ELLIOT—¡ROSELLA! —rugí aún con más premura, una premonición siniestra asaltando mis sentidos.Corrí hacia donde la olía y luego… ese aroma a hierro, intenso y asfixiante.Antes de llegar, la vi salir de la sombra de los árboles, su piel pálida, sus labios temblorosos, el cabello todo revuelto.Bajé los ojos, impactado.Sus manos… sus manos se apretaban sobre la empuñadura de un arma que se hundía en su pecho.—¡NOOOO! —rugí corriendo hacia ella.Intentaba dar pasos hacia mí, tambaleante, tropezó y se fue hacia adelante.La atrapé en el aire entre mis brazos; la temperatura fría de su piel atenazaba mis miedos.La cargué enseguida, temía tocarla en el pecho, sentía que su vida se escapaba en cada respiración.Me senté en el suelo, cerca del precipicio, de espaldas al bosque.—No, no, Rosella, no puedes hacerme esto, ¡no puedes! ¡Maldición! —mis dedos fueron a esa infame arma.¿Cuándo sucedió esto? ¿Cómo pude descuidarme tanto?—Lo… lamento…—No hables, no hables, pequeña, maldit4 sea
ELLIOT Sus labios enrojecidos dejaron de succionarme. Observé, dando un suspiro, como regresaba el color a su rostro, levanté mi muñeca y lamí la herida con restos de su saliva. Mi corazón, al fin cayendo en su sitio, y esa entidad dentro de mí, más calmada ahora que Rossella vivía. ¿Por qué es tan importante para él si antes sé que la odiaba? Parte de mi desprecio visceral hacia ella venía de sus propios sentimientos crudos. Ahora que el peligro urgente había pasado, escaneé con detenimiento mi entorno. Me había puesto de espaldas al bosque y de frente al acantilado para tapar la vista de cualquier espía. Siempre estuve alerta a algún ataque furtivo, no parecía quedar nadie en los alrededores. Sin embargo, antes de incorporarme para ver cómo salía de esta escabrosa situación, con las amenazas aún acechando, el sonido estrepitante de galopes desbocados y ruedas, de algo siendo arrastrado, llegó a mis sentidos. Mi propio caballo, dejado a un lado, se encabritó, alzándose sobr
KATHERINE—Shhh —se lleva el dedo a sus labios en señal de que me calle.Enseguida pongo un punto en mi boca, el Duque cierra la puerta y se acerca, su ceño fruncido, mirándome hacia el pecho.Lo veo sentarse en el borde de la cama, tantas memorias revueltas, tantas ganas de hacerle miles de preguntas.Se inclina hacia mí, me estremezco ante la cercanía, su voz baja y grave se vierte en mi oído.—No me llames por mi título aquí, no pueden saber nuestra identidad, solo somos un matrimonio que fue asaltado por bandidos en el camino —me susurra y trago, asintiendo.Se incorpora un poco, sus ojos azules demasiado cerca.Me pongo algo nerviosa, no solo por su proximidad, sino por el hecho de que quizás hice algo raro para sanarme.¿El Duque se habrá dado cuenta de mi magia? No debe ser, si no estaría atándome a un árbol y prendiéndome fuego como una antorcha.—Yo… gracias por salvarme, Du… digo, E… Elliot —saboreo su nombre que se siente raro entre mis labios, pero a la vez muy agradable.
KATHERINENuestras respiraciones comienzan a volverse pesadas, apresuradas.Siento las chispas saltando en el aire, el olor a excitación.—Creo que… mejor veo si está lista la cena. La señora de la casa me dijo que faltaba poco, debes tener hambre.Se levantó como un resorte, alejándose de la cama, dejándome ahí, inclinada como tonta, con los mofletes fruncidos, yendo hacia la vieja puerta de madera.—¿No me revisarás la herida? —le pregunto con voz suave, según yo, seductora.No me rendiría tan fácil.—La señora Nora me dio unas hierbas medicinales, deben hacer efecto. Además, me dijiste que estabas bien —responde cortante, y sin darme chance a desplegar todos mis encantos, salió de la habitación.—Maldito Duque, más tieso y remilgado. Pero lo que no sabes es que las locas tienen ideas fijas y no voy a parar hasta concebir a tu heredero —susurré pensando en todas las trampas para aprovechar que ahora, forzadamente, estaríamos juntos.*****Más tarde tuve la oportunidad de salir con u
KATHERINEMe recibió un huerto en la entrada, pero las plantas estaban un poco escasas. Subí la cabeza y contemplé la oscuridad como boca de lobo. Apenas unas lucecitas próximas de otra casita, las colinas colmadas de árboles a lo lejos, los cercados de palos rústicos, la carretera polvorosa entrelazando todas las viviendas, la vida en el campo.En medio de toda esa oscuridad, una silueta de repente se vino acercando.Abrió la puertecita maltrecha del frente del huerto y avanzó por el camino de piedras. Era Elliot.—Rossella, ¿por qué saliste? Hay frialdad —me dijo acercándose enseguida.—Te estaba esperando, ¿estás bien? —le pregunté dando algunos pasos hacia él. Su expresión seguía seria e incómoda.—Fui a ver el pueblo. Es… indescriptible —me dijo rechinando los dientes, su rostro lleno de ira mortal.—. Son las fronteras y es obvio que están siendo controladas por otra persona. Me siento como un inepto.“Bueno, eso no te lo voy a discutir, Duquesito” pensé y callé sabiamente.
ELLIOTMe quedé de pie, observándola con la cabeza baja. La niebla del pequeño baño nos envolvía, calentándonos.Sus suaves manos comenzaron a tirar torpemente de mis botones.Todos estos años teniendo a esta mujer a mi lado y nunca me había ahogado en este deseo ardiente que me está consumiendo.Abrió mi camisa y la bajó con suavidad por mis fuertes hombros, dejándola caer al suelo. La mirada intensa de sus ojos devoraba mi pecho.Sus dedos comenzaron a acariciarme con algo de timidez, delimitando mi piel sudada por el calor. Gemí ronco al sentirla bajar por mi abdomen contraído.El olor a lujuria que desprendía su coño me estaba enloqueciendo. Estaba excitada, muy excitada, y por primera vez me gustó demasiado ser atractivo para ella.—Mmm —pasé la punta de la lengua por los caninos que picaban. Debía controlarme para no mostrar nada de mi lobo, pero su exploración curiosa sobre la silueta endurecida de mi verga me estaba sacando de quicio.—Ábreme la bragueta de una maldit4 vez
ELLIOTEscucharla tan cachonda era música para mis oídos, su espalda arqueándose contra mi cuerpo.Presioné ese botoncito que la hacía estremecerse de placer. Jugué un poco con él, masajeándolo entre mis dedos, dándole suaves vueltas como hacía a la vez con su pezón.La palma de mi mano, abierta, bajó acariciando arriba y abajo su descarada vulva. A pesar de la humedad del agua, algo muy viscoso y denso se escurría desde su interior.Separé los labios y tenté la diminuta entrada. Escuchaba la respiración acelerada bajo su pecho, su corazón golpeando salvajemente. Tan viva, tan mía, tan sensual, esta mujer me pertenecía.—Aaahh… —el gemido ronco inundó las paredes del baño al penetrarla con un dedo, fundiéndome en el horno caliente entre sus labios vaginales.Lo metí y lo saqué, ganando terreno en cada embestida, hasta que mis nudillos comenzaron a chocar contra su coño excitado.Rossella se retorcía entre mis brazos, empinando las nalgas hacia atrás y masajeando mi dura vara enroj
ELLIOTRossella bajó la cabeza, tosiendo un poco y jadeando de prisa. Creo que se me fue la mano.—Déjame ver, ¿te lastimé? Espera, Rossella, no, no te levantes, yo me agacho… —la quise detener cuando se agarró a mis piernas y comenzó a levantarse.Se limpió los labios hinchados con la mano. Fui enseguida a revisar si estaba herida.—Yo… perdí el control, no…—Está bien —tomó mi dedo, que acariciaba su barbilla, y lo lamió sin dejar de observarme de una manera que hacía vibrar cada centímetro de mi cuerpo.Su voz gutural, por el uso que le estaba dando a su garganta ahora mismo, me encendió aún más.—. Elliot, yo… te pedí que pararas porque…Dio otro paso hacia adelante; estaba atrapado contra el borde de la bañera.—Quiero que te corras en este sitio —tomó mi polla con su mano y la coló entre sus piernas.Por la diferencia de alturas, solo la punta rozó la resbalosa hendidura, pero eso bastó para hacernos sisear ambos de placer.—¿Te molestaría si te pido que me llenes con tu semilla