Dayana Berlusconi
Abro mis ojos cuando siento a alguien en medio de mis piernas, gimo y enseguida llevo mi mano hasta su cabello para que siga con lo que hace. En cuestión de segundo llego a mi orgasmo, suspiro y observo al chico de tez morena colocarse el condón pero en ese momento recuerdo que tengo una cita de trabajo.
—No, —lo empujo mientras que este frunce su ceño mirándome con interrogación de por qué lo freno, —Debo irme, —salgo de la cama para buscar mi ropa y ver mi braga rota tirada en un lado «Suerte siempre traigo una en mi bolso»
—¿En serio piensas dejarme de esta manera? —Cuestiona señalando su erección, suspiro.
—La entrevista es más importante que un orgasmo, —nunca dejaría perder esta cita que me costó tanto conseguir por un polvo, me cambio rápido de ropa y observo al chico que sino mal recuerdo se llama Maicol.
—No me diste tu número, —pasa su brazo por detrás de su cabeza «Y tampoco te lo daré» Pienso.
—Fue un gusto conocerte, —le guiño un ojo para tomar mi bolso y salir de su apartamento. En el ascensor llamo un taxi después de verificar que todavía me quedan dos horas para llegar a la entrevista.
Por lo que tendré tiempo de llegar a mi piso, ducharme y cambiarme de ropa, el taxista después de varios minutos conduciendo se detiene frente de donde vivo, pago y bajo del auto para entrar al edificio. Observo el letrero en el ascensor que dice fuera de servicio, ruedo los ojos ya que se ha vuelto algo muy común que siempre este dañado, me salva que estoy en el segundo piso.
—Dayana buenos días, —mi guapo vecino Charlie.
—¿Cómo está el papá soltero más codiciado del edificio? —Lo miro con una radiante sonrisa cuando se sonroja.
—Bien agotado, Arturo no me deja dormir bien.
Arturo es su pequeño hijo.
Hago una mueca para ver la criatura que duerme en sus brazos, ese es uno de los mejores métodos anticonceptivo que puede existir: ver a otros padres luchar con sus hijos.
—Y tan bien portado que se ve, —suelto provocando que ría.
—Bastante, —nos despedimos ya que va a su trabajo dejando al pequeño Arturo bajo los cuidados de un chico que vive en el piso de abajo. Entro a mi dulce hogar y no me doy tiempo de mirar nada porque se me hará tarde para ir a mi entrevista, camino hasta mi habitación y voy hasta el closet donde tomó una falda de tubo blanca y una blusa de magas largas negra.
De calzado optó por tacones negros para que haga juego con la parte superior. Teniendo todo esto me paso para el baño donde tomó una ducha rápido y luego me visto con lo escogido, mi cabello rubio como esta ondulado solo lo sujeto en una cola para verme más elegante.
En mi rostro coloco base, polvo, rímel y un brillo labial sobre mis labios para revitalizar el color rosa de estos, sonrió a mi reflejo y al mirar la hora esa sonrisa se borra.
—Maldición, —me levanto de la silla como si esta tuviera clavos incrustado para correr hasta mi bolso, tomó la carpeta con mi información y roció rápido perfume cayéndome un poco en el ojo «Genial» salgo de la habitación y en la cocina agarro una manzana del frutero y así poder abandonar el apartamento.
En el ascensor pido un taxi para poder llegar a la empresa esperando no perder mi cita para ser secretaria ejecutiva en Industrias Bristol Imports, son los mejores importadores de pieza automotriz y según lo rumores puede que pronto importen piezas de aviones volviéndose más poderosos en el área.
(…)
—Buenos días ¿En qué podemos ayudarla? —Cuestiona el joven de recepción, sacándome de mi impresión por el lugar tan elegante que se carga la empresa.
—Tengo cita programada dentro de dos minutos, —respondo con una pequeña sonrisa.
—Permítame su documento de identificación, —se lo paso y este me lo regresa con un pase de visitante. —Vaya hasta el ascensor y pulse el antepenúltimo piso. Buena suerte, —masculla lo último.
«Yo también espero tener suerte» Pienso.
Cuando estoy llegando al ascensor un hermoso chico llega a este, me sonríe y tiene una linda sonrisa. Observo al hombre de traje ajustado a su cuerpo y lo impresionante son sus ojos verdes que parecen querer tragarme completa.
—¿Ha dónde se dirige? —Su voz es ronca y profunda dándole un punto extra a su belleza.
—Al penúltimo piso, —respondo dándole una sonrisa que me devuelve.
—Up… Mucha suerte con el señor Bristol, —comenta.
—Gracias, supongo…
—Si te contratan me debes una salida, —me guiña el ojo y niego antes de que se cierren las puerta del cajón metálico que enseguida se pone en marcha al piso que voy y agradezco a mi ángel guardián de que este no se detuvo en ningún lado, suspiro para salir de este con paso firme siendo recibida por una joven chica.
—¿Eres Dayana Berlusconi? —Cuestiona y asiento dudosa, —Llegas cuatro minutos tarde, el señor Bristol odia la impuntualidad, —suelta y me hace seña para que la siga hasta la puerta de mármol. —Quédate aquí, —entra a la oficina y después de varios minutos sale, —Suerte, —asiento ya que no tengo nada que decir y si digo algo solo le diría que vaya al psicólogo por su bipolaridad.
Estando dentro observo lo bastante ordena que esta la oficina. Esta seguro es de un señor cincuentón, creo que debí investigar quien maneja la empresa, ya que la última noticia que tuve fue que el CEO murió de cáncer.
—¿Termino de inspeccionar mi lugar de trabajo? —Me asusto al escucha esa voz tan imponente. Llevo mi mano hasta mi pecho y me giro para mirar al escritorio donde se encuentra un chico mirando su computador y tecleando en ella. Este como permanezco callada alza su mirada hasta mí y puedo observar que sus cejas se fruncen. —Señorita… —mira su tableta, —Berlusconi ¿se encuentra bien? —Cuestiona.
—Sí, discúlpeme señor Bristol, —digo rápidamente tratando de no trabarme, este señala la silla frente a su escritorio y obediente camino hasta esta, tomó asiento.
—Es usted una mujer muy preparada señorita Berlusconi, pero al mismo tiempo es una irresponsable, —alzo mis cejas.
—Solo fueron cuatro minutos, —le recuerdo, él entrelaza sus dedos sobre el escritorio mientras me mira sin expresión alguna.
—¿Sabe cuánto gano por minutos? —Niego, —Es mejor que no sepa la respuesta, ya que yo si aplico lo de ‘‘El tiempo es oro’’ —anuncia.
—Disculpe la tardanza, —mascullo ya que no queda de otra.
—Su entrevista ha terminado, —abro los ojos sorprendida y no puedo creer que por llegar tarde no me dará el empleo.
—¿En serio? —Cuestiono desanimada y este asiente, —Fluch, —maldigo en alemán y me levanto de la silla, —Gracias por la oportunidad, —siento unas horribles ganas de llorar, no puedo creer que he fallado en conseguir el puto empleo, salgo de la oficina encontrando a la chica que me recibió y paso de ella para ir directo al ascensor, subo y marco el piso donde está la recepción.
—¡Hey! —Me giro encontrando al chico de hace rato, —¿Qué paso? —Cuestiona.
—El señor Bristol es un maldito gilipolla ¿puedes creer que no me contratara por llegar tarde? —Cuestiono mientras camino y este me sigue.
—Lo siento mucho y yo que quería salir a tomar un rato contigo, —pasa una mano por su nunca, sonrió.
—Igual podemos salir a celebrar mi fracaso, —suelto con burla a lo que este ríe.
—¿Entonces a la cuatros? —Me mira con chulería.
—A las seis, —sugiero y asiente, cambiamos números y por lo menos sacare algo bueno de esta visita a la empresa: un polvo.
Donovan Bristol —Señor Bristol que bueno que ha llegado a su consulta, —la médica me da la mano en forma de saludo y la tomó para luego tomar asiento.—Últimamente tengo mi agenda llena, —anuncio a lo que ella asiente.—Pero igual debe poner como prioridad su condición, —hago una mueca pero sé que ella tiene razón. —Lo cite porque le estaré cambiando su medicamento, —anuncia.—¿Por qué motivo?—Como le comente estos medicamentos suelen tener efectos secundarios, —asiento recordando cuando lo dijo. —El que lleva ha disminuido su conteo de esperma según el análisis que le hicieron, —alzo mis cejas.—¿Entonces quedare estéril? —Niega.—Su producción disminuyo, pero eso no implica que quedara estéril pero si sigue co
Dayana BerlusconiObservo a mi madre salir de su cuarta quimio, me acerco a ella y la ayudo a llegar a la silla más cercana para que descanse un poco. Hace cuatro meses le diagnosticaron leucemia mieloides aguda, fue algo muy chocante para nosotras dos y desde entonces utilizo ahorros que teníamos y la pensión de mi padre para su tratamiento, pero como todo recurso este siempre se termina acabando.—¿Está bien? —Cuestiono preocupada.—Nauseas como siempre, —hago una mueca, —No me has contado sobre tu cita de trabajo, —suspiro.—Seguiré buscando en otro lado, —murmuro.—Dayana es hora de que vengas conmigo a la casa, —pide, niego.—Sabes que no quiero estar allí, —mascullo, —Son demasiados recuerdos de mi papá, lo extraño, —amaba mucho a mi padre y lo peor es que su muerte es mi cu
Donovan Bristol —¿En serio tu madre te ha dicho eso? —Alexandro no puede creer lo que me está pasando.Paso una mano por mi cabello ya que es una manera de aligerar la inquietud que corre por mi cuerpo.—Yo tampoco puedo creer que sea capaz de entregarle la empresa en la cual mi padre dio su vida a ese zángano, —tamboreo con mis dedos el escritorio mientras observo la mueca que hace mi mejor amigo.—No puedo creer que diré esto, pero cásate, —lo miro como si tuviera una cabeza nueva, —Sé que odio el compromiso más que nada en este mundo pero necesitas casarte para que no pierdas la empresa.«Claro porque deseas llevar una vida libertina» pienso.—¿Eres loco o qué? —Cuestiono. —Nunca me has visto ligando o teniendo una pareja para yo casarme, —le recuerdo lo obvio. Solo pensar en eso me
Dayana Berlusconi No entiendo nada de este contrato con el señor Bristol, me trata como una empleada más y me asigna trabajos pero igual está cumpliendo su parte de mandar a mi madre al mejor oncólogo del país no me puedo quejar, ya tengo dos semanas en la empresa y sin duda es increíble trabajar aquí es siempre lo que quise pero también tengo esa inquietud de saber ¿Cuándo será que el jefe querrá cobrar lo acordado?Lo único malo entre el señor Bristol y yo es que a pesar de que me ha comprado un closet nuevo con todo tipo de ropa empresarial y de gala es que sigo llegando tarde y vistiendo como me gusta, por ejemplo hoy voy tarde y me imagino lo enojado que estará. Entro rápido al ascensor para subir al piso donde encontrare a mi jefe gruñón, cuando llego dejo mi bolso en el escritorio y toco la puerta de su oficina sin recib
Donovan Bristol¿Cómo pude ser tan idiota y dejar mi puerta de oficina sin seguro? Me cuestiono caminando como león enjaulado en mi propio lugar de trabajo, no sé cómo voy a mirar a la señorita Berlusconi a la cara después de semejante espectáculo que le he brindado y aparte de que me pase al ser grosero con ella quien no tiene la culpa de que mis medicamentos me hagan excitarme.Suspiro y paso una mano por mi cabello provocando que este se desordene totalmente.El sonido de mi teléfono provoca que lleve mi mirada hasta este, camino a mi escritorio y lo tomó para descolgar la llamada sin mirar de quien se trata.—Hijo mío, — «Justo ahora tenías que llamarme, madre»—¿Qué pasa? Estoy muy ocupado en la oficina, se breve, —pido sentándome en mi sillón.—Me quedare
Dayana Berlusconi—¿Le ayudaría un orgasmo para mantenerse clara mañana? —Su pregunta me toma por sorpresa, pero si me dejara por lo menos hoy tener sexo sería un gran avance.—Claro, —respondo con honestidad, si mañana me enfrentare a su madre lo mejor que puede suceder es ir relajada, ya que tengo mucho sin contacto con un hombre, ya que solo estoy utilizando mi juguetes para mi satisfacción.—Bien, me veré en la obligación de colocar esto en el contrato, —lo escucho murmurar. —Bueno ahora me cambio de ropa, —me giro pero su mano mojada por el agua del lavado toma la mía.—No será con otro hombre.—Acepto mujeres también, —me mira sorprendido y niega.—Ni otra mujer, —comenta a lo que lo miro sin entender nada. —Será conmigo, —lo observo
Donovan BristolDurante todo el camino no hablamos absolutamente nada, Dayana quedo dormida al rato después de lo que me hizo, no sé en qué momento pasamos de a hacer eso en mi auto, espero que el chofer no haya escuchado todo esta escena.—Señor Bristol, —me llama por el parlante, toco el botón para que la ventanilla baje.—¿Qué pasa?—Estamos a cinco minutos de llegar a la casa de playa, —asiento, miro a Dayana y la muevo despacio para que despierte, se nota desorientada y me mira.—Casi llegamos, —anuncio, suspira y pasa una mano por su cabellera rubia ordenándola.—Lo observo algo tenso señor Bristol, —murmura mirándome fijamente cosa que me pone algo nervioso.—Primero, no me llame señor Bristol y segundo, estoy perfectamente bien, Dayana. —Ella solo asiente.&mdash
Dayana Berlusconi Al salir del baño Donovan está en el balcón de la habitación, la cual por cierto es bastante ostentosa desde lámparas con forma de diamantes, una enorme cama donde pueden entrar unas ocho personas, un closet que puede ser mi aposento, sofás blancos, el piso en mármol pulido y creo que el señor Bristol tiene mucha razón cuando dice que su madre ama los lujos. El hombre se ve pensativo, busco mi maleta y no la veo por ningún lado. —Donovan ¿Dónde está el equipaje? —En el closet, —responde sin mirarme, asiento y entro a este comprobando lo ante descripto, tomó el equipaje y saco un conjunto de CH totalmente blanco, pantalones en forma de tubos largo hasta cubrir mis pies mientras que la blusa deja mis brazos descubiertos y con un lazo en el borde izquierdo de esta que me da un toque elegante, recojo mi cabello rubio en un moño algo desordenado sin perder la elegancia. Mis pies los calzos con un tacón bajo de CH,