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Sentimientos extraños

- ¿Por qué diablos eres así? – “An lo reñía por tercera vez hoy" pensé mientras suspiraba.

Lo que iba a ser un viaje de esparcimiento terminó convirtiéndose en una pesadilla. Hacía tres semanas recorríamos las carreteras inglesas llenándonos de paisajes que luego An plasmaría en decenas de dibujos.

Nos conocíamos desde niños, habíamos asistido a la misma escuela en Bangkok. Nos hicimos amigos con el tiempo y más adelante hermanos. Hacía más de cinco años que trabajábamos juntos.

Anonn era un talentoso artista, un pintor natural, había nacido con un don. En ocasiones pasaba días encerrado sin hablar con nadie, solo comía porque me encargaba de llevarle alimentos. Pero al salir de nuevo, los colores de sus nuevos óleos iluminaban la habitación.

Sus cuadros empezaron a ganar reconocimiento hace dos años, figuras destacadas del mundo artístico elogiaban constantemente los avances y la exquisitez de los diseños que presentaba. Sus pinturas se volvían cada vez más famosas, lo que dificultaba mantener la ansiada clandestinidad que su amigo deseaba.

Por otro lado, mi labor consistía en cerrar acuerdos, conseguir galerías, tanto nacionales como internacionales. Básicamente era el encargado de los negocios. Mientras él estudiaba artes, yo me especialicé en derecho. Y aquí estábamos, diez años después. An aceptaba todas las propuestas, pero con una condición: no quería ser reconocido. No buscaba la fama ni los flashes. Disfrutaba del anonimato, mezclándose entre las personas en sus exposiciones y escuchando sus opiniones sobre sus obras.

Las multitudes enormes desencadenaban ataques de pánico. En su adolescencia le diagnosticaron síndrome de ansiedad, un año después de la trágica muerte de su hermano Gin en un accidente en Phuket durante unas vacaciones familiares. La familia reaccionó de manera diferente ante la pérdida: el padre se sumergió en el trabajo, la madre se enfocó en su jardín y mascotas, dejando a An solo con su dolor.

Los ataques de ansiedad empezaron leves pero se intensificaron al punto de que se aisló por completo. La medicación lo sumía en un sueño constante, abandonando todo y rindiéndose. Observé impotente cómo mi mejor amigo se desvanecía lentamente.

Le comuniqué la situación a mi madre y ella me recomendó un médico que había desarrollado nuevas técnicas para superar los ataques de pánico y la ansiedad. Después de algunas idas y venidas, logramos que la madre de Anonn aprobara el nuevo tratamiento. Con el tiempo y la ayuda de un grupo de especialistas, pudo seguir adelante. Hoy en día experimentaba días buenos y días difíciles, pero nunca aburridos.

La pintura se convirtió en su escape, en su salvación. Siempre mostraba una sonrisa cuando pintaba, con sus ojos tranquilos y una respiración armoniosa. A lo largo de los años, viajamos a varios países en busca de "inspiración", como él solía decir. Este iba a ser uno de esos viajes. "Pero no", pensé mientras observaba nuestro auto dañado.

Anonn insistió en conducir esa mañana. Se levantó feliz. Las nubes oscuras que solían acecharlo cuando no tenía ideas hoy lo dejaban descansar. Quise hacerlo cambiar de opinión y allí tuvimos nuestra primera pelea del día.

- Mira Khalan, eres mi mejor amigo, manager, hermano, abogado, lo que sea, pero no eres mi m*****a niñera - dijo entre dientes.

 - An, las carreteras son peligrosas - intenté razonar con él - miras el paisaje…te distraes.

 - ¿Y qué? ¿Estás diciendo que no sé conducir? - contestó con fastidio - Quizás quieras alquilar otro auto para ir a salvo en él - terminó la discusión subiendo del lado del conductor.

 - Maldición… - susurré mientras me acomodaba a su lado.

La carretera estaba tan tranquila que empecé a relajarme, estábamos hablando de la próxima exposición, sus deseos de que se llevara a cabo en París cuando ocurrió el impacto. Sentí mi cabeza golpear con fuerza contra el vidrio. Con pánico miré a Annon, quien se quejaba. Su frente sangraba.

- ¿An, estás herido? - pregunté sacando mi móvil para llamar a una ambulancia, pero no lograba enfocar la vista en el celular por el mareo.

- Me duele - se quejó tomándose el hombro y respirando rápidamente - mi cabeza, mi brazo.

- Quédate quieto, conseguiré ayuda - respondí lo más calmadamente posible aunque la sensación de náuseas persistía.

Cuando mi visión se aclaró, llamé a emergencias mientras lo observaba de reojo. Él intentaba mantener la calma con respiraciones suaves. Necesitaba saber quién era el idiota que nos había chocado en una carretera sin vehículos.

En ese momento, una mujer abrió la puerta del conductor y los ojos más hermosos que alguna vez vi hicieron contacto conmigo. Una melena negra rodeaba su rostro. Su tez blanca, sus labios llenos y esos orbes turquesa intensos me sorprendieron. Un escalofrío me recorrió, pero aún sentía la cabeza embotada por el golpe. Escuché que se presentaba y decía ser doctora. No podía creer que ya hubieran llegado. No había pasado ni cinco minutos ni había oído el sonido de las sirenas. No sabía si creerle, pero Annon estaba herido.

- Por favor, empieza con él que está sangrando - alcancé a decir mientras veía cómo saltaba del auto y luego volvía a aparecer.

Se unió a An y noté que era alta y tenía un cuerpo tonificado. La remera blanca de tirantes mostraba brazos trabajados y una gran delantera. El jean talle bajo con roturas descendió aún más al arrodillarse al lado de An, mostrando un pequeño aro en su abdomen. Exudaba sensualidad en cada movimiento.

Examinó rápidamente la herida en la frente, luego vi con molestia cómo metía las manos debajo de la camisa acercando su rostro. El malestar se extendió mientras la veía tocarlo. Solo pude mirarlo para ver si se acercaba un ataque de ansiedad, pero no. Él intentaba mantener la calma, incluso le sonreía. Ella debió darse cuenta de su situación y lo ayudó a controlar la respiración.

Cuando me di cuenta, había terminado y se dirigía hacia mí. No quería sus manos en mí, o más bien deseaba demasiado que sus manos estuvieran en mi cuerpo, lo que seguramente me llevaría a hacer algo tonto. Comencé a negar cuando subió a mi lado. Escalofríos me invadieron al sentir su pecho presionando mi brazo. Por suerte, unos gritos la distrajeron y salió corriendo. Respiré profundamente y volví a mirar a Annon, quien estaba haciendo los ejercicios de meditación que le habían enseñado.

Me acerqué despacio sin haberme recuperado del todo hasta que me topé  con una escena imposible de creer y pude darme cuenta de dos cosas. La primera era que la estúpida mujer que nos había ayudado no había llegado en ambulancia sino que era una de las responsables del accidente y dos que estaba en el medio de una pelea entre otra mujer más pequeña y un hombre que era mucho más grande y pesado que ellas. 

- ¿Cómo te sientes? - pregunté con calma, frotándome el doloroso cuello y sintiendo aún el cosquilleo en el brazo donde la mujer había estado.

- Mucho mejor... ¿Qué eran esos gritos, Khal? - repreguntó asustado - ¿Hay más personas heridas?

- No lo sé - respondí sinceramente - solo esperemos aquí a que llegue la ambulancia.

- Pero Khalan, ve a ver, quizás necesiten ayuda - dijo, mirándome incrédulo por no haberme movido.

- Está bien, voy, pero prométeme que te quedarás quieto - pedí, bajando lentamente del coche.

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