266. EN LA GUARIDA DE LA BRUJA

NARRADORA

Sigrid sintió un movimiento a su espalda y llevó la mano sutilmente hacia atrás para apretar la ropa de Silas.

El mensaje era claro: “tranquilo, yo puedo con esto”.

—Pero creo que había más eventos. Los demás estarán muy decepcionados —Sigrid le respondió neutral.

—Que se jodan. Vengan, vengan conmigo, vamos a mi santuario —Lucrecia los invitó, bien entusiasta.

Ya iba a estirar las garras para tomar a Silas del brazo, pero Alessandre fue más rápido y la agarró de la cintura, alejándola.

—Cuéntame, ¿con qué estabas tentando tanto a mis padres? Estoy harto de que nunca me tomes en cuenta —el vampiro comenzó su charla superflua, ayudando también a Sigrid.

Era más que obvia la lujuria en los ojos de Lucrecia cuando miraba al tal Silas, una obsesión más allá incluso de tan excelente disfraz.

A través de los pasillos oscuros, de la brisa nocturna que hacía susurrar las hojas, de los gemidos ahogados en cada rincón y las risitas femeninas, Lucrecia los guio hasta el mismo centro d
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