Epílogo

Cinco años habían transcurrido desde aquel día fatídico en que Maya y Marcus se reencontraron, descubriendo la verdad sobre su hijo y redescubriendo el amor que nunca había desaparecido realmente. La villa Arched, una vez escenario de dolor y malentendidos, ahora rebosaba de risas y felicidad.

Era una cálida tarde de verano en Sicilia. Maya, con su vientre de cuatro meses de embarazo, observaba desde la terraza cómo Marcus jugaba con su hijo Matteo y su sobrino Luca, el hijo de Miranda, ambos de seis años, en el extenso jardín de la villa.

— ¡Papá, más alto! — gritaba Matteo mientras Marcus lo lanzaba al aire.

— ¡Yo también, tío Marcus! — exclamaba Luca, saltando de emoción.

Maya no pudo evitar sonreír, acariciando suavemente su vientre. La vida le había dado una segunda oportunidad, y estaba determinada a aprovecharla al máximo.

— Ten cuidado con los niños, Marcus — advirtió Maya con un tono divertido.

Marcus se acercó a la terraza, con un niño colgando de cada brazo, sus ojos brilla
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