Volverlo a ver

Después de desayunar en compañía de Theodore, Priscila subió hasta la habitación, tomó su móvil y llamó a su amiga.

—Annette, ¿Cómo estás? Dime qué es eso que tienes que decirme.

—Hola, Prisci. Es algo muy personal, no puedo decírtelo por teléfono. ¿Puedes venir a casa o nos vemos en algún café?

—¿De qué se trata? —insistió Priscila.

—Sólo te diré que tiene que ver con el pacto que hicimos.

Priscila acordó verse en casa de su amiga, aquello ya no era un secreto, Gerald sabía que Gael no era su hijo. Sin embargo, no dejaba de resultarle curioso lo que Annette tenía que decirle.

La pelicastaña se arregló para el encuentro con Annette. Minutos después estaba parada frente a la casa de su amiga, a pesar de que estaban un poco distanciadas al momento de verse, se abrazaron como las buenas amigas que habían sido durante cinco años.

—¿Vino? —le ofreció Annette a la pelicastaña.

—No puedo, estoy amantando a Gael. —contestó escogiendo sus hombros.

—Lo olvidaba. ¿Y cómo está él? Deb
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