NARRADORAIncluso lo observó de arriba a abajo, deteniéndose fijamente en su bragueta.Elliot la miró con incredulidad para luego comenzar a reír a carcajadas, llamando un poco la atención.Katherine sonrió con disimulo. Nunca lo había visto reírse así; se veía tan sexy, sin ese aire gruñón y superior.Así que el hombre de hielo también tenía buen humor de vez en cuando.Elliot tosió un poco, controlando su desliz. Era tan ocurrente, un soplo de aire fresco en su vida llena de secretos y temores.Ella misma no se daba cuenta de cómo cada día iba saliéndose más y más de su papel de Rossella. La verdadera Duquesa era una mujer remilgada, llena de complejos, rígida, no como esta nueva Duquesa que lo tenía encantado con su sensualidad y viveza.Deseaba decirle que moría por hacerle el amor como nunca antes pensó, pero la sombra de lo que había sucedido ayer todavía lo acechaba.¿Y si perdía de nuevo el control con ella? ¿Si le hacía daño y era descubierto?Abrió la boca para darle una
NARRADORA—¡¡Señor!! —Wallace estaba conmocionado, feliz y, a la vez, preocupado porque no entendía del todo la situación.Menos cuando el Duque se paró delante de la Duquesa de manera protectora, ocultándola.—¿Por qué… por qué, si estaba en la ciudad, no fue al castillo? Mandé una partida de hombres a buscarlo por todo el Ducado, por los alrededores de donde lo asaltaron. Uno de los soldados sobrevivió y vino a darme la alerta —comenzó a explicarse enseguida.La atmósfera a su alrededor era fría y amenazante.Se sentía como una rata atrapada en medio de una trampa.—¡Pensé que había sido un complot de la Duquesa con el enemigo..!—¡CÁLLATE Y DEJA DE SER TAN CÍNICO! —Elliot no pudo evitar explotar de la cólera.Confió en este hombre, puso su patrimonio en sus manos.Estaba harto de que siempre lo apuñalaran por la espalda; por eso le resultaba tan difícil confiar en nadie.—Yo no…—¡Sí, tú sí! —dio un paso adelante, apenas controlando que sus caninos salieran afuera—. ¡Y me vas a de
KATHERINE—Hace como una hora, el Duque te trajo en brazos. Imagínate lo asombrada que estuve, y además me asusté pensando que estarías herida o algo. ¿Qué sucedió exactamente? —me interrogó con rostro preocupado.—Espera, primero dime de la niña. ¿Está bien? ¿No le hicieron nada en mi ausencia? ¿El mayordomo…?—No, no. Lavinia está bien. Ahora practica con la maestra de piano en la biblioteca. Ha estado bastante juiciosa, ya ni pregunta por esa mala institutriz —me dice y doy un suspiro de alivio.Me destapo y bajo los pies descalzos, colgando de la cama. Nana parece haberme quitado la ropa vieja que llevaba porque voy en pijama.—Bueno, ¿por dónde empezar…? —suspiro y comienzo a hablarle de la pequeña aventura que vivimos el Duque y yo.—Mmn, un hueso duro de roer el Duque. Casi lo logras, pero te rechazó al último momento. Parece que tiene un poco más de favoritismo, pero eso no es suficiente —me dice con una mueca decepcionada.Que se imagine cómo me quedé yo.—Además, niña, vino
KATHERINE— Recogí todas las hierbas que dice ahí, las molí y las hice polvo. Esa es la parte fácil; lo difícil es hechizarlo, eso solo lo puede hacer una bruja leyendo este encantamiento.—Nana, mi magia nunca me funciona cuando lo deseo. ¿Será que esta vez aparecerá?Esto me está dando dolores de cabeza, un plan con huecos por todos lados—. Si el Duque se entera…—Tu madre siempre decía que la magia hay que sentirla con el corazón. Ya en eso no te puedo ayudar, pequeña, tendrás que encontrar el camino por ti misma —me dice poniéndose de pie y palmeando mis manos.—Apréndete bien todo y guarda ese libro con cuidado, ahora te pertenece y Kath, el tiempo se te acaba —me advierte, y la veo marcharse con su paso suave hasta salir del cuarto y cerrar bien.Me muerdo la uña con miles de indecisiones en mi mente. Estoy jugando con fuego, pero no me queda otra opción.Abro el dichoso manual de brujería y comienzo a estudiar las palabras para adormecer al Duque.Después me inventaré algo de
ELLIOT—¡Piedad, por favor! ¡Sr. Vittorio… es… es el Duque! ¡POR FAVOR, PIEDAD, SU SEÑORÍA! —uno de los prisioneros se ha puesto a gritar desesperado al vernos pasar, a través de la ventanita en la puerta maciza de acero.Ha desencadenado toda una sinfonía de súplicas, y eso que aquí abajo hay, si acaso, menos de diez prisioneros esperando a morir.—¡CÁLLENSE DE UNA VEZ, MALDITOS PERROS, O LOS ASESINO HOY MISMO! —Vittorio les ruge encolerizado.Los murmullos de llantos se escuchan; yo solo avanzo hasta la puerta al final del pasillo.El chasquido del látigo es lo que me recibe cuando Vittorio abre la cerradura y empuja la puerta.Paso adelante; mis ojos se acostumbran enseguida a la escasa luz de la fría habitación, solo iluminada por algunos candelabros de velas anclados en la pared.De una estructura de madera, en forma de X, está amarrado el que alguna vez fue mi hombre de confianza, con la cabeza colgando, la ropa hecha trizas y cayéndose a pedazos, las heridas sanguinolentas expu
KATHERINEMe di un buen baño caliente, luego de que mi cabeza casi echara humo aprendiéndome todo ese raro hechizo.Repetía las palabras una y otra vez en mi mente.Se sentían raras, pero a la vez despertaban algo profundo y vivo en mi pecho.Le temía y, al mismo tiempo, lo ansiaba.Cuando salí del baño, me asombró encontrar a dos doncellas esperándome con el cambio de ropa.—¿Qué hacen ustedes aquí? —les pregunté cerrándome la bata, caminando de prisa y con disimulo hasta el tocador.—Nos envió la Sra. Prescott, para asistirla en todas sus cosas, su señoría —escuchaba su voz en apariencia respetuosa a mi espalda.Mis dedos fueron hasta el pomo redondo de madera y tiré de la gavetica del tocador hacia afuera, cerciorándome de que seguía cerrada con llave.Estaba sudando frío de solo pensar en que alguien descubriría el cuadernito que había guardado ahí por un momento.Debía ser más precavida.—No quiero asistentes, pueden marcharse y nunca más entren a mi habitación sin tocar.—Pero…
KATHERINELa aprieto en mi mano, siento un cosquilleo, mi mente más fresca; las palabras se vierten como un río sin control.Cierro los ojos y me concentro en ellas.En la oscuridad de mi mente se prende una pequeña chispa, destellos dorados raros. Intento tomar el control sobre ellos.¡Se mueven!Danzan en mi consciencia como niños juguetones hechos de luz.Se me ocurre algo loco; intento mover esa magia primordial siguiendo mi cuello hasta mi corazón y de ahí a las venas que se extienden por mi brazo derecho hasta mi mano donde aprieto los polvos.¡Lo estoy logrando!El sudor se acumula en mi frente, respiro pesado; es más difícil de lo que imaginé, pero persevero…"Zyrelin talyra anithor… Zyrelin talyra anithor…” repito las palabras del conjuro en mi mente una y otra vez.Aprieto los dientes, siento que ya no veo las cosas tan claras como al inicio. Un mareo invade mis sentidos, me palpitan las sienes…¡Vamos maldit4 sea! ¡Funciona, funciona!“Zyrelin talyra anithor… Zyrelin talyra
ELLIOTApreté los dientes, intentando regular mi respiración.Maldita sea, no sabía si podría resistir esta tentación, su boca ardiente chupándome, lamiéndome, haciéndome una felación tan deliciosa que me tenía al borde.Luchaba contra los deseos locos de subir mis caderas y embestir hasta su garganta.Su coño descarado, húmedo, se mecía cabalgando sobre mi pecho, mojando los cortos vellos.Mi nariz… joder, mi nariz sensible aspiraba el aroma intenso de su lujuria, de su deseo, escuchando los sonidos eróticos de su boca mamando mi pene tieso y tembloroso, sus gemidos ahogados.Esta mujer era una dulce tortura, y me estaba costando media vida contenerme, pero a la vez este juego oscuro y lleno de lascivia me ponía a mil.¿Hasta dónde pretendía llegar?Ni siquiera me paré a analizar el increíble descubrimiento que hice y, precisamente por eso también, finjo.Quiero descubrir todos sus secretos ahora que cree que me tiene en sus manos.Apreté los puños sutilmente sobre la sábana.Los gru