NARRADORADetrás de rejas, de magia poderosa, de sellos y cadenas, más allá de la Isla de las Selenias y la bruma oscura, surcando las nubes de tormentas, los gritos espectrales, una civilización entera había sobrevivido, una que se creía extinta.Baltazar, el Regente del Reino, estaba en plena reunión con sus consejeros cuando la puerta del salón fue abierta de golpe y uno de los guardias entró con cara de pánico.—Espero que lo que tengas que decir sea de vida o muerte —le dijo fríamente, mirándolo con sus afilados ojos marrones.—Su… su señoría… hemos recibido todo tipo de reportes de los límites del reino —el hombre le explicaba tartamudeando—. La… la…—¡Habla de una maldit4 vez!—La niebla de los límites se está retirando —soltó de carrerilla, con gotas de sudor cayendo por su rostro.Baltazar se dio cuenta enseguida de la gravedad del asunto.Salió corriendo y empujó con fuerza las pesadas puertas del balcón.Sus ojos sabios contemplaron el cielo: las densas nubes oscuras, que a
NARRADORAAldric se giró, observando la niebla oscura que comenzaba a moverse agitada. Remolinos se formaban en su interior, subiendo al cielo y empezando a cubrir lo que estaba sobre sus cabezas.La luz del día, de repente, pareció ser absorbida por las tinieblas; solo quedaban oscuridad y miedo, odio y venganza.Las aguas del lago se movieron turbulentas, comenzaron a ennegrecerse, como venas que aparecían en la superficie formando telarañas.El lago se solidificó, a endureciéndose, y era la última barrera que los separaba de lo que fuera a salir de esa prisión."Azarot, debemos darle todo el tiempo posible a nuestra cachorra”Aldric se elevaba sobre la colina, sus ojos grises como el vendaval miraron entonces hacia una dirección en la retaguardia, lejos del peligro de la avanzada, detrás del ejército.Allí estaban las tres Selenias, esperando su momento. Él y su ejército debían darles tiempo.“¿Y si no lo logra, Aldric? No la veré en peligro sin hacer nada.”“Si no lo logra, solo
NARRADORA Celine veía la batalla en la distancia. Su papel era proteger a las tres Selenias de cualquier ataque sorpresa. A pesar de que sabía que su mate era muy poderoso, que contaba con todos esos soldados sin miedo a morir, no podía evitar preocuparse.—¡Madre, no te sobrecargues! —el grito de Valeria la sacó de su vigilancia sobre la encarnizada lucha en la distancia, bajo sus pies.—¡Abuela!—¡Continúen con el encantamiento, yo resisto! Estamos en el punto crítico, vamos, Valeria, lucha por tu hija, toma el control. Celine escuchó a través del velo iridiscente que rodeaba a las Selenias, cómo Gabrielle les gritaba.Las comisuras de sus labios estaban manchadas de sangre, pero sus ojos vibraban con el azul del ayer. Había recuperado su visión, y las cicatrices que quedaban en su rostro se sanaron al serle devuelto su poder.Valeria cerró los ojos y decidió dirigir el hechizo. Su madre ya estaba agotada de tanto desgaste.Celine vio cómo alas de cuervos comenzaron a brotar de
ALDRICMe incorporé enseguida, algo aturdido por la sacudida.Sobre la hierba y la tierra, manchadas de sangre y sudor, de muerte y sombras oscuras, permanecí alerta, mirando lo que había sucedido.Una guerrera con su armadura de oro, enormes alas doradas de cuervo en la espalda y dos espadas refulgentes sobre su cabeza, aguantaba el ataque que iba dirigido a mi espalda.Su cabello corto se movía indomable, sus ojos fijos en su objetivo, en su mate. Podía sentir las emociones tan intensas que atravesaban su corazón."Sigrid, te daré la oportunidad que me pediste, pero si te veo en peligro solo una vez…""No sucederá, padre. Él me reconocerá. No intervengas, por favor, confía en mí" Me aseguró, y solo pude depositar mi confianza en ese amor que ni siquiera entendía."¿Ese hombre que irradiaba pura maldad y odio… cómo podía ser el dueño de tanta luz?"Rugí, abalanzándome sobre el espectro más próximo a mí, sacando mi rabia y mi impotencia.Al menos comprobé que mi mujer y mis cachorro
NARRADORA Sigrid lo supo incluso antes de que tocara su piel: era puro veneno. Alzó su mano y cientos de cuervos invadieron las oscuras tinieblas, atravesando el vendaval, fundiéndose unos con otros, endureciéndose para formar un escudo gigante que protegía a su gente. Sin embargo, el escudo estaba defectuoso: tenía un enorme agujero, justo sobre ella. «¡¿Sigrid qué pretendes?!» Aldric le rugió intentando correr para socorrerla pero su hija lo bloqueó por completo con una barrera. Valeria, en la distancia, miró en pánico cómo el poder de las Selenias que tanto se esforzaron en refinar y reunir protegía al ejército, pero no a su hija. "Sigrid, no, hija, no, por favor" comenzó a llorar y a llamarla por su vínculo, pero Sigrid no los escuchaba y solo miró al hombre sobre su cabeza. —Soy tuya y tú eres mío. No eres Umbros, ni Gray, eres Silas. Solo mi Silas —los labios le temblaron con las últimas sílabas dichas entre susurros, pero sabía que él la escuchaba. Las gotas ne
NARRADORAReían y lloraban; parecían dos locos enamorados que se habían extrañado durante una eternidad. —Yo… esta es mi forma original, soy… soy así —Sigrid susurró contra sus labios, con las mejillas sonrojadas.Ya no podía escudarse detrás del cuerpo de Electra; ahora era ella por completo, en cuerpo y alma. —Lo sé… te soñé tantas veces, y no te hace justicia. Nada hace justicia a tu belleza. Eres… simplemente perfecta —el dedo de Silas dibujó su labio inferior, tan lleno, tragando con el deseo que resurgía en su cuerpo.Sus ojos ávidos recorrían las delicadas facciones, la piel como porcelana, los ojos expresivos, luminosos.Sus manos acariciaban la suave espalda, la tomaban de la estrecha cintura, pegándola a su cuerpo, sintiendo sus curvas, deseando tocar su piel bajo la armadura.Ambos se miraban cargados de pasión, sus alientos enredados. Sigrid estaba un poco avergonzada; Silas solo pensaba en besarla, en tomarla para él, y nunca más dejarla ir.Olvidaron la guerra y la lu
NARRADORAAldric sabía muy bien que, a pesar de su fortaleza, no era rival para asesinar a este hombre que hasta las Selenias le temían, pero tampoco bajaría la cabeza frente a nadie. —Dame a mi mujer y te puedes quedar con tu estúpido reino. No me interesan las tierras podridas de los seres sobrenaturales.Sigrid casi pensó que le iba a dar un ataque al corazón. Había olvidado lo directo que era Silas.—¡¿TÚ MUJER?! ¡Eso tenemos que verlo todavía! ¡Ni siquiera me has pedido su mano y te atreves a besuquearla delante de mis narices! —las garras de Aldric brillaron saliendo de golpe. El pelaje oscuro del lycan volvía a aparecer en su cuerpo humano, apenas vestido con harapos.—Calmémonos todos, por favor, papá… —Sigrid intervino, aguantando el pecho de Aldric con fuerza.Parecía una pequeña muñeca frente a la estatura monstruosa de su padre y los fuertes músculos abultados. Este enfrentamiento estancado no llegaba a ningún lado, nadie quería ceder.Por su parte, Quinn salió corriend
NARRADORAAunque sabía que era la madre de su mate, que no tenía la culpa de sus desgracias, todo su cuerpo se rebelaba a darle un mínimo de cortesía a otra Selenia que no fuese su Sigrid.Un gruñido bajo retumbó detrás de Valeria. Aldric se aguantaba como nunca. ¿Cómo se atrevía a despreciar así a Valeria, la persona que trajo a su compañera a este mundo?Sigrid también lo miraba aprensiva. Ella, más que nadie, lo entendía, pero tampoco le gustaba el desplante hacia su madre.—Silas…—No importa, cachorra, él necesita tiempo. Entiendo muy bien tus temores… Valeria no se ofendió para nada. Iba a retirar su mano, sostenida por un tiempo en el aire, pero de repente fue tomada por otra más grande y fría.—Gracias por darla a luz —fue la respuesta de Silas, mientras devolvía con torpeza el saludo.—Yo soy la única bendecida por eso —sonrió, mirando con cariño a su hija, que no pudo evitar meterse entre sus brazos y anidar contra su pecho.Amaba a sus padres, a su familia, siempre habí