Luego de aquel terrible momento, Priscila estuvo llorando por lo que le acababa de suceder. Tenía en ese momento pocas personas a quien recurrir. Si tan sólo sus padres ni estuviesen tan lejos de ella, podría irse de aquel lugar. Tanto ella como Annette habían puesto una especie de stop en su amistad. A pesar de que la pelicastaña no tenía idea de las razones por las cuales su única amiga ahora de distanciada de ella. Pensó en qué debía hacer y no hallaba una respuesta, pero un mensaje en su móvil parecía ser la señal que ella necesitaba en ese momento.Theodore Van Dijk: “Buenas días, Priscila. Espero que hayas llegado bien a tu casa”Aunque no tenía mucha confianza con aquel hombre, él parecía ser su única salvación. Priscila Higgins: “¿Podría ayudarme? necesito su ayuda”Priscila envió el mensaje y en segundos tenía una llamada de si jefe. Inmediatamente atendió y entré sollozos y voz trémula alcanzó a decirle sin entrar en detalles sobre lo que había ocurrido minutos atrás.
“Kate, te he estado llamando durante todo el día. Estaré en el night club por si se te antoja” Annette dejó el mensaje en el correo de su amiga. Era obvio que Kate había regresado con Gerald aunque intentara ocultárselo. Nuevamente se veía sola un sábado por la noche. Terminó de colocarse el perfume y salió de su casa, subió a su auto y condujo hasta el night club. Al llegar al club, fue directo hasta la barra, pidió un drink. Mientras tomaba su gintonic un hombre muy apuesto se sentó a su lado. Era de cabello castaño, ojos gatunos y mirada picara. Quizás ese podía ser un buen partido para esa noche. Aunque para ella, últimamente cualquiera podía serlo. Desde que se alejó de Michael, nada parecía llenarla de emoción. Volteó hacia el hombre, quien sonrió al verla y le dio un guiño.—¿Eres nuevo por aquí? —preguntó. No recordaba haberlo visto antes.—No, sólo vengo de vez en cuando. —¿Y dónde te habías metido? Soy asidua a este local y no había visto un hombre tan guapo como tú
Priscila despertó muy temprano, estar en aquella casa extraña, era para ella un tanto incómodo. Luego de atender al pequeño Gael, se sentó a revisar sus mensajes, tenía algunas llamadas perdidas de Annette. Algo que le pareció un tanto raro. Escuchó uno de los audios en su correo de voz “Prisci, necesito verte. Por favor, llámame”, justo cuando se disponía a responderle a su amiga, tocaron a su puerta y ella se levantó a abrirle.—Buenos días, Sra Priscila, el señor aguarda por usted. —¡Gracias, Teresa! En un minuto bajo.—Si desea yo me encargo de Gael. Me fascinan los bebés. —Priscila sonrió. Besó la frente del niño y bajó al comedor.Theodore la recibió con una sonrisa, ver a Priscila allí, le generaba ilusiones que habían quedado atrás, en el pasado. Una esposa, el hijo que nunca tuvo, eso sería maravilloso para él.—Buen día, Priscila. —Buenos días, Theodore. —saludó con amabilidad y se sentó. Mientras desayunaban, Theodore conversó con ella sobre algunas nuevas propues
Después de desayunar en compañía de Theodore, Priscila subió hasta la habitación, tomó su móvil y llamó a su amiga. —Annette, ¿Cómo estás? Dime qué es eso que tienes que decirme.—Hola, Prisci. Es algo muy personal, no puedo decírtelo por teléfono. ¿Puedes venir a casa o nos vemos en algún café?—¿De qué se trata? —insistió Priscila.—Sólo te diré que tiene que ver con el pacto que hicimos.Priscila acordó verse en casa de su amiga, aquello ya no era un secreto, Gerald sabía que Gael no era su hijo. Sin embargo, no dejaba de resultarle curioso lo que Annette tenía que decirle. La pelicastaña se arregló para el encuentro con Annette. Minutos después estaba parada frente a la casa de su amiga, a pesar de que estaban un poco distanciadas al momento de verse, se abrazaron como las buenas amigas que habían sido durante cinco años. —¿Vino? —le ofreció Annette a la pelicastaña.—No puedo, estoy amantando a Gael. —contestó escogiendo sus hombros.—Lo olvidaba. ¿Y cómo está él? Deb
Gerald jamás imaginó que aquella conversación en la que él y Annette discutieron, estuviese Kate presente. Miró la hora por enésima vez en su reloj, y decidió ir a ver a su amante, a liberar su frustración y pérdida de control sobre Priscila, sometiendo a la única mujer que siempre estaba para él, Kate. Salió de la mansión, subió a su lujoso auto deportivo y condujo hasta el edificio. Él tenia llaves del lugar, por lo que entró al edificio sin inconveniente. Abrió la puerta del apartamento y encontró frente a él, una escena desastrosa. ¿Qué había pasado? Por un momento pensó que podía tratarse de George Ford. —¡Kate! ¿Estás bien? —entró sigilosamente abriéndose paso en medio de los restos de vidrios y el caos. Kate no contestaba y aquello lo puso mucho más nervioso, fue hasta la habitación y escuchó la regadera abierta. Se acercó a la puerta, no quería pensar en lo peor. Se asomó y vio a la hermosa pelirroja debajo de la regadera en un mar de lágrimas.—¿Kate, mi amor qué tien
Ahora que Gari sabía toda la verdad, debía buscar la manera de volver a ver a Priscila y contarle quien era él, en realidad. Decirle que esa noche se hizo pasar por el stripper para estar con ella, que la amaba desde la tarde que la vio en el restaurante ¿Pero sería esa una buena idea? Se detuvo a pensar, conocía a Priscila y sabía cuanto odiaba una mentira. Él había ocultado todo este tiempo quien era y ella había confiado en él. Si tan sólo tuviese la certeza de que ella lo perdonaría, sería un poco más sencillo para él. Por otro lado, no dejaba de pensar en la imagen publicada en las redes. Aunque confiara en ella, no podía negar que Theodore tenía todo para conquistarla; dueño de una inmensa fortuna, viudo y bien parecido, todo lo que él mismo no poseía, ya que todo lo que él tenía se lo había dado el padre de Samantha y ese había sido su peor error, confiar en un hombre como Simons Cliffort. Llegó a la mansión y fue directamente hasta su habitación. Abrió la puerta, Samantha
Las manos de Gari se recrearon en el cuerpo de Priscila, podía sentir la respiración agitada de ella y escuchar sus suaves gemidos al rozar su virilidad contra su pelvis. La emoción y las ganas crecían entre ellos; repentinamente la puerta de la oficina de Priscila sonó, ella quedó paralizada, mientras Gari limpiaba los restos de labial de su rostro y le indicaba a ella donde debía hacerlo.Rápidamente se separaron, ella fue hasta su escritorio y Gari regresó hasta su asiento. —¿Sí? —contestó visiblemente agitada. —Sra Higgins, el Sr Mack, necesita conversar con usted —respondió la asistente desde el otro lado de la puerta. —En seguida voy, Laura. —dijo y exhaló un suspiro, mientras Gari la observaba con picardía.—Creo que es mejor que vaya a conversar con él. —Gari se incorporó de la silla— Así tienes tiempo para arreglarte.—¡Sí, por favor! —dijo sonriendo de emoción y excitación.Gari salió de la oficina y fue hasta donde estaba el CEO de la empresa. Respiró un par de ve
Gari le envió un par de mensajes a Priscila, mientras conducía. Necesitaba disculparse con ella por aquel inconveniente inesperado. Justo cuando todo comenzaba a fluir de nuevo entre ellos, justo cuando esperaba verla y poder estar cerca de su hijo, todo se estancaba.—¿Te pasa algo, Gari? Estás muy callado.—¡No! Pensando un poco en algunas cosas que debo resolver esta tarde. Por cierto, luego del almuerzo, el chofer vendrá a buscarte —preguntó él.—Sí, pero pensé que tú me llevarías a casa luego de almorzar y que quizás podíamos aprovechar para estar juntos. —Está bien, yo te llevaré a casa. Pero no creo poder quedarme mucho tiempo. Debo reunirme con el CEO de Empowerad. —¿Empowerad? ¿Esa ni es la empresa de Theodore Van Dijk? —Sí, exactamente. ¿Lo conoces? —¡Quién no! Es el viudo más codiciado del país. No sólo tiene una fortuna sino que es muy atractivo. —el comentario de Samantha incomoda a Gari notablemente.—Que bien, pudiste haberlo escogido como tu esposo. ¿No?—