La celebración estaba en pleno fulgor, todos reían y se divertían. Los paparazzis no dejaban retratar y fotografiar a la pareja, buscaban quizás ese punto de inflexión que corroborara la hipótesis de que aquel matrimonio era forzado y no del todo, feliz. Annette logró rescatarla del asedio de los reporteros y llevarla habrá dentro de la mansión. Priscila estaba exhausta y un poco mareada, tenía los labios y el rostro pálido.—¿Estás bien? —preguntó la rubia. —Gracias, por rescatarme. No, no estoy bien, me siento mareada —Annette la ayudó a sentarse en el sofá.—Debes descansar un poco, Prisci. Recuerda que estás embarazada.—Lo sé, pero Gerald por poco no invita al presidente del país a la boda. Le dije que quería algo sencillo y parece que le hubiese pedido invitar a la monarquía. Nunca en mi vida vi tanta gente en una celebración.—Es parte de lo que significa estar casada con un Fitzgerald. —No me recuerdes eso, su familia me mira como si fuese la mujer ideal para Gerald.
Priscila se siente sola en aquella enorme habitación, necesita respirar un poco de aire fresco. Se desviste para colocarse algo más cómodo y dar un paseo por el hotel. Sale de la habitación y se dirige al ascensor, presiona el botón, las puertas metálicas se abren frente a ella. Entra al elevador, segundos después llega al lobby del hotel, conversa con la recepcionista, la chica le indica hacia donde está el área de la piscina. La pelicastaña se dirige hacia el jardín que bordea la piscina, puede sentir el aire fresco en su rostro y las lágrimas secas tensando su piel. Aquella noche era un completo y absoluto caos. Caminó alrededor de la piscina. Se miró en el reflejo del agua, estaba agotada emocionalmente y eso era sólo el inicio de lo que pensaba sería el fin de sus angustias.La brisa fría la hizo estremecer, se abrazó a sí misma, buscando darse calor y protegerse de todo lo que la rodeaba. “Que triste parece aquel ostentoso lugar cuando se está triste” pensó. De pronto vio un
Finalmente abordaron el avión en la sección de primera clase. Priscila se sentó del lado de la ventanilla, Gerald prefirió el del pasillo; de esa manera podía estar pendiente de su amante, quien estaba ubicada en el sector de segunda clase. Aquel juego era bastante peligroso, pero Gerald y Kate parecían disfrutarlo plenamente. La idea de estar juntos y retar su buena suerte, los excitaba a ambos. Priscila se quedó dormida durante el vuelo, luego de las horas de trasnocho necesitaba descansar, el embarazo le provocaba mucho sueño. Gerald aprovechó para chatear con su amante, rever y oír las imágenes y videos de su encuentro anterior. Sonreía a solas ansioso de llegar a Santorini y disfrutar de las escapadas con su amante.Luego de ocho horas de vuelo, finalmente el avión aterrizó en el aeropuerto de Santorini. Gerald le pidió a Priscila que aguardara en alguno de las tiendas para tomar un café antes de salir del aeropuerto rumbo al hotel y mientras él retiraba el equipaje de ambos.
Esa sería la fractura que daría comienzo al caos de aquel segundo intento. Priscila se sentía culpable por lo ocurrido aquella noche entre ella y Gerald. Cuando finalmente estaba dispuesta a intentar llevar la fiesta en paz, aquel extraño sentimiento la obligaba a rechazar a su esposo.“Es tu marido” se repetía una y otra vez intentando convencerse a sí misma de ello, lo había echado todo a perder. Durante los días siguientes, Gerald y ella salían de paseo a conocer los sitios turísticos y cercanos a Santorini. Esa mañana y un día antes de su regreso a New York, dieron un paseo por varias islas de Grecia, entre ellas Chipre en la que se encontraba el famoso templo de Afrodita. Priscila siempre escuchó hablar de aquel lugar y desde allí podía sentir el embrujo que envolvía a aquel lugar. Bajaron del yate e hicieron el recorrido por el místico lugar. La historia de Afrodita contada por el guía turístico envolvió a la pelicastaña, sobre todo cuando el relator contó que en el alta
Durante el vuelo de regreso, Priscila no le dirigió la palabra a Gerald. Cada vez que esté pretendía aproximarse a ella, la pelicastaña lo evadía sin dudarlo. El avión aterrizó en el aeropuerto JFK, ambos descendieron del aeroplano. Detrás de ellos, luego salió Kate. La tensión era absoluta, el silencio sepulcral. Así se mantuvo el ambiente en todo lo que quedó de la tarde y la noche. Gerald tuvo que ir hasta la empresa ese viernes ya que Gari había tenido que volver a Londres de emergencia, debido a la delicada situación de Samantha.Esa noche Priscila y Gerald permanecieron en el mismo apartamento donde vivieron durante dos años; el día siguiente se suponía debían ir a la mansión que gentilmente Aaron Fitzgerald le dio de obsequio a la pareja. —No quiero que duermas a mi lado, Gerald. O te vas a la otra habitación o me voy yo.—No te preocupes, Priscila ya entendí claramente que no deseas perdonarme ni estar conmigo. Y te propongo una tregua, una especie de trato. —ella lo mir
Annette tuvo que guardar aquel secreto en su contra, no quería causarle inconvenientes a su amiga, sabía todo lo que ocurría entre Gerald y Kate desde que Priscila se lo contó, también conocía la parte difícil de la posición de su otra amiga, ser la otra. Cuando comenzó con Michael creyó que estaba disponible, eso fue al inicio de la relación. Pero luego cuando descubrió que tenía una esposa e hijos, era demasiado tarde, ya se había enamorado de él. Por eso entendía a sus dos amigas, enamorarse de alguien prohibido, y sufrir porque su traición. Mas, todo lo que Gerald había hecho, excedía los límites del descaro y la traición. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando Gerald, le informó que Priscila deseaba verla.—Priscila necesita hablar contigo, Annette. Por favor no me cuentes nada de lo que pasó. —ella asintió— Yo voy a ver al bebé. —¡Gael! Se llama Gael, Gerald. Por lo menos cumple con lo que debes cumplir primero. No puedo creer que sigas jugando con mi amiga.—No
Priscila abrió los ojos con aspaviento al escuchar aquella pregunta, su mente tomó un par de atajos ante aquella situación y de forma instantánea respondió:—D-de la m-marca de nacimiento que tenía mi abuelo, Gael. —tartamudeó— Es una marca familiar que tiene mi familia. —¿Y mi hijo, la tiene? —preguntó con suspicacia.—¡N-no lo sé! Imagino que sí. —Bien, iré a casa a ducharme y regreso a verte. —No es necesario, Gerald. Yo puedo quedarme esta noche con Priscila tal vez Kate pueda hacerlo mañana, ¿no crees? —La pregunta final de Annette estaba impregnada de absoluto sarcasmo. Con ello logró descolocar a Gerald por completo.—C-claro —Ahora fue él quien tartamudeó. Gerald de despidió con un beso en la frente de Priscila y aplanando los labios le sonrió a Annette. —Hasta mañana, Gerald. —movió sus dedos índice y medio. Cuando Gerald salió de la habitación ambas mujeres exhalación un suspiro. Annette aguardó un par de minutos antes de decir algo.—¡Mierda, Prisci! Debes
—¿Quién es ella? —preguntó la mujer mostrando una sonrisa breve. —Es la esposa de Gerald, Sam. —¡Pudiste presentármela! ¿No crees? —No la había visto, no notaste que fue ella quien se me acercó. No vas a comenzar con esto, por favor —dijo mientras la colocaba en el asiento trasero del uber. —Nunca puedo —espetó. Para Gari la situación con Samantha era cada vez más difícil, no sólo debía lidiar con sus malestares físicos, con tener que verla gritar de dolor desesperada sino que los cambios de humor de ella iban de la irascibilidad a la depresión. —¡No hables de esa manera! Sabes que estoy a tu lado, que me importas y que siempre cuidaré de ti. —besó su frente. —Hablas de siempre, como si mi final no estuviese cerca, Gari. —ñas palabras de Samantha autoflagelaban su propio ser.Gari prefirió no responder a su comentario. Necesitaba paz, esa paz que desde hace un año no sentía. Mientras ella se quejaba de su incomodidad, él se abstrajo en sus recuerdos.Tres años atrás…