KATHERINE— Recogí todas las hierbas que dice ahí, las molí y las hice polvo. Esa es la parte fácil; lo difícil es hechizarlo, eso solo lo puede hacer una bruja leyendo este encantamiento.—Nana, mi magia nunca me funciona cuando lo deseo. ¿Será que esta vez aparecerá?Esto me está dando dolores de cabeza, un plan con huecos por todos lados—. Si el Duque se entera…—Tu madre siempre decía que la magia hay que sentirla con el corazón. Ya en eso no te puedo ayudar, pequeña, tendrás que encontrar el camino por ti misma —me dice poniéndose de pie y palmeando mis manos.—Apréndete bien todo y guarda ese libro con cuidado, ahora te pertenece y Kath, el tiempo se te acaba —me advierte, y la veo marcharse con su paso suave hasta salir del cuarto y cerrar bien.Me muerdo la uña con miles de indecisiones en mi mente. Estoy jugando con fuego, pero no me queda otra opción.Abro el dichoso manual de brujería y comienzo a estudiar las palabras para adormecer al Duque.Después me inventaré algo de
ELLIOT—¡Piedad, por favor! ¡Sr. Vittorio… es… es el Duque! ¡POR FAVOR, PIEDAD, SU SEÑORÍA! —uno de los prisioneros se ha puesto a gritar desesperado al vernos pasar, a través de la ventanita en la puerta maciza de acero.Ha desencadenado toda una sinfonía de súplicas, y eso que aquí abajo hay, si acaso, menos de diez prisioneros esperando a morir.—¡CÁLLENSE DE UNA VEZ, MALDITOS PERROS, O LOS ASESINO HOY MISMO! —Vittorio les ruge encolerizado.Los murmullos de llantos se escuchan; yo solo avanzo hasta la puerta al final del pasillo.El chasquido del látigo es lo que me recibe cuando Vittorio abre la cerradura y empuja la puerta.Paso adelante; mis ojos se acostumbran enseguida a la escasa luz de la fría habitación, solo iluminada por algunos candelabros de velas anclados en la pared.De una estructura de madera, en forma de X, está amarrado el que alguna vez fue mi hombre de confianza, con la cabeza colgando, la ropa hecha trizas y cayéndose a pedazos, las heridas sanguinolentas expu
KATHERINEMe di un buen baño caliente, luego de que mi cabeza casi echara humo aprendiéndome todo ese raro hechizo.Repetía las palabras una y otra vez en mi mente.Se sentían raras, pero a la vez despertaban algo profundo y vivo en mi pecho.Le temía y, al mismo tiempo, lo ansiaba.Cuando salí del baño, me asombró encontrar a dos doncellas esperándome con el cambio de ropa.—¿Qué hacen ustedes aquí? —les pregunté cerrándome la bata, caminando de prisa y con disimulo hasta el tocador.—Nos envió la Sra. Prescott, para asistirla en todas sus cosas, su señoría —escuchaba su voz en apariencia respetuosa a mi espalda.Mis dedos fueron hasta el pomo redondo de madera y tiré de la gavetica del tocador hacia afuera, cerciorándome de que seguía cerrada con llave.Estaba sudando frío de solo pensar en que alguien descubriría el cuadernito que había guardado ahí por un momento.Debía ser más precavida.—No quiero asistentes, pueden marcharse y nunca más entren a mi habitación sin tocar.—Pero…
KATHERINELa aprieto en mi mano, siento un cosquilleo, mi mente más fresca; las palabras se vierten como un río sin control.Cierro los ojos y me concentro en ellas.En la oscuridad de mi mente se prende una pequeña chispa, destellos dorados raros. Intento tomar el control sobre ellos.¡Se mueven!Danzan en mi consciencia como niños juguetones hechos de luz.Se me ocurre algo loco; intento mover esa magia primordial siguiendo mi cuello hasta mi corazón y de ahí a las venas que se extienden por mi brazo derecho hasta mi mano donde aprieto los polvos.¡Lo estoy logrando!El sudor se acumula en mi frente, respiro pesado; es más difícil de lo que imaginé, pero persevero…"Zyrelin talyra anithor… Zyrelin talyra anithor…” repito las palabras del conjuro en mi mente una y otra vez.Aprieto los dientes, siento que ya no veo las cosas tan claras como al inicio. Un mareo invade mis sentidos, me palpitan las sienes…¡Vamos maldit4 sea! ¡Funciona, funciona!“Zyrelin talyra anithor… Zyrelin talyra
ELLIOTApreté los dientes, intentando regular mi respiración.Maldita sea, no sabía si podría resistir esta tentación, su boca ardiente chupándome, lamiéndome, haciéndome una felación tan deliciosa que me tenía al borde.Luchaba contra los deseos locos de subir mis caderas y embestir hasta su garganta.Su coño descarado, húmedo, se mecía cabalgando sobre mi pecho, mojando los cortos vellos.Mi nariz… joder, mi nariz sensible aspiraba el aroma intenso de su lujuria, de su deseo, escuchando los sonidos eróticos de su boca mamando mi pene tieso y tembloroso, sus gemidos ahogados.Esta mujer era una dulce tortura, y me estaba costando media vida contenerme, pero a la vez este juego oscuro y lleno de lascivia me ponía a mil.¿Hasta dónde pretendía llegar?Ni siquiera me paré a analizar el increíble descubrimiento que hice y, precisamente por eso también, finjo.Quiero descubrir todos sus secretos ahora que cree que me tiene en sus manos.Apreté los puños sutilmente sobre la sábana.Los gru
ELLIOT El grito ronco que salió de entre sus labios rojos entreabiertos, sus pestañas abanicándose mientras elevaba la cabeza con completa expresión de éxtasis. El líquido que se derramaba, empapando mi falo, y el masaje apretado, caliente, delicioso alrededor de mi eje, me dijeron claramente que mi Duquesa había llegado a la cima. Yo no tardé en seguirla. —Nmmm —cerré los ojos arrugando el entrecejo. Un gemido ahogado se escapó de mi garganta; intenté reprimirlo por completo, a duras penas, mientras mis testículos se sacudían con fuerza, disparando abundantemente dentro de la intimidad de mi mujer. Mía, porque ya se había entregado a mí, porque no pensaba dejarla ir, porque esta hembra me complacía y me llenaba el alma de una manera que nunca antes había experimentado. Algo cálido se derrama desde su interior, en el punto donde se funden nuestros genitales, y controla a mi bestia interna, apaciguando mis instintos asesinos y dejando solo profundos sentimientos hacia ella. Las
KATHERINE Me estiré perezosamente en la cama.Mis muslos protestaron un poco, y mi mente algo adormilada recordó el porqué de la incomodidad.Aún sentía el cosquilleo delicioso de las vigorosas penetraciones.Obvio, me dolían las piernas si monté al Duque como jinete sobre un toro mecánico, y qué clase de toro me había tocado.Sonreí un poco mirando hacia el techo sobre mi cabeza.De verdad que me pasaba de descarada.Igual debía procurar tener la oportunidad de seducir a Elliot porque no era un tonto, y si salía embarazada “del aire,” capaz y creyera que le había pegado los cuernos con otro.Cuando me incorporé en el colchón, de repente sentí una punzada en el pecho.Llevé mi mano hasta donde palpitaba con fuerza mi corazón.Algo había cambiado.Me sentía con mayor fuerza, algo más… poderosa… no sé… Era la sensación de esa energía mágica recorriendo mis venas.¿Esto tenía que ver con el hecho de haber realizado mi primer hechizo? Debería ser, ¿o me favoreció hacer el amor con Elliot
ELLIOTSe marcharon un momento después.No me cabe duda de que Lavinia es la hija de Katherine.Rossella nunca la había tratado así; más bien parecía que odiaba a la pequeña.—Katherine —murmuré en voz baja, saboreando su nombre. Deseaba tanto poder llamarla así abiertamente.Debo buscar el momento adecuado, pero primero…Toc, toc, toc.Golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos.—Pasa adelante —le doy la vuelta al escritorio, escuchando a Vittorio entrar a la vez que tomo asiento.—Su señoría, vengo a darle los reportes matutinos —me dice pasándome los papeles.A veces me cuesta creer que Wallace me haya traicionado.—¿No ha confesado nada en claro? —pregunto, arrugando la cara con ira.—No, señor. No importan las torturas, él sigue manteniendo que no lo hizo. Su hija… ya envié que la trajeran a la capital —me explica, pero mis ojos se quedan clavados en el informe sobre el sur.—¿Mi espía entonces se puso en contacto con el apoyo? ¿Todo salió bien?Me responde que sí. Asiento