ELLIOT El grito ronco que salió de entre sus labios rojos entreabiertos, sus pestañas abanicándose mientras elevaba la cabeza con completa expresión de éxtasis. El líquido que se derramaba, empapando mi falo, y el masaje apretado, caliente, delicioso alrededor de mi eje, me dijeron claramente que mi Duquesa había llegado a la cima. Yo no tardé en seguirla. —Nmmm —cerré los ojos arrugando el entrecejo. Un gemido ahogado se escapó de mi garganta; intenté reprimirlo por completo, a duras penas, mientras mis testículos se sacudían con fuerza, disparando abundantemente dentro de la intimidad de mi mujer. Mía, porque ya se había entregado a mí, porque no pensaba dejarla ir, porque esta hembra me complacía y me llenaba el alma de una manera que nunca antes había experimentado. Algo cálido se derrama desde su interior, en el punto donde se funden nuestros genitales, y controla a mi bestia interna, apaciguando mis instintos asesinos y dejando solo profundos sentimientos hacia ella. Las
KATHERINE Me estiré perezosamente en la cama.Mis muslos protestaron un poco, y mi mente algo adormilada recordó el porqué de la incomodidad.Aún sentía el cosquilleo delicioso de las vigorosas penetraciones.Obvio, me dolían las piernas si monté al Duque como jinete sobre un toro mecánico, y qué clase de toro me había tocado.Sonreí un poco mirando hacia el techo sobre mi cabeza.De verdad que me pasaba de descarada.Igual debía procurar tener la oportunidad de seducir a Elliot porque no era un tonto, y si salía embarazada “del aire,” capaz y creyera que le había pegado los cuernos con otro.Cuando me incorporé en el colchón, de repente sentí una punzada en el pecho.Llevé mi mano hasta donde palpitaba con fuerza mi corazón.Algo había cambiado.Me sentía con mayor fuerza, algo más… poderosa… no sé… Era la sensación de esa energía mágica recorriendo mis venas.¿Esto tenía que ver con el hecho de haber realizado mi primer hechizo? Debería ser, ¿o me favoreció hacer el amor con Elliot
ELLIOTSe marcharon un momento después.No me cabe duda de que Lavinia es la hija de Katherine.Rossella nunca la había tratado así; más bien parecía que odiaba a la pequeña.—Katherine —murmuré en voz baja, saboreando su nombre. Deseaba tanto poder llamarla así abiertamente.Debo buscar el momento adecuado, pero primero…Toc, toc, toc.Golpes en la puerta me sacan de mis pensamientos.—Pasa adelante —le doy la vuelta al escritorio, escuchando a Vittorio entrar a la vez que tomo asiento.—Su señoría, vengo a darle los reportes matutinos —me dice pasándome los papeles.A veces me cuesta creer que Wallace me haya traicionado.—¿No ha confesado nada en claro? —pregunto, arrugando la cara con ira.—No, señor. No importan las torturas, él sigue manteniendo que no lo hizo. Su hija… ya envié que la trajeran a la capital —me explica, pero mis ojos se quedan clavados en el informe sobre el sur.—¿Mi espía entonces se puso en contacto con el apoyo? ¿Todo salió bien?Me responde que sí. Asiento
KATHERINEEl carruaje avanzaba por las calles bulliciosas.No podía dejar de mirar a través del tul de la cortina hacia las personas que pasaban, el vaivén animado de las ferias nocturnas.Se respiraban aires de festividades; era la primera vez que venía a estas tierras, fuera del Ducado de Everhart y propiedad de otros nobles.De repente, nos detuvimos un momento, quizás porque había algo obstruyendo el avance del carruaje.Mi atención cayó sobre una pareja de amantes que estaban frente a un puesto de baratijas.El hombre se veía que era un trabajador del campo, curtido por el sol, pero con una expresión de tonto enamorado al observar a la pequeña mujer a su lado.Tomó unos colgantes para probárselos a ella.La mujer lucía avergonzada, y luego él le dijo algo al oído, acercándose a ella, que la hizo sonreír y enrojecer como un tomate.Suspiré con melancolía.Siempre fui una romántica empedernida, tanto así que, por unas palabras y gestos bonitos, me acosté con el jardinero de la casa
NARRADORA Desde el segundo piso de la enorme y glamurosa Mansión Coral, una mujer observaba furtivamente detrás de la pesada cortina granate.Las pupilas de Brenda cambiaron de color al descubrir a Elliot bajándose del carruaje.Enseguida, la brisa nocturna trajo hasta ella esas masculinas y seductoras feromonas que ese macho desprendía, tan poderoso y viril, le encantaba.Pero su estado de ánimo excitado cambió en cuanto lo vio estirar la mano y apoyar a una mujer de cabello castaño que venía acompañándolo.Brenda la examinó detenidamente, como una hembra que evalúa a su rival.Recordaba haberla visto algunas veces, a esa pobre cosa que fingía una clase que no tenía.Pero hoy… no sabía… algo en esa mujer parecía diferente, proyectaba un aura más confiada, de seguridad indomable.Llevaba un vestido azul, hermoso, vaporoso.El talle del corsé le apretaba, haciéndole una cintura estilizada.El escote cuadrado no podía ocultar la sensualidad de unos pechos rellenos. ¿Esa idiota tenía ta
KATHERINEAlgunos murmullos se escucharon de repente cerca de mí.Sentí el brazo de Elliot un poco rígido.Intenté no sacar conclusiones precipitadas, pero a medida que esa hermosa voz se acercaba, la mujer cantaba una balada llena de pasión, como si fuese a un amante prohibido, y casualmente sus ojos grises buscaron entre la multitud hasta quedarse fijos en un hombre.Intensamente, sin mucho disimulo, esa cantante llamativa, la tal Zafiro, parecía estarle dedicando su letra de amor a Elliot.—… oye, Brenda sí que es atrevida. Mira que ni respeta que la mujer del hombre está presente… —… pft, para el caso, eso es un secreto dicho a voces, ni sé por qué el Duque la trajo… —… para humillarla, es obvio…Algunas palabras furtivas me llegaban desde mi espalda.Subí el mentón y observé de reojo a Elliot midiendo su actitud.Él bebía de su vaso, no miraba hacia la tal Brenda, que ahora estaba muy segura. Ella era su amante.Él me trajo hasta esta fiesta donde estaba su amante, que además,
NARRADORA— Duquesa, qué vergüenza. Deborah, ¿por qué mencionaste lo del colgante? —Katherine vio a Brenda haciéndose la asombrada e incluso avergonzada.Todo esto había sido su plan desde el inicio.Su hermana debería de estarse revolcando en su tumba porque ahora mismo la estaba maldiciendo de todos los colores.¿Cómo podría una mujer haber caído tan bajo por un hombre?—Duquesa, lo lamento, solo le dije a mi amiga sobre el suceso del colgante, digo, que usted… usted creyó que era un obsequio del Duque para su aniversario y, bueno, resultó que no… —le dijo la muy cínica con una sonrisa “culpable”—. Él lo mandó a confeccionar para otra persona.Ni falta hacía que dijera quién era esa persona; si resultaba obvio, la mujer que llevaba el original en el cuello no era la legítima esposa.—Al parecer le gustó tanto que mandó hacer una falsificación. Me imagino que con la pensión de noble que le da el Duque, no le alcanzaría para algo tan valioso —murmuró una de las mujeres detrás de ella
NARRADORAEl Duque escuchó los pasos apresurados en el pasillo.La puerta se abrió y se cerró. Elliot la estaba esperando.—Elliot, creí que nunca me llamarías —Brenda enseguida caminó hacia él, su loba alborotándose por las feromonas de ese poderoso macho.A pesar de que el Duque era raro, nunca le había mostrado su lobo interior, ni dejaba acercarse a su loba, pero ellas siempre lo intentaban.Incluso durante las relaciones sexuales, cuando se salía un poco más de su autocontrol, resultaba bastante hermético.Brenda no conocía tampoco mucho de su raza; fue una huérfana acogida por unos nobles elementales que no podían tener hijos.Era una niña linda, aprendió a cantar, a ser obediente y a manipular el corazón de los demás.Aprendió a esconder su verdadera naturaleza hasta ser descubierta en su primer celo por el poderoso hombre frente a ella, y desde ese día Brenda lo había codiciado realmente en su alma.Con Elliot podía ser ella misma, sin máscaras, ni mentiras.—No te me acerques