agradable y atractivo aun así, un niño grande de ojos claros y la cara manchada de chocolate.

Después de desayunar subieron por la torre, los escalones ni siquiera se sintieron en medio de toda la platica, él empezó a hablarle del Wall Trade Center, del Empire State de la torre Eiffel, de los arquitectos que las nuevas construidas y de las controversias y datos únicos de todas esas edificaciones, le hablo incluso de la propia torre de Imperial College London. Rieron y hablaron, hablaron y volvieron a reír.

La verdad es que ella nunca se lo había pasado tan bien en una cita, no es que hubiera tenido muchas de todos modos.

  • Y finalmente, el último piso – dijo Cole triunfante como su esta hubiera sido la meta de un maratón.

  • Mañana no podré mover un músculo —sólo ver la altura… no podía creer que hubieran subido los últimos 7 pisos a pie.

  • No luces como ese tipo de chicas delicadas pequeñas, seguro mañana amanecerás perfecta —le respondió su acompañante con una sonrisa picara.

Astrid miró la enorme ciudad de Imperial College London, a sus pies, la vista desde lo alto de la torre era hermosa, el sol cálido y la ligera lluvia le barrió la cara.

  • Astrid… —la llamó.

  • Si Cole exterior ella mirándolo al rostro.

  • Tú sabes lo mucho que me gustas, ¿verdad?

La verdad la confesión sincera de Cole la había tomado un poco por sorpresa, pero así eran las cosas con este chico, con él nunca habría medias tintas.

  • Así como saberlo con precisión, en realidad no Cole.

Él no le respondió, pero dio un paso hacía ella y le envolvió un brazo por la cintura, Astrid tuvo que subir su rostro ver para el suyo y sintió que el corazón le latía aprisa, en los ojos de Cole… bueno… cuando el bajó su rostro al suyo, Astrid cerró sus ojos y la expresión en sus ojos fue completamente clara.

No había esperado que su primer beso fuera en la torre de Imperial College London, un día lluvioso y con el sol en el rostro, el día que debería cargar un espejo y hacer una predicción era lo correcto, quizás la predicción le hubiera dicho que esto pasaría y se sentiría tan bien. Definitivamente el beso de Cole se sintió muy bien.

La dejó ir después de un largo momento pero no se alejó de ella.

  • Ahora lo tienes claro está disponible él con una voz relajada.

  • Creo que si fuera ella con una sonrisa.

  • He conocido muchas chicas Astrid ofrece el chico de ojos claros con más seriedad—. Muchas de ellas han seguido antes que a mi, a mi cartera y lo que pueden sacar de ella. Siento que tú eres muy diferente —recorrió su rostro con el dorso de una mano con ternura—. Hay una innata generosidad en ti, que haría que eso fuera imposible, me es increíblemente fácil hablar contigo, reír y eres tan bella, que pareces un ángel.

  • Cole… oferta sonrojada, apenada por su declaración sobre lo que pensaba de ella.

  • Me sentiría tan afortunado si tú aceptaras ser mi novia —apoyó su frente sobre la suya–. Darme una pequeña oportunidad para ver si podemos verdaderamente enamorarnos.

  • Vaya… Ante una declaración tan fresca oferta la joven castaña un poco sonrojada—, ¿qué debería decir una chica?

  • ¿Si? —Respondió el joven de brillantes ojos azules, con una amplia sonrisa—. Eso es lo que el chico quisiera oír.

Astrid sonrió con gozo, casi no lo podía creer, ella con un chico tan guapo, tan amable y tierno, nunca lo hubiera podido imaginar.

  • En ese caso —respondió—. Si.

Cole la atrajo de nuevo y cerró los dos brazos alrededor de ella y la besó de nuevo.

Eran ya las 6 de la tarde cuando Cole había llevado a casa, he pasado el día entero caminando, conversando y haciendo sólida su nueva relación.

  • ¿Segura que eso es lo que quieres? Fuente con suavidad el joven de ojos azules

  • ¡Oh si! – insistió Astrid—. Realmente Cole, no quieres pedir permiso a mis papas, especialmente a mi abuelo, que es como mi padre, le daría un ataque al corazón si supiera que su pequeña nietecita tiene novio; y creedme no será nada personal, él me sigue viendo como si tuviera sólo 6 años. A veces creo que siempre será así,

  • Bien será como tú quieras disponible dándose por vencido—. Mañana vengo por ti.

  • Bien, hasta mañana entonces.

  • Si necesitas ayuda con los cierres de las cifras de las encuestas.

  • Correré a tus brazos.

  • Eso tienes que prometérmelo.

Astrid sonrió divertida y finalmente puso un beso rápido en sus labios y lo despidió, Cole se alejó un par de calles mientras ella lo veía.

Estaba tan contenta, la cita había sido mucho mejor de lo que había creído, jamás hubiera imaginado que con solo un mes en el instituto ya debería un novio y además tan increíble. Cole era por mucho una de las personas más extraordinarias que había conocido.

Todo estaba saliendo, justamente como había deseado que pasara.

Astrid volteó a ver quien la había llamado y del otro lado de la calle por la cual Cole se había ido hacía un minuto, estaba esta persona, la única pieza que no encajaba en sus planes.

  • Emmett

  • Poco sirvió mi advertencia, ¿no? Fuentes de forma sombría—. ¿Cuánto tienes de conocerlo? ¿Un mes?

  • Sinceramente… —le expelo molesta.

  • No… —la interrumpió—. ¿Sabes qué? Tienes razón, tú y yo jamás fuimos amigos, al menos evidentemente tú nunca me viste como tal y yo…

  • ¿Tú que…? —Lo retó un respondedor.

  • En realidad nunca estuve realmente seguro con sinceridad, lo había pensado, realmente lo había pensado con detenimiento, pero siempre llegaba a la misma conclusión—. Pero, no eras invisible para mí como crees. Suerte.

Dio media vuelta y comenzó a irse “que nunca había sido invisible” a pesar de todo, lo que más anhelado Astrid es que al menos él supiera que estaba allí, que era alguien, no solo una apéndice de Alessa, había sido siempre su deseo y si se iba ahora así …

  • Emmett …

El chico se detuvo y la volteó a ver, ella vio en sus ojos un profundo dolor. ¿De donde había venido eso? Dolor era algo que jamás había visto en él.

  • ¿Si…? —Le dijo él sin demasiada emoción.

  • Esto es ridículo, ¿no te parece? Oferta ella.

  • ¿Ridículo? – preguntó el joven.

  • Bien, tú no me ignorabas, yo no lo hacía tampoco —le respondió—. Sólo que… —¿Qué decirle ¿, que se había hecho a un lado por que sabía que toda su atención era para su mejor amiga y eso la lastimaba—, quizás, yo sólo estaba algo celosa. Alessa fue mi mejor amiga de toda la vida y cuando tú apareciste, ella únicamente se empezó a alejar de mi y pasar demasiado tiempo contigo. Es ridículo que esté molesta contigo por eso.

  • No estoy seguro que habría hecho en tu — situaciónrespondió él.

  • Si no podemos ser amigos ofrece la joven castaña con un suspiro—, al menos llevemos la fiesta en paz.

  • Eres la única persona que conozco en este lugar Astrid… funciona como si esto le costara mucho trabajo—. Yo quiero un amigo.

“Yo quiero un amigo” la petición había tocado un lugar que con cualquiera otra petición nunca hubiera tocado. Él pedía algo sinceramente, sin petulancia, solo con verdadera necesidad. Nunca, jamás había hecho algo así.

  • Bien, lo seremos ofrecerá enseguida ella aferrándose a la posibilidad, la verdad siempre había deseado ser su amiga—. Si tú quieres, yo también.

  • No se enojara tu “amigo” oferta él en forma defensiva.

  • No se enojará, y no es mi amigo, es mi novio —la mandíbula del joven se apretó, ella pudo verlo—. Y te pediré como amiga que te mantengas al margen de eso. ¿Sabes? No es como si me fuera a escapar con él o estuviéramos planeando una boda secreta y… —guardó silencio un segundo—. Dime que me calle, no quiero estar a la defensiva contigo.

  • No te lo pediré, si dejas de defenderlo —le respondió—. No lo conozco, no confió en él.

  • Entonces sólo mantengamos a Cole fuera de nuestras conversaciones, ¿bien?

Un silencio tenso se hizo entre los dos. La ligera llovizna empezó a arreciar.

  • Debo irme irme por fin—. Yo tampoco he terminado los cálculos de las encuestas.

  • Te ofrecería ayuda pero la verdad es que los cálculos se me dan fatal oferta con una suave sonrisa—. No logro establecer comunicación amistosa con los números.

  • Está bien corriente con media sonrisa—. Te ofrecería mi ayuda pero supongo que tomarías la que ya te ofrecieron.

  • No lo sé opcional alzando los hombros—. Siempre escuche decir que tú eras un verdadero genio en esa materia.

El joven de cabello plateado le regaló una sonrisa triste y se subió la gorra de su sobretodo, la lluvia había arreciado.

  • Me voy antes de que arrecie más, hasta mañana Astrid.

  • Hasta mañana.

Y entonces el chico siguió la calle, en el sentido contrario por el que Cole se había ido.

: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: -: Fin Flash Back: -: -: -: -: -: - : -: -: -: -: -: -: -: -: -:

La lluvia había acrecentado y ahora era un pleno aguacero. Debía levantarse acabar los dichosos cálculos e irse a dormir, pero la enormidad de su extraño día no la dejaría concentrarse.

No sabía qué había sido más extraño o más complicado, ¿ser la novia de Cole, por el que atracción atracción y se sintió tan cómoda…? ¿O ser sólo la amiga de Emmett del cual seguía enamorada?

Suspiró y se levantó de la cama, primero un baño relajante y luego los números.

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