KATHERINENuestras respiraciones comienzan a volverse pesadas, apresuradas.Siento las chispas saltando en el aire, el olor a excitación.—Creo que… mejor veo si está lista la cena. La señora de la casa me dijo que faltaba poco, debes tener hambre.Se levantó como un resorte, alejándose de la cama, dejándome ahí, inclinada como tonta, con los mofletes fruncidos, yendo hacia la vieja puerta de madera.—¿No me revisarás la herida? —le pregunto con voz suave, según yo, seductora.No me rendiría tan fácil.—La señora Nora me dio unas hierbas medicinales, deben hacer efecto. Además, me dijiste que estabas bien —responde cortante, y sin darme chance a desplegar todos mis encantos, salió de la habitación.—Maldito Duque, más tieso y remilgado. Pero lo que no sabes es que las locas tienen ideas fijas y no voy a parar hasta concebir a tu heredero —susurré pensando en todas las trampas para aprovechar que ahora, forzadamente, estaríamos juntos.*****Más tarde tuve la oportunidad de salir con u
KATHERINEMe recibió un huerto en la entrada, pero las plantas estaban un poco escasas. Subí la cabeza y contemplé la oscuridad como boca de lobo. Apenas unas lucecitas próximas de otra casita, las colinas colmadas de árboles a lo lejos, los cercados de palos rústicos, la carretera polvorosa entrelazando todas las viviendas, la vida en el campo.En medio de toda esa oscuridad, una silueta de repente se vino acercando.Abrió la puertecita maltrecha del frente del huerto y avanzó por el camino de piedras. Era Elliot.—Rossella, ¿por qué saliste? Hay frialdad —me dijo acercándose enseguida.—Te estaba esperando, ¿estás bien? —le pregunté dando algunos pasos hacia él. Su expresión seguía seria e incómoda.—Fui a ver el pueblo. Es… indescriptible —me dijo rechinando los dientes, su rostro lleno de ira mortal.—. Son las fronteras y es obvio que están siendo controladas por otra persona. Me siento como un inepto.“Bueno, eso no te lo voy a discutir, Duquesito” pensé y callé sabiamente.
ELLIOTMe quedé de pie, observándola con la cabeza baja. La niebla del pequeño baño nos envolvía, calentándonos.Sus suaves manos comenzaron a tirar torpemente de mis botones.Todos estos años teniendo a esta mujer a mi lado y nunca me había ahogado en este deseo ardiente que me está consumiendo.Abrió mi camisa y la bajó con suavidad por mis fuertes hombros, dejándola caer al suelo. La mirada intensa de sus ojos devoraba mi pecho.Sus dedos comenzaron a acariciarme con algo de timidez, delimitando mi piel sudada por el calor. Gemí ronco al sentirla bajar por mi abdomen contraído.El olor a lujuria que desprendía su coño me estaba enloqueciendo. Estaba excitada, muy excitada, y por primera vez me gustó demasiado ser atractivo para ella.—Mmm —pasé la punta de la lengua por los caninos que picaban. Debía controlarme para no mostrar nada de mi lobo, pero su exploración curiosa sobre la silueta endurecida de mi verga me estaba sacando de quicio.—Ábreme la bragueta de una maldit4 vez
ELLIOTEscucharla tan cachonda era música para mis oídos, su espalda arqueándose contra mi cuerpo.Presioné ese botoncito que la hacía estremecerse de placer. Jugué un poco con él, masajeándolo entre mis dedos, dándole suaves vueltas como hacía a la vez con su pezón.La palma de mi mano, abierta, bajó acariciando arriba y abajo su descarada vulva. A pesar de la humedad del agua, algo muy viscoso y denso se escurría desde su interior.Separé los labios y tenté la diminuta entrada. Escuchaba la respiración acelerada bajo su pecho, su corazón golpeando salvajemente. Tan viva, tan mía, tan sensual, esta mujer me pertenecía.—Aaahh… —el gemido ronco inundó las paredes del baño al penetrarla con un dedo, fundiéndome en el horno caliente entre sus labios vaginales.Lo metí y lo saqué, ganando terreno en cada embestida, hasta que mis nudillos comenzaron a chocar contra su coño excitado.Rossella se retorcía entre mis brazos, empinando las nalgas hacia atrás y masajeando mi dura vara enroj
ELLIOTRossella bajó la cabeza, tosiendo un poco y jadeando de prisa. Creo que se me fue la mano.—Déjame ver, ¿te lastimé? Espera, Rossella, no, no te levantes, yo me agacho… —la quise detener cuando se agarró a mis piernas y comenzó a levantarse.Se limpió los labios hinchados con la mano. Fui enseguida a revisar si estaba herida.—Yo… perdí el control, no…—Está bien —tomó mi dedo, que acariciaba su barbilla, y lo lamió sin dejar de observarme de una manera que hacía vibrar cada centímetro de mi cuerpo.Su voz gutural, por el uso que le estaba dando a su garganta ahora mismo, me encendió aún más.—. Elliot, yo… te pedí que pararas porque…Dio otro paso hacia adelante; estaba atrapado contra el borde de la bañera.—Quiero que te corras en este sitio —tomó mi polla con su mano y la coló entre sus piernas.Por la diferencia de alturas, solo la punta rozó la resbalosa hendidura, pero eso bastó para hacernos sisear ambos de placer.—¿Te molestaría si te pido que me llenes con tu semilla
NARRADORA Elliot corrió como un demente, sin rumbo, descalzo. No sentía las duras piedras ni los arañazos en el torso desnudo provocados por las afiladas ramas a su paso.Sudaba profusamente, su respiración era irregular. Cayó de golpe sobre la tierna hierba en medio del intricado bosque. Sentía toda su piel arder, como si la temperatura aumentara sin cesar.Sus huesos crujían de manera extraña. Arqueó su espalda en posición fetal, aguantando las sacudidas dolorosas de sus músculos. Con las manos llenas de garras, se abrazó la cabeza, que palpitaba como si miles de clavos ardientes se hundieran en su cráneo.Su corazón latía tan rápido que pensó que le daría un ataque y moriría en ese lugar.Se apretó el pecho, clavándose las uñas en los fuertes pectorales. Algo clamaba por salir desde su interior, por tomar el control, por comandar su voluntad, pero él se resistía. Siempre se resistía.La única vez que cedió fue aquella noche. No sabía exactamente qué le había sucedido, pero
NARRADORA—No soy ningún espía. Puedo ir y ser de ayuda —Elliot enseguida se interesó. Necesitaba saber exactamente qué pasaba aquí.A pesar de las protestas del tal Tomas, terminó siguiéndolos por el bosque. Avanzaban rápido, corriendo ágilmente. Elliot nunca se quedó atrás. Esta velocidad y resistencia no podían ser mantenidas por un elemental normal.Ninguno de ellos era normal.****Se escondieron en cuclillas detrás de grandes rocas, en las alturas de un risco. Abajo, quedaba un profundo cañón y justo pasaba el ancho río que hacía de límite fronterizo en esta zona de los dos Ducados."Elliot, ¿puedes escucharnos?" Aldo intentó de nuevo hablarle en su mente, pero nada; Elliot ni se dio por enterado.Aldo frunció el ceño. Este tipo se hacía el desentendido o de verdad no conocía bien sus poderes como ser sobrenatural.Como sea, los sonidos de cascos de caballos, el arrastre de ruedas y el chapoteo de agua los hicieron prestar atención a lo que sucedía unos metros más allá.—Ab
NARRADORAElliot no entendía lo que significaba. Sin embargo, lo imitó.—Lo juro por mi vida, moriré cruelmente si incumplo mi promesa —aseguró, palmeando con su puño el corazón.Elliot sabía que este hombre era un ser sobrenatural, se lo había insinuado de tantas maneras. Entendía que Aldo sospechaba también de él, al parecer mostró algo cuando lo rescató en el río, pero no se atrevía a preguntarle, a abrirse, porque él no era cualquier persona.Él era el Duque y tenía demasiado que perder. Nadie lo estaría chantajeando de nuevo. No era lo mismo sospechas que afirmación.Aldo entró a la casa a descansar con su familia. Elliot suspiró mirando hacia el pasillito que llevaba al patio.Fue en esa dirección para vaciar la tina y recoger el baño del que escapó como un cobarde.Al abrir la puerta con un chirrido bajo, se encontró en las penumbras de la fría habitación.Rossella había dejado todo ordenado y seco. Solo la tina mantenía el poco de agua que quedó después de haberla salpicad