Donovan Bristol
—Señor Bristol que bueno que ha llegado a su consulta, —la médica me da la mano en forma de saludo y la tomó para luego tomar asiento.
—Últimamente tengo mi agenda llena, —anuncio a lo que ella asiente.
—Pero igual debe poner como prioridad su condición, —hago una mueca pero sé que ella tiene razón. —Lo cite porque le estaré cambiando su medicamento, —anuncia.
—¿Por qué motivo?
—Como le comente estos medicamentos suelen tener efectos secundarios, —asiento recordando cuando lo dijo. —El que lleva ha disminuido su conteo de esperma según el análisis que le hicieron, —alzo mis cejas.
—¿Entonces quedare estéril? —Niega.
—Su producción disminuyo, pero eso no implica que quedara estéril pero si sigue con el medicamento que lleva puede quedarlo dentro de varios años más, —nunca me he imaginado con hijos a mi lado. Tengo treinta y un año, no me relaciono sexualmente con mujeres por lo que no se si quiera tenerlos, es un tema que no he debatido conmigo mismo.
—Comprendo, —mascullo.
—Este que le indicare tiene sus efectos también, —escribe la recepta y me la entrega.
—¿Cómo cuáles?
—Excitación, sueño, falta de apetito, entre otros. Siempre funciona diferente en los paciente, —lo que menos quiero son los dos últimos y el primero supongo con una ducha de agua fría puede resolverse.
—¿Algo más? —Niega, me pongo de pie y me despido de ella.
En el camino a mi apartamento hago parada en una farmacia para comprar lo indicado. Estando en mi hogar me quedo en bóxer y preparo algo para cenar, reviso mi teléfono encontrando mensajes de mi madre, ruedo los ojos ya que no se cansa, no estoy interesado en hablar con ella. Su vida de lujo seguirá junto a su esposo e hijastro, son dos zánganos y solo saben derrochar dinero en cosas caras, pero me vale poco mientras se mantengan lejos de la empresa de mi difunto padre. El timbre de mi casa me saca de mis pensamientos, frunzo mi ceño sin entender quién viene a esta hora, pero recuerdo que debe ser Alexandro, camino a esta y abro sin importarme mucho estar en ropa interior, me quedo de piedra al ver que es el mismo Alex y lo malo es que viene en compañía de dos mujeres.
—Oh… Donovan, —saluda y entra como perro por su casa junto a su dos acompañante que no disimularon ni un segundo al mirar mi cuerpo «Juro que lo matare» cierro la puerta y camino hacia mi habitación para poder colocarme un pantalón de chándal y una musculosa. Cuando regreso a la sala ya Alexandro tiene una botella de vino y varias copas servidas, siento mi ojo izquierdo tener un tic nervioso, inhalo y exhalo para calmarme.
—Alexandro, —lo llamo mirándolo sin expresión alguna, camina hasta mi y me pasa la copa que tomó a regañadientes. —¿Me puedes explicar que es todo esto? —Atrapo el puente de mi nariz con mi dedo indicie y pulgar mientras picoteo mi pies en el suelo.
—Venga no te enojes, solo quiero que te diviertas un poco. —Ruedo los ojos.
—Te estás pasando, Alexandro. Sabes bien que odio que otras personas invadan mi espacio, —hace una mueca.
—Lo siento mucho, pero ya estoy aquí y tengo dos bombones conmigo, por cierto la rubia es para ti, —mira a las chicas y le guiña un ojo.
—No quiero absolutamente nada. Solo quiero que te vayas de mi apartamento, —mascullo tensionando mi quijada conteniendo mis impulsos de querer echarlos a patada de mi casa.
—Eres un agua fiesta, —reprocha, —Solo toma una copa conmigo y me voy ¿Sí? —suspiro.
—Bien, —refunfuño para beber de mi copa, camino hasta un sofá individual tratando de ignorar todo a mí alrededor. Escucho en silencio los chiste de Alexandro y me recuerda mucho a cuando éramos unos adolescente, él siempre fue el de las citas y salidas con chicas, yo por mi parte era el raro nerd con frenos que nadie se acercaba hasta que entre a la universidad y cambie mi apariencia, pero ya mi prioridad no era estar con mujeres sino terminar de estudiar y conseguir mi título universitario antes de que mi padre fuera consumido por el cáncer.
—¿Por qué tan callado? —Miro a la chica que me sonríe.
—No tengo nada que comentar, —contexto serio.
—Comprendo, eres algo reservado, —bebo de mi copa y asiento, —Tu amigo y mi amiga están íntimos, —dirijo mi mirada a ellos y están literalmente teniendo casi sexo en mi sofá.
—Maldita sea, —mascullo bajo poniéndome de pie para irme a otro lado, mi oficina.
—Oye yo tampoco quiero ver el espectáculo, —anuncia la chica ingresando a mi lugar privado con la botella de vino y la copas, suspiro y señalo el sofá para que se ponga cómoda, Alexandro y yo tendremos una plática bastante seria después de esto.
(…)
Después de que Alexandro hizo sabrá Dios que cosa en mi sofá, se marcharon de mi apartamento y tuve que sufrir las insistentes insinuaciones de mi acompañante, negándome rotundamente a tener algo más que una plática con ella, suspiro caminando por la sala para recoger todo el caos que dejaron aquí y al terminar me fui a mi habitación para darme una ducha luego voy directo a mi cama, tomó la pastilla para dormir y a la mañana siguiente despierto a las seis y como ya es costumbre hago yoga, mi desayuno y parto a la empresa.
—Buenos días señor Bristol, —la asistente de Alexandro me recibe cuando se abren la puerta del ascensor.
—¿Qué no te necesita Alexandro? —Cuestiono caminando a mi oficina mientras ella se coloca a mi lado.
—Mientras no tenga su secretaria ejecutiva, yo estaré a su lado, —anuncia a lo que asiento ya que por un lado me beneficia.
—Bien, Alexandro me lo debe por hacer fiesta imprevista en mi casa, —mascullo. —¿Qué tengo para hoy?
—Un desayuno con tu madre, —me sorprende encontrarla dentro de mi oficina provocando que ya mi humor este de perros.
—Déjanos solo Esther, —cierro la puerta y camino hasta mi sillón, me siento y la observo. —¿Qué haces aquí?
—Así le hablas a tu madre, —suelta airando su pelo, —Debes respetarme jovencito, —ruedo los ojos.
—Sino mal recuerdo, tu cuenta esta forrada en billete para que lo mal gaste junto a tu gigoló, —suelto y ella me mira indignada.
—Fabricio es un excelente hombre, —comenta.
—Él y su hijo son unos zánganos, —señalo y enciendo mi computador, —Sino te hace falta dinero ¿Qué quieres?
—Vengo a refrescarte que hace en el testamento de tu padre hay una cláusula que te prohíbe…
—Se perfectamente lo que dejo mi padre estipulado en su testamento, —y se la razón por la que me ese viejo descarado dejo eso allí, no quiere que me quede solo toda la vida.
—Te recuerdo que esa cláusula te da un plazo de tres años y ya te queda uno, —suspiro.
—No he tenido tiempo de pensar en ello ¿me quitaras la empresa? —Cuestiono con sarcástico, no creo que ella sea capaz de tal cosa.
—Claro, Gabriel está preparado para tomar el mando, pero solo será hasta que cumplas lo acordado, —anuncia la miro indignado.
—¿Piensas poner en la mano de ese parasito todo por lo que mi padre ha trabajado? —Interrogo con mi ceño fruncido.
—Repito, solo será de manera provisional, —reitera. Llevo mis dedos al puente de mi nariz tratando de no gritarle y ser descortés con ella.
—Te has vuelto totalmente loca, —mascullo.
—Solo quiero cumplir la voluntad de tu padre, —se pone de pie y toma su bolso. —Tienes un año para casarte.
Dayana BerlusconiObservo a mi madre salir de su cuarta quimio, me acerco a ella y la ayudo a llegar a la silla más cercana para que descanse un poco. Hace cuatro meses le diagnosticaron leucemia mieloides aguda, fue algo muy chocante para nosotras dos y desde entonces utilizo ahorros que teníamos y la pensión de mi padre para su tratamiento, pero como todo recurso este siempre se termina acabando.—¿Está bien? —Cuestiono preocupada.—Nauseas como siempre, —hago una mueca, —No me has contado sobre tu cita de trabajo, —suspiro.—Seguiré buscando en otro lado, —murmuro.—Dayana es hora de que vengas conmigo a la casa, —pide, niego.—Sabes que no quiero estar allí, —mascullo, —Son demasiados recuerdos de mi papá, lo extraño, —amaba mucho a mi padre y lo peor es que su muerte es mi cu
Donovan Bristol —¿En serio tu madre te ha dicho eso? —Alexandro no puede creer lo que me está pasando.Paso una mano por mi cabello ya que es una manera de aligerar la inquietud que corre por mi cuerpo.—Yo tampoco puedo creer que sea capaz de entregarle la empresa en la cual mi padre dio su vida a ese zángano, —tamboreo con mis dedos el escritorio mientras observo la mueca que hace mi mejor amigo.—No puedo creer que diré esto, pero cásate, —lo miro como si tuviera una cabeza nueva, —Sé que odio el compromiso más que nada en este mundo pero necesitas casarte para que no pierdas la empresa.«Claro porque deseas llevar una vida libertina» pienso.—¿Eres loco o qué? —Cuestiono. —Nunca me has visto ligando o teniendo una pareja para yo casarme, —le recuerdo lo obvio. Solo pensar en eso me
Dayana Berlusconi No entiendo nada de este contrato con el señor Bristol, me trata como una empleada más y me asigna trabajos pero igual está cumpliendo su parte de mandar a mi madre al mejor oncólogo del país no me puedo quejar, ya tengo dos semanas en la empresa y sin duda es increíble trabajar aquí es siempre lo que quise pero también tengo esa inquietud de saber ¿Cuándo será que el jefe querrá cobrar lo acordado?Lo único malo entre el señor Bristol y yo es que a pesar de que me ha comprado un closet nuevo con todo tipo de ropa empresarial y de gala es que sigo llegando tarde y vistiendo como me gusta, por ejemplo hoy voy tarde y me imagino lo enojado que estará. Entro rápido al ascensor para subir al piso donde encontrare a mi jefe gruñón, cuando llego dejo mi bolso en el escritorio y toco la puerta de su oficina sin recib
Donovan Bristol¿Cómo pude ser tan idiota y dejar mi puerta de oficina sin seguro? Me cuestiono caminando como león enjaulado en mi propio lugar de trabajo, no sé cómo voy a mirar a la señorita Berlusconi a la cara después de semejante espectáculo que le he brindado y aparte de que me pase al ser grosero con ella quien no tiene la culpa de que mis medicamentos me hagan excitarme.Suspiro y paso una mano por mi cabello provocando que este se desordene totalmente.El sonido de mi teléfono provoca que lleve mi mirada hasta este, camino a mi escritorio y lo tomó para descolgar la llamada sin mirar de quien se trata.—Hijo mío, — «Justo ahora tenías que llamarme, madre»—¿Qué pasa? Estoy muy ocupado en la oficina, se breve, —pido sentándome en mi sillón.—Me quedare
Dayana Berlusconi—¿Le ayudaría un orgasmo para mantenerse clara mañana? —Su pregunta me toma por sorpresa, pero si me dejara por lo menos hoy tener sexo sería un gran avance.—Claro, —respondo con honestidad, si mañana me enfrentare a su madre lo mejor que puede suceder es ir relajada, ya que tengo mucho sin contacto con un hombre, ya que solo estoy utilizando mi juguetes para mi satisfacción.—Bien, me veré en la obligación de colocar esto en el contrato, —lo escucho murmurar. —Bueno ahora me cambio de ropa, —me giro pero su mano mojada por el agua del lavado toma la mía.—No será con otro hombre.—Acepto mujeres también, —me mira sorprendido y niega.—Ni otra mujer, —comenta a lo que lo miro sin entender nada. —Será conmigo, —lo observo
Donovan BristolDurante todo el camino no hablamos absolutamente nada, Dayana quedo dormida al rato después de lo que me hizo, no sé en qué momento pasamos de a hacer eso en mi auto, espero que el chofer no haya escuchado todo esta escena.—Señor Bristol, —me llama por el parlante, toco el botón para que la ventanilla baje.—¿Qué pasa?—Estamos a cinco minutos de llegar a la casa de playa, —asiento, miro a Dayana y la muevo despacio para que despierte, se nota desorientada y me mira.—Casi llegamos, —anuncio, suspira y pasa una mano por su cabellera rubia ordenándola.—Lo observo algo tenso señor Bristol, —murmura mirándome fijamente cosa que me pone algo nervioso.—Primero, no me llame señor Bristol y segundo, estoy perfectamente bien, Dayana. —Ella solo asiente.&mdash
Dayana Berlusconi Al salir del baño Donovan está en el balcón de la habitación, la cual por cierto es bastante ostentosa desde lámparas con forma de diamantes, una enorme cama donde pueden entrar unas ocho personas, un closet que puede ser mi aposento, sofás blancos, el piso en mármol pulido y creo que el señor Bristol tiene mucha razón cuando dice que su madre ama los lujos. El hombre se ve pensativo, busco mi maleta y no la veo por ningún lado. —Donovan ¿Dónde está el equipaje? —En el closet, —responde sin mirarme, asiento y entro a este comprobando lo ante descripto, tomó el equipaje y saco un conjunto de CH totalmente blanco, pantalones en forma de tubos largo hasta cubrir mis pies mientras que la blusa deja mis brazos descubiertos y con un lazo en el borde izquierdo de esta que me da un toque elegante, recojo mi cabello rubio en un moño algo desordenado sin perder la elegancia. Mis pies los calzos con un tacón bajo de CH,
Donovan BristolSuspiro observando el techo de la habitación, no puedo dormir y olvide traer las estúpidas pastillas que me ayudan a conciliar el sueño, me remuevo en la cama y escucho a mi acompañante dejar salir un extraño ruido de su garganta.—¿Puedes dejar de moverte? —cuestiona.—Lo siento, no logro conseguir el sueño, —murmuro con pena—. Iré al sofá para que puedas descansar, —anuncio pero esta me detiene.—Hay otros modos de conseguir el sueño, —se sienta y enciende las luces.—¿Cuáles?—Un orgasmo señor Bristol, —la miro, abro y cierro mi boca sin saber que decir a eso—. Es muy bueno créame ¿acepta?—Yo…—Esta vez deberá ser algo mutuo, —anuncia—. Deberá dar lo que recibe ¿enti