274. UN REGALO DE TU HERMANITA

NARRADORA

Pero apenas dio algunos pasos, cayó de nuevo de rodillas.

El sonido de los cánticos prohibidos se metía a la fuerza en su mente a través de sus oídos.

¿De dónde venía? ¡MALDICIÓN! ¡A SU ESPALDA!

Sigrid rodó evitando el ataque rastrero a traición.

Agazapada sobre la hierba, la descubrió saliendo del oscuro manto de los pinos: era la malnacida de Drusilla.

Era ella quien estaba llenando el aire de esas maldiciones que estaban enloqueciendo a Electra.

Sigrid avanzó a trompicones, intentando movilizar su magia, pero lanzó un hechizo que falló.

No era que Drusilla se estuviese volviendo más poderosa, era Sigrid, que cada vez luchaba con más fuerza por mantener el control dentro del cuerpo que había robado.

Drusilla llevaba en sus manos el Libro del Risorgimento; de ahí leía ese antiguo hechizo, y Sigrid lo sabía muy bien: la estaba intentando encerrar dentro del cuerpo de Electra.

Por eso perdía cada vez más la batalla.

Para empeorar las cosas, de repente Drusilla jaló una cade
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