Priscila despertó y buscó con su mano, el cuerpo de su amado Gari, al no sentirlo, abrió los ojos. Escuchó el sonido del agua cayendo desde la regadera. Se estiró en la cama, vio su reloj, ya eran las ocho de la mañana, habían pasado la noche dando los últimos toques de decoración a la habitación de Gael, ese era su pre-regalo de cumpleaños.La pelicastaña sonrió al revivir aquel instante de su pasado. Un año, había transcurrido un año ya desde que tuvo en brazos a su bebé, cuando tomó sus manitas y sintió como sujetaba su dedo, cuando vio su primera sonrisa. El tiempo había pasado sin darse cuenta. Momentos hermosos, pero también angustiantes, como el momento en que Gael cayó enfermo con aquella terrible enfermedad; el miedo y la preocupación que sintió ella ante la idea de que algo pudiera apartarlos. Pero su hijo, estaba sano y junto a ella.Priscila se levantó de la cama y fue hasta la habitación de su pequeño. Entró, se acercó a la cuna, Gael ya estaba despierto y al ver a su m
Priscila conduce sin rumbo fijo, aturdida por aquella terrible verdad. Descubrir que Gerald le era infiel y con su mejor amiga, Kate, era lo que menos esperaba. Enciende un cigarrillo y abre la ventanilla, mientras piensa en lo que debía hacer.¿Debía confrontar a Gerald y cederle el puesto a su amiga? ¿O buscar la manera de vengarse y destruirlos a ambos? Una mezcla de ira y dolor envuelven a la mujer. Ahora podía entender el interés de Kate en convencerla de no casarse con su novio de hacía dos años, “Eres muy joven para casarte, disfruta de tu relación”, “quizás no sea el hombre que te conviene” esas y muchas otras frases que Priscila llegó a pensar se trataban de celos de amiga y no de advertencias.—¡Mierda, mierda! —golpea el volante, llena de rabia y desesperación. La pantalla de su móvil parpadeando le indican que tiene una llamada, presiona la pantalla.—Prisci, ¿Dónde andas metida? Me tienes preocupada.—Hola Annette, disculpa. Estaba distraída. No te imaginas cómo me
—Reacciona por Dios, todos te están mirando. ¡Eres la puta reina de la noche! —Priscila sonríe, aún no puede creer que haya sido protagonista de un show como ese. —¡Sí, verdad! —dice sin darle credibilidad a lo que sucedió. —Tienes que llevártelo a la cama, joder.—Fue sólo parte del show, Annette ¿Cómo crees que ese hombre tan in-cre-í-ble iba a querer follar conmigo? —Pues a mí no me pareció, son pocos los stripper que conozco que terminan besando de esa forma a una cliente. —Verás que sólo fue parte del show. Te apuesto a que al salir de allí, ya ni recordará quién soy. —Eso dices, tú pero yo no diría lo mismo —responde Annette viendo por encima del hombro de su amiga al apuesto hombre que se acerca a ellas. —Buenas noches —toma la mano de Priscila y la besa caballerosamente, el roce de aquellos labios eriza a la pelicastaña por tercera vez. Si Priscila tuviese un vaginómetro mediría cuantas pulsaciones tuvo durante esos minutos y la cantidad de fluidos que se despre
Durante toda la noche Priscila y el caballero del antifaz hicieron el amor un par de veces más. Aquel hombre era insaciable, ella nunca tuvo tanta actividad sexual con Gerald a pesar de que un par de meses después de conocerse, decidieron vivir como pareja. Nunca sintió tanto placer y deseo por estar con su futuro ex prometido como lo sintió por el stripper. Hicieron el amor en el baño, en la cocina, recorrieron toda el apartamento ansiosos y deseosos de sentirse, de estar atados el uno al otro.Ella no supo cuando se quedó dormida, sólo reaccionó cuando sintió su móvil vibrando. Abrió los ojos algo aturdida por el alcohol y las horas de intenso placer que vivió esa noche, mito a todos lados de la habitación y notó que el stripper no estaba, escuchó la regadera por lo que supuso debía estar duchándose. Atendió la llamada, era Annette quien preocupada le había enviado mensajes, audios y sticker ansiosa de saber donde estaba.En tono bajo, conversó con su amiga quien quedó de pasarl
—¿No me digas que…? —Priscila mordió su labio inferior y apenas asintió.Aquella era la peor noticia que podía recibir. Estaba embarazada, y sea cual fuera el padre del bebé que llevaba dentro, ninguno de los dos merecía estar en su vida. Gerald la había engañado durante dos años con su propia amiga, y aquel amante de una noche, había desaparecido sin dejar rastro. —¿Es de él? —se atrevió a preguntar, Annette.—No lo sé —respondió Priscila parcamente. —Vayamos a otro lugar, todos nos están mirando. Priscila salió de aquel lugar con lágrimas en los ojos, con cientos de preguntas en su cabeza y con una sensación inexplicable de tristeza. Durante los últimos meses, tanto ella como Gerald se habían cuidado de no tener hijos; él con la excusa de que debía tener primero estabilidad económica y ella, con el deseo de complacerlo en todo. Subieron al auto, y Annette condujo. Priscila no hablaba, sólo el silencio y las lágrimas rodando por sus mejillas decían lo que estaba sintiendo.
Esa noche, Priscila no pudo dormir, durante toda la noche dio vueltas de un lado a otro no sabía que le preocupaba más en ese momento, haber mentido o el silencio sepulcral de Gerald. Por primera vez se sentía como una villana de las novelas que siempre leía en su app de novelas favoritas. Había mentido con su embarazo, tal y como lo hizo Larissa una de las villanos que más le impactó de la novela que recién acababa de terminar de leer la noche anterior.Siempre creyó que aquello era parte de una historia inventada por el escritor pero ahora podía entender que a veces lo que parece ficción es la pura realidad. Tampoco lograba sacarse de la cabeza a aquel stripper misterioso, era como si él la conociera de antes, ella también sintió lo mismo cuando le hizo el amor la primera vez. El ronquido fe Gerald era insoportable, tampoco contribuía para que ella pudiese dormir un poco. Se levantó y fue por un vaso de agua. —¿Pensarás en mí, aunque sea un poco? —se preguntó Priscila.— ¿Dónde te
Gerald no podía creer que todos sus planes de un futuro junto a Kate, se esfumaran en cuestiones de segundos. Tomó su móvil por quinta vez y llamó a su amante, pero ella no contestó ninguna de sus llamadas. Desesperado por la situación, salió de su oficina para verla. Necesitaba convencerla de no abandonarlo, lo que había vivido con ella por dieciséis meses era suficiente para no echar por la borda su relación. Minutos después llegó a su casa, vio que el coche Aston Martin V6 color plomo que le había obsequiado cuando cumplieron su primer año de relación, no estaba aparcado frente a su casa. ¡Kate no estaba! ¿A dónde se había metido? Se preguntó y las dudas lo invadieron de inmediato. Un mes atrás, antes del viaje a Singapur, ella estaba decidida a romper con él, “Estoy cansada de ser sólo la amante” fueron sus palabras.—Es mejor dejar todo esto de una vez, Gerald. Me hierve la sangre cuando tenemos que salir a divertirnos junto a Priscila. —Sabes que no es a ella a quién amo, s
Durante los días previos a la boda, Priscila se reunía constantemente con Annette y Kate, bastaba apenas mirarla para saber que estaba furiosa con la boda de su “amiga” y su jefe. Debía aparentar emoción y alegría cuando lo único que la pelirroja deseaba era gritar a los cuatro vientos “ese hombre es mío” nada le daría más satisfacción que hacerlo y ver el rostro de triunfo de Priscila desvanecerse. Al igual que ella, Priscila también debía fingir que todo estaba bien dentro de ella, a pesar del tsunami de emociones que se aproximaban para destruirla cuando estaba a solas en su habitación. —Veamos querida, gira un poco —le ordenó el diseñador del elegante vestido de novia que usaría en su boda— Creo que habrá que ajustar un poco aquí y listo. Por suerte aún no se nota mucho tu embarazo.—Es lo que menos me importa —aclaró ella y François elevó su ceja izquierda. —No sabes la suerte que tienes de tener un marido como Gerald, todas mueren por él, incluyéndome —bromeó.—Pues no t