Después de desayunar en compañía de Theodore, Priscila subió hasta la habitación, tomó su móvil y llamó a su amiga. —Annette, ¿Cómo estás? Dime qué es eso que tienes que decirme.—Hola, Prisci. Es algo muy personal, no puedo decírtelo por teléfono. ¿Puedes venir a casa o nos vemos en algún café?—¿De qué se trata? —insistió Priscila.—Sólo te diré que tiene que ver con el pacto que hicimos.Priscila acordó verse en casa de su amiga, aquello ya no era un secreto, Gerald sabía que Gael no era su hijo. Sin embargo, no dejaba de resultarle curioso lo que Annette tenía que decirle. La pelicastaña se arregló para el encuentro con Annette. Minutos después estaba parada frente a la casa de su amiga, a pesar de que estaban un poco distanciadas al momento de verse, se abrazaron como las buenas amigas que habían sido durante cinco años. —¿Vino? —le ofreció Annette a la pelicastaña.—No puedo, estoy amantando a Gael. —contestó escogiendo sus hombros.—Lo olvidaba. ¿Y cómo está él? Deb
Gerald jamás imaginó que aquella conversación en la que él y Annette discutieron, estuviese Kate presente. Miró la hora por enésima vez en su reloj, y decidió ir a ver a su amante, a liberar su frustración y pérdida de control sobre Priscila, sometiendo a la única mujer que siempre estaba para él, Kate. Salió de la mansión, subió a su lujoso auto deportivo y condujo hasta el edificio. Él tenia llaves del lugar, por lo que entró al edificio sin inconveniente. Abrió la puerta del apartamento y encontró frente a él, una escena desastrosa. ¿Qué había pasado? Por un momento pensó que podía tratarse de George Ford. —¡Kate! ¿Estás bien? —entró sigilosamente abriéndose paso en medio de los restos de vidrios y el caos. Kate no contestaba y aquello lo puso mucho más nervioso, fue hasta la habitación y escuchó la regadera abierta. Se acercó a la puerta, no quería pensar en lo peor. Se asomó y vio a la hermosa pelirroja debajo de la regadera en un mar de lágrimas.—¿Kate, mi amor qué tien
Ahora que Gari sabía toda la verdad, debía buscar la manera de volver a ver a Priscila y contarle quien era él, en realidad. Decirle que esa noche se hizo pasar por el stripper para estar con ella, que la amaba desde la tarde que la vio en el restaurante ¿Pero sería esa una buena idea? Se detuvo a pensar, conocía a Priscila y sabía cuanto odiaba una mentira. Él había ocultado todo este tiempo quien era y ella había confiado en él. Si tan sólo tuviese la certeza de que ella lo perdonaría, sería un poco más sencillo para él. Por otro lado, no dejaba de pensar en la imagen publicada en las redes. Aunque confiara en ella, no podía negar que Theodore tenía todo para conquistarla; dueño de una inmensa fortuna, viudo y bien parecido, todo lo que él mismo no poseía, ya que todo lo que él tenía se lo había dado el padre de Samantha y ese había sido su peor error, confiar en un hombre como Simons Cliffort. Llegó a la mansión y fue directamente hasta su habitación. Abrió la puerta, Samantha
Las manos de Gari se recrearon en el cuerpo de Priscila, podía sentir la respiración agitada de ella y escuchar sus suaves gemidos al rozar su virilidad contra su pelvis. La emoción y las ganas crecían entre ellos; repentinamente la puerta de la oficina de Priscila sonó, ella quedó paralizada, mientras Gari limpiaba los restos de labial de su rostro y le indicaba a ella donde debía hacerlo.Rápidamente se separaron, ella fue hasta su escritorio y Gari regresó hasta su asiento. —¿Sí? —contestó visiblemente agitada. —Sra Higgins, el Sr Mack, necesita conversar con usted —respondió la asistente desde el otro lado de la puerta. —En seguida voy, Laura. —dijo y exhaló un suspiro, mientras Gari la observaba con picardía.—Creo que es mejor que vaya a conversar con él. —Gari se incorporó de la silla— Así tienes tiempo para arreglarte.—¡Sí, por favor! —dijo sonriendo de emoción y excitación.Gari salió de la oficina y fue hasta donde estaba el CEO de la empresa. Respiró un par de ve
Gari le envió un par de mensajes a Priscila, mientras conducía. Necesitaba disculparse con ella por aquel inconveniente inesperado. Justo cuando todo comenzaba a fluir de nuevo entre ellos, justo cuando esperaba verla y poder estar cerca de su hijo, todo se estancaba.—¿Te pasa algo, Gari? Estás muy callado.—¡No! Pensando un poco en algunas cosas que debo resolver esta tarde. Por cierto, luego del almuerzo, el chofer vendrá a buscarte —preguntó él.—Sí, pero pensé que tú me llevarías a casa luego de almorzar y que quizás podíamos aprovechar para estar juntos. —Está bien, yo te llevaré a casa. Pero no creo poder quedarme mucho tiempo. Debo reunirme con el CEO de Empowerad. —¿Empowerad? ¿Esa ni es la empresa de Theodore Van Dijk? —Sí, exactamente. ¿Lo conoces? —¡Quién no! Es el viudo más codiciado del país. No sólo tiene una fortuna sino que es muy atractivo. —el comentario de Samantha incomoda a Gari notablemente.—Que bien, pudiste haberlo escogido como tu esposo. ¿No?—
Después de llevar a Samantha hasta su casa, Gari regresó a la empresa, tenía que ver y disculparse una vez más con Priscila, pudo ver en sus ojos la tristeza, cuando Samantha lo besó. Iba caminando rumbo a su oficina cuando vio salir a Gerald de la suya; sin tener ni la más remota idea de lo que él sabía, continuó avanzando, hasta que sintió la mano firme en su pecho.—¡Eres un malnacido! —espetó y lanzó un puñetazo, estrellándolo en el mentón de Gari y haciéndolo golpearse contra la pared. Aturdido por aquel golpe, Gari logró reaccionar rápidamente cuando Gerald se abalanzó sobre él, mientras profería insultos contra su socio. —¿Te acostaste con mi mujer, hijo de puta, verdad? —lanzó otro golpe que en esta ocasión, Gari pudo esquivar. Tomándolo de la cintura, Gari se fue contra él y lo lanzó al piso, rápidamente los golpes y ruidos alertaron al resto de los empleados. Para suerte o mala suerte de ambos, tanto Simons como Aaron se encontraban reunidos en ese instante en la o
Samantha reaccionó como una desquiciada, comenzó a dar gritos y a lanzar todo al piso, sin importarle nada, incluso golpearse con alguna mesa o silla que se encontraba a su paso. Gari intentaba detenerla pero era imposible, lo golpeaba con furia, con la rabia y frustración contenida durante todos esos días, desde que supo que él tenía una amante. —¡Te odio, te odio! Eres un maldito. —Sam, cálmate por favor —dijo él, envolviéndola entre sus brazos, pero ella lo apartaba con fuerza, interponiendo sus brazos, usando su propia fuerza para liberarse. Intentaba empujarlo golpeando y agrediendo a Gari.Los gritos de Samantha alertaron a Simons y Susane, quienes al escucharlos, supieron que se trataba de su hija.—¡Es Sam, Simons! ¿Qué le está ocurriendo? —dijo la mujer y el hombre se incorporó rápidamente, se colocó el albornoz de seda y salió rumbo al dormitorio de su hija. Al intentar a abrir la puerta, estaba cerrada. Comenzó a empujar con fuerza y gritar desde allí.—Abre la mal
Gerald sigue sumido en la tristeza y el alcohol, aunque deseaba volver a su rutinaria y complicada vida, no tenía el coraje de volver a empezar de cero. No tenía a la mujer que amaba, ni tenía un buen empleo, lo había perdido todo.En ese momento, su móvil empezó a sonar insistentemente, miró la luz encendida y titilante de aquella llamada. Con la mano temblorosa, tomó el celular y miró quien podía haberse recordado de él, hasta ahora ni su propio padre se había dignado a hacerlo. —¿Gabriela? —se preguntó a sí mismo, aún con dudas, atendió.— Sí, dime.—Sr Gerald, necesito conversar con usted, y es algo un poco urgente.—¿Conversar conmigo? ¿De qué podemos conversar tú y yo? —¿Recuerda aquella conversación que tuvimos en su casa sobre su madre? Gerald se quedó pensativo y en silencio. Por supuesto que recordaba aquella conversación. Pero, ¿qué podía saber una enfermera como ella, sobre su madre?—Sí, recuerdo ¿Qué con eso? —preguntó en tono hostil.—Creo que sé donde ella es