Red de mentiras

La mañana siguiente, Priscila despertó muy temprano. A pesar de ser fin de semana, se sentía animada y con ganas de disfrutar del día. Aprovechando que su pequeño aún dormía, salió a trotar un poco.

—Sandy, regresaré en unos minutos. —dijo mientras se colocaba el reloj para medir las pulsaciones y calorías.

—Sí, señora. No sé preocupe, yo me encargaré de ver al niño.

—¿El Sr Gerald, está en su habitación? —preguntó con curiosidad.

—No, señora Priscila, aún no ha llegado —Priscila aplanó los labios y encogió ambos hombros antes de salir de la mansión.

Ver que Gerald estaba siguiendo con su vida, le hacía sentir un poco más tranquila, ya no le debía nada, pensó. Salió de la mansión, se puso los audífonos y comenzó a trotar. De pronto, sintió que alguien venía detrás de ella, por lo que aceleró el paso. No dejaba de sentirse vigilada. Con el rabillo del ojo pudo ver que debía ser un hombre por la estatura, mientras ella más rápido corría, aquel hombre parecía alcanzarla.

Su cora
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