NARRADORALes rugió con los colmillos afuera, las pupilas rojas estrechándose, el aura intimidante de un vampiro poderoso, el comando del nuevo líder y los guerreros salieron de su asombro para obedecer. ¡BAM! Las puertas fueron abiertas de par en par y él entró con pasos firmes, desplegando todo su poder superior, aplastando cualquier idea de rebeldía.Su madre lo miraba con los ojos rojos, estupefacta, al fondo de la estancia, frente a las mesas de los líderes. Se llevó la mano a la boca llorando cuando vio la cabeza de su esposo, ella lo supo, el dolor lacerante de perder a su compañero, solo que no entendía cómo, si él acababa de irse a hablar con su hijo. Ahora, todo tenía sentido y su corazón temblaba sumido en el dolor y la traición. Alessandre ni siquiera la miró mientras avanzaba y subía las escaleras, luego se giró a la multitud que cenaba en el banquete, en largas mesas llenas de manjares y esclavos elementales hermosos, para servir y toquetear.—¡A PARTIR DE ESTE MOME
NARRADORA —¿Este es el pueblo de elementales donde naciste? —Sigrid se agarraba el sombrero de paja de ala ancha para que no fuese volado por el viento. Habían salido después del almuerzo con Silas a recoger hierba fresca para los conejos. Sus pasos los llevaron al borde de una colina hermosa llena de margaritas, abajo se veían las casitas de madera y piedra. Se escuchaba el rodar de las carretas, el cacareo de las gallinas y las risas de los niños jugando en el campo. —Sí, está igual a como lo recordaba, nunca lo olvidé como otras cosas —Silas miró con nostalgia hacia el horizonte, hacia el valle donde había nacido. Sus mejores memorias en las noches oscuras, en las torturas más horribles. —¿Has estado aquí? - le preguntó a Sigrid. Su mano tomaba suavemente la de ella, el fajo de hierbas en un morral a su espalda y la hoz en la otra mano libre. —Sí, aquí fue donde oculté al bebé, ¿recuerdas? El bebé que salvé cuando te conocí, el hijo de Drusilla —Sigrid se preguntó qué
NARRADORASilas se quedó rígido, en realidad no le gustaba mucho el contacto físico a menos que fuese Sigrid, pero aguantó estoicamente y no fue grosero. A pesar de los momentos incómodos, esa tarde Silas recuperó un pedacito de su familia, aunque en su interior, su única familia era la mujer a su lado. Todo el amor en su corazón, para lo demás, se había marchitado. Aprovechando un segundo que se quedó a solas, mientras su tía arrastraba a Sigrid a la cocina para que la ayudase con la merienda de la tarde, Silas se acercó al bebé en su cunita. Los tatuajes oscuros ya no solo se limitaban a su rostro, sino que avanzaban consumiendo su pequeño cuerpo poco a poco. Silas estiró dos dedos y los colocó sobre su frentecita, enseguida la magia negra comenzó a bullir, a luchar para no ser despojada.El bebé comenzó a llorar con dolor. Esa energía maligna se resistía, el poder de Silas le ordenaba pasar a otro amo. Sigrid engañó a su tía con una ilusión para que no escuchara al niño, sen
NARRADORASigrid estaba sumamente tensa, no por la lucha de vida o muerte que se avecinaba, sino preocupada por los sentimientos y los impulsos asesinos de Silas.Lucrecia no podía descubrir su poder.El propio Silas y su condición de Selenia, eran las mayores ventajas secretas con que contaban.El preámbulo de la fiesta se desarrollaba en el inmenso jardín y en los salones abiertos al exterior, llenos de farolillos y luces tenues, donde los invitados brindaban, charlaban, se daban miradas sugerentes.Todos enmascarados.Algunos incluso ocultaban mucho más su identidad.Vinieron aquí por un objetivo, y si aceptaron la invitación, estaban dispuestos a pasar una velada de sexo y orgías.Este era solo el precalentamiento, las verdaderas fiestas serían más tarde dentro de la mansión, en los pisos subterráneos.O quizás Lucrecia tenía algo más novedoso y excitante preparado.—Debemos buscar la manera de que nos invite a jugar con ella en privado. Es la mejor oportunidad de separarla de su
NARRADORALucrecia buscaba por todos lados el rastro, insinuaciones coquetas en cada esquina.Se había encontrado parejas, tríos, cuartetos y quintetos arrojados en el césped, contra los setos del laberinto, sobre los bancos.En el interior de esta inmensa estructura de jardinería también había pequeños patios, fuentes, bancos, sitios ocultos y discretos diseñados para el placer.Le encantaba perderse entre esta maraña de hojas verdes, pero hoy, nada lograba tentarla.Esos ojos… no se podía sacar esos ojos negros de la mente.Ese esclavo había levantado la cabeza por un segundo, solo un segundo, y esa mirada tan letal, Diosa, le recordaba tanto a su Gray.Tenía algo extraño, no sabía identificarlo muy bien, pero necesitaba verlo de nuevo. ¿De dónde esa mojigata de Electra había conseguido ese ejemplar?Y parecía muy bien domado.Electra, esa zorra, le estaba preocupando y mucho; demasiado poderosa para su gusto. Ni siquiera Morgana la había sacado tanto de sus casillas.Pero quizás
NARRADORASigrid sintió un movimiento a su espalda y llevó la mano sutilmente hacia atrás para apretar la ropa de Silas. El mensaje era claro: “tranquilo, yo puedo con esto”.—Pero creo que había más eventos. Los demás estarán muy decepcionados —Sigrid le respondió neutral.—Que se jodan. Vengan, vengan conmigo, vamos a mi santuario —Lucrecia los invitó, bien entusiasta.Ya iba a estirar las garras para tomar a Silas del brazo, pero Alessandre fue más rápido y la agarró de la cintura, alejándola.—Cuéntame, ¿con qué estabas tentando tanto a mis padres? Estoy harto de que nunca me tomes en cuenta —el vampiro comenzó su charla superflua, ayudando también a Sigrid.Era más que obvia la lujuria en los ojos de Lucrecia cuando miraba al tal Silas, una obsesión más allá incluso de tan excelente disfraz.A través de los pasillos oscuros, de la brisa nocturna que hacía susurrar las hojas, de los gemidos ahogados en cada rincón y las risitas femeninas, Lucrecia los guio hasta el mismo centro d
NARRADORA“Diosa”, Sigrid estaba asqueada. Esto, en otras circunstancias, quizás si los actores estuviesen por voluntad propia, sería excitante, pero así, solo era deplorable.Los hombres manoseaban a la esclava que gemía entre ellos, metían las manos dentro de sus piernas, chupaban y apretaban sus senos. Pronto ella se arrodilló entre ambos y comenzó a estimular sus miembros con la boca y las manos.A su lado, Lucrecia parecía muy entretenida. Sigrid buscaba con la vista al esclavo que le interesaba.Por si acaso, no quería equivocarse. Estaba un 99 % segura de que era a Umbros a quien debía salvar, pero ese uno por ciento restante estaba en ese esclavo que le producía cosas en el pecho.Necesitaba comprobarlo.Cuando los gemidos subieron de nivel y la chica de senos sugerentes, piel blanca y cabello castaño, comenzó a cabalgar a uno de los esclavos acostados entre las telas, mientras chupaba el miembro del otro parado a su lado, Sigrid dio un bostezo de aburrimiento.Más claro,
NARRADORAEn la mano libre de Silas se formó una daga negra asesina, que enseguida apuntó al cuello de Lucrecia.Ambos atacaron al mismo tiempo, aprovechando el factor sorpresa y la cercanía. Solo que no sería tan sencillo.La daga y las llamas devoradoras se sumergieron de repente en una niebla oscura. El cuerpo de Lucrecia desapareció en la nada, flotando con magia negra y reapareciendo unos metros más allá.Por un segundo, los tres se miraron.—¡¿Quién rayos eres?! —rugió Lucrecia, analizando a Sigrid en profundidad.Esto sí que no se lo esperaba.No podía ser… ¿ese era el poder de una Selenia dentro de Electra?—Eso no importa, solo que morirás —Sigrid no estaba para más charla.Convocó una espada afilada con llamas azules brillando y se abalanzó sobre Lucrecia, quien también convocó una espada de elemento fuego.Comenzaron a luchar en la espaciosa habitación, destrozando los muebles, intercambiando con odio cada estocada, cada bloqueo, cada asalto.Quienquiera que fuese esa Sel