Durante los días previos a la boda, Priscila se reunía constantemente con Annette y Kate, bastaba apenas mirarla para saber que estaba furiosa con la boda de su “amiga” y su jefe. Debía aparentar emoción y alegría cuando lo único que la pelirroja deseaba era gritar a los cuatro vientos “ese hombre es mío” nada le daría más satisfacción que hacerlo y ver el rostro de triunfo de Priscila desvanecerse. Al igual que ella, Priscila también debía fingir que todo estaba bien dentro de ella, a pesar del tsunami de emociones que se aproximaban para destruirla cuando estaba a solas en su habitación. —Veamos querida, gira un poco —le ordenó el diseñador del elegante vestido de novia que usaría en su boda— Creo que habrá que ajustar un poco aquí y listo. Por suerte aún no se nota mucho tu embarazo.—Es lo que menos me importa —aclaró ella y François elevó su ceja izquierda. —No sabes la suerte que tienes de tener un marido como Gerald, todas mueren por él, incluyéndome —bromeó.—Pues no t
Priscila no pudo dormir durante toda la noche. Dio vueltas de un lado a otro pensando en que aquel hombre apareciera el día de la boda y dijera toda la verdad de lo que ocurrió entre ellos esa noche, una noche que ella no lograba olvidar, una noche llena de sensaciones y emociones nuevas. Nunca como en ese instante, se sintió tan deseada, tan amada. Gerald y ella llevaban algún tiempo sin hacer el amor, tenían sexo, sí pero no hacían el amor. Esa fue una de las razones por las que ella comenzó a dudar de él, a sospechar que debía tener una amante y lo comprobó cuando contrató al detective privado para seguirlo, luego de que Annette le insistiera que era mejor descubrir la verdad a tiempo que vivir engañada el resto de su vida.Al despertar, Gerald ya se había ido a trabajar. Se sentó en la cama, se estiró y frotó sus ojos, aún tenía sueño, pero esa tarde debía ir con su futuro esposo a escoger los bocadillos y pasapalos que darían en la recepción, luego de la boda. Estaba tan atu
—¿Qué significa esto, Gerald? —su padre preguntó visiblemente enojado, al ver aquella escena tan sórdida.—¡Papá! —dijo con asombro, intentando arreglarse el pantalón y cubrir con su camisa su falo erecto, mientras Kate, se bajaba del escritorio apresuradamente y cerraba con torpeza su blusa.—¿Cómo puedes hacer esto? ¿No estás a punto de casarte? —espetó. Kate salió rápidamente de la oficina, mientras Gerald secaba el sudor de su rostro y frotaba con su antebrazo su boca. —¿Por qué entras sin tocar? —le preguntó a su padre.—Soy el dueño aún de esta empresa, no tengo porque anunciarme para entrar y salir de ella. ¿Qué mierda estás pensando, eh? ¿Te imaginas que en vez de ser yo, hubiese sido tu prometida? Gerald guardó silencio, su padre tenía toda la razón como siempre. —Disculpa padre, me dejé llevar por la emoción. Kate, es mi amante —No te juzgo por tu acto machista, carajos. Yo también soy hombre y sé lo que es tener no una, ni dos amantes, sino hasta tres. Pero tu
El musculoso y seductor bailarín, comenzó a hacer su espectáculo en el centro del escenario, las mujeres gritaban con algarabía al verlo mover sus caderas de forma exquisita. Tanto Priscila como Annette se miraron nuevamente, pensando que podía tratarse del mismo hombre. Priscila lo observó fijamente, mientras analizaba su fisionomía y sus movimientos, nadie más que ella podía saber como se contoneaba dentro de ella. La pelicastaña dedujo que por más que hubiese estado con él durante toda la noche, ya habían pasado varias semanas y lo más seguro era que tanto ella como su cómplice amiga estaban equivocadas. Su opinión cambió de forma sorpresiva, cuando minutos después de iniciar su sensual baile, el stripper tomó la cuerda que llevaba en su mano, se aproximó a la mesa donde estaban sentadas el trío de amigas y comenzó a rodear a Priscila con la soga roja. Annette se quedó paralizada al ver como su amiga era seducida por aquel hombre. Debía ser él, no había duda de ello.Priscila
La celebración estaba en pleno fulgor, todos reían y se divertían. Los paparazzis no dejaban retratar y fotografiar a la pareja, buscaban quizás ese punto de inflexión que corroborara la hipótesis de que aquel matrimonio era forzado y no del todo, feliz. Annette logró rescatarla del asedio de los reporteros y llevarla habrá dentro de la mansión. Priscila estaba exhausta y un poco mareada, tenía los labios y el rostro pálido.—¿Estás bien? —preguntó la rubia. —Gracias, por rescatarme. No, no estoy bien, me siento mareada —Annette la ayudó a sentarse en el sofá.—Debes descansar un poco, Prisci. Recuerda que estás embarazada.—Lo sé, pero Gerald por poco no invita al presidente del país a la boda. Le dije que quería algo sencillo y parece que le hubiese pedido invitar a la monarquía. Nunca en mi vida vi tanta gente en una celebración.—Es parte de lo que significa estar casada con un Fitzgerald. —No me recuerdes eso, su familia me mira como si fuese la mujer ideal para Gerald.
Priscila se siente sola en aquella enorme habitación, necesita respirar un poco de aire fresco. Se desviste para colocarse algo más cómodo y dar un paseo por el hotel. Sale de la habitación y se dirige al ascensor, presiona el botón, las puertas metálicas se abren frente a ella. Entra al elevador, segundos después llega al lobby del hotel, conversa con la recepcionista, la chica le indica hacia donde está el área de la piscina. La pelicastaña se dirige hacia el jardín que bordea la piscina, puede sentir el aire fresco en su rostro y las lágrimas secas tensando su piel. Aquella noche era un completo y absoluto caos. Caminó alrededor de la piscina. Se miró en el reflejo del agua, estaba agotada emocionalmente y eso era sólo el inicio de lo que pensaba sería el fin de sus angustias.La brisa fría la hizo estremecer, se abrazó a sí misma, buscando darse calor y protegerse de todo lo que la rodeaba. “Que triste parece aquel ostentoso lugar cuando se está triste” pensó. De pronto vio un
Finalmente abordaron el avión en la sección de primera clase. Priscila se sentó del lado de la ventanilla, Gerald prefirió el del pasillo; de esa manera podía estar pendiente de su amante, quien estaba ubicada en el sector de segunda clase. Aquel juego era bastante peligroso, pero Gerald y Kate parecían disfrutarlo plenamente. La idea de estar juntos y retar su buena suerte, los excitaba a ambos. Priscila se quedó dormida durante el vuelo, luego de las horas de trasnocho necesitaba descansar, el embarazo le provocaba mucho sueño. Gerald aprovechó para chatear con su amante, rever y oír las imágenes y videos de su encuentro anterior. Sonreía a solas ansioso de llegar a Santorini y disfrutar de las escapadas con su amante.Luego de ocho horas de vuelo, finalmente el avión aterrizó en el aeropuerto de Santorini. Gerald le pidió a Priscila que aguardara en alguno de las tiendas para tomar un café antes de salir del aeropuerto rumbo al hotel y mientras él retiraba el equipaje de ambos.
Esa sería la fractura que daría comienzo al caos de aquel segundo intento. Priscila se sentía culpable por lo ocurrido aquella noche entre ella y Gerald. Cuando finalmente estaba dispuesta a intentar llevar la fiesta en paz, aquel extraño sentimiento la obligaba a rechazar a su esposo.“Es tu marido” se repetía una y otra vez intentando convencerse a sí misma de ello, lo había echado todo a perder. Durante los días siguientes, Gerald y ella salían de paseo a conocer los sitios turísticos y cercanos a Santorini. Esa mañana y un día antes de su regreso a New York, dieron un paseo por varias islas de Grecia, entre ellas Chipre en la que se encontraba el famoso templo de Afrodita. Priscila siempre escuchó hablar de aquel lugar y desde allí podía sentir el embrujo que envolvía a aquel lugar. Bajaron del yate e hicieron el recorrido por el místico lugar. La historia de Afrodita contada por el guía turístico envolvió a la pelicastaña, sobre todo cuando el relator contó que en el alta