322. SALTO AL VACÍO
ELLIOT

Sus labios enrojecidos dejaron de succionarme.

Observé, dando un suspiro, como regresaba el color a su rostro, levanté mi muñeca y lamí la herida con restos de su saliva.

Mi corazón, al fin cayendo en su sitio, y esa entidad dentro de mí, más calmada ahora que Rossella vivía.

¿Por qué es tan importante para él si antes sé que la odiaba?

Parte de mi desprecio visceral hacia ella venía de sus propios sentimientos crudos.

Ahora que el peligro urgente había pasado, escaneé con detenimiento mi entorno.

Me había puesto de espaldas al bosque y de frente al acantilado para tapar la vista de cualquier espía.

Siempre estuve alerta a algún ataque furtivo, no parecía quedar nadie en los alrededores.

Sin embargo, antes de incorporarme para ver cómo salía de esta escabrosa situación, con las amenazas aún acechando, el sonido estrepitante de galopes desbocados y ruedas, de algo siendo arrastrado, llegó a mis sentidos.

Mi propio caballo, dejado a un lado, se encabritó, alzándose sobr
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