NARRADORAElliot no entendía lo que significaba. Sin embargo, lo imitó.—Lo juro por mi vida, moriré cruelmente si incumplo mi promesa —aseguró, palmeando con su puño el corazón.Elliot sabía que este hombre era un ser sobrenatural, se lo había insinuado de tantas maneras. Entendía que Aldo sospechaba también de él, al parecer mostró algo cuando lo rescató en el río, pero no se atrevía a preguntarle, a abrirse, porque él no era cualquier persona.Él era el Duque y tenía demasiado que perder. Nadie lo estaría chantajeando de nuevo. No era lo mismo sospechas que afirmación.Aldo entró a la casa a descansar con su familia. Elliot suspiró mirando hacia el pasillito que llevaba al patio.Fue en esa dirección para vaciar la tina y recoger el baño del que escapó como un cobarde.Al abrir la puerta con un chirrido bajo, se encontró en las penumbras de la fría habitación.Rossella había dejado todo ordenado y seco. Solo la tina mantenía el poco de agua que quedó después de haberla salpicad
NARRADORA—Rápido, con esta barca cruzan el tramo este del río y vas a llegar a la aldea vecina. Busca a Joaquín, en la única posada que hay. Debe de estar al salir su caravana de comercio. Dile que vas a mi nombre…Aldo le daba instrucciones apresuradas mientras desataban los nudos de las amarras y se preparaban para empujar el pequeño bote por la rampa hasta el agua.Amparados dentro de la vieja caseta del embarcadero, Katherine los miraba nerviosa, a penas bajando un poco las revoluciones de su respiración acelerada por la carrera suicida.Por todos los cielos, estos hombres no parecían que llevaban más de media hora corriendo como perros locos por el bosque y ella estaba a punto de escupir los pulmones.Y eso que llevaba sangre de ser sobrenatural, que si no…—Empujemos. —Con un golpe seco y el chapoteo del agua, la barca cayó sobre los límites del río. Solo faltaba darle el empujoncito para que descendiera por la rampa.Katherine fue a ayudarlos; entre los tres sería más rápido.
NARRADORA—¿Qué? ¿Crees que no lo aceptarán como pago? —lo miró con ojos preocupados e incluso inocentes.Elliot observó en las profundidades de sus orbes. Parecía sincera, nada de trampas o artificios.Cada vez estaba más convencido de que esta no era su esposa original, y ahora resultaba más que evidente que esta mujer, idéntica a Rossella, no conocía su secreto.—Sí, creo que sí sirve. —Extendió el brazo hasta con dudas, pensando en que a último momento ella se arrepentiría.Su corazón dio un vuelco cuando ella le puso el colgante mágico en la palma de la mano.—Bueno, lo dejo entonces a tu resguardo.—¿No es un artículo importante para ti? —sondeó, pero guardándolo enseguida en su cuerpo. No pensaba entregarlo más, de hecho, lo destruiría por completo.—Bueno, no mucho, creo que perteneció a mi madre, ni siquiera la conocí. En todo caso, los vivos deben buscar la manera de seguir viviendo —le dijo Katherine sin darle mucha importancia al asunto.Y mucho menos darse cuenta de que
NARRADORAIncluso lo observó de arriba a abajo, deteniéndose fijamente en su bragueta.Elliot la miró con incredulidad para luego comenzar a reír a carcajadas, llamando un poco la atención.Katherine sonrió con disimulo. Nunca lo había visto reírse así; se veía tan sexy, sin ese aire gruñón y superior.Así que el hombre de hielo también tenía buen humor de vez en cuando.Elliot tosió un poco, controlando su desliz. Era tan ocurrente, un soplo de aire fresco en su vida llena de secretos y temores.Ella misma no se daba cuenta de cómo cada día iba saliéndose más y más de su papel de Rossella. La verdadera Duquesa era una mujer remilgada, llena de complejos, rígida, no como esta nueva Duquesa que lo tenía encantado con su sensualidad y viveza.Deseaba decirle que moría por hacerle el amor como nunca antes pensó, pero la sombra de lo que había sucedido ayer todavía lo acechaba.¿Y si perdía de nuevo el control con ella? ¿Si le hacía daño y era descubierto?Abrió la boca para darle una
NARRADORA—¡¡Señor!! —Wallace estaba conmocionado, feliz y, a la vez, preocupado porque no entendía del todo la situación.Menos cuando el Duque se paró delante de la Duquesa de manera protectora, ocultándola.—¿Por qué… por qué, si estaba en la ciudad, no fue al castillo? Mandé una partida de hombres a buscarlo por todo el Ducado, por los alrededores de donde lo asaltaron. Uno de los soldados sobrevivió y vino a darme la alerta —comenzó a explicarse enseguida.La atmósfera a su alrededor era fría y amenazante.Se sentía como una rata atrapada en medio de una trampa.—¡Pensé que había sido un complot de la Duquesa con el enemigo..!—¡CÁLLATE Y DEJA DE SER TAN CÍNICO! —Elliot no pudo evitar explotar de la cólera.Confió en este hombre, puso su patrimonio en sus manos.Estaba harto de que siempre lo apuñalaran por la espalda; por eso le resultaba tan difícil confiar en nadie.—Yo no…—¡Sí, tú sí! —dio un paso adelante, apenas controlando que sus caninos salieran afuera—. ¡Y me vas a de
KATHERINE—Hace como una hora, el Duque te trajo en brazos. Imagínate lo asombrada que estuve, y además me asusté pensando que estarías herida o algo. ¿Qué sucedió exactamente? —me interrogó con rostro preocupado.—Espera, primero dime de la niña. ¿Está bien? ¿No le hicieron nada en mi ausencia? ¿El mayordomo…?—No, no. Lavinia está bien. Ahora practica con la maestra de piano en la biblioteca. Ha estado bastante juiciosa, ya ni pregunta por esa mala institutriz —me dice y doy un suspiro de alivio.Me destapo y bajo los pies descalzos, colgando de la cama. Nana parece haberme quitado la ropa vieja que llevaba porque voy en pijama.—Bueno, ¿por dónde empezar…? —suspiro y comienzo a hablarle de la pequeña aventura que vivimos el Duque y yo.—Mmn, un hueso duro de roer el Duque. Casi lo logras, pero te rechazó al último momento. Parece que tiene un poco más de favoritismo, pero eso no es suficiente —me dice con una mueca decepcionada.Que se imagine cómo me quedé yo.—Además, niña, vino
KATHERINE— Recogí todas las hierbas que dice ahí, las molí y las hice polvo. Esa es la parte fácil; lo difícil es hechizarlo, eso solo lo puede hacer una bruja leyendo este encantamiento.—Nana, mi magia nunca me funciona cuando lo deseo. ¿Será que esta vez aparecerá?Esto me está dando dolores de cabeza, un plan con huecos por todos lados—. Si el Duque se entera…—Tu madre siempre decía que la magia hay que sentirla con el corazón. Ya en eso no te puedo ayudar, pequeña, tendrás que encontrar el camino por ti misma —me dice poniéndose de pie y palmeando mis manos.—Apréndete bien todo y guarda ese libro con cuidado, ahora te pertenece y Kath, el tiempo se te acaba —me advierte, y la veo marcharse con su paso suave hasta salir del cuarto y cerrar bien.Me muerdo la uña con miles de indecisiones en mi mente. Estoy jugando con fuego, pero no me queda otra opción.Abro el dichoso manual de brujería y comienzo a estudiar las palabras para adormecer al Duque.Después me inventaré algo de
ELLIOT—¡Piedad, por favor! ¡Sr. Vittorio… es… es el Duque! ¡POR FAVOR, PIEDAD, SU SEÑORÍA! —uno de los prisioneros se ha puesto a gritar desesperado al vernos pasar, a través de la ventanita en la puerta maciza de acero.Ha desencadenado toda una sinfonía de súplicas, y eso que aquí abajo hay, si acaso, menos de diez prisioneros esperando a morir.—¡CÁLLENSE DE UNA VEZ, MALDITOS PERROS, O LOS ASESINO HOY MISMO! —Vittorio les ruge encolerizado.Los murmullos de llantos se escuchan; yo solo avanzo hasta la puerta al final del pasillo.El chasquido del látigo es lo que me recibe cuando Vittorio abre la cerradura y empuja la puerta.Paso adelante; mis ojos se acostumbran enseguida a la escasa luz de la fría habitación, solo iluminada por algunos candelabros de velas anclados en la pared.De una estructura de madera, en forma de X, está amarrado el que alguna vez fue mi hombre de confianza, con la cabeza colgando, la ropa hecha trizas y cayéndose a pedazos, las heridas sanguinolentas expu