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Cada paso que daba hacia el Mel's Diner me inundaba de nostalgia. No había estado aquí desde que mi hermano se fue. Cómo echaba de menos venir aquí con mi hermano, hablar de nada y de todo a la vez. Siempre fue mi roca y estos últimos días le he echado de menos más que a nada. Deseaba sus grandes abrazos de oso que siempre daba y esa sensación de hogar.

Al entrar por la puerta principal, el olor a sirope me golpeó con toda su fuerza. Al instante se me hizo la boca agua y mi estómago vacío gruñó tan fuerte que Alex lo oyó. Mis mejillas se calentaron al instante.

—Vamos a sentarnos—. Alex rió entre dientes, me puso la mano en la espalda y nos guió hacia un reservado cerca de las ventanas. Aunque eran casi las diez de la noche de un martes, el local estaba bastante lleno. Éramos, con diferencia, los más jóvenes.

Apenas nos

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